Me reservo la arbitrariedad del título de la siguiente correspondencia entre M##### y A#### para abarcar en su mayoría el espíritu del mensaje. El mensaje fue extraído de la bandeja de correos enviados de M##### y no presenta modificaciones. Se entiende que el uso del correo electrónico en vez de una red social o mensajería instantánea responde a la idea de que el remitente tenga la oportunidad tanto de leer con calma la extensión de lo escrito como para darle oportunidad de que su respuesta no sea contaminada por un impulso del momento, en caso de haberla. Aún al día de hoy no he encontrado réplica alguna ni otro correo distinto aludiendo el tema. Quizás la réplica, si la hubo, fue dada presencialmente.
de: M##### [m############@gmail.com]
para: A#### [h########@gmail.com]
fecha: 25 oct 2024, 11:45 a.m.
asunto: [en blanco] enviado por: gmail.com
No fue hace tanto que tuvimos ocasión de encontrarnos, aunque, me temo, fue apenas un reconocimiento en lugar de una feliz reunión entre viejos amigos de la infancia porque apenas hubo tiempo de intercambiar saludos. Un encuentro fortuito. Quizás por eso ambos nos quedamos con ganas de hablar, y quizás por esa misma razón me atrevo a escribirte, pues entiendo que andes ocupado y que tu tiempo libre, tal como sueles afirmar, se lo dediques a la estética. Con todo, entiendo que le rehuyes a la conversación, mas eres muy ducho en tu dialéctica cuando un teclado está a tu alcance; ello me da pie a elegir este medio impersonal y a la vez personal (porque te hablo únicamente a ti) para que dentro de todo te sientas a gusto, no pienses ni maquines cualquier otra explicación a este asunto el cual sólo nos incumbe a ambos. Después de todo, ¿no es una prolongación de nuestro intercambio de ideas sobre juegos? Ya puedo sentirme rejuvenecido en el talante lúdico de tan amena conversación, es más, presiento la respuesta tuya tan propia de la inteligente sutileza con la cual vuelves banal los temas mas serios y objeto de risa los banales, te pido que no hagas eso aquí, pues una ironía está bien como remate final luego de una respuesta, no es la propia respuesta. Al menos, respecto a mí, sé que te contienes porque no encuentras réplica en el mismo sentido para prolongar tu divertimento. En cambio, sabes muy bien volver serios los temas más banales, y no digo entonces que por ello ni siquiera debiese escribirte este mensaje, sino que a diferencia tuya yo rescato de ellos la oportunidad de ayudar a un muy buen amigo y de paso retomar una amistad distanciada, aunque sea en la polémica.
No fue hace poco, hará apenas dos años aproximadamente, donde te metiste de lleno al mundo de los gachas, quizás no fuiste tú quién me introdujo a este género de los juegos como servicio, pero encontré en ti el impulso necesario para compartir una afición y extenderla en la discusión e historia de su cosmogonía y personajes, en fin, de su estética. Y no creas que haces bien en anticiparme como detractor de ellos, pues hasta hoy sigo jugando Arknights y Star Rail, incluso puedo decir que Reverse: 1999 me ha encantado desde hace cinco días que fue cuando me animé a descargarlo, mejor aún, para tu regocijo puedo decir que siempre que puedo recomiendo probar Arknights a quién considere una mente lúcida y de buen gusto. Por eso me siento en igualdad de condiciones para hablar de ellos contigo, pues sin ser un conocedor del tema tengo la suficiente experiencia (o tanto como la tuya no así en intensidad, pero sí en periodo de iniciación) como para hacerte frente tal como ya lo he hecho en alguna oportunidad. Es probable que a estas alturas debes estar haciendo un esfuerzo sobrehumano por contener la risa, pero cuando se trata contigo hay que andar sobre terreno seguro, puesto que lo tergiversas todo y ninguna preparación es suficiente contigo, dado que no importa qué tantos cuidados se tome uno, tú te has preparado el doble, es por eso que paso de ellos, mi hablar no es premeditado y mi discurso es siempre el mismo; lo que hoy leerás es sólo la ampliación de él en su debida evolución sin nadie que me interrumpa, sin el corro de felices personas a tu alrededor que celebran tus chanzas y ocurrencias, pues eres excéntrico tanto como carismático, sabes mover voluntades con una labia irónica y divergente que parece unificadora, en suma, tu discurso es todo lo elástico que necesita ser para encontrar lo que buscas, «un momento agradable». Por eso, para que no sientas que es un monólogo ni logres aburrirte del todo usaré tus frases más recurrentes para darte pase al menos en lo más relevante. Entonces escucha y luego ríete todo lo que quieras.
La última vez compartimos una experiencia interesante que aunque ocurría desde hace algún tiempo yo no pude notarlo hasta aquella ocasión cuando te lo comenté. Sucede que me había dado cuenta que conforme avanzaba el tiempo en Arknights, a la par que salían nuevos eventos y con ellos nuevos banners y con ellos nuevos personajes, por más que intentaba mantenerme al día y lograba, sí, conseguir los recursos para hacerme al menos con la mayoría de personajes, no tenía tiempo para dedicarme de pleno a ellos. Es decir, conseguía la waifu de turno y una felicidad inmensa me embargaba, pero inmediatamente luego del triunfo mi mente se enfocaba en el siguiente, llámese la próxima unidad del próximo banner del próximo evento. No completamente consciente de ello consideraba el logro cumplido al ver a mi unidad en la lista de Operators, mas sin ello querer decir que pudiese usarla activamente en el juego, hacía falta promoverla y conseguir los recursos para llevarla a su máxima capacidad, además de comprenderla en su peculiaridad. Entonces mi juego se limitaba a un cierto número de unidades con las cuales estaba familiarizado y entendía perfectamente sus funciones y habilidades, y que por lo mismo inconscientemente les tenía cariño debido más a esa misma familiaridad que a cualquier razón objetiva; recordar que apenas había indagado sobre ellos y la mayoría ni los había visto en la historia ni en los pocos eventos que he leído. Así pues, se podría decir que aquellas waifus por las que tanto me esforzaba conseguir ahora acumulaban polvo digital. «Te falta el espíritu y la disposición correctas para llevarlas a su máxima capacidad. Sólo se requiere un poco de disciplina y paciencia tanto para entenderlas como para promoverlas, para alguien que se atreve a llamarlas «waifus» parece que les tienes poco aprecio. Además, ¿acaso vamos a por todas ellas? Y aunque esto fuera posible, los mismos gustos las delimitan, no veo por qué no se les puede prestar un mínimo de atención cuando entenderlas, detenerse en ellas y progresar con ellas es lo que da sentido al personaje. ¿No es esto una bendición? Si no puedes hacerlo es porque directamente no las quieres lo suficiente o tienes otras prioridades». Te recuerdo, amigo mío, que esto no es posible aun queriéndolo. Por más «gratuito» que sean los juegos como servicio ello no quiere decir que todo lo que es posible conseguir dentro de ellos sea gratis. Dejo muy aparte los atajos de las cantidades de dinero real en monedas del juego y las membresías, de la cual, te menciono sólo para dejarlo patente, tú posees una a la que renuevas puntualmente cada mes; dime, ¿aún con ella te das abasto de conseguir las unidades que quieres más sus agregados, en tu boca «indispensables», como armas, conos de luz y ropas dependiendo del gacha? Dejo esta respuesta a tu criterio. A lo que voy es que visto de la forma free to play, que es a la que cualquier jugador común se afronta, no es posible hacerse con todos los personajes que se quiere, menos aún si pensamos en sacar cada uno de ellos, y eso sin contar estos agregados que acabo de mencionar. Por mi parte, salvo excepciones me doy abasto con el personaje en sí, mas no por ello dejo de sentir un hondo pesar cuando dejo pasar, para el caso de Star Rail como ejemplo, el cono de luz del personaje que busco, pues sin este agregado siento al personaje incompleto. Dicho esto hay que conseguir recursos para conseguir aumentar la moneda del juego, en cierto sentido podríamos afirmar (nos hemos reído de esto ambos) que nos matamos «trabajando» por dinero ficticio para gastarlo en bienes ficticios. Bien haría en trabajar lo mismo en el mundo real y caminar por el atajo del tarjetazo, pero eso es sólo una sutileza nuestra inconsecuente con la realidad. Por eso empleamos el tiempo en cumplir «misiones» diarias y semanales para ganar dinero virtual.
«¿Qué son cinco minutos al día exagerando comparado al tiempo muerto diario del tráfico en la ciudad? ¿Trabajo? Le das un talante oneroso a algo que se puede hacer sin pensar y en modo automático. ¿Puedes actuar de igual forma ante tu jefe? Antes de que respondas, porque quizá sí puedas (conozco a varios), ¿lo puedes hacer en las ocho horas diarias? Reconozco que la etapa más difícil en todo gacha es el inicio, pues cada uno tiene su complejidad y lore, pero cuando llevas cierto tiempo en esto te das cuenta que todos siguen la misma plantilla con distintos términos. Las misiones son básicamente las mismas. Entender un sistema de recompensas de gacha es entenderlos a todos. ¿Es tan difícil cumplir, acaso, logearte en el juego para hacer una misión diaria? No necesitas en suma gastar dinero para disfrutar el juego, el que yo lo haga es la muestra más palpable de lo despreciable del coste de una membresía; me privo de un café al mes para mantenerla, deberías saber que no me gusta el café». Claro que recuerdo que no tomas café, capaz dentro de unos meses me dirás que no eres fan de los productos de Apple y con el cuento de no querer una Macbook gastes su precio en un personaje de estos. El problema de las misiones diarias más que las semanales, pues estas últimas se cumplen solas si se logran las primeras, es que se acumulan y atrapan nuestra atención hacia lo que no es importante. Lo importante de un juego debería ser jugar. Capaz no te pase lo que a mí, pero es saludable que te comparta mi experiencia. Cuando yo termino de hacer estas misiones un total hastío y somnolencia se apoderan de mí a tal punto que difícilmente juegue algo más en esa misma sesión y si lo hago tengo que poner tal voluntad no sólo para hacerlo, sino para convencerme de que me gusta lo que hago. En cambio, dado que juego gachas y no lo niego, hago las misiones diarias desde mi celular en estos tiempos muertos de los que hablas y en las tardes o noches, dependiendo de mi disponibilidad, me dedico de lleno al juego como tal. Y esto sucede con los dos gachas que sigo, no quiero ni imaginarme cómo harás tú en tal situación con la maraña de opciones que te sé. Y no critico la cantidad como cantidad, sino en parte alabo tu disposición y disciplina, pues si no hago lo mismo no es porque me falten ganas, sino porque lo veo contraproducente al relajo y solaz que busco en el juego como actividad recreacional en vez de una obligación, porque sí, lo veo a este punto como una obligación cuya única finalidad es la posesión de la waifu de turno. Por ejemplo, uno de los gachas a los que eres más fiel y que dejé pasar con todo el dolor de mi corazón es Nikke: Goddess of Victory, en él no sólo hay que lidiar con las misiones diarias como en cualquier otro, sino que el simple hecho de ingresar es tedioso. ¡Vaya pantalla de carga! Demora más que todas las misiones juntas, y si piensas que exagero súmale el tiempo perdido entre las transiciones entre menús, uno se piensa qué tan pesada ha de ser una Nikke en su voluptuosidad como para demorar así en cargar sus texturas. No lo habrás dicho nunca, pero hasta yo pude notar el hastío que sentías al iniciar el juego cuando lo abrías una tarde. Pero a lo que iba, obtener al personaje. Una de las cosas que hace tentador el conseguirlo es que en cierto sentido tienen fecha de caducidad, digo en en cierto sentido porque hasta los personajes limitados suelen volver como banner secundario junto al próximo personaje limitado. Pues bien, el fin de las misiones diarias y semanales es canjear la moneda del juego y con ella la posibilidad de hacerte con el personaje. Porque esta es la mecánica de todo gacha, la suerte o probabilidad en la que usando una moneda ficticia accedemos a una lotería. Ambos para nuestra tristeza sabemos esto demasiado bien. Hay veces, no son tan pocas como parece, en las que a pesar de hacer todo bien y contar con los recursos necesarios aun así no obtenemos a la waifu. Dirás que todo gacha tiene un sistema en el que se asegura al personaje, pero te respondo que para ello se necesita casi el doble de lo que usualmente cualquier otro jugador de suerte normal necesita. ¿Si ocurre así con el personaje en cuestión qué tan factible es conseguirlo si sumamos la probabilidad combinada de su agregado? Mas con todo es posible. Puedo dar fe de ello; habré perdido uno o dos personajes cuyo capricho probabilístico se ha ensañado conmigo. Entonces ¿cuál es el problema?, dirás. Déjame decirte que la obtención es el primer paso, pues el «trabajo» apenas empieza. Hay que volver a usar el tiempo para conseguir ya no monedas ficticias, sino materiales ficticios para mejorar al personaje; como puedes notar se empiezan a acabar los tiempos muertos para darle sentido a tal quehacer ocioso, y no olvides que cada juego tiene su propia complejidad y tiempo para conseguirlo que, aunque bajo el mismo formato, es en la práctica por lo menos una labor de hormiga por lo repetitivo de las tareas y las particularidades del juego, sin contar que uno se acumula sobre otro y si no completas las misiones (todas ellas) en el plazo de un día no recibirás recompensa alguna. No contento con ello es que cada personaje, al ser único, tiene distintos materiales de mejora y cada uno de ellos cuenta con distintos niveles de rareza, por supuesto a más rareza mayor dificultad de obtención. No sólo hay que conseguirlos en ciertos niveles o modos de juego, también hay que haber avanzado en el progreso del juego mismo para acceder a estos niveles. Por supuesto que el progreso natural de un jugador logrará dicho desbloqueo tal como me pasa a mí, pero ¿tú te das abasto con todos? Que yo sepa tienes uno o dos juegos secundarios a los que ingresas sólo para hacer misiones diarias y al cabo de un mes probar suerte con el sistema gacha. Todo ello sin hacer mucho más que admirar a la waifu obtenida, mas sin poder usarla o, peor, sin querer usarla al no tener tiempo para dedicar a la historia ni a las complejidades del personaje, esto, mi querido amigo, es desesperación. Y hay más, aun cuando yo decidiera en un arrebato de coraje dedicarme todo un fin de semana a farmear recursos y materiales varios para dedicarme de lleno el resto de los días a lo que verdaderamente me importa esto no es posible. Dejando de lado lo que significa lo diario en las misiones diarias, poder conseguir todos los materiales de mejora no sería posible en una vez por todas debido a que este tipo de juegos te pone un límite de juego diario recargable solamente por el tiempo en que no pasas en él. Cada gacha tiene su terminología propia: «sanidad», «poder trazacaminos», etc. Con una cantidad máxima de reserva sólo es posible llevar a cabo ciertos modos de juego antes de tener que esperar y salir del él, estos, por supuesto, están priorizados en las misiones diarias que si bien se complementan con la consecución de materiales, el tope mismo de esta cantidad te limita lo suficiente para hacerte esperar unas semanas antes de lograr la mejora total del personaje. En mi experiencia a pesar de poseer estas recargas de cantidad de reserva conseguidas en las mismas misiones no logro cumplir la cuota de los materiales de ascensión y mejora. ¿Qué sucede entonces? Que la cantidad de tiempo que uno tiene que esperar es inversamente proporcional a las ganas de querer usar al personaje al menos que este sea vital para el meta del juego, y aún así las razones son distintas de lo que vendría a considerarse al amor al personaje por el personaje mismo, de esto último sabes bastante. El caso es que mientras más progrese el juego habrá más personajes y en un periodo no muy largo simplemente tendremos todos los cupos llenos como para usarlos a todos, o bien superando todas las dificultades anteriores usamos al personaje nuevo en detrimento del anterior, o bien mantenemos al anterior y dejamos de lado al nuevo. Aún en las rotaciones para casos específicos hay siempre una cantidad personajes dejados de lado que con el tiempo no harán más que incrementar. ¿No sucede en ocasiones que el personaje de menor rareza es mucho más bonito y carismático que el principal? Sin embargo, no es útil para el juego. Me dirás que usarlo es posible, pasarse todos los niveles con él es factible, pero ello necesita paciencia y estrategia, en ocasiones habilidad, por no decir que aumenta el tiempo en completar el nivel. ¿Gastarías ese tiempo adicional en una misión diaria cuando lo que se busca a todas luces es acortar lo más posible esta dificultad? ¿Y si no lo quieres para ese modo de juego, lo usarías en el modo historia relegando a tu equipo base ya constituido? Recuerda que todo esto lo hablamos desde nuestra circunstancia, ahora imagina a un primerizo que sin conocimiento de todas estas mecánicas de juego caiga en las redes de un gacha ya avanzado con una cierta duración. ¿Cuánto tardará en entender no ya el juego, sino el cómo sobrevivir y moverse en él? ¿Cuánto tiempo hará falta hasta que esté al nivel de desbloquear todo lo necesario para conseguir un personaje «completo»? De seguro se habrá perdido muchos personajes anteriores, mas los actuales seguirán saliendo, sin duda querrá tanto los antiguos como los nuevos. ¿Cómo hacer con tal desesperación ante la incapacidad de hacerse con ellos? Olvida ya a la mayoría, tal vez haya un único personaje especial que quizá lo atrajo a registrase movido por el más puro afecto hacia él. ¿Qué desgracia le deparará el saber que tal personaje, dueño de sus anhelos, no es actualmente obtenible hasta nuevo aviso? Y si no puedes hacerlo entonces piensa en mi caso que hasta unos días probé suerte con Reverse: 1999, ¿me tendrías consideración?
«Pareces olvidar lo que es fundamental en estos juegos y lo que los diferencia en su base de servicio, pues hablamos de juegos completamente gratuitos a expensas de los pequeños quehaceres que con tanto detalle has mencionado y que, ya sea por mal, ya sea por bien, ahora forman gustosamente parte de nuestra costumbre. Lo que sí es a la larga un sinsentido es no querer hacerte con personajes nuevos, por más que tengas uno o dos en especial y los valores con preferencia a los nuevos llegas a la necesidad de un aire fresco, de dar fin a la monotonía de las mismas apariencias, animaciones y voces aunque sea para volver a ellos con más fuerzas. Por supuesto, quizás atribuyas mi frivolidad a que hable dentro de los límites de la ficción, pero ¿no se da esto también en la realidad? Mas ello sin implicar entre líneas en que se deba incurrir a la infidelidad. Puesto que si el amor se acaba, válgame en este caso decir por la costumbre de la monotonía de una relación desgastada, ¿no es saludable darla por terminada y, si se da el caso, empezar otra? ¿Quién incurre en falta, el que a pesar de que no ama a una persona (por más que la otra parte continúe queriendo) permanece en la relación o la que a pesar de ser juzgada como mujeriego es claro en dar por finalizada la relación cuando esta no da para más? ¿No es mejor la rutina de las misiones diarias a la desgastante costumbre de la vida en pareja? Te recuerdo que tanto tú como yo podemos dejar de hacerlas a voluntad, para jugadores veteranos como nosotros no impide nuestro progreso en la historia. ¿Y notas acaso que algunos gachas son mejores o siquiera hechos con más esmero y cariño en sus detalles que cualquier juego triple A actual? Sin embargo, ya puedes decirme tú cuánto vale cada uno de estos juegos autodenominados «grandes»; quizás el apelativo haga mención a sus bugs o incompletitud, pues no contento con el exorbitante precio continúan chupando todavía más la sangre en varios DLCs. ¿O acaso piensas que las micro-transacciones son algo únicamente de los gachas? Incluso temas como skins o todo lo relativo al aspecto visual han sido trasladados al juego clásico. Por supuesto, que un segundo sufra el mismo mal no desaparece el mal del primero, pero como sabes todo gasto es opcional, no así las expansiones de historia de los juegos tradicionales. La gratuidad del juego es lo que justifica su límite de uso, límite diario imperceptible para el jugador tanto promedio como veterano, pues si es un novato entonces es muy raro que agote toda esta reserva y si es veterano entonces prevé la escasez del recurso y se amolda a él redistribuyendo su tiempo, algo que es mucho más fácil de lo que suena. Dices también que la gente no se da abasto tanto como para conseguir al personaje como para potenciarlo. ¡Por favor! Deja a la gente hacer lo que mejor le parezca. ¿No has notado que es una práctica común el prepararse de antemano con los materiales necesarios antes de que salga siquiera el personaje? Hay publicidades y filtraciones sobre ellos; para quién en verdad los quiera, y yo los quiero, esto no es ningún secreto ni ninguna dificultad, hasta el servidor oficial de Discord del juego muestra toda esta información de futuros banners con los requerimientos fijados. El que no lo haga está en su derecho, pero que no venga a quejarse de que no puede hacerlo. Si dice amar al personaje y está dispuesto a invertir tiempo (que es tan poco que ni se nota) no me venga ahora conque una vez listo no quiera ya usarlo. Y en cuanto a que yo desespero por conseguirlos, no, amigo, yo me esfuerzo por conseguirlos y una vez que adquiero su posesión puedo gozar de ellos. Desesperar es invertir tiempo y esfuerzo e irse con las manos vacías, que como bien dijiste antes, es muy improbable que ocurra aún con la probabilidad en contra en una que otra ocasión». Sabes desde luego cuidarte bien las espaldas y tu preparación es quizá demasiado excesiva para tu bien. «Amor», «posesión», «esfuerzo», «costumbre»; utilizas términos bien interesantes para un todo tan abstracto. Me encargaré de contestarte uno por uno lo que tan equivocadamente mal aplicados a la realidad que están esos términos en su total falta de seriedad. Dejaré para más adelante el asunto de lo que es en verdad la «posesión» que tanto te inflama y congestiona, pues lo confundes todo y cuando se te quiere hacer entrar en razón cambias de tema o frivolizas con una salida jocosa, por eso iremos entonces a lo que tú entiendes con tener la posesión. Cuando tú te refieres a ello entiendo que quieres decir que haces «acto de posesión», es decir, «usas» al personaje, porque si con ello te refieres a que lo adquieres en el gacha entonces estás rematadamente mal y no te conozco tan ingenuo, eso sería más una conquista que una posesión; segundo, tampoco creo que te refieras a que eres dueño del personaje como tal en el caso de tener sus derechos o hacer con él lo que te venga en gana, pues hablamos de un juego y se rige por su programación y derechos de autor, hasta se podría afirmar que existe un cierto límite en lo que el fandom puede hacer con él en cuanto que tiene que estar apegado a los cánones del personaje para seguir siendo creíble, este es un modo todavía más ingenuo de pensar. Por eso entiendo que tu posesión es usar al personaje dentro de los límites que te permite usar el juego. Verás que hago caso omiso al facilismo, por más verdad que sea, de decirte que no puedes tener la posesión de algo abstracto que ni siquiera es idea tuya, y que, para remate, ronda por el imaginario colectivo en las mentes de todos los jugadores, cada cual reclamando su pedazo de la esencia del personaje y agregándole su propia cucharada de fantasía personal. Obviemos esa salida contundente en su verdad tal cual su facilidad. Entonces haces acto de posesión usando al personaje en sus distintos modos de juego, supondré que para entonces el personaje está sino en la flor de sus posibilidades, sí optimizado para que avanzar la historia no sea un desafío, dicho de otro modo juegas con el personaje. ¿Qué es jugar en un gacha te pregunto yo sino una excusa para que la obtención de estos recursos farmeables tengan cierto sentido y dificultad? Porque si me pongo en modo minimalista podría afirmar que si a cualquier gacha le quitas el gameplay este puede permanecer incólume en cuanto siga presentando una evolución dramática y el sistema de gacha siga en su periodicidad con nuevos personajes que alimenten la historia. Curiosamente algo parecido le ocurre a los JRPGs de toda la vida, sólo que limitándose a un grupo de personajes bastante más limitado y circunscritos al arco del protagonista. El mismo sistema de reservas usado para limitar la obtención de recursos podría seguir activo sin gameplay haciendo innecesario a este. No por nada cada nuevo gacha que sale al mercado toma prestado un gameplay de un género distinto: combate por turnos, mundo abierto, juego de cartas, tower defenser, first person shooter, etc. Esto es porque el gameplay no es la finalidad del juego, algo que es totalmente contradictorio; lo es en cambio la presentación de inacabables personajes con los que tentar al usuario para que gaste dinero en una micro-transacción. Dado que el gameplay es algo que repetirás una y otra vez hasta el hastío con leves variaciones (claro está, muchas, demasiadas veces más en el farmeo que en la historia) este debe ser distinto al de la competencia, sino tal repulsión a la repetición haría impracticable desde jugar más de uno a la vez hasta probar otro gacha nuevo. Lo que tú llamas una bendición, válgame decir el aparente cero coste del juego, es, desde este punto de vista, una maldición, pues ha cambiado el enfoque total de prioridades en el juego desplazando su parte lúdica, nunca tan degradada hasta hoy, hacia lo que yo llamo un costoso escaparate de modas. De repente todo gira alrededor de coleccionar waifus, y como los gachas son de constante actualización y hay sondeos y encuestas, muchas veces la dirección de la historia y el apartado artístico, si el gacha no está vendiendo bien, puede cambiar completamente amoldándose a lo que reditúe más ganancias. No digo que esto esté bien o esté mal, pero dime si un juego triple A puede igualar en ventas a uno de los gachas medianos en su estado de cuenta mensual, ello sin contar que el límite adquisitivo del primero tiene una fecha de caducidad a diferencia del segundo. Ello, por supuesto, le concierte al jugador que gasta en ellos y a la empresa únicamente, pero no me digas que un juego es free to play por amor al arte; sino mira el caso de Snowbreak: Containment Zone que tras un comienzo poco alentador tuvo que volverse un juego sumamente erótico para mantenerse a flote, su historia tenía bastante potencial y ahora parece frívola. Pero volvamos al gameplay y al uso del personaje. Lo que más pone evidencia que el gameplay es secundario en un gacha es que sinceramente nadie quiero hacerlo. Nos valdría mejor hacer caso omiso de él y esperar tranquilos a que el juego «se juegue por sí solo» hasta por fin avanzar con la historia y conseguir el esquivo material de mejora. Afortunadamente esta opción existe, es el modo automático y ya me dirás tú cuando fue que de buena gana jugaste «en modo manual» cuando el juego no te obligaba a ello. En mi caso puedo decir que si bien el combate por turnos de Star Rail y el tower defense de Arknights me gustaron bastante en un comienzo al poco tiempo el sistema gacha lo arruinaba haciéndolo repetitivo e innecesario, es así como se explica que la opción de combate automático sea demasiado tentadora. Cómo será esto de obvio que el juego mismo sabe que el «jugar aburre» y nos brinda la posibilidad de aumentar la velocidad al doble de la normal para no hacernos sentir así que se nos va la vida en banalidades. Por mi parte desactivo estas dos opciones cuando enfrento a un jefe del modo historia en Star Rail y, para mi sorpresa, al estar tan desconectado de cómo el era el gameplay aquella batalla la disfruto como si fuese mi primera vez jugándolo; en el caso de Arknights es obligado jugar por lo menos una vez antes de acceder al modo automático, pero sí está disponible el aumentar la velocidad al doble. Dicho esto, no puedes hacer acto de posesión al usar al personaje si ni siquiera quieres jugar con él. Tal vez te satisfagas con sólo verlo en tu roster de unidades, pero ¿llamarías a esto posesión? Mejor aún, te podría decir para tu horror que ni siquiera, en el más sentido práctico, vale la pena tener al personaje. Si lo quieres ver y en algunos casos «usarlo», muchos gachas publicitan al personaje permitiéndote probarlos ante enemigos para mostrar sus habilidades. En Star Rail, por ejemplo (temo que tengo que referirme siempre a los dos únicos gachas que juego), tal publicidad llega al punto de en algún momento de la historia dejarte plenamente al personaje listo para usar y desenvolverte con él. No sólo lo usarás, sino que este tendrá un pathos y una importancia actual en la historia, en suma, todo se centra en el personaje de turno y gira en él en varios círculos concéntricos para darle relevancia, todo para que algún ser falto de paciencia use el atajo del gasto para hacerse con él en vez de pasar por toda la burocracia del gacha. En estas condiciones no es posible poseer al personaje desde lo que bajo tu óptica significa tener su posición.
Dices también que «amas» al personaje, ¿qué clase de amor puedes darle a un dibujo de dos dimensiones? Y no me creas hipócrita al decirlo, pues sé perfectamente de lo que hablas, acaso me muevo más o menos dentro del mismo ámbito que cualquier jugador de gacha promedio, y para que veas que mi crítica va de buena fe, pues no sólo los célibes han caído en las garras del 2D, entiendo que quieras realzar tu ímpetu bajo el honorable amor platónico. «Mi amor es el más estético de todos puesto que es irrealizable, y mientras más irrealizable sea más ahínco tiene mi alma por acortar la distancia a dicho ideal. Porque mi amor se mueve en el mundo de las ideas, y no en la inadecuada connotación moderna del amor platónico como amor no correspondido. Los personajes que amo son, en suma, un perfeccionamiento de las cualidades humanas. Belleza, virtud, verdad, amabilidad, lealtad, etc., son casi irrealizables en la realidad de la vida, mas no en la ficción. Dicho ideal, representado en la estética del arte, en este caso el del videojuego, es la prolongación natural del amor platónico tal como lo fue el cine del teatro. La persona perfecta no existe, pero el ideal de perfección está en nosotros y nos arrojará a su búsqueda. Por más pírrica que sea la resultante es lo mejor que tenemos. No me pidas que no ame la perfección». Lo perfecto es enemigo de lo bueno, graba bien esas palabras y sacarás provecho de lo bello que es la naturaleza en su real dimensión, que no es poca cosa. Tal vez la situación que te diré no sea algo que no hayas hecho ya, pero espero que algún día llegues a hacer esto que digo, porque harías bien en seguir el ejemplo de cualquier pareja de ancianos felizmente casada que luego de preguntarle «¿Qué es lo que más ama en su pareja?» respondiese en primera instancia que no puede darte una respuesta específica y enseguida se enfrascase en un rememorar de cualidades una más pintoresca que otra, pero que tras pensarlo ambos un poco, luego de mirarse por un rato en silencio, respondiesen: «Amo sus defectos». Lo que tú encuentras contradictorio en esta respuesta es natural en el amor, que es una junta de contrastes. Mas me parece que lo que tú sientes es más bien un amor romántico, ello explicaría no sólo la facilidad con la que amas, sino también la poca fidelidad de tu amor, puesto que vas saltando de waifu en waifu conforme tu estado de animo te lo indique. De esa manera el personaje por el que hoy mueres y has «invertido» tanto, nunca una palabra ha sonado tan hiriente, dentro de unos meses quedará en el olvido. Esto, por supuesto, es una consecuencia del progreso normal de los gachas, no sólo te tientan con una inagotable cantidad opciones nuevas más auspiciosas en la novedad, sino que la dificultad del gameplay, a la par que el poder del nuevo personaje, vuelve obsoleto a la unidad antigua. Esa obtención, en todo caso, sólo respondería a una necesidad de progresar en el juego, y una necesidad bastante esporádica, desde otro punto de vista no se explica el afán de colección salvo el amor romántico que le profesas. ¿Y qué es en sí el amor romántico que te tiene tan inflamado? ¿Es este el amor que estás buscando para tu vida? ¿Es lo que recomendarías a tus hijos o sobrinos? Centrémonos en ello. La característica que sintetiza con mayor acierto al amor romántico es la inmediatez: «¡Verla y amarla fue todo una misma cosa!», «aunque apenas una sola vez a través del resquicio de la ventana bien cerrada de su aposento virginal lo vio, ¡lo amó desde ese preciso instante sólo a él en el mundo entero!». Ello se ajusta como anillo al dedo en nuestro tema de discusión. El amor romántico es libre en su genialidad y ello es lo que hay de grandioso en él; no discrimina, dicho mejor, no tiene tiempo para discriminar, es inmediato y sigue el impulso que lo ata al amado.
El amor romántico es inmediato porque reposa solamente en una necesidad natural. Está basado en la belleza, en parte en la belleza física, en parte en la belleza que se deja ver a través, en y con lo sensible, sin que todo ello sea fruto manifiesto de una reflexión, sino que está sin cesar a punto de revelarse brincando desde lo sensible, haciendo guiños desde su sesgo.
Pareciera que al estar fundado desde lo sensible este amor carece de nobleza, no obstante, es noble por la consciencia de eternidad que implica: porque lo que discrimina a todo amor de la voluptuosidad es el cuño de eternidad que aquél lleva impreso. Los que se aman de este modo están completamente seguros de que su relación es en sí misma una totalidad que jamás podrá transmutarse. Pero si esta seguridad radica únicamente en una determinación natural, entonces lo eterno se hace consistir en lo temporal y se desintegra de íntegro. Si esta unión no ha pasado ninguna prueba ni ha encontrado una fundamentación superior, entonces se descubre como una ilusión y por ese motivo es bastante fácil de ridiculizar. Ello es la causa de que con tanta facilidad se «acabe» el amor de este tipo, y ello es lo que te permite ir como picaflor de personaje en personaje con la misma vehemencia hacia la unidad siguiente en desmedro de la que tienes ahora. Notarás cómo paso por alto el gran detalle de que tu amor es unilateral, que es de un sólo ser, incapaz de profundizar la barrera de finitud del amor romántico, y dado que es irreal abusas de él sin temor a cualquier represalia, es por eso que si cualquiera además de nosotros leyese este correo se preguntaría por qué me tomo tantas molestias en explicarte cosas tan evidentes como lo es tu defensa del amor hacia una representación sesgada en dos dimensiones del ideal de mujer. Y ello se da porque eres un maestro del goce. Pues si el goce fuese lo esencial en la vida yo tendría que humillarme ante ti y rogar que me enseñes porque en eso eres un experto. Tan pronto te transformas en un viejo apurando a trago lento lo vivido que se cuela por las rejillas del recuerdo, como retornas a la primera juventud vigoroso en la esperanza; tan pronto tu goce es masculino, como se torna afeminado; tan pronto es inmediato, como sujeto a la reflexión; tan pronto consiste en la reflexión del goce de los demás, como en la abstinencia del mismo goce; tan pronto te entregas del todo a él, con el alma abierta de par en par, transitable como una ciudad que ha capitulado y acallado la reflexión en tanto que cada paso de pies extranjeros devuelve el retumbar de su eco en las calles desiertas (aún en esas condiciones siempre permanece en ti un puesto de avanzada vigilante), como tu alma se cierra del todo y retraes invulnerable e intransigente. Éstas son tus maneras de gozar, y con ello puedes comprobar qué tan egoísta es tu goce, cómo nunca te entregas ni permites a los demás que gocen de ti mismo. Es por eso que piensas que tienes razón cuando te burlas al ver a una pareja de enamorados con el corazón roto por la ruptura; tú, por el contrario, conoces el arte de enamorarte a las mil maravillas de tal modo que este amor ponga a la palestra tu propia personalidad. A fin de cuentas sabes bastante bien que la dicha más intensa se basa en apresarla con la consciencia de que probablemente habrá desaparecido en el momento siguiente. Por eso amas el final de Don Juan: Perseguido por la policía, por todo mundo, por los vivos y los muertos, solitario en un aposento recóndito concentra todavía una vez más todas la energías de su alma, levanta una vez más la copa escanciada, y su espíritu se deleita una vez más con los sonidos de la música. La única forma de que el amor romántico, en su inmediatez, se perpetúe al encontrar una fundamentación superior es al ser incorporado a una inmediatez concéntrica superior, dicho de otro modo que agregue a su parte estética la parte ética y religiosa. Ello únicamente ocurre en el matrimonio y la historicidad en la que su amor conyugal se mueve. Es ético porque es todo interior, y es religioso desde la intención y el agradecimiento. Pero hablar de temas tan serios de seguro te resulte sino abrumador sí oneroso y por eso me limitaré a mencionarlo únicamente, en cambio, si necesitas consulta más detallada te recomiendo leer La validez estética del matrimonio de Kierkegaard [1], del cuál me he limitado a extraer los conceptos; tu sonrisa ahora habrá demudado en un fruncimiento de labios, pues no viniste a ser instruido ni sermoneado, no obstante, es necesario mantener los puntos sobre las íes.
Otra cosa que odias sería la costumbre, la inevitable costumbre, esa horrible monotonía, esta eterna rutina en la angustiosa naturaleza de la fidelidad. Esto me resulta graciosísimo, pues si te vas a agarrar de la abstracción de un juego para atacar a la fidelidad del amor conyugal del matrimonio entonces le haces flaco favor al amor. Y nótese cómo traigo a colación el matrimonio por más risible y desproporcionada que sea la comparación (¿tal disparidad a favor de quién está?), porque dado que usas la palabra «waifu» para hablar de los personajes ¿por qué no hacer el esfuerzo de tratarla verdaderamente como una esposa para que siquiera esta pantomima adquiera verosimilitud? En cambió podrías valerte mejor del sistema del juego para justificar tu poligamia, ello te convendría más. Curiosamente hay otro tipo de rutina que hasta has llegado a amar, sí, hablo de las eternas misiones diarias y semanales que tanto hemos hablado. Y si alguien tan impaciente como tú ha llegado a soportar tales cuestiones es porque las asimilas como requisito para conquistar tu amor. Es la misma cuestión que sucede en el amor romántico de las épocas pasadas. Habrás seguramente leído o escuchado sobre ello, es un ideal que rebota por alusión en la cultura popular y es ridiculizado con mucha facilidad. Aquella que dice que el caballero en su corcel va en busca de su amada atrapada en un castillo custodiada por un dragón y atraviesa mil y una dificultad para hacerse con ella. O aquella otra de una pareja de amantes que luchan para consumar su amor frente a la oposición de sus padres. El amor romántico se basa en aquellas luchas contra un sinfín de adversidades, todo con el fin de al final de una larga y dura batalla consumar la victoria con la amada como premio. Para ti es lo mismo, no importa qué tan oneroso y repetitivo sean estas misiones, las haces felizmente concentrando todo tu ser al resultado final que es el personaje. Es por eso que tu desilusión es tan grande cuando pierdes ante la probabilidad, pues hiciste todo lo necesario para canjear el premio, pero esa desilusión a la vez es una nueva motivación para exigirte todavía más por conseguirlo, y el ciclo se repite con el siguiente personaje hasta que el juego quiebre o despiertes de tu ensoñación y lo abandones. Esta es tu costumbre que pasas por alto enceguecido por la concentración de tu ser en la contingencia. Por eso te recuerdo que la palabra costumbre se emplea sólo propiamente acerca del mal, o de tal manera que con ella se señale la permanencia en algo que en sí y por sí es malo, o para indicar la repetición de algo que en sí y por sí es inocente, con tal terquedad que es la causa de que esta repetición no sea buena. Por eso, costumbre significa siempre algo que no es libre. Mas del mismo modo que no se puede el bien sin libertad, tampoco se puede permanecer en él sin libertad, y por lo mismo, respecto de lo bueno jamás se puede hablar de costumbre. Esto me parece muy acertado en cuanto hablamos de las misiones de los gachas, no así en la cotidianidad del amor conyugal del matrimonio. Ahora bien, como notarás no he transcrito lo que con tanta maestría describes de una forma cálida y melancólicamente maravillosa el tiempo dichoso en que todavía se hacían descubrimientos o cuando con tristeza haces mención al tiempo en que todo ello pasó. No tengo la intención de negarte que existe un periodo hermoso en que cualquiera queda asombrado por el mundo del amor y se llena de rebosante felicidad con aquello que, no obstante, ya estaba descubierto hace muchísimo tiempo, aquello que como si fuese una especie de preparación ya habías oído hablar o leído, pero recién ahora pasa a ser propiedad tuya con la total fascinación del asombro, con toda la profundidad de la interioridad. Es sin duda una etapa hermosa: el presentimiento del amor, la primera aparición, la primera desaparición del objeto amado, el primer acorde de esa voz, la primera mirada, el primer apretón de manos, el primer beso, etc., hasta la confirmación primera de su posesión. Y puedo seguir dándote ejemplos tal cual te devuelvo todas las veces en que me listabas las peculiaridades que te agobian de la cotidianidad: la primera inquietud, el primer anhelo, el primer dolor, porque no vino, la primera alegría, porque ella vino inesperadamente, etc., pero con ello no queda dicho de ninguna manera que lo que se siga no será igualmente bello. Pruébate a ti mismo, tú que te imaginas tener un modo de pensar tan caballeresco. Cuando tú dices que el primer beso es el más hermoso, el mas dulce, entonces ofendes a la amada; ya que lo que da al beso valor absoluto, en consecuencia tuya, es el tiempo y su determinación y no el que sea a la amada a la que se bese. Ahora, ese mismo uso discursivo sobre «lo primero» es incluso más intenso en la abstracción como es natural suponer, todas aquellas «primeras veces» se repiten y reciclan con cada waifu nueva. Naturalmente lo que se logra con ello es pervertir al amor y se deja en evidencia que, como una droga, en este caso el alma y ya no el cuerpo desarrolla una cierta tolerancia al goce haciendo que más pronto que tarde se deje disfrutar de la conquista de la «primera vez», no sería una exageración el decir que mientras se lleva a cabo dicha conquista se está pensando en la siguiente. Dejando de lado a los que sólo pueden atribuir aspectos negativos al significado de lo primero, pues únicamente a los hombres que han sido conmovidos por la idea las palabras lo primero están ligadas a una representación solemne y esta es sólo referida a lo peor a las esferas inferiores, se puede decir lo siguiente. Cuanta mayor probabilidad haya de que una cosa sea repetible, más sin importancia es su primero, y cuando menor es esa probabilidad, mayor su importancia; y viceversa, cuando más importante sea una cosa, cuyo primero se anuncia al primer golpe, menor es la probabilidad de que pueda repetirse. Y si esa cosa en definitiva es algo eterno, entonces queda desvanecido toda probabilidad de repetición. Entonces, respecto al amor, ¿qué será eso eterno que nunca llega a repetirse? Respuesta: el primer amor. Por eso cuando la última vez me escribiste con una cierta seriedad melancólica de que el el primer amor jamás volvió a repetirse, no significa ello ningún achicamiento del amor, sino su más profunda glorificación en cuanto que se le toma por el poder eterno. De este modo haciendo una digresión filosófica, en cuanto me remito palabra por palabra al texto citado de Kierkegaard, Dios se ha hecho hombre una sola vez, y será en vano que se repita. En el paganismo ocurría esto con frecuencia, pero precisamente era debido porque no se trataba de una verdadera Encarnación. De esta manera el hombre sólo nace una vez, y no se da ninguna probabilidad de repetición. Una transmigración de las almas desconoce el significado del nacimiento. Destacaré con unos ejemplos lo que quiero decir. Con una solemnidad saludamos al primer verdor, a la primera golondrina. El motivo de este saludo es la idea de las cosas que ellos nos suscitan; esa idea encierra lo que lo primero anuncia, algo muy distinto de eso primero mismo, por ejemplo, esta primera golondrina particular. Existe un grabado de Caín matando a Abel. Al fondo se ven a Adán y Eva. Por lo pronto no me importa si como obra de arte es valiosa, pero la inscripción que lleva al pie me ha interesado siempre mucho: «prima caedes, primi parentes, primus luctus»[2]. También «lo primero» encierra ahí su significación grande, y ahora lo primero es el fin de nuestra reflexión, más preferentemente con respecto al tiempo que con respecto al contenido, ya que ahí no aparece la continuidad mediante lo cual lo primero sea puesto a la par del todo. (Por supuesto que el todo tendría que ser entendido como el pecado que se propaga a la raza. El primer pecado —si con ello pensamos en la caída de Adán y Eva— debería orientar la atención sobre la continuidad, pero como a la naturaleza del mal pertenece el no tener continuidad, comprenderás fácilmente por qué no empleo este ejemplo en el otro sentido). Tomemos otro ejemplo. Es sabido que muchas sectas en la cristiandad han pretendido demostrar la limitación de la gracia divina apoyándose en las palabras de lacarta a los Hebreos[3], en que se dice que es imposible que los que una vez fueron iluminados y cayeron vuelvan a ser renovados en penitencia. Aquí «lo primero» ha recobrado su hondo significado. Toda la profunda vida cristiana se anunciaba en esa «una vez» y aquel que la equivocaba estaba perdido. En este caso lo eterno queda demasiado expuesto dentro de las determinaciones temporales. Mas este ejemplo puede servir para esclarecer cómo «lo primero» es la totalidad, la sustancia íntegra.
En cuanto a lo que ahora se adivina con «lo primero» radica en una síntesis de lo temporal y lo eterno, tenemos que todo lo que he explicado antes aparece conservado en su legitimidad. La totalidad está presente implícita e «implícita y veladamente» (en griego en el original) en lo «primero». Así que de nuevo ya no tengo que avergonzarme de pronunciar estas palabras: el primer amor. Para las naturalezas felices el primer amor es al mismo tiempo el segundo, el tercero, el último, pues el primer amor contiene la determinación de eternidad; para las naturalezas desgraciadas el primer amor es el momento y tendrá la determinación de temporalidad. Para aquellas el primer amor en cuanto se mantiene es siempre de presente, para éstas mientras subsiste es siempre de pasado. Si la reflexión se ejercita en las naturalezas felices y con ella se orientan hacia la eternidad, ella será su fortalecimiento; si se reflexiona sobre lo temporal será, por ejemplo, el primer beso algo que pasó (como Byron lo describe en un breve poema); para aquél que reflexiona en el sentido de lo eterno siempre será una posibilidad eterna.
Consiguientemente, si quieres continuar plantado en tu amor romántico con la idea de saborear la mayor cantidad de «primeras veces» sabiendo ahora lo que el «primer amor» implica de eterno entonces estarás negando todo amor que quiera ser eterno. Tendrás que quedar atado al primer amor en cuanto instancia. No obstante, para que este conserve su importancia, su verdadera importancia, tendrá que contener la ingenua eternidad ya explicada del amor romántico. Pero cuando compruebas irremediablemente que era una ilusión todo queda perdido para ti, sin que en consecuencia intentes esforzarte por volver otra vez dentro de la misma ilusión, lo cual es una contradicción. ¿O acaso tu prudente cabeza se habría confabulado en tal medida con tu deseo placentero que olvidaras completamente lo que le debes a los demás? ¿Serías del parecer de que aunque jamás pudiera repetirse como la primera vez, con todo sería todavía una escapatoria tolerable? ¿Acaso se rejuvenecería con el espectáculo viviente de las ilusión en los demás, de suerte que uno gozaría la infinitud y la infinidad inherentes a la espontaneidad con que brotan en el individuo, cuyo cinturón virginal de ilusiones todavía no estaba suelto? Estas cosas son ciertamente indicio de tanta desesperación como perversidad, y allí donde hay indicios de desesperación es imposible con toda seguridad ir a encontrar un esclarecimiento sobre la vida.
Eso en lo que concierne al tema de lo primero, ahora, sin embargo, volvamos al tema que dejamos pendiente, el significado real de la posesión en cuanto se refiere a la amada. Hay veces que cuando se te recrimina en son de broma de por qué tanto esfuerzo en conseguir a tantas unidades que al final no te das abasto de usar contestas: «es que soy de una naturaleza conquistadora, tanto en la realidad como en la ficción. Para qué privarme de mi nueva musa o atarme a una relación a la que tarde o temprano la rutina acabará consumiendo todos los momentos bonitos del noviazgo. Mejor decir hasta aquí no más mientras aún se está a tiempo de acabar la relación en buenos términos» luego de otorgar una sonrisa pícara tal seductor. Aludes nuevamente al «más tremendo aburrimiento» de cualquier pareja de esposos, a la «más insípida repetición de las sagradas instituciones y sacramentos del amor», entonces sí, entonces un incendio hace furor en ti, una llama que los desearía consumir. Y ello no es una arbitrariedad de tu parte, porque no los juzgas sin razón, pues todos tus ejemplos particulares se basan en la realidad de unas parejas que hacen del matrimonio un agobio en lugar de una bendición. Mas tú los juzgas; pero ¿qué significa «juzgar», sino exigir algo de ellos?; y si no se lo puedes exigir, y es indudablemente una contradicción exigir lo imposible, en tal caso también es una contradicción el juzgarlos. ¿No es verdad que te has pasado de listo, que has dado a presentir una ley a la que tú no quieres someterte, pero que, no obstante, pretendes hacer valer contra los demás? Mas como nunca pierdes la calma, dirás: «No los critico, no les reprocho nada, no los juzgo; les tengo lástima». Supón ahora que a quienes mencionas no le consideren en lo más mínimo aburrido. Una sonrisa satisfecha se apresura por tus labios, una agudeza feliz acaba de sorprenderte a tu mismo y podrá sorprender también a aquellos con quienes estás hablando: «Como queda dicho, les tengo lástima; puesto que sienten todo el peso del aburrimiento, y no puedo menos de compadecerlos, o no lo notan, entonces también los he de compadecer, pues indudablemente se hayan en una ilusión muy lamentable». De forma semejante me responderás, y si hubiera muchos testigos es seguro que tu tiesa actitud no dejaría de tener efecto. Sin embargo, ahora no hay nadie ahora que nos pueda oír, y en consecuencia puedo ir más allá y analizar lo que dices. Tú le tienes lástima en ambos casos. Solamente resta un caso posible, el de que aquel que sabe que eso pasa con el matrimonio y felizmente se quedó afuera. Pero esta situación es igualmente lamentable para quién ha sentido amor y ahora comprueba que no es posible realizarlo. Finalmente, la situación de aquel que mediante el expediente egoísta anteriormente descrito ha lograda salvarse lo mejor posible de este naufragio es también ciertamente lamentable, ya sin duda se ha convertido en un ladrón y un pendenciero. Por otro lado parece también que como un matrimonio se ha hecho expresión frecuente de final dichoso de una cosa (sino retráete al final de las ficciones románticas), así también la salida propia del matrimonio resulta algo poco placentero. Con ello hemos llegado a una común lamentación como resultado de estos razonamientos, mas semejante resultado es una contradicción, es lo mismo que si alguien dijera que el resultado de la evolución de la vida es el de ir hacia atrás. Tú en general no te amedrentas de esta dirección y quizá digas a este propósito: «Desde luego, eso es lo que a veces acontece; el resultado de la evolución no siempre es adecuado para las especies, sino ningún animal se extinguiría. ¿No estaremos yendo por mal camino? Además, estando contra el viento quieto en patines en una pista escurridiza el resultado del avance puede convertirse en retroceso».
Sin embargo, retorno al examen de tu total talante espiritual. Afirmas que eres de naturaleza conquistadora, que no eres capaz de poseer nada, pues sería estancarte en lo particular. Al decir esto ni por lo más lejano das a entender haber afirmado algo para tu propio empequeñecimiento, al revés, más bien te sientes mayor que los demás. Considerémoslo más de cerca. ¿Para qué se necesita mayor fuerza, para ascender una colina o para descender de una colina? Evidentemente se necesita más fuerza para lo último, hablando siempre de una colina igualmente empinada. Una propensión para ascender les es casi a todos los hombres connatural, mientras que a la mayoría les sobrecoge una cierta angustia a la hora del descenso. De la misma manera estoy seguro que abundan mucho más las naturalezas conquistadoras que las posesivas, y cuando tú experimentas tu superioridad frente a la multitud de gente casada y su «estúpida satisfacción bestial» puede que haya algo de verdad en ello, pero de seguro tampoco que tampoco has de aprender de los que están por debajo de ti. El arte verdadero (esto es lo que te apasiona) avanza generalmente por un camino contrario al que lleva la naturaleza, sin que por ello la destruya, y por eso el arte verdadero se mostrará en su actitud para poseer, no para conquistar: porque la posesión es una conquista retroactiva. Ya en estas expresiones echarás de ver hasta qué punto se oponen mutuamente el arte y la naturaleza. Quien posee, tiene seguramente algo que es conquistado, y empleando la expresión más rigurosa podemos afirmar que sólo y primariamente el que posee es quien conquista. Indudablemente tu opinión es que posees, ya que ciertamente tienes el instante de posesión o, dicho de otra manera, haces acto de posesión, mas esta no es ninguna posesión; puesto que no hay una apropiación más profunda. Si con este procedimiento me imaginara a un conquistador que sometió reinos y países, sin duda poseería también estas provincias sumisas, tendría grandes posesiones, y con todo no se titubea en llamar a semejante príncipe un conquistador y no un poseedor. Sólo si diriges con sabiduría a estos países a su mayor bien propio, sólo entonces los poseería. Mas esto es muy infrecuente tratándose de una naturaleza conquistadora, en general le faltará humildad, la religiosidad, la auténtica humanidad que son necesarias para poseer. Esta es la razón por la cual cuando se habla de la relación del matrimonio con el primer amor se destaca el momento religioso (estoy dispuesto a explicarte esto si quieres), ya que éste desentronizará al conquistador y pondrá de primer plano al poseedor; por eso es bien sabido que el matrimonio está cabalmente orientado a lo supremo, es decir, a la posesión duradera. Unas veces te leí comentar: «lo original no es lo más grande, sino lo adquirido». Pues el elemento conquistador de un hombre y el hecho de que haga conquistas es propiamente lo original, pero el que posea y quiera poseer es lo adquirido. Para conquistar se necesita soberbia, para poseer, humildad; para conquistar se necesita precipitación, para poseer, parquedad; al conquistar pertenecen el comer y el beber, al poseer la plegaria y el ayuno. Mas todos los predicados que acabo de emplear, y con pleno derecho, para caracterizar la naturaleza conquistadora se aplican sin exclusión y convienen absolutamente al hombre natural; pero el hombre natural no es lo más alto. Porque una posesión no es una «apariencia»[4] espiritualmente muerta e ilegítima, aunque jurídicamente valedera, sino una permanente adquisición. Aquí vuelves a comprobar que una naturaleza posesiva contiene en sí la conquistadora; conquista concretamente como un labriego, no poniéndose a la cabeza de sus criados para desalojar a su vecino, sino que conquista cavando la tierra. Por tanto lo verdaderamente grande no el conquistar, sino el poseer. Si a todo esto tú dices: «no pretendo decidir cuál es lo más grande, mas concederé a gusto que existen dos grandes formaciones de hombres; cada uno ahora ha de decidir a cuál de ellas pertenezca y ha de ponerse en guardia contra cualquier apóstol del proselitismo», no me cabe duda de que con esto sólo intentas buscarle algún defecto al razonamiento expuesto. No obstante, mi respuesta será: lo uno no es simplemente mayor que lo otro, sino que lo uno tiene sentido y al otro le falta. Lo uno tiene tanto premisas como conclusión, lo otro solamente tiene premisas y en lugar de conclusión una inquietante reticencia, cuyo significado te lo aclararé en otra ocasión, si es que ya no lo sabes.
Si continuas empeñado en decir que tú definitivamente eres de naturaleza conquistadora, sabrás que me importa un pepino, pero tendrás que conceder que poseer es más grande que conquistar. Cuando se conquista se olvida completamente de sí mismo, en cambio cuando se posee se recuerda uno a sí mismo, no para frívolo pasatiempo, sino con toda la seriedad posible. Volviendo al ejemplo anterior, cuando se asciende una colina no se tiene más que la colina misma delante de los ojos, en cambio cuando se desciende hay que estar vigilante sobre sí mismo y sobre la justa relación entre el punto de apoyo y el centro de gravedad.
Mas avanzaré. Quizá concedas que poseer es más difícil que conquistar, que poseer es más grande que conquistar: «Si solamente se me permitiera conquistar no seré tacaño, sino que por el contrario compartiré a manos llenas parabienes a los que tienen la paciencia de poseer, especialmente si ellos se sintieran inclinados a trabajar codo a codo conmigo en la pretensión de poseer mis conquistas. Esto es más grande, concedido, pero no es más bello; esto es más ético (todo el honor para la ética), pero al mismo tiempo es menos estético». Procuremos alcanzar una mayor comprensión mutua en este punto. Entre la gran mayoría de gente reina un malentendido que confunde lo que es estéticamente bello con lo que se deja representar de una manera estéticamente bella. La fácil aclaración de este fenómeno consiste en que la mayoría busca en la lectura, o en la contemplación de las obras de arte, etcétera, la satisfacción estética de la que el alma tiene necesidad; por el contrario, son relativamente muy pocos los que en realidad contemplan lo estético según se halla en la existencia, contemplando la misma existencia en su resplandor estético y no gozar meramente de la reproducción poética. Mas para una representación estética se precisa siempre una concentración en el momento, y cuanto más rica sea su concentración, mayor será el efecto estético. Y gracias a esto el momento dichoso, indescriptible, infinitamente rico de contenido, en una palabra «el momento» consigue su peculiar validez. Ahora bien, éste o es como el momento predestinado que llena la conciencia de estremecimiento, al provocar la idea de la divinidad de la existencia, o es el momento que presupone una historia. En el primer caso estremece sorprendiendo, en el segundo hay allí una historia, pero la representación artística no logra demorarse en ésta, a lo más solamente puede aludirla, precipitándose en el momento. Cuanto más se pueda introducir aquí, tanto más artística es una representación. Un filósofo ha dicho que la naturaleza busca el camino más corto; podría afirmarse que ella no avanza por ningún camino, que está presente de golpe; y si yo deseo perderme en la contemplación de la bóveda del cielo no necesito aguardar a que los innumerables cuerpos celestes se vayan formando, están allí desde el primer instante. Por el contrario, el camino de la historia es como el de la justicia: muy largo y muy penoso. Aquí intervienen el arte y la poesía y nos acortan el camino y nos solazan en el momento del acabamiento, concentrando lo extensivo en lo intensivo. Cuanto más importante es aquello que ha a aparecer, tanto más lento es el transcurrir de la historia, mas también en la medida en que sea más importante este mismo discurrir, con mayor claridad se manifestará que aquello que es la meta es además el camino. En lo que concierne a la vida individual se dan dos especies de historia: la exterior y la interior. Se trata de dos especies de corrientes cuyo movimiento es de sentido contrario. La primera, por su parte, contiene dos aspectos. O el individuo no tiene aquello a lo que aspira, y la historia es la lucha en que lo adquiere (¿no te suena esto de algo referido a los juegos, a la obtención del personaje?); o lo tiene, pero no puede hacerse con su posesión porque continúa habiendo algo exterior que se lo impide (¿no te suena esto al impedimento temporal por el que el gacha te obliga a farmear recursos para mejorar al personaje?); en este último caso la historia es la lucha en que él vence estos obstáculos. La segunda especie de historia comienza con la posesión, y la historia es la evolución mediante la cuál el individuo va adquiriendo la posesión. Puesto que en el primer caso la historia es exterior y aquello a que se aspira está situado afuera, es claro que así la historia no encierra ninguna auténtica realidad y con plena legitimidad la representación poética y artística trata de acortarla y precipitarse en el momento intensivo. Para permanecer en el asunto que más próximamente nos tiene atareados imaginemos un amor romántico. Imagínate, pues, a un caballero que ha abatido a cinco jabalíes, cuatro gnomos, liberado a tres príncipes encantados hermanos de la princesa a quién adora. Dentro del modo de pensar romántico esto tiene su perfecta realidad. Sin embargo, para el artista o el poeta no es de ninguna importancia si fueron cinco o cuatro. El artista reducirá la totalidad todavía más que el poeta; aunque ni siquera éste se intereserá en contarnos circunstancialmente cómo fue abatido cada uno de los jabalíes. Se apresuran hacia el momento. Quizá reduzca el número, concentre las molestias y los peligros con poética intensidad, y corra raudo al momento, hacia el momento de la posesión. Toda la sucesión histórica es para él de menor importancia. Por el contrario, allí donde se trata de historia interior cada pequeño momento singular es de la mayor importancia. Sólo la verdadera historia interior es verdadera historia, mas la verdadera historia lucha con aquello que es el principio de vida en la historia: con el tiempo, pero si se lucha con el tiempo, entonces cabalmente por ello lo temporal y cada pequeño momento alcanza su grandiosa realidad. Dondequiera que no haya comenzada la floración interior de la individualidad, donde la individualidad esté todavía clausurada sólo se podrá hablar de historia exterior. Por el contrario, en seguida que aquella sale de su capullo, por así decirlo, comienza la historia interior. Piensa ahora en el punto de que partimos, la diferencia entre la naturaleza conquistadora y posesiva. La naturaleza conquistadora está constantemente fuera de sí misma, la posesiva dentro de sí misma, por eso la primera consigue una historia exterior, la segunda una historia interior. Mas, puesto que la historia externa admite concentrarse cabalmente sin ningún perjuicio, es natural que el arte y la poesía la escojan con preferencia y que a su vez escojan para la representación la individualidad no abierta y todo lo que le pertenece. Ahora bien, se dice que el amor abre la individualidad, pero no en la concepción que del amor se tiene en el romanticismo, pues en este caso el amor solamente llega al punto en que se habrá de abrir y ahí se finaliza, o está a punto de abrirse, pero queda interrumpido. Y de la misma manera que la historia exterior y la individualidad cerrada se convierten preferentemente en objeto de la representación artística y poética, así también sera su objeto todo lo que constituya el contenido de una tal individualidad. Mas esto, en el fondo, es todo lo pertinente al hombre natural. Un par de ejemplos. La soberbia se deja admirablemente representar, ya que lo esencial en la soberbia no es la sucesión, sino la intensidad en el momento. La humildad se deja difícilmente representar, porque precisamente es sucesión, y mientras que al espectador le basta contemplar la soberbia en su momento culminante, en el caso de la humildad se le exige propiamente (lo que ni la poesía ni el arte pueden representar) contemplarla en su permanente nacer, ya que a la humildad esencialmente le pertenece el que incesantemente nazca; y se la muestra a aquel en su momento ideal, entonces echará de algo menos, porque sentirá que su auténtica idealidad no consiste en que sea ideal en el momento, sino en que permanezca. El amor romántico se deja representar a las mil maravillas en el momento, no así el amor conyugal, puesto que un esposo ideal no lo es simplemente quien lo sea una vez en su vida, sino el que lo es todos los días. Si yo quiero representar a un héroe, conquistador de reinos y naciones, lo puedo representar admirablemente en el momento, pero un crucífero, que cada día porta su cruz, no se podrá representar jamás ni en la poesía ni en el arte, pues el quid está en lo que hace cada día. Si deseo imaginarme a un héroe perdiendo la vida, éste es un espectáculo capaz de concentrarse en el momento, no así si se trata de ir muriendo día tras día, pues la cosa capital es que eso acontece todos los días. El coraje puede admirablemente concentrarse en el momento, no así la paciencia, cabalmente porque la paciencia lucha contra el tiempo. Dirás que el arte, no obstante, ha representado a Cristo como el símbolo de la paciencia, como portador de todos los pecados del mundo, y que las poesías religiosas han concentrado toda la amargura del mundo en un sólo cáliz y dejado que un individuo lo apure hasta las heces en un solo momento. Esto es verdad; pero es debido a que se ha concentrado todo eso de una forma casi espacial. Inversamente, quien esté sólo un poco referido a la paciencia sabe muy bien que su contrario propiamente no es la intensidad del sufrimiento (ya que esto se aproxima más al coraje), sino el tiempo, y que la auténtica paciencia es aquella que se manifiesta combatiendo contra el tiempo, que propiamente es longanimidad; mas la longanimidad no se deja representar artísticamente, pues su esencialidad es inconmensurable para el arte; tampoco permite poetizarse, pues reclama la larga duración del tiempo.
Pero no quiero terminar este mensaje sin darte una opción para que ambos (¿ves que no es un ataque, sino un incentivo mutuo) no nos dejemos perder en la desesperación de un goce sin fin y cuya satisfacción merma en el tiempo, pues se alimenta del instante, y este es tan inmediato como evanescente, más aún si se basa en la abstracción. Es más, tú que persigues la belleza estética de un modo tanto dialéctico como histórico descubrirás que la dirección en ese movimiento va de la determinación espacial a la del tiempo, y que el perfeccionamiento del arte pende de la posibilidad sucesiva de irse desprendiendo más y más del espacio para determinarse en el tiempo. En esto consiste en el tránsito y la significación del tránsito de la escultura a la pintura, según Schelling dejó ya consignado tempranamente.
La música tiene como elemento propia al tiempo, pero no consigue ninguna permanencia en él, su importancia radica en el constante desaparecer en el tiempo, la música resuena en el tiempo, pero además se disipa y no tiene ninguna persistencia. Finalmente, la poesía es la más perfecta de todas las artes y por eso también es la que más acierta a hacer valer el significado del tiempo. No necesita reducirse al momento en el sentido en que lo hace la pintura, no desaparece sin dejar rastro en el sentido que lo hace la música. Pero a pesar de eso también está forzada, como acabamos de ver, a concentrarse en el momento. Por eso mismo tiene sus límites y, como hemos mostrado más arriba, no puede representar aquello cuya verdad consiste cabalmente en la sucesión temporal. Y con todo en ella se hace valedero el tiempo, sin menoscabo de lo estético, al revés, el ideal estético se hace más rico y pleno en la medida en que aquello sucede.
Por tanto, ¿cómo se puede representar lo estético que es inconmensurable incluso para la representación de la poesía? Respuesta: viviéndolo. De esa manera alcanza una semejanza con la música, que solamente es en cuanto incesantemente se repite, solamente es en el instante de la ejecución. Por eso, en cuanto amor, bien haríamos en salir al mundo y respirar aire fresco, dejar de jugar y afrontar con seriedad la realidad. Encontrar una chica, compartir con ella y realizar el acto más hermoso entre los hombres, que es el amar, pero para que este amor no sea vacío y encalle en lo meramente romántico se tiene que empoderar elevándose a una concentración superior, y esta no es ninguna otra que Dios, y es así donde sólo en el matrimonio encuentra su perpetuación en la eternidad. Por lo demás, no me interesa convencerte de nada y bien harías en borrar este mensaje si te nace luego de haberlo leído, tampoco te pondré a prueba si nos volvemos a encontrar sobre esto, y si tú no sacas el tema yo no lo haré tampoco, pero en ese caso asumiré que has recapacitado y entendido lo expuesto; también está la opción de que lo hayas entendido y te de igual y permanezcas en tu actual modo de vivir la estética y así tampoco saques el tema, sino que lo apartes completamente de ti, eso también estará bien; pero lo que me interesa es que sepas que dado que somos amigos no te tengo prohibido nada, acaso ambos sabemos que por lo pronto seguiremos jugando gachas tal como ahora (al menos yo con los tres que juego) y que todo lo que nazca de cualquier discusión se queda siempre dentro de ella, por lo que eres siempre bienvenido en mi casa. En ese caso te espero con ansías, quizás, ¿quien sabe?, la próxima vez que nos veamos tenga que presentarte a mi pareja.
Notas
[1] No lo harás, no te culpo. ¿Cómo podría? Tampoco es necesario, lo último que te escribo sobre la posesión en cuanto a ser de naturaleza conquistadora o posesiva es meramente un extracto alevoso del texto.
[2] «La primera matanza, los primeros padres, el primer llanto».
[3] Heb 6, 4-6.
[4] En el mensaje aparece la palabra alemana Schein.
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