Un compromiso inesperado
En el frío edificio de cantera se reflejaban los rayos cálidos del sol, el tono rosado se hacía más hermoso, hacía relucir los tonos en cada acabado de los arcos al rededor del patio, un silencio virginal reinaba en todo el lugar, era evidente que solo mujeres con largas túnicas y velos de colores apagados y fríos, contrastando con la calidez del dia soleado.
Una monja caminaba por el largo pasillo haciendo ligero eco con sus sandalias, y se detuvo en una pequeña celda que a penas era tocada por el sol, abrió la puerta sin respeto alguno por la privacidad del morador y tras la estrecha puerta estaba ella, sus largos cabellos ondulados caían sobre su cara hasta la cintura, ella estaba parada mirando hacia la diminuta ventana, dejando que el delgado rayo de luz tocara su piel pálida, estaba cerrando los ojos en una especie de trance.
Con un poco de desprecio la monja espetó.
_ Espero que no estés llamando a uno de esos demonios asquerosos que sabes invocar… La madre superiora quiere que veas a alguien.
Xara, o Sahra, así como la llamaban erróneamente las monjas, estaba cautiva en retiro espiritual, se decía que era una bruja, un ser poseído por el demonio, ella estaba allí para ser convertida, pues, para bien o mal, su energía vital era mucha y su capacidad quizá podría algún día albergar a un arcángel; ahora era algo inútil, pues la gerra sagrada había terminado y los antiguos dioses de esa tierra estaban vencidos, algunos estaban enterrados y otros fueron vueltos escombro para formar templos sagrados para el Dios blanco. Xara ahora no era más que un rehén, una prisionera, un espacio desperdiciado en todo ese conflicto político, al menos eso pensaban las monjas encargadas de mantenerla.
Cuando hubieron cruzado el enorme patio del convento tras varias puertas, rejas y celosías de madera estaba la entrada al gran edificio, la cual Xara solo había visto hacía un año o más desde que fue llevada allí, el trasluz de la puerta le impidió distinguir la siluetas durante un instante, y cuando se acostumbró a la nueva luz ante sus ojos un caballero hermoso y elegantemente vestido con un traje negro, más negro que la sombras la estaba mirando con ojos de jaguar. Inmediatamente toda su amargura y soledad de haber estado prisionera fue absorbida por esa mirada, ella quedó prendada de ese abismo que hizo contacto visual con ella; Ni siquiera notó cuando la monja que la llevo hasta allí se había ido.
La madre superiora se aclaró la garganta mientras le ponía la mano sobre el hombro a Xara, para sacarla de su letargo y hacer un apretón en señal de presión psicológica.
_ Sahra, este es el hombre con quien te comprometerás… Tu tío está dispuesto a hacer la vista gorda de tu herejía si logras completar este matrimonio y dejas de usar el apellido Berlanga para toda tu vida, creo que todo está dicho, puede llevársela.
Asi, sin más ceremonia la madre superiora la echó a los portales del convento y echó cerradura a la enorme puerta, como si se hubiera deshecho de una piedra en el zapato, la arrojó fuera.
la luz se clavó en sus ojos y la cegó haciendo más contundentes esas palabras, como si fueran una maldición, más que una explicación. No pudo ver qué hacía el caballero, hasta que se acostumbró a la luz, lo miró extendiendo su mano frente a un carruaje ligero, ideal para distancias largas pero incómodo por su estrechez, a pesar del fino tapizado interior. Xara no hizo preguntas, no podía saber qué pensaba el caballero pero tampoco sentía hostilidad en él, solo una profunda obscuridad e incertidumbre al verlo, y a la vez esperanza, como quién se aferra al cualquier cosa a tientas cuando esta a punto de caer en un abismos obscuro, ella tomó su mano y subió al carruaje sin pensar demasiado, pues, ella no tenía ningún apego por lo que dejaba atrás, nada de su pasado de causaba necesidad de volver a pesar de la incertidumbre que le daba ese hombre tan hermoso e imponente.
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