Hago chas y aparezco a su lado

Hago chas y aparezco a su lado

Aurelio del Valle

25/07/2024

Si pidiera un solo deseo, no dudaría. Sería una noche contigo. En ese deseo, cada segundo sería una celebración de nuestros sentidos, una sinfonía de pieles que se buscan, labios que se encuentran y susurros que incendian el aire. La habitación se convertiría en nuestro universo privado, donde el tiempo se detendría para presenciar el choque de nuestras almas, liberando una pasión sin límites. Tus manos explorarían mi cuerpo con la devoción de un amante redescubriendo su tesoro más preciado, y nuestros suspiros se mezclarían en una melodía de deseo y placer que nos transportaría más allá de lo terrenal, fundiéndonos en un solo ser bajo el manto de la noche.

La luz tenue de la luna filtrándose a través de las cortinas se convertiría en el escenario perfecto para nuestros juegos, delineando con su resplandor cada contorno de nuestros cuerpos entrelazados. Las sombras se volverían cómplices de nuestra intimidad, ocultando solo lo necesario para que cada caricia, cada beso, se sienta como un descubrimiento ardiente y nuevo. Cada roce de tu piel contra la mía, cada murmullo de placer escapando de nuestros labios, serían un testimonio de la conexión profunda y visceral que compartimos, una danza sensual que desafía las palabras. Nuestros cuerpos se moverían al unísono en un éxtasis compartido, creando una sinergia perfecta de deseo y entrega total, donde cada minuto se estiraría en un goce interminable. Al final, al amanecer, nos despertaríamos entrelazados, agotados pero saciados, con el recuerdo de esa noche como el más preciado de los tesoros, un deseo cumplido que permanecería en nuestras memorias, resplandeciendo con la intensidad de un sueño realizado.

Al amanecer, cuando la primera luz dorada empiece a acariciar nuestra piel aún ardiente, nos envolveremos en un manto de calma y satisfacción. La atmósfera cargada de nuestra pasión se transformará en un susurro suave, y cada beso que intercambiemos en la tranquilidad de la mañana será un eco de lo vivido. El calor de nuestro encuentro dejará una marca indeleble, una huella profunda que sentiremos cada vez que nuestras miradas se crucen, un recordatorio constante del éxtasis compartido.

En el silencio de la primera luz del día, nuestras respiraciones se sincronizarán, y el mundo exterior parecerá lejano e insignificante en comparación con la intimidad que compartimos. Cada caricia, cada risa, cada palabra susurrada en la oscuridad, será ahora un reflejo de la conexión única que forjamos durante esa noche. Nos levantaremos juntos, rejuvenecidos, como si hubiéramos renovado nuestras almas en el abrazo del otro, listos para enfrentar el día con la promesa de que, aunque el tiempo pase y las rutinas regresen, siempre podremos volver a ese instante, ese rincón privado de nuestra existencia, donde el deseo y el amor se fundieron en una experiencia eterna.

Mientras la vida continúa su curso, cada recuerdo de nuestra noche será un faro que ilumina nuestras horas más oscuras, un rincón de la memoria que nos reconforta con la certeza de que una sola noche contigo puede ser más vibrante, más completa que mil amaneceres sin tu presencia. El eco de nuestra pasión seguirá resonando en cada caricia futura, en cada beso compartido, y en la suavidad de nuestros encuentros, dejando una estela de deseo que nunca se desvanecerá, sino que seguirá ardiendo como un fuego eterno en el corazón de ambos.

Y si al alba, cuando se acabe el deseo, cuando suenen las terribles campanadas que me recuerden lo efímero, si al alba te pierdo, ese momento quedaría grabado en mi memoria como un tatuaje de sensaciones, una marca indeleble que desafiaría el paso del tiempo. Nuestras almas, enredadas en esa danza frenética, se reconocerían más allá de la carne, en un plano etéreo donde el deseo es ley y la pasión, decreto. Las estrellas serían testigos mudos de nuestro fervor, y el universo entero se rendiría ante la intensidad de nuestro abrazo, la vorágine de nuestros cuerpos enlazados.

Así, la eternidad podría desvanecerse en la insignificancia de su propia promesa, porque en esa noche única, habríamos descubierto el secreto del verdadero infinito: un segundo a tu lado puede contener más vida que mil noches sin tu presencia. Y cuando la oscuridad diera paso a la luz, me quedaría el consuelo de saber que, aunque efímero, nuestro encuentro fue una llama que ardió con tal intensidad que su resplandor nunca podrá ser olvidado.

Mientras el nuevo día despierte y la realidad nos arrastre de nuevo a su corriente ineludible, seguiré atesorando la memoria de esa noche como un faro en la tempestad de la existencia. No habrá arrepentimiento, solo la dulce melancolía de haber vivido algo tan profundo, tan auténtico, que ninguna repetición podría igualar. Porque en ese único instante, el amor y el deseo se fundieron en una creación sublime, una obra maestra de emociones que desafía la lógica y la razón, elevándonos a ambos a un reino donde lo imposible se hizo posible.

Y aunque la vida continúe su curso, siempre llevaré en mi corazón el eco de nuestros suspiros y el calor de nuestros cuerpos, una promesa silenciosa de que, en algún lugar del vasto cosmos, volveremos a encontrarnos para reavivar ese fuego eterno.

Ese momento quedaría grabado en mi memoria como un tatuaje de sensaciones, una marca indeleble que desafiaría el paso del tiempo. Nuestras almas, enredadas en esa danza frenética, se reconocerían más allá de la carne, en un plano etéreo donde el deseo es ley y la pasión, decreto. Las estrellas serían testigos mudos de nuestro fervor, y el universo entero se rendiría ante la intensidad de nuestro abrazo, la vorágine de nuestros cuerpos enlazados.

Así, la eternidad podría desvanecerse en la insignificancia de su propia promesa, porque en esa noche única, habríamos descubierto el secreto del verdadero infinito: un segundo a tu lado puede contener más vida que mil noches sin tu presencia. Y cuando la oscuridad diera paso a la luz, me quedaría el consuelo de saber que, aunque efímero, nuestro encuentro fue una llama que ardió con tal intensidad que su resplandor nunca podrá ser olvidado.

Mientras el nuevo día despierte y la realidad nos arrastre de nuevo a su corriente ineludible, seguiré atesorando la memoria de esa noche como un faro en la tempestad de la existencia. No habrá arrepentimiento, solo la dulce melancolía de haber vivido algo tan profundo, tan auténtico, que ninguna repetición podría igualar. Porque en ese único instante, el amor y el deseo se fundieron en una creación sublime, una obra maestra de emociones que desafía la lógica y la razón, elevándonos a ambos a un reino donde lo imposible se hizo posible.

Cada día que pase, cada noche que enfrente sin tu presencia, será un recordatorio constante de esa chispa inmortal que compartimos. Aunque las horas se deslicen y los años se acumulen, no buscaré consuelo en otras almas, pues ninguna podrá compararse con la tuya. Mi corazón, marcado por la huella de nuestro encuentro, latirá siempre al ritmo de aquel frenesí que nos unió.

La vida, con todas sus vueltas y revueltas, intentará apagar ese incendio interno, pero mis recuerdos serán inextinguibles. Recordaré tus ojos, como pozos profundos donde me sumergí sin miedo, encontrando en ellos un reflejo de mi propia alma. Tus palabras, susurradas al borde del éxtasis, serán mi himno secreto, un canto de amor que resonará en mi mente cuando el silencio de la soledad me rodee.

Y cuando las sombras de la noche caigan de nuevo, cerraré los ojos y te buscaré en el reino de los sueños. Allí, entre las estrellas y los susurros del viento, te encontraré. Volveremos a danzar, a perdernos en esa pasión sin límite, redescubriendo cada caricia, cada beso, como si el tiempo no hubiera pasado. Porque en los sueños, como en aquella noche, el tiempo se doblega ante la fuerza de nuestro deseo, permitiéndonos existir en un paraíso eterno donde solo tú y yo importamos.

Así, el ciclo continuará, una espiral infinita de anhelo y recuerdo, un testamento del amor que compartimos y que ninguna barrera, ni siquiera la del tiempo, podrá borrar. En ese rincón secreto de mi ser, siempre habrá un altar erigido en tu honor, un espacio sagrado donde nuestra noche eterna sigue viva, ardiendo con la misma intensidad que nos unió.

Y cuando llegue el momento final, cuando mis días en este mundo lleguen a su ocaso, partiré con una sonrisa, sabiendo que en algún rincón del infinito, nos espera otra noche más, otra oportunidad de fusionarnos en ese abrazo eterno, donde el amor y el deseo volverán a reinar sin restricciones ni final.

Etiquetas: cuento erotismo romance

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS