Era el año 1916 n.e. (d.c.) en las largas pampas de Buenos Aires cuando había pasado lo que sucedió, según lo contaba aquél viejo en el bar de la capital de Buenos Aires. Lo recordaba muy bien porque ése año se festejaba el centenario y se celebraba eventos futbolisticos en la Capital Federal. El gaucho Don Gladio Yaten, que según él lo habían condecorado como «El Guerrero de Azurita», decía que venía desde el lejano cordón del Conurnabo Bonaerense, casi del Interior de la Provincia. Contaba Gladio que en ése lugar, cuando era jóven, luchó en una cruel batalla contra un ejército de «cadáveres»; obviamente se le reían en la cara, pero aún así, él se lo tomaba con humor y a los tangeros del lugar les gustaba escuchar sus historias inventadas de fantasía por la imaginación que tenía aquél viejo.
Con cariño (tal vez algunos con burla), le decían El Azurita o El Viejo Azurita que siempre frecuentaba el bar para tomarse una ginebra con su típica vestimenta de gaucho que no entonaba mucho con la ya moderna Cuidad de Buenos Aires. Una noche llegó un grupito nuevo al bar, 2 chicos y 2 chicas, que eran amigos de los más habituales del bar para que escucharán al Viejo Azurita. El Viejo Azurita estaba con los tangueros jugando al juego de cartas «Truco» cuando entró ése grupo de jóvenes que venían al bar a jugar al pool y escuchar a Don Gladio. Los tangueros y la muchachada universitaria se sentaron alrededor de Gladio, pero el anciano pidió como condición que le inviten un trago de ginebra para arrancar con la historia que ya había contado varias veces y que los habituales ya sabían. Los universitarios jóvenes no tuvieron problemas con la cortesía e invitaron a Gladio una ginebra, ya que siempre de igual manera al salir de la universidad se tomaban unas rondas de cervezas y esa noche repitieron la situación, como era debido.
Gladio comenzó a contar su historia mientras todos alrededor lo escuchaban, aunque no quiso situar específicamente la localidad y atinó a decir «En las profundidades del Conurbano Bonaerense». En el año 1916, al igual que ahora, Gladio se juntaba con los pocos lugareños jovenes del lugar a beber en una pulpería donde guitarreaban y bailaban con las chicas danzas folclóricas. En ése momento, el gauchaje seguía siendo algo nómada en algunos lugares o familias dependiendo cada familia o gaucho. Ellos vivían en ranchos o casas campesinas y casas barriales; algunas familias eran ganaderas o plantaban, otras se dedicaban al pionaje y algunos guachos rebeldones andaban sueltos como era antaño. Independientemente de como vivían, lo cierto es que iban a la pulpería a bailar la resfalosa o refalosa y cada tanto se armaba un quilombo que nunca llegó a mayores ya que todos andaban enfacados o con una resfalosa entre el cinturón (sí, la refalosa también era un cuchillo o facón, además de un baile). Gladio contaba que en ésa pulpería un día se enamoró de una «china» llamada María y empezó hablar con ella varios días de pulpería, hasta que un día llegó avisándole que ella sentía amor por Gladio pero que no podían estar juntos por que se iba a vivir a la Cuidad de Buenos Aires con sus tías.
Gladio entendió la situación y dejó ir a María, pero una semana después de que se había ido María a la capital, no soportó más y decidió ir a caballo hasta la capital para ir a buscarla o planear algo juntos.
Por supuesto, Gladio ya sabía como ir a Capital porque de chico lo llevaban sus padres a los eventos que se hacían en la cuidad sobre folclore y campo, sólo que era un viaje largo en caballo. Gladio se subió a su caballo, portando su vestimenta gaucha, llevándose comida y la «refalosa» en la cintura, entre otras necesidades básicas.
El primer día y noche fueron medianamente normales, llegando al anochecer sintió alguna que otra presencia entre los campos y la ruta, los animales e insectos pequeños se viven moviendo y para alguien de cuidad puede ser tenebroso, pero para el campesino o indio era cosa común. Gladio presentó un fuego ató al caballo y durmió en el suelo a la loma de la ruta hasta al siguiente día. En el segundo día había un poco de cansancio y falta de agua, decidiendo hacer una parada en una especie de casilla que parecía ser un bar abandonado, pero no aparecía presencia alguna de gente a pesar de estar la puerta abierta. Gladio saludo como era pertinente para advertir su presencia a los hipotéticos dueños que puedan estar detras de la tela/cortina que tapaba la cocina, pero no salió nadie y pensó que a lo mejor estaba realmente abandonado y no solo por aspecto. Gladio sacó su taba (un hueso que se usa como dado) y empezó a jugar con ella para saber si alguien vendría pronto o si debía marcharse. Gladio salió de la casilla y la rodeo para revisarla encontrando detrás una bomba manual para sacar agua. Viendo que no había nadie, pensó que no se iban a molestar por sacar agua y bombeo agua de la que tomaron su caballo y él hasta que un ruido dentro de la cocina de la casilla lo alertó. Raro, ya que parecía que no había presencia humana alguna, así que fue a ver para avisar que se tomó el atrevimiento de usar la bomba manual.
Cuándo Gladio se acercó a la puerta vio a un señor de avanzada edad con la cabeza agachas apoyando sus manos en la mesada, agitado y quejándose. Gladio vio que la tela mirando a la cocina, que ocupaba el rol de cortina, estaba manchada de sangre y le pregunto al anciano si necesitaba ayuda. El anciano murmuró algo y, cuando Gladio atinó acercarse para escucharlo o ayudarlo, el viejo lo atacó como si fuera un animal donde Gladio percibió aquél rostro deteriorado. El anciano flacucho tenía la mitad de la cara en horizontal en carne viva donde se le veía parte del craneo en el mandíbula y tubérculos en la cara, además de la costilla de los huesos fuera de la piel.
Gladio quiso insistir con preguntarle al anciano que le pasaba para ayudarlo, pero el anciano lo volvió a increpar murmurando rabia mientras movía la mandíbula. Ante la continúa agresividad, Gladio lamentó usar su refalosa y en el forcejeo apuñalo al anciano en la boca del estómago saliendo sangre con una especie de sustancia verdosa putrefacta, pero el anciano seguía moviéndose queriendo morderle el cuello a Gladio.
Gladio sacó su refalosa del cuerpo del anciano y saco otro cuchillo de más, no pudiendo creer que ése hombre siga vivo después de semejante tajada. ¿Acaso era cierto la luz mala, será asunto de éstas leyendas gauchas? – se preguntó Gladio -.
Gladio pensó en un momento que si era algún tipo de leyenda hecha realidad no podía combatirla con desconocimiento, así que eligió abandonar el combate y corrió hasta su caballo para alejarse, mientras el anciano perseguía por detrás al caballo lentamente. Gladio hizo que su caballo, Betino, galopara hasta que el noble equino no dió más de sí y descansara a paso lento, cayéndose el sol en el horizonte atardecer rojizo.
Gladio le dió vueltas a su cabeza preguntándose si había apuñalado a un hombre inocente producto de algún tipo de imaginación mental o si realmente había visto lo que vió hasta que el atardecer se proyecto en su rostro y se bajo del cabello para reflexionar mientras tranquilizaba al Betino. Mientras limpiaba la refalosa de sangre y baba verde, cuando se hizo de noche, vio por el camino de donde vino un grupo de personas yendo hacia a él, ¿cómo podía pasar esto inadvertido si no sintió ruido alguno atrás de él cuando trotaba el caballo?. Gladio no relacionó el suceso del anciano con este peregrinaje, al contrario, y se acercó con el caballo para pedir ayuda para el anciano (seguía creyendo que había fallado su cerebro). Al acercarse vio que esos humanos habían frenado, algunos inclinando su cabeza mirándolo y Gladio divisó lo que no podía creer, esos humanos eran como la enfermedad que tenía el anciano. Gladio les grito, pero los humanos empezaron a correr tras él y ya no dudo esta vez en darle galope a su caballo hasta que uno de esos peregrinos muy rápido atrapo a Betino por las patas haciéndolo tropezar. El caballo se acomodó rápidamente para ponerse de pie mientras Gladio intentaba hacer lo mismo y, cuando ese hombre intentó atacar a Gladio por la espalda, el caballo le pisoteo la cabeza al hombre como si fuera zapallito.
Gladio vio que de la cabeza destrozada y ojos del hombre pisoteado por Betino salían unas sanguijuelas rojas enroscadas una con la otra. Gladio empezó a creer que tal vez algunas de las leyendas eran ciertas aunque ninguna contaba esto o que, tal vez, era una especie de parásito ya que estos casos abundaban en ése tiempo. ¿Pero que clase de parásito sería eso como para que la gente casi muerta pueda correr a un caballo?. No tenía mucha lógica, los parásitos hacen desvanecer al hombre y no al revés. ¿Sería una especie de nuevo parásito?.
Los parásitos comían el cerebro hecho puré del podrido hombre mientras se enrroscaban unas con otras y Gladio vio como corrían los otros humanos enfermos hacía él, así que Gladio se volvió a subir al caballo para darle galope. Los humanos enfermos corrían al animal casi a la misma velocidad y manoteaban las piernas de Gladio, era desesperante ver como se le acercaban al galope de un caballo. Gladio atinó a darles muerte con sus cuchillos y pudo clavar atravesar a uno en el ojo que cayó mientras los otros lo pisotearon y siguieron corriendo. Uno de ellos tenía unas uñas largas y se clavó en el caballo haciéndolo tirar patadas para atrás mientras trotaba. El hombre enfermo que le clavó las uñas al caballo volaba por los aires y para aferrase también le rasguño las caderas a Gladio atravesando su camisa por debajo del poncho. El caballo logró patear al hombre enfermo de las uñas para sacárselo de encima, haciendo que el hombre enfermo vuele por los aires y, cuando estaban por ser atacados por unos pares de humanos enfermos, unos tehuelches a caballo con partes de armadura de bronce y plumas blancas sacaron sus espadas cortandoles la cabeza a dos o tres que estaban cerca. Al igual que ellos, los caballos tenían armaduras y vestimenta gloriosa de un significado desconocido. Gladio lo miró al tehuelche y este le dijo que se debían alejarse, empezando a galopear mientras eran perseguidos por los humanos enfermos que estaban mas atrás.
Gladio, mientras galopeaba, preguntó gritando que era esa enfermedad y esos gusanos que les salían del cerebro, pero al tehuelche que le preguntó no contestaba y mantenía su cara seria e inmutable.
Al otro lado, otro tehuelche le contestó que eran «Los deambulantes de ultratumba» y que debía darles muerte en su cerebro para terminar con ellos. Después de un tiempo, ese tehuelche le dijo a Gladio que vaya a paso lento y los 3 tehuelches con armadura de bronce empezaron a frenar el galope para ir despacio, así que Gladio les hizo caso a pesar de que su cabeza seguía en la persecución.
Gladio preguntó porque frenaban y la única tehuelche mujer que estaba con ellos 2 le explicó a Gladio que el Keóken, el salir del sol, transporta a los deambulantes de vuelta a su lugar, comenzando poco a poco a verse una luz tenue entre las estrellas de la noche.
Ella se presentó como Amakáik y los otros 2 se presentaron como Güenta, el qué habló, y Santiáu, que no hablaba por ser mudo. Amakáik era la «lider» de este escuadrón a caballo que protegían el lugar de los deambulantes o Shaimerche, que portan los Shaimer o sanguijuelas que se alimentan del cerebro o alma de los huéspedes. Los diambulantes, le explicó Amakáik a Gladio, son aquellos humanos que caminan sin rumbo en un lugar después de la muerte que está entre el cielo y el infierno. Precisamente no era cielo e infierno, pero se necesitaba una explicación fácil para Gladio que Amakáik aclaró. Los diambulantes que esperan su destino en los valles después de la vida, en un más allá de muertos sin definir, tratan de buscarle sentido y entender las cosas que lo definan hasta que se decida cual es su destino. En sí mismo los diambulantes no son ni buenos ni malos, hay variedad de diambulantes que revisan sus errores de vida que van desde un espectro de grises de muy malos a muy buenos, tampoco tienen estas sanguijuelas mientras diambulan en ése más allá de muertos. Pero hay diambulantes, que por distintas motivaciones, se hartan de diambular y pactan con seres de inframundo volver al mundo de la vida para volver a sentirse vivos. En realidad, estás cosas no suceden normalmente, pero cada cierto tiempo hay una acumulación de deambulantes que se suman poco a poco como un ejército hasta que finalmente salen a flote para llegar a la vida tratando de asegurarse un puesto entre los vivos. Seres o entidades de inframundo prometen devolverles la vida a los deambulantes a cambio de luchar para ellos sin enterarse hasta que se hace el pacto que seran usados para consumirles el alma o mente con esos gusanos o sanguijuelas. Los deambulantes agusanados, como mejor se los puede definir para diferenciarlos de los deambulantes comunes, salen como una horda totalmente hipnotizados pensando que viven una vida en sus mentes, una vida feliz con sus deseos, mientras que la realidad es que viven como muertos que diambulan en La Tierra.
«Cómo los zombies» – acotó un universitario mientras Gladio contaba la historia -.
Gladio respondió que si y siguió contando la historia.
Amakáik le explicó a Gladio que los diambulantes agusanados intentan comerse a las personas o infectarlas, aunque en realidad mandan esos gusanos en búsqueda de mas alma y mente, y expandirse. Muchas veces logran infectar o comerse a la mitad a un humano convirtiéndolo en un diambulante intermedio, que según su fuerza de voluntad, camina sin rumbo como muerto en vida hasta que alguien le da muerte. Generalmente, los diambulantes intermedios suelen andar por la vida buscando el objetivo que los hacía felices o persiguiendo cuestiones inconclusas como hacen los diambulantes en ese lugar de muertos. Gladio le preguntó a Amakáik por el anciano que vio en la casilla y Amakáik le dijo que probablemente haya sido agresivo así porque fue recientemente convertido o porque ya era parte de la horda, que no podía saberlo con seguridad más aún si era agresivo. Amakáik le preguntó a Gladio a donde iba para escoltarlo y Gladio le respondió que a la Cuidad. A paso de caballo todo iba bien hasta que apareció de frente y por detrás otra horda de deambulantes agusanados. Gladio le preguntó a Amakáik que pasaba ya que dijo que con la luz del sol eran transportados a ese más allá de muertos y Amakáik puso una cara de sorpresa ya que ella tampoco sabía que pasaba expresando que debía ser algún tipo de error que no le daba explicación. Amakáik ordenó bajarse de los caballos ya que no había forma de escapar: o luchaban ahí y los mataban o corrían y los alcanzaban sus caballos por la velocidad de estos diambulantes. Así comenzó la batalla final entre ambos bandos, a plena luz del mediodia.
Amakáik encaró dándoles muerte a unos cuantos, una habilidad impresionante. Güenta le siguió el paso a Amakáik, mientras Gladio y Santiáu se encargaron de sus espaldas, con los diambulantes agusanados detrás. La batalla fue encarnizada volando sangre y gusanos sanguijuelas por todos lados. En un momento, a Santiáu lo superaron en número y Amakáik gritó viéndolo, hasta que Gladio saltó con su cuchillo y cortó cabezas con su refalosa liberando a Santiáu dandole la mano para levantarlo. Güenta empezó a cortarlos como si fuera pasto y en su emoción se olvidó que quedó muy por delante siendo avalanchado por los deambulantes. Gladio y Santiáu se sumaron a Amakáik para ayudarla a salvar a Güenta haciendo un círculo, pero Güenta ya estaba comido. Amakáik, entre llantos y furia, mató a los que estaban alrededor de Güenta y ella misma le dió muerte para evitar que se convierta pidiendo que su alma descanse. Amakáik se levantó y empezó a cazarlos a los que estaban delante ella sola, mientras Gladio y Santiáu lideaban con los de atrás. Amakáik acabó con todos los de adelante llena de furia y volteo para ayudar a los de atrás, pero aun así eran demasiados. Ahora con un camino liberado, Amakáik les dijo que se suban a los caballos y galopen hasta la Cuidad. Los 3 lograron subirse a los caballos y dar unos galopes, pero Betino fue agarrado rápidamente por detrás otra vez. El caballo de Gladio otra vez pisoteo a un par, mientras Gladio intentaba defenderlo, pero ya era tarde y Betino ya estaba desangradose mucho. Santiáu apareció para darles muerte a algunos que rodeaban al caballo y Gladio se bajó para intentar salvar a su caballo, entre los llantos, pero el caballo le hizo seña con le cabeza de que se vaya y fue comido por los deambulantes agusanados. Amakáik llegó para subir a Gladio a su caballo y darles muerte al resto de deambulantes. Santiáu había ya acabado con casi todos, pero 2 diambulando que quedaron con vida le saltaron a su caballo comiendole el cuello y mordiendo el brazo de Santiáu tirandolo al suelo. Amakáik otra vez en la desesperación galopeo hasta el para salvarlo y ella junto a Gladio se bajaron para matar a los 2 últimos deambulantes agusanados que quedaban. Amakáik se acercó y se agacho llorando otra vez al ver que Santiáu estaba escupiendo sangre mientras le hablaba con lenguaje de señas con la mano. Amakáik lo despidió con un rezo pidiendo paz en su alma y le dio piadosa muerte. Ya sin mas que hacer, se hizo de tarde y Amakáik volvió al caballo mientras Gladio miraba con tristeza a Santiáu. Amakáik le pidió a Gladio que se subiera al caballo ya que todo había terminado y lo iba a llevar hasta su destino. Gladio se subió al caballo y le preguntó a Amakáik que le dijo con su lenguajes de señas y Amakáik le explicó que Santiáu le dijo que Gladio le hizo acordar a un guerrero de antaño de jerarquía azurita o armadura azurita en el momento que lo salvó y se alegro de proteger a la gente con ella todos estos años antes de irse entre los muertos. Ella lo llevó toda la noche explicándole que eran parte de un Malón, que protege a los vivos, lo que Gladio denominó un Malón de Metal por sus armaduras y Amakáik lo bautizó como El Guerrero Azurita antes de despedirse y dejarlo en la Cuidad. Ella desapareció entre las sombras de la Cuidad de Buenos Aires y Gladio buscó a su amada María.
«¿! Y LA ENCONTRASTE !?» – preguntó con gran agitación una universitaria amante de los romances -.
Gladio respondió que esa era una historia para otra noche de ginebra y todos empezaron a hacer bullicio pidiendo por favor que Gladio responda esa pregunta. Gladio dijo que se retiraba ya que era muy de noche, pasando la hora volando por su historia, mientras los demás se quedaban a tomar y agradecieron el cuento a Gladio, aunque algunos ya lo trataban de viejo loco con el sentido de humor que caracterizaba el ambiente. Gladio se despidió de todos y mientras escuchaba los murmullos de afuera cuando cerró la puerta del bar se le vio una sonrisa mientras se ponía su sombrero, movimiento de brazos que hizo provocando que se le levante la camisa viéndose las heridas a la altura de su cadera. Gladio sacó la foto de María del bolsillo, se la guardó de nuevo y la luz de los faros se reflejó en el rostro de Gladio, un rostro de muerte deambulante mientras se alejaba del bar.
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