Interrogatorio

Son las tres de la madrugada y aún no he ido a dormir. No puedo hacerlo. Han pasado cincuenta y siete horas desde el atentado y todo el mundo está haciendo preguntas. El acoso de los medios nacionales, e incluso internacionales, no ha cesado desde entonces. Reporteros y camarógrafos abarrotan las conferencias de prensa, nos impiden el paso con el fin de obtener una declaración, unas palabras que aparecerán en sus noticieros amarillistas y que sin duda utilizarán para intentar desacreditar nuestro trabajo.

Todos quieren saber qué pasó, cómo fue posible, quiénes son los responsables. Yo también. Es mi trabajo, soy director de la Agencia de Investigación Criminal. Investigamos los casos más importantes para la Fiscalía General de la República. Mi jefe, el fiscal, ha estado presionando a todos en la agencia para obtener resultados lo más pronto posible. El secretario de Gobernación ha ordenado a todos los poderes de la nación: ejecutivo, legislativo y judicial, enfocar todo su trabajo en resolver este caso a la brevedad, antes de que la crisis política desatada en el país se agrave todavía más.

No recuerdo alguna otra vez en que el Estado desplegó todos sus recursos para llegar al fondo de un caso de gran impacto como este. Solo simulaciones que los gobernantes en turno armaron para aparentar que hacían algo y luego, carpetazo a la investigación. Pero con el clima político que hay, no me sorprende: la aplastante derrota de la oposición en las elecciones intermedias, las protestas en contra de las reformas a la constitución, la presión de los Estados Unido y Canadá, la ola de asesinatos de funcionarios.

Por eso me encuentro aquí: espero noticias y espero que sean buenas. Hace veintisiete horas la Guardia Nacional, en coordinación con la Marina y el Ejercito, puso en marcha un operativo para capturar a los autores de este crimen. El Centro de Inteligencia logró identificar y rastrear a los bastardos; están dispersos, escondidos en varias zonas rurales de Jalisco, muy cercanas a la frontera con Aguascalientes. El operativo fue designado a dos pelotones provenientes de cada estado. Tienen la prioridad de capturar a la mayor cantidad de objetivos posibles con vida.

Tres y quince a.m. He recibido una llamada de Rutilio, mi mano derecha. Me informa que la operación dio resultado; han capturado al líder de los perpetradores, seis sicarios más que sobrevivieron a los enfrentamientos contra la guardia, y tres civiles. Los están trasladando en helicóptero hacía la catorceava zona militar en Aguascalientes y de ahí, hacia una ubicación confidencial, localizada en la frontera entre Zacatecas y Guanajuato.

Inmediatamente me pongo la gabardina y ordeno que se preparen un jet y un helicóptero que me lleven hasta el lugar acordado. Debo salir lo más pronto posible. Va a amanecer dentro de unas horas y el secretario de Gobernación dará una conferencia de prensa para hablar del operativo. Debemos tener respuestas para entonces.

***

Cinco minutos para las cuatro. Estamos sobrevolando la ubicación. Se trata de una finca localizada a mitad del desierto, bastante alejada de la autopista y del ojo público. La propiedad es realmente grande, tanto que el helicóptero puede aterrizar sin problemas en el patio frontal, junto a las camionetas de la Fiscalía y de la Guardia Nacional.

Desciendo de la nave. Al bajar, el coronel Arellano me recibe con un apretón de manos y me informa de los detalles de la operación: la mayoría de los objetivos terminaron muertos luego de oponer resistencia y disparar contra los elementos de la guardia; son siete hombres, morenos, de entre 30 y 50 años; una mujer, un niño y una niña pequeños. Son la presunta familia de su líder. Al parecer hubo una riña entre los pelotones del sargento Velazco y del sargento Lagos cuando los detuvieron. El pelotón de Jalisco, aparentemente, tenía ordenes de llevarlos a un reclusorio en su estado y reclamaban su custodia. Hombres del otro pelotón se negaron ya que en ningún momento habían sido informados de tal cosa. El sargento Lagos intervino y, luego de hablar con Velazco por unos minutos, terminó la disputa. No hubo más incidentes después de eso.

El coronel me entrega los expedientes que Inteligencia les ha proporcionado. Sicarios, exjefes de plazas, distribuidores. Demasiada gente y solo importan dos de ellos: Vicente Tapia Guerra, alias “El Robocop”. Inteligencia lo señala como el líder de los detenidos; fue parte del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía Federal Judicial; integrante del extinto Cartel Imperial; presunto quinto al mando de dicha organización. Y su hermano, Arturo, “El Rambo”; se les atribuye la ejecución de más de ciento cincuenta personas y la desaparición de más de cien. También serían los responsables de la deserción de otros 20 miembros de Operaciones Especiales y su unión al cartel.

Se trata de gente peligrosa sin duda. Los carteles más poderosos del país son lo que son hoy gracias al poder bélico del Cartel Imperial.

Sigo a Arellano hacia el interior del edificio. Ahí dentro, en la cocina, se encuentra el Robocop, sentado en una silla, maniatado y con el torso desnudo. Un grupo de hombres rodean la cocina y observan antes de que todo que comience. Con ellos se encuentra Rutilio quien me informa que no ha pasado mucho, solo lo golpearon un poco y le cubrieron los ojos y los oídos para intimidarlo. El resto de sicarios y civiles están en la segunda planta, siendo interrogados.

Movimos al detenido a una habitación de lavado que se ilumina únicamente con un foco de luz blanca. Ordené a todos los que no forman parte de Investigación, o de la guardia, que se retiraran del edificio. En la habitación solo nos quedamos el coronel, el detenido, dos soldados cabos y yo. Hay que empezar.

—Destápenle los oídos y los ojos. Ándele, así. A ver cabrón, sabes qué está pasando, ¿no? ¡No, no te hagas pendejo conmigo! Sabes bien por qué estamos aquí. Inteligencia ya sabe que tú y tus compadres fueron los que armaron el tiroteo en el mitin del presidente. ¡Ah, no sabes nada de eso! Va. Señores, ¿podrían enseñarle al caballero de qué estamos hablando?

Los dos soldados de la habitación me entendieron perfectamente. Uno de ellos lo sujeta por el cabello y lo mantiene inmóvil mientras que el otro lo golpea repetidamente en el rostro. No necesité hacer nada más, todos nosotros sabemos que la mejor manera de tratar con esta gente es demostrándoles que jugar les puede salir muy caro.

—¿Qué pedo?, ¿ya sabes de qué estamos hablando o necesitas más ayuda?, ¿no me vas a responder? No te preocupes, lo vas a hacer de una u otra manera. ¡Así que, si sabes lo que te conviene, más te vale que nos digas todo, hijo de tu pinche madre! Cantas, facilito, sin ponerte difícil y te la dejamos suave, ¿te parece?
» De acuerdo, no me respondas, como quieras. Te voy a leer el expediente del caso para que sepas lo grabe de su situación, aunque creo que ya se lo imaginan. Hace tres días, el día veintiuno de agosto, a las 17:40 horas, tú, y un grupo altamente armado de hombres vestidos de guardias nacionales, irrumpieron en el mitin de Lagos de Moreno. Ahí descargaron sus armas contra los asistentes. Hirieron a cuarenta y siete civiles y asesinaron a otros veintitrés. Entre ellos, diez diputados y cinco senadores del Partido Refundador, electos para la siguiente legislatura. Sin olvidar que masacraron a la mayor parte del cuerpo de seguridad del evento. Ya por eso se van a la cárcel de por vida. Y mira que realmente son pendejos; después de los disparos, alrededor de las 18:00 horas, no contentos con la gravedad de todo esto, van y deciden secuestrar al presidente luego de matar a su escolta.

» Esto no se les pudo ocurrir de un día para otro. No, esto ya lo tenían planeado desde hace rato, ¿verdad?, ¿y sabes cómo lo sabemos? Pues por los otros once diputados y senadores muertos. Sabemos que les intervinieron los celulares y les siguieron el paso desde hace un buen tiempo. Y no nomás ellos. Al menos otros diez también lo tenían intervenido. Conocían sus ubicaciones en todo momento, ya nada más esperaron el momento para irlos a balacear. ¿En serio no pensaron que notaríamos que todo esto estaba relacionado?

» Tampoco pudieron hacer todo este circo ustedes solos, alguien los ayudó. Les dio todo lo que ocupaban: inteligencia, armas, dinero, protección. Y tú me vas a contar todo. Quiero sus motivos, sus nombres, teléfonos y ubicaciones de todos los que estén involucrados. Así que empieza a hablar, ¿por qué lo hicieron? Tenemos algunas hipótesis. La primera es que se trató de un acto de venganza por haberles tumbado el cartel. ¡Pero ya te digo que para mí esas son mamadas! Si esa fuera su motivación, habrían ido por mandos de las fuerzas armadas y miembros de la fiscalía involucrados en la desarticulación del Cartel Imperial. No por unos diputados que apenas iban a tomar protesta. Mucho menos se habrían arriesgado tanto en Lagos de Moreno sabiendo lo que esto les iba a traer. Por muy tontos que sean, debieron saber que se estaban echando encima a todo el Gobierno y que los íbamos a detener más temprano que tarde. Y cuando los agarráramos, nadie se iba a tocar el corazón por ustedes.

» Esa fue la primera. Ahí te va la que sigue: creemos que todo esto es por las reformas que el congreso planeaba discutir en la siguiente legislatura y pues las querían detener a como diera lugar. A algunas personas les asustaba un cambio tan extremo porque ponía en riesgo el tratado de libre comercio y le daba entrada a uno nuevo con los chinos. Por eso los contrataron: alguien quería quedar bien con los gringos y los canadienses. Por eso fueron a matar a todos esos legisladores del partido, ¿verdad? Fue para meterles miedo. Así hacían que renunciaran más y el congreso pausaba sus labores indefinidamente. De esa manera detenían la discusión de todas las reformas que le urgían al presidente.

» ¿Qué pasó?, ¿le atiné?… Sí ese era su plan, pues muy bien, ¡bravo, lo lograron!

Les salió muy bien lo del mitin. El congreso ya anunció que se va a paro por razones de seguridad. Si son unos cabrones todos ustedes. Nomás que algo todavía no me cuadra: ¿En serio ocupaban levantarlo? A mí tampoco me caía muy bien el señor presidente, pero de verdad que no se midieron. Ya le hicieron la autopsia, a lo poco que recuperaron de él. Se ensañaron con el pobre cabrón; lo descuartizaron mientras estaba vivo. Se lo echaron de comer a unos perros y el resto lo dejaron colgando como a una pinche vaca. ¿De qué te ríes, pendejo?, ¿fuiste tú, pinche imbécil?, ¿tu diste la orden de llevárselo?, ¿¡para qué!?

No responde nada de lo que acabo de preguntarle, en lugar de eso comienza a hablar acerca de cómo pusieron al gobierno de cabeza con todo esto. Me asegura que todo lo que acabo de decir son estupideces y que está sorprendido por “nuestra pendejees”. Pregunta si realmente creo en todo lo que yo mismo acabo de decir. Sonríe levemente y lanza una pequeña risa.

—¡Ah, te sigues riendo!, ¡va! A ver señores, enséñenle un mejor chiste. A ver si le dan más ganas de reír.

Apenas han escuchado mis órdenes y los cabos ya lo tienen sujeto del cabello de nuevo; dos, cuatro, seis puñetazos que le hacen escupir un largo chorro de sangre y baba; vuelven la mitad de su rostro un bulto morado de carne mallugada.

—Mira, no tenemos todo el tiempo. Traemos la presión de todos encima. Entonces, lo mejor para ti y para tu familia es que hables de una buena vez. Porque si sabes que también los detuvimos, ¿no? Están en el segundo piso. Tranquilo, a ellos no los están interrogando. Pero si te digo esto: ¡habla! Porque si no, ellos la pagan. ¿¡Entendiste, pendejo?!

No dijo nada, solo me miró con incredulidad y volvió a sonreír levemente. Cree que por ser funcionario público no me atrevería a lastimar civiles. Que la Comisión Nacional de Derechos Humanos lo prohíbe y me pueden encarcelar a mí también. Todos creen eso al principio, hasta que se dan cuenta de que nadie de la comisión está aquí, ni va a estar.

—Esta es la última oportunidad que te voy a dar, cabrón. Mejor que tengas algo útil para decir. Toda su operación se las financió alguien; les dio las armas, el equipaje antibalas, los uniformes, los autos. Qué casualidad que ese día se cerraron varias calles que usaron para pelarse, y la guardia se tardó en reaccionar. Además, les debió pagar muy bien para arriesgarse tanto.

» ¿Quién les pagó? Creemos que fue algún otro cartel. Sabemos que muchos de ellos tienen inversiones millonarias en empresas extranjeras que se forran de dinero gracias al tratado de libre comercio; y si se caía, lo más seguro es que esas empresas se iban a ir del país y, entonces sí, se les acababa el negocio a los carteles. ¿Fue el Cartel del Norte?, ¿fueron los Nuevos Romanos? Solo se me ocurren esos dos. Son los únicos con la influencia suficiente dentro del gobierno federal para poder llevar a cabo esto y los únicos a los que les caes bien. Si al Cartel Imperial se lo querían chingar el resto de carteles del país por andar levantando a su gente y disolviéndola en ácido… ¿Cómo los contactaron?, ¿hace cuánto tienen contacto con ustedes?

No dice nada. Lo sujeto del rostro con la mano derecha, la aprieto con fuerza para causarle más dolor en la mitad mallugada por los golpes. Le duele, su rostro muestra una expresión de dolor. Deja escapar unas lágrimas que espero también le duelan al salir de su ojo hinchado.

—¡Habla, cabrón!

Un grito y termina escupiéndome un montón de silaba con sangre en el rostro. Doy un paso atrás. Los demás en la habitación se acercan para ayudar, pero estoy bien. Les digo que me encuentro bien y me consigan algo para limpiarme; me dan una toalla blanca y miro al hijo de puta con una sonrisa burlona en el rostro.

—Ahí va tu ultimo chance. A ver, señores. No está cooperando, hay que ponernos duros con él.

Los soldados se acercan a él, lo tiran de la silla y comienzan a patearlo sin cesar. Le dejan las botas marcadas alrededor de todo el torso y una que otra huella termina en su cara. Lo amordazan con un trozo de la misma toalla blanca para ahogar sus gritos.

—Se te dijo, pendejo. ¿A poco no?

Arellano trae una cuerda con la que amarran de los pies al sujeto y se lo llevan a rastras de la habitación al patio trasero. Ordeno que ninguno se detenga; que corran por toda la terracería, una y otra vez, arrastrando consigo al Robocop. Lo regresan adentro, dejando un camino rojo sobre el concreto y el piso blanco.

De nuevo a la silla. Más puñetazos. El coronel entra con dos sartenes calientes. Los coloca en el suelo frente al tipo. Ha llamado a otros dos soldados. Dos lo agarran de los brazos y los otros dos, de las piernas; lo obligan a pisar los sartenes con los pies desnudos.

—¿¡Vas a hablar, cabrón!?, ¿no?

Más puñetazos. Azotes en la espalda llena de cortes y piedras encajadas. Lo ahogan en la bañera. Cubetazos de agua caliente, luego, fría. Descargas eléctricas en los huevos que lo hacen retorcerse. Un soldado trae unas espinas que le arrancó a un cactus del patio y se las introduce debajo de las uñas hasta el fondo.

Les digo que lo vuelvan a tirar y, entre los cuatro, lo pateen otra vez. Le golpean las rodillas con un mazo de goma; lo hacen a ponerse de pie, pero sus rotulas no se lo permiten. Es arrastrado hasta la pared y lo levantan; lo cuelgan de las manos al marco metálico de la ventana; lo obligan a estar parado sobre sus pies quemados y a no sentarse, para que sus rodillas resientan todo su peso.

—¡Habla, pendejo!

Quiere gritar, pero se resiste. Quiere aparentar que no le duele y que nos va a ganar; piensa que tiene el control de la situación, a pesar de estar atado. No sabe que llevo una vida tratando con gente como él; sujetos que también han estado frente a mí, desnudos, con el cuerpo lleno de moretones, huesos rotos, hemorragias internas. Temblando en una esquina; llorando y suplicando porque todo pare, porque les de la piedad que antes les ofrecí y que han perdido.

Todos se quebraron en un punto, cuando el miedo al dolor se apoderó de ellos. ¡Y pura madre que va a ser distinto con él!

***

Cinco con siete a.m. Pronto amanecerá y las noticias sobre el operativo de la Guardia Nacional empezarán a sonar en todo el país. Se harán más preguntas sí no tenemos respuestas para cuando el sol salga. Ese pinche presentador de noticias seguirá diciendo en cadena nacional que no sabemos hacer nuestro trabajo o empezará a decir que los responsables fuimos nosotros y que esto es una cortina de humo para encubrirnos.

¡Pinche lamebotas! Nomás se la pasa repitiendo lo que el puto de su jefe le ordena. ¡Pinche viejo mal agradecido! Después de todos los impuestos que la Suprema Corte le perdonó a su televisora, no deja de estar chingando. Ni después de que detuvimos a los que lo intentaron matar, el ojete no deja de hablar de lo que no sabe. Nomás habla para que sus fanáticos y sus empleados le aplaudan como focas…

El Robocop sigue ahí, colgando de las manos. Con el cuerpo mallugado, lleno de cortes y quemaduras. Lo entrenaron bien; así no le vamos a sacar nada de información. Pero vamos a ver si de verdad no habla.

—Se ve que te adiestraron bien en la Policía Federal; aguantas muy bien los trancazos. Pero ya me cansé de que no digas nada.

Se escucha una mujer gritando en el piso de arriba y los chillidos de unos niños. Él reconoce cada uno. Sabe quiénes son. Ahora no se ríe. Se oyen un montón de pasos bajando las escaleras y los mismos berridos de antes. Entra el coronel y me dice que ya están todos afuera. Vuelvo a ver al sujeto.

—¿Qué pasó?, ¿ya no te ríes? No digas que no te lo advertí. Sáquenlo al patio.

***

Ahí, en el patio, están todos dispuestos. Los militares rodean a los sicarios que están de rodillas y maniatados. Igual de madreados que su líder. Ahí está su hermano, amordazado y viendo con horror lo que pasa. El Robocop, delante de ellos, frente a la familia que se abraza y llora de miedo.

Me paro frente a él, le quito la mordaza y me acerco a los niños.

—A ver, niños. Creo que no saben por qué están aquí, ¿verdad? Bueno, su papá hizo algo muy malo y ocupamos que nos diga por qué. Pero, ¿qué creen? No quiere decirnos nada y pues prefiere que ustedes y su mamita lo paguen.

» ¿Sí o no, imbécil?, ¿¡a poco no te advertí que esto iba a pasar si no hablabas!?

Está cayado. No los voltea a ver, solo a mí.

—¿Ya ven? Todo esto es culpa de su papá. ¡Agarren a la vieja! Empiecen con ella.

Dos cabos sujetan a la mujer. La apartan de sus hijos y tiran al piso. La agarran del brazo derecho y lo jalan. Traen el maso de goma que ahora usan para romperle, primero, el dedo meñique; luego, el anular con el anillo de bodas; y siguen hasta quebrarle cada dedo de la mano derecha.

—¿¡Ya estas contento, pendejo!? ¿¡Te gusta como grita tu vieja!? ¡Síganle, no paren!

El Robocop apenas se ve alterado. Su cara dice que quiere hacer algo, pero se contiene; ¿tan hijo de la chingada es que no le importa lo que le está pasando a su mujer?

Volteo a ver al Rambo, él si llora y grita desgarradamente. Forcejea, intenta zafarse y ponerse de pie. Un soldado lo somete, lo tira al piso y le pone la rodilla sobre la espalda. Solo puede ver como la mujer es golpeada en el rostro hasta parecerse al suyo. Otro cabo se para detrás de ella con un cuchillo. La agarra de la oreja izquierda y la rebana con un solo corte; la mujer grita mientras un chorro de sangre brota de su oído y escurre por todo su costado.

Los niños lloran aterrados y corren hacía su madre, pero son detenidos. El rampo vuelve a gritar y forcejear con más fuerza, más desesperación. Es imposible no notarlo. De verdad le importa esa mujer, más que a su hermano, pareciera. ¿Hay algo que no estoy viendo? Me acero al coronel y le pregunto si confirmaron la identidad de los civiles; ¿de verdad son la familia del Robocop?…

Ordeno que todos se detengan. Me acerco al Rambo y le quito la tela de la boca para que responda algo.

—Es tu esposa, ¿verdad?…

Su captura no estaba prevista, los encontraron en la misma casa en que se escondían el Robocop y el Rambo. Él fue el primero al que detuvieron; estaba de guardia cuando entraron. Al Robocop lo agarraron momentos después, encerrado en la habitación donde estaban las tres personas. Eso los llevó a creer que eran su familia, a la que protegía.

—Por eso no hablabas, ¿verdad? Pinche Robocop, cabrón. De verdad ibas a dejar que ellos la sufrieran. Total, no son tuyos. ¡Que hijo de la chingada, en serio!

» ¡A ver, tú, pinche Rambo! Habla, ¿quién los contrató?

Contactaron a su hermano a principios de año. Los querían a ellos por su historia en el Cartel Imperial. Sabían que eran los indicados, los únicos suficientemente locos y capaces de hacer algo así.

Habla de una reunión con carteles. Ahí había un sujeto, lo llamaban “Glock”, era uno de los que dirigían la reunión. Según dijo, tenían el respaldo de varios políticos y militares. Les aseguraron que saldrían bien librados de todo; impunes, bien pagados. Se le daría carpetazo al caso, borrarían sus expedientes y se olvidarían de todos ellos.

Todo lo habían planeado en caso de que el partido ganara la mayoría calificada en ambas cámaras. Cada uno de los once diputados y senadores muertos fue una advertencia tras otra; lo del mitin, el golpe definitivo luego de ignorar cada una y seguir con el plan de reforma.

Les había salido todo bien. Les facilitaron la huida del sitio y fueron a esconderse como les dijeron que hicieran, solo debían esperar por unas semanas hasta que la situación se enfriara. Entonces podrían regresar a sus hogares, el caso se habría cerrado y nadie los estaría persiguiendo.

Les ordenaron no hablar en caso de ser detenidos, no decir nada a nadie sin que los abogados que les prometieron estuvieran presentes. Pero nunca esperaron nada de esto, que en la noche del operativo la guardia les cayera con toda su fuerza y les disparara a matar. Que en el calor del combate casi todos sus hombres terminaran muertos y ellos en un interrogatorio irregular a mitad del desierto…

Las hipótesis eran ciertas hasta un punto; las reformas, los carteles, el gobierno. Todo está conectado como supusimos, pero aún me falta información: ¿cuántos carteles están metidos?, ¿qué políticos?, ¿qué militares?, ¿dónde fue esa reunión?

Rambo me ruega parar, que perdone a su mujer. Jura que ya no sabe nada más, que ya dijo todo lo que sabe. Pero su hermano aún tiene mucho que decir.

—¡A ver, idiota! Tu hermano ya cantó, pero tú todavía sabes cosas. Ya no tiene caso que sigas cayado. ¿Quién te puso contacto con ese resto de cabrones?, ¿fue ese tal Glock?, ¿quiénes son esos compadres que tienen en el gobierno? ¡Habla, chingada madre!

» ¡Ah!, ¿vas a seguir cayado? ¡Tú, pinche Rambo! No sé cómo le hagas, pero ahorita mismo me convences a tu carnal para que cante, antes de que queme vivos a tus chamacos y a tu vieja, ¡órale! ¡Ustedes, júntenlos y échenles la gasolina!

Las tres personas se abrazan mientras uno de los cabos los baña con un galón de combustible. La madre sigue llorando, pide que por favor dejemos a los niños, que la quememos solo a ella. El Rambo los mira horrorizado; llora y grita a su hermano. Le ruega y le suplica que por favor hablé y los salve.

La cara del Robocop cambió. Ya no es la del cabrón burlón que cree tener el control. No quiere hablar; sabe que, de hacerlo, la cárcel sería el menor de sus problemas. Sus jefes enviarían a sus sicarios para matarlo. Pero no sabe que yo soy peor que toda esa bola de culeros.

—¿Nada?, ¿de verdad no vas a hablar?… Esta bueno. Préndanlos.

Los niños y su madre chillan, el Rambo forcejea y se retuerce para intentar correr hacia ellos. Un militar lo detiene. El Robocop solo observa mientras que otro soldado saca una caja cerillos de su bolsa y enciende uno; ordeno que no pierda el tiempo y suelte el pinche cerillo para que ardan. Todos observan con horror lo que va a pasar y de pronto… El Robocop grita “alto” y me pide que pare. Ya va a hablar, al fin se rompió.

***

Seis con diez a.m. Se está preparando todo para volver a la ciudad. Llevarán a los sicarios al reclusorio más cercano y a los tres civiles a un hospital militar para que la mujer reciba atención médica. He ordenado que no los expongan a la prensa hasta que lo autorice la fiscalía.

Avanzo por el patio frontal hacia el helicóptero que me llevará al aeropuerto más cercano. Tengo que regresar a la Ciudad de México lo antes posible y reportar todo. De repente Rutilio me detiene, me indica que hay una llamada para mí en el teléfono satelital de la guardia; el fiscal general ha estado intentando comunicarse conmigo desde hace una hora, pero la señal de los teléfonos es muy pobre esta área.

—Señor, ya los hicimos hablar. Dijeron todo lo que sabían. Las hipótesis eran ciertas; al menos 3 carteles están involucrados: el del norte, el del pacífico y los Nuevos Romanos, pero podrían ser más.

» Les sacamos los nombres de varios funcionarios y militares de alto rango relacionados. Hay que levantarles un acta para que no salgan del país. Entre ellos está el gobernador de Jalisco, él ya sabía lo que iba a pasar; aún no sabemos qué le prometieron, pero seguramente fue hacerle realidad su sueño de ser presidente. Sí es así, entonces el operativo fue manipulado; él le dio la orden al sargento Velazco de matar a todos para que no dijeran nada, por eso la riña con el pelotón de Aguascalientes.

» Hablaron de alguien apodado Glock; su nombre real es Amat Breslin. Inteligencia lo tiene identificado, trabaja para él Cartel del Norte y la DEA lo ha estado siguiendo desde hace meses; es imposible que la DEA no se haya enterado de esto y mucho menos los Estados Unidos, pero en especial su embajador. Sí ya estaban enterados de todo y no nos lo dijeron, entonces… ¿Cómo?… Señor, no puede hablar en serio… ¡Con todo respeto, señor, ¡pero…! Sí, está bien… Lo entiendo… Delo por hecho, señor. Lo veo ahí.

Todos me miran con intriga luego de colgar y ver la frustración en mi cara. Rutilio me pregunta por la situación, si todo está bien y no, no lo está.

—Puta madre. ¡A ver, todos! El fiscal llamó; el secretario de Gobernación quiere que el caso se cierre. Nada de esto pasó. Entonces, ya saben: mátenlos a todos y desháganse de toda la evidencia.

» ¿¡Qué esperan!? ¡Es para ahorita, culeros!

Debo regresar, el fiscal me quiere de vuelta en la Ciudad de México para la conferencia de prensa del secretario. Van a presentar los avances del caso.

***

—Buen día a todos los reporteros presentes, a los que nos ven y escuchan al rededor del país. Voy a presentar el expediente del caso y lo que hemos logrado averiguar hasta el momento.

» Como ya sabrán, hace tres días, varios hombres armados irrumpieron en el mitin de Lagos de Moreno e hirieron cuarenta y siete personas y asesinaron a más de treinta. El presidente fue secuestrado en ese mismo lugar y nueve horas después, sus restos recuperados de la hacienda “Las Jaulas”.

» Hace treinta y una horas la Guardia Nacional llevó a cabo un operativo en los estados de Aguascalientes y Jalisco para capturar a los responsables. Los resultados no fueron los esperados; los hombres pusieron resistencia y respondieron disparando contra los pelotones. Por desgracia la mayoría de los objetivos murieron durante los enfrentamientos. El resto de ellos terminó gravemente herido y fue trasladado al reclusorio más cercano para recibir atención médica. Lamentablemente ninguno sobrevivió a sus heridas y murieron durante el trayecto o poco después de ingresar a urgencias. Esto significa una pérdida importante de información que ayude a investigar el caso. Aun así, dados los hechos, y gracias a la labor del Centro de Nacional de Inteligencia, se logró identificar a varios de los integrantes del grupo armado y elaborar una teoría solida acerca de los motivos que los llevaron a realizar el terrible atentado de hace tres días.

» El grupo estaba conformado, principalmente, por hombres mayores de treinta años de edad, pertenecientes al extinto Cartel Imperial. Entre sus perfiles, el más reconocido es el de su líder: Vicente Tapia Guerra, alias “El Robocop”. Anteriormente ya se le había señalado de ser un alto mando del cartel.

» Debido a la naturaleza de lo ocurrido y la violencia ejercida, la fiscalía señala que esto pudo tratarse de un acto de venganza por la desarticulación del Cartel Imperial, hace ya dos años. Recordemos que el mismo había señalado al presidente de usar las fuerzas del Estado para beneficiar a otras organizaciones criminales, rompiendo así un supuesto pacto con el cartel.

» Creemos que Vicente Tapia Guerra trabajaba con el Cartel de la Península, ya que entre los abatidos también se identificó a miembros de “Los Dorados” una célula delictiva del cartel. Ellos le habrían dado protección todos estos años, y financiado su operación a cambio de información que les ayudara a entrar en varias plazas.

» Por último, hasta el momento no hemos encontrado información sólida para relacionar este atentado con los once homicidios de legisladores del Partido Refundador, sucedidos entre los meses de abril y julio.

» Esa es toda la información con la que contamos por ahora. Esperamos poder avanzar más una vez que las labores de los peritos concluyan y se hayan verificado las identidades de todos los cuerpos. Les agradezco la atención prestada, y si tienen preguntas, las responderemos con gusto.

Varios reporteros levantan la mano y preguntan cuestionan sobre cosas que quedaron en el aire: ¿por qué la Guardia Nacional había reaccionado tarde el día del atentado?, ¿cómo fue posible que escaparan tan fácilmente?, ¿cómo un cartel tan pequeño pudo coordinar una operación así?, ¿el Cartel de la Península sería ahora la prioridad para el gobierno?, ¿a qué reclusorio fueron trasladados los cuerpos de los sicarios?, ¿por qué no había registro de ninguno hasta el momento?

Demasiadas cosas sin una respuesta. Una teoría, a leguas falsa, sobre lo que de verdad ocurrió. Sabía que esto había ocurrido en otras ocasiones; el gobierno ocultó la verdad de muchos casos y se aseguró que nunca saliera a la luz. Pero nunca creí que me tocaría a mí, a nosotros.

¡Pinche gobernador! Él le avisó su compadre el embajador sobre el operativo. Gracias a él los gringos se enteraron del interrogatorio. ¡Pinches gringos! ¡Ya sabían todo lo que iba a pasar y no nos lo dijeron! ¡Culeros! ¡Les convenía, por eso dejaron que ocurriera!

¡Pinches carteles! ¡No les salió bien el plan y cuando los gringos se enteraron, fueron con el secretario y lo obligaron a cerrar el caso! ¡Puta madre! ¡Putos narcos de mierda! ¡Puto gobernador pendejo!

FIN.

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