Mi héroe ya no tiene
capa, ni superpoderes, ya no atraviesa los muros ni
lanza bolas de fuego. Mi héroe ya no tiene un puño de hierro, ni
destroza a los villanos del cuento.

Hubo un tiempo en
que sí, en que hacía todas esas cosas y muchas más. Un tiempo en el que yo
era pequeño y corría a sus brazos porque sabía que entre ellos
estaba el lugar más seguro del mundo. Mi héroe me apretaba contra
él y sentía su calor. Aún tengo metido el olor mezclado de su perfume y su piel dentro de mi.
Todavía conservo como en un álbum exclusivamente hecho de recuerdos
cada momento de un tiempo en el que la vida no tenía ninguna
complicación.

Mi héroe me subía
encima suya en el sofá para ver las películas de los sábados, me
contaba historias de dragones a quienes matar con lápices de punta
afilada, mientras me preparaba el desayuno.Me hablaba de fútbol y de la vida. 

Mi héroe me cuidaba
y me protegía de todo, construía un universo a prueba de bombas. Se
dejaba horas y horas de sueño para que yo pudiera estudiar y crecer
y algún día ser alguien…

Mi héroe me
enseñaba a conducir y me daba consejos, me enseñaba a ser mayor…

De repente, un día,
sin a penas darme cuenta comenzó a olvidar cosas sin importancia,
…una bolsa al volver del mercado, un grifo sin cerrar, la calle
donde había aparcado…y la sonrisa poco a poco se le fue borrando, los
consejos fueron desapareciendo…algún nombre, alguna llave,…aún así…
seguía siendo mi héroe y lo sería siempre porque por muchas cosas
que olvidara a mí no podía olvidarme.

Poco después, los
lugares se fueron desvaneciendo, los momentos se volvieron borrosos y
por último empezó a perder las caras, primero las de los demás y
por último las nuestras. No lo supe entonces pero me estaba
traspasando todos sus poderes y el día en que al volver de un viaje, también olvidó la
mía me convertí en superhéroe.

Un superhéroe principiante, lleno
de miedos que ya no podría nunca más perder ni un segundo en
lamentarse, en quejarse, no había tiempo que perder, tenía una
supermisión que cumplir.

Y así me ví de
pronto incapaz de cumplir mi supermisión, echando de menos momentos que ya no iban a volver jamás.
Lamentando cada segundo en que no fuera capaz de hacerle sonreír o  maldiciendo cualquier instante en que hubiera provocado que la tristeza se asomara a su cara. Me vi viajando en
el tiempo a través de cada recuerdo, me vi aprendiendo a marchas
forzadas a no pararme en el dolor, a ser práctico y no perderme en
vaguedades. Tenía que cumplir mi supermisión. 

Y por fin supe cuál era y es que ahora soy
yo quien lo tiene que abrazar para decirle que no hay lugar más
seguro que mis brazos, aunque ni siquiera entienda lo que le digo. Ahora soy yo quien intenta construir un universo a prueba de bombas para que nada le perturbe,
ahora soy yo quien tiene que fingir ser fuerte cuando no lo soy,
quien tiene que sacar fuerzas cuando ya no quedan, quien tiene que mirar
sus ojos perdidos y decirle que todo va a salir bien aunque todos sabemos que no
será así.

Mi héroe hay veces que me
mira extrañado y de repente una mueca se asoma a su cara y me
sonríe, otras veces,  me tiende una mano para que lo ayude o para
ayudarme a mí. Mi héroe sonríe tímidamente cuando oye sus discos
favoritos a través del móvil, su mueca burlona parece conectarle de
nuevo al mundo pero a penas dura unos segundos. Esos segundos donde
todo parece desvanecerse y llenarse de irrealidad. Es en ese instante mágico
y solo ahí, cuando nos sonreimos e intercambiamos superpoderes.

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