Capítulo 1: Expedición a TOI-733b
La tripulación de guardia de la astronave Calypso pasaba por un momento de relajación en el puente de mando de la lanzadera espacial. Estaban terminando su misión en el planeta TOI-733b, que orbita alrededor de la estrella TOI-733 en la Vía Láctea
Nidia Lagerfeld, científico jefe de la expedición estaba conversando con los otros dos especialistas geólogos: Olga Petrova geóloga especializada en espeleología y Stefano Grubert petrólogo, al que todos llamaban ‘el especialista en rocas’.
La Calypso había viajado a unos 245 años luz de distancia de la Tierra para encontrarse con un planeta helado.
Los científicos esperaban encontrar un planeta oceánico, pero estaba rodeado por una gruesa capa de hielo, con apenas una tenue atmósfera, que había resultado ser una frágil capa gaseosa.
Al llegar, todos decían que era un planeta imposible o en donde era muy difícil la vida.
Los astronautas habían podido establecerse por doce meses completos. La primera impresión que se llevaron fue la de una vastedad asombrosa y una tranquilidad extrema. El suelo estaba cubierto por una gruesa capa de hielo y nieve, creando un paisaje blanco que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
La luz de la estrella TOI-733 alineaba cada cristal del paisaje de hielo con un brillo deslumbrante.
El silencio era casi abrumador, por lo que el único sonido que se escuchaba ante el silencio de la tripulación, era el crujido suave de la nieve bajo los pasos de los astronautas y el eco sutil de su propia respiración dentro de los cascos.
El aire era extremadamente frío, y si hubieran explorado sin trajes de protección les habría envuelto una nube de exhalación que habría precipitado rápidamente mientras se congelaban en menos de tres minutos.
La lanzadera Eagle de la Calypso había descendido en una vasta llanura plana y monótona. A lo lejos del campamento, se elevaban majestuosas montañas de hielo, que con sus picos brillantes que generaban efectos de luz azulada.
Encontraron esparcidas grandes formaciones de hielo que parecían esculpidas por el viento de su tenue atmósfera.
En esos bosques de hielo, castigados por miles de años por un viento gélido y tenue, se habían creado patrones intrincados y formas caprichosas que con el tiempo habían generado en los tripulantes pareidolias a las que se habían acostumbrado.
Al caminar, los astronautas veían una superficie salpicada de cristales que reflejaban la luz de manera espectacular, mientras creaban destellos y rayos múltiples, dando la sensación de caminar sobre un campo de diamantes.
A medida que la exploración avanzaba, los miembros habían descubierto lagos congelados, cuyas superficies formaban espejos naturales que reflejaban el cielo negro y estrellado.
Los copos de nieve traídos por la brisa constante, yacían en reposo en la superficie, imposibilitados de ser movidos por el suave y tenue viento de una atmósfera que daba la impresión de estar agonizando.
Parecía un mundo en el que el tiempo había sido detenido perpetuando una quietud helada y misteriosa.
TOI-733b era uno de los pocos planetas que estaba listo para que la humanidad lo sometiera a la terraformación.
La vida estaba formada por una flora escasa y resistente que consistía en pequeños líquenes aferrándose tenazmente a la vida. Todas las formaciones visibles estaban cubiertas por una fina capa de hielo. Los astronautas se maravillaban ante la capacidad de adaptación de esos organismos capaces de colonizar todos los ecosistemas conocidos, y con una alta capacidad de adaptación para condiciones extremas.
En ese paisaje helado, cada detalle parecía capturar la esencia de la quietud y la serenidad. A pesar de la gélida temperatura, la belleza y la majestuosidad del entorno hizo que la expedición humana sintiera que se encontraba explorando un remoto rincón del cosmos que le resultaba sobrecogedor y de alguna manera, sublime.
Olga Petrova, la geóloga, Nidia Lagerfeld, la científico jefe, y Stefano Grubert, el petrólogo, se encontraban reunidos alrededor de una mesa cubierta de mapas y datos. Estaban acompañados en la sala de reuniones por Brenda Ivanova, teniente a cargo de la expedición, Ralph Brown piloto y Roger Haines, astronauta, que les escuchaban atentamente.
Los monitores mostraban imágenes del sorprendente descubrimiento de vida vegetal primitiva. Líquenes en un planeta en extremo helado.
Olga, examinando las imágenes con fascinación, rompió el silencio inicial.
-«Esto es increíble. Líquenes en un planeta tan frío… ¿cómo es posible?»-
Stefano, con su habitual expresión de curiosidad, respondió:
-«El subsuelo debe tener algún tipo de fuente de calor. Tal vez hay actividad geotérmica debajo del hielo, lo que permite la existencia de agua líquida»-
Nidia asintió mientras preguntaba
-«Eso explicaría los líquenes, pero ¿podría haber más? ¿Qué hay debajo de esa capa de hielo? ¿Podría haber un océano interior?»-
Stefano tomó la palabra:
-«Bueno, según los datos de las sondas, la composición del hielo sugiere que podría haber agua líquida. Podría ser un océano a varios kilómetros bajo la superficie»-
Olga levantó una ceja:
-«¿Y si hay agua líquida, podría haber vida animal? Tal vez más compleja que estos líquenes»-
Nidia se inclinó hacia adelante:
-«Es una posibilidad emocionante. Debemos enviar una sonda de exploración para perforar el hielo y ver qué hay debajo. Stefano, Teniente ¿qué piensan?»-
Stefano reflexionó:
-«Si hay un núcleo planetario que proporciona calor, la posibilidad de vida más compleja aumenta. Podríamos encontrar ecosistemas acuáticos en el centro del planeta. Pero la decisión depende de la Teniente Ivanova».-
-“No le veo objeción. A mi parecer este es un planeta casi listo para la terraformación.”- La teniente Ivanova parecía entusiasmada igual que sus compañeros Ralph el piloto y Roger, el astronauta.
Nidia sonrió al decir:
-«Entonces, estamos de acuerdo. Vamos a enviar una sonda para investigar. Esta podría ser una de las mayores revelaciones en la historia de la astrobiología»”-
Los tres científicos se sumergieron en la planificación, emocionados por la perspectiva de descubrir lo que yacía debajo del helado exterior del planeta. La conversación continuó, llena de anticipación y la promesa de desvelar los misterios ocultos en las profundidades del espacio.
Mientras tanto, la enorme astronave Calypso permanecía en órbita geoestacionaria alrededor de TOI-733b.
Controlada y monitorizada por la potente Inteligencia Artificial de CIO2, requería de pocos tripulantes humanos para atender las guardias que debían cubrirse durante las misiones.
Mientras esperaban pacientemente a los exploradores, los robots de la Calypso trabajaban eficiente y cuidadosamente controlados por la computadora de abordo. Permanecían un par de humanos en vigilia, que montaban guardias de tres o cuatro meses de duración, y se alternaban con otros tripulantes que dormían el sueño de la criopreservación.
En el cuarto piso de las naves insignia de la flota, estaban los dormitorios, las salas de esparcimiento y las instalaciones de servicios. Por debajo de él, en el tercer nivel, se encontraban los alojamientos criogénicos y las salas de mantenimiento. Los dos niveles inferiores albergaban las gigantescas bodegas de carga. Cuando la nave no estaba transportando tropas o equipamiento militar, se usaba para transporte de carga estratégica. La Calypso contaba con dos lanzaderas aptas para el desembarco planetario.
La misión a la superficie de TOI-733b era en realidad una misión doble. Ivanova y sus subordinados habían descendido en lo que se reconocía como el hemisferio norte del planeta usando la lanzadera espacial Eagle. Otra parte de la tripulación había descendido en el hemisferio sur en la lanzadera Benfold.
A la mañana, el equipo de astronautas formado por Brenda, Ralph y Roger, estaban trabajando en las consolas del centro de comandos de la Eagle.
El aspecto de la sala era un espacio diseñado para albergar y coordinar a una tripulación de seis miembros. Por ello habían seis sillones en cada uno de los puestos disponibles para los tripulantes. Los sillones estaban dispuestos en forma de U y enfrentaban a una serie de consolas individuales que recorrían las paredes derecha e izquierda de la lanzadera para cerrar la U al frente.
Como la lanzadera era una nave de descenso y ascenso planetario, diseñada para entrar y salir rápidamente, tenía una forma de ala delta de enorme dimensiones, con tres pisos. El superior tenía la sala de comandos y permitía ver al exterior a través de grandes ventanales blindados. El primer puesto del frente correspondía al piloto. El puesto de Brenda Ivanova estaba a la derecha de Ralph y a su izquierda se sentaba Roger, el tercero al mando.
La sala principal del centro estaba dominada por un conjunto avanzado de controles y pantallas holográficas. La iluminación ambiental era suave y podía regularse a voluntad de los tripulantes. En el momento de la reunión, destacaba el tono plateado y blanco de los paneles de control, con luces led de colores tenues.
En el frente de la sala, una gran consola circular sobre elevada era el epicentro de la información. Se ubicaba por detrás del piloto. Esta consola, con múltiples pantallas táctiles curvas, mostraba datos cruciales sobre la misión, desde la navegación hasta la telemetría y las condiciones atmosféricas del planeta helado que visitaban.
Los asientos ergonómicos y ajustables se ubicaban frente a las consolas personales para que los miembros monitorearan y controlaran los aspectos específicos de la nave.
Una característica distintiva del centro de comandos de las lanzaderas eran las amplias ventanas panorámicas que rodeaban la sala. Estas ventanas estaban diseñadas con un material resistente y aislante para proteger de las condiciones extremas del espacio exterior, pero proporcionaban una vista impresionante del planeta que la lanzadera estaba explorando.
A través de las ventanas, los tripulantes podían observar las vastas extensiones de hielo, las montañas heladas y fenómenos atmosféricos que nunca antes habían visto.
El suelo de la sala estaba revestido con un material antideslizante y resistente, diseñado para soportar posibles turbulencias durante el viaje espacial o intraplanetario. Alrededor de la consola central, se podían ver compartimentos para almacenar equipo técnico, trajes espaciales, suministros esenciales y armamento militar.
La nave entera estaba equipada con sistemas de gravedad artificial, proporcionando un entorno cómodo y familiar para la tripulación en caso de necesitar hacer un viaje interplanetario.
Las lanzaderas no estaban equipadas con los motores Alcubierre que tenían las naves insignia como la Calypso. Como máximo podían navegar de planeta en planeta, pero su diseño no facilitaba el viaje intergaláctico.
La iluminación ambiental de la sala de control podía ajustarse según las preferencias de la tripulación, otorgando desde una luz suave para periodos de descanso hasta una luz intensa durante operaciones críticas. El sonido ambiente era mínimo, permitiendo que las comunicaciones y las alertas fueran claramente audibles.
En el centro de la habitación, la tripulación trabajaba en armonía, supervisando los sistemas, realizando ajustes de vuelo y tomando decisiones estratégicas mientras se sumergían en la majestuosidad y la inmensidad del espacio exterior a través de las impresionantes ventanas que enmarcaban el planeta helado que tenían por delante.
La gran consola circular parpadeó indicando la entrada de un mensaje a través del sistema de comunicación cuántico conocido como ansible.
La imagen del Comandante Bert, transmitiendo desde una oficina en la Tierra abrió la comunicación:
-“Teniente Ivanova, Equipo”- Saludó cortésmente -“Tengo noticias delicadas. Hemos perdido toda comunicación con la lanzadera Benfold en el hemisferio sur de TOI-733b. La última transmisión sugería problemas técnicos, pero no hemos recibido ninguna señal desde entonces. Tenemos que asumir lo peor y actuar rápidamente».
Brenda Ivanova respondió a través del comunicador:
-«Entendido, Comandante. Estamos listos para movilizarnos. ¿Cuáles son las instrucciones?»-
El Comandante Bert respondió a su vez:
-«La lanzadera Eagle será el vehículo de rescate. Deben volar hasta la posición de la Benfold y determinar la situación.”-Dirigiéndose al piloto, continuó– Ralph, prepara la Eagle para el vuelo y asegúrate de tener suficientes suministros para una posible evacuación de emergencia»-
-«Entendido, Comandante. Estoy en ello. ¿Algún informe sobre las condiciones en el hemisferio sur de TOI-733b?»- La pregunta de Ralph fue dirigida a su compañero Roger Haines, que respondió consultando la consola de su puesto:
-«Según los datos de la última exploración, el hemisferio sur es particularmente más helado que el nuestro. Las temperaturas pueden descender drásticamente. Además, la atmósfera tiende a ser más densa, lo que podría complicar el vuelo de la Eagle. Estaremos operando en condiciones extremas».-
El Comandante Bert tomo la palabra:
-«Así es, Roger tiene razón. Tengan en cuenta que la pérdida de ambas lanzaderas sería catastrófica. Son vuestra única conexión con la Calypso. Brenda, asegúrate de que los hombres tengan el equipo de supervivencia adecuado y que estén conscientes de los riesgos».
Brena Ivanova respondió al Comandante
-«Entendido, Comandante. Nos preparamos para el vuelo. ¿Alguna instrucción adicional?»-
-«Sean rápidos, precisos y cuidadosos. Necesitamos respuestas y, si es posible, agoten las posibilidades para traer de vuelta a la tripulación de la Benfold. Necesito que me mantengan informado en todo momento. Buena suerte, equipo».- El Comandante Bert cerró la comunicación.
La conversación terminó con la consola central apagándose mientras el equipo comenzaba a prepararse para la arriesgada misión de rescate en el helado y desconocido hemisferio sur de TOI-733b.
Todos fueron conscientes que el éxito del rescate no solo significaba salvar las vidas de sus compañeros y las propias, sino también de preservar la única posibilidad de regresar a la nave madre Calypso. Había que mantener funcionando a salvo a la Eagle.
Capítulo 2: Buscando a la tripulación
El hemisferio sur de TOI-733b atravesaba por una violenta tormenta de hielo y nieve. Cuando la Eagle atravesó el ecuador del planeta, recurrió a la telemetría almacenada en la Calypso, dentro de la computadora CIO-2 para lograr determinar las últimas coordenadas de la Benfold.
Las últimas coordenadas de la malograda lanzadera estaban a unos cuatrocientos kilómetros al sur, en un remoto paraje del planeta helado. Al acercarse a la posición estimada del último aterrizaje del grupo que debían rescatar, los vientos aullaban entre los picos gélidos de un paisaje desolador.
Una cadena de montañas cercanas se erguía amenazante. Durante las maniobras de aterrizaje de la Eagle, la nieve arremetía en furiosos remolinos. Mientras descendían en medio de sacudones, pudieron observar los restos destrozado de la nave que debían socorrer. Su casco, alguna vez aerodinámico, estaba ahora deformado por el impacto contra un inmenso glaciar que sobresalía unos seis metros del piso y se erguía en medio de la tormenta imperturbable a las condiciones climáticas extremas.
Desde la nave de rescate, la teniente Brenda Ivanova observaba la escena a través de la pantalla principal y de los grandes ventanales que recibían el impacto de miles de bloques de hielo que eran impulsados por furiosas ráfagas de viento.
A su derecha, el piloto Ralph Brown maniobraba para mantener la estabilidad de la nave y, a juzgar por las expresiones de su rostro, le estaba costando un gran esfuerzo de su parte. Un poco más atrás, asegurados por un arnés a sus asientos les acompañaban el astronauta Roger Haines y la científica a bordo Olga Petrova. Algo más atrás estaban los científicos Nidia Lagerfeld y Stefano Grubert.
Salvo Brenda y Ralph, el resto discutían sobre el mejor enfoque para la misión de rescate mientras la nave se zamarreaba a derecha e izquierda.
Ralph, a pedido de Brenda, interrumpió momentáneamente el descenso y mantuvo la estabilidad lo mejor posible.
Después de un acalorado pero breve intercambio de opiniones en el que Brenda escuchó pacientemente las opiniones de los científicos, tomó la decisión final teniendo en cuenta a sus compañeros y su experiencia táctica:
-«Aterrizaremos lo más cerca posible, pero no podemos acercarnos demasiado con la nave de rescate. La tormenta es demasiado intensa. Utilizaremos el land rover para llegar al sitio exacto»-Anunció la teniente Ivanova.
Ralph, ajustó los controles y dirigió la nave de rescate hacia el área designada para el aterrizaje. La entrada fue abrupta y peligrosa, pero finalmente, la nave se posó en la helada superficie. El viento azotaba el exterior, haciendo temblar ligeramente la nave.
La tormenta rugía con ferocidad.
-«Preparen los trajes, chicos. Vamos a necesitar los protectores para trajes espaciales. Pero antes que nada, deberemos blindar el rover para llegar a la lanzadera»- Ordenó Brenda.
-“Un granizo de ese tamaño en la cabeza…” – El astronauta Roger Haines no terminó la frase, mientras hacía un gesto elocuente que graficaba el peligro de la situación que planteaba.
-“Ralph, te quedas en la nave. Nidia y Stefano también.”- Brenda explicó su decisión-“Ralph no tengo reemplazo para ti. No puedo arriesgarte. Nidia, Stefano nunca han estado en una misión de rescate y con tanto peligro. Además necesito espacio en el rover para traer a los posibles sobrevivientes.”-Terminó la explicación.
Todos asintieron a sus órdenes.
Como un grupo de baile sincronizado, los tripulantes de la Eagle se dirigieron a la bodega de la lanzadera. Ralph usó un teclado para desembalar robóticamente el land rover que transportaba la nave. Una vez desplegado el vehículo, ensamblado y asegurado, los astronautas procedieron a calzar las placas metálicas del blindaje para proteger el receptáculo de vida, que contenía espacio para seis personas en tres filas de dos asientos cada una.
La Benfold llevaba originalmente otros seis tripulantes. Si todos habían sobrevivido, deberían hacer dos viajes para traerlos a salvo a la Eagle.
Después de preparado el vehículo, los tres rescatistas asignados Ivanova, Haines y Petrova, se enfundaron en sus trajes resistentes. Antes de calzarse los cascos, Brenda les ordenó:
-“No sabemos que escenario vamos a encontrar. O si podemos regresar rápidamente. Aseguren 48 horas de oxígeno. Carguen armamento y equipo de supervivencia. Mínimo pistola, rifle de plasma y cuchillo.”-
Ralph, que estaba atento a las palabras de la teniente, aconsejó:
-“Brenda, lleva provisiones para cubrir esas 48 horas. La tormenta no parece estar cediendo”-
-“Me parece juicioso. Gracias.”-Ivanova aceptó de buena gana el consejo del piloto.
Después de terminados los preparativos, se dirigieron al interior del rover. Ivanova tomó el control del vehículo.
Ralph Brown, Nidia Lagerfeld y Stefano Grubert, optaron salir de la cámara. Sellaron la puerta de acceso. Cuando Ralph recibió la orden de Brenda por el intercomunicador, presionó el control de vacío. Las luces de advertencia se encendieron y se procedió a la descompresión de la cámara.
Brenda encendió el vehículo. Cuando la puerta exterior se abrió por completo una ráfaga de viento y nieve invadió la estancia. El rover se dirigió hacia la salida al exterior.
-«Estén atentos, mantengan la comunicación constante. Si algo sale mal, vuelvan inmediatamente»-Instruyó el piloto.
-“Así lo haremos, Ralph.”-Respondió Brenda mientras hacía un gesto de victoria hacia los astronautas que quedaban en la Eagle y les observaban a través de una ventana de alta seguridad.
Con el rover listo, Brenda al volante, Roger en el asiento del copiloto y Olga sola en la segunda fila de asientos, se aventuraron hacia el exterior. La visibilidad era mínima, pero se guiaban por las coordenadas precisas proporcionadas por la nave nodriza. El rover tenía un sistema de ultrasonido que servía de mapa al conductor.
Les separaban algo así como cincuenta metros, pero la visibilidad era casi nula. Los embates del granizo hacían vibrar irregularmente al vehículo. Por precaución, Brenda encendió un ecodopler que analizaba el terreno en busca de agujeros, cavernas y debilidades del terreno. Avanzaban lentamente por precaución.
Al llegar a unos ocho metros de la lanzadera, el panorama era caótico. La nave estaba envuelta en la furia de la tormenta. Pudieron ver el vehículo inclinado sobre el lado izquierdo. El cilindro central del habitáculo dejaba ver el casco partido. Abrazaba a un gran bloque de hielo que sobresalía del suelo.
Según podía verse, el accidente se produjo porque intentaron aterrizar muy cerca del bloque de hielo cuando una ráfaga intensa los empujó hacia el glaciar y los estrelló violentamente, partiendo el casco.
Brenda intentó maniobrar el land rover lo mejor que pudo para dejar la salida del vehículo enfrentada a la grieta del caso. La grieta era lo suficientemente grande para dejarles pasar con los trajes. No tenía sentido alguno buscar la puerta con una entrada directa como la que tenían a la vista.
La teniente optó por activar el sistema de anclaje automático del rover para impedirle al viento que arrastrara el vehículo. Salieron al exterior y sólo tuvieron que recorrer alrededor de dos metros en el exterior. Pasaron sin incidentes.
Los rescatistas, con sumo cuidado, entraron por la grieta del casco para explorar el interior. Prendieron las luces de sus cascos y desenfundaron las armas. La escena que se presentó ante ellos era desoladora. No había señales de vida, solo restos de equipos y mobiliario esparcidos desordenadamente. Estaban en el nivel inferior de la nave.
Buscaron las escaleras para subir al habitáculo de mando. En la consola central, un mensaje repetitivo destellaba débilmente. Olga activó la reproducción. La voz de uno de los tripulantes desaparecidos resonó en la pequeña cabina.
-«Nos dirigimos a una cueva en las montañas cercanas. La lanzadera es irreparable. Busquen el refugio. Estaremos allí».-
Después de esa frase, el sistema mostraba la ubicación de la cueva en un mapa. Brenda tomó el control, de la computadora, tomó el mapa de referencia que habían dejado los tripulantes y con su reloj pulsera envió el mapa y la información de las coordenadas de la cueva al vehículo de transporte.
Se comunicó con su tripulación ordenando al rover que retransmitiera a la Eagle:
-“Ralph, querido. ¿Has escuchado?
-“Así es teniente, he escuchado. Le confirmo la recepción de los datos.”-Confirmó Ralph.
Los rescatistas intercambiaron miradas. La verdadera misión apenas comenzaba. No perdieron demasiado tiempo. La bodega de la Benfold estaba abierta. Tras una breve inspección pudieron ver que el rover seguía embalado. Maldición. Se habían marchado a pie en medio de la tormenta.
No pudieron ubicar ninguna señal de rastreo. Eso dificultaría la ubicación de la tripulación perdida. La señal de rastreo era una señal de radio. Un pulso electromagnético. Una tormenta de nieve y granizo intensa como la actual fácilmente ocultaba ese tipo de señal. Tampoco podrían establecer comunicación radial. Lo intentaron sin resultado.
No podían esperar que la tormenta pasara. No había forma de constatar que hubieran llegado a pie a un lugar seguro. Decidieron que lo mejor era salir de inmediato rogando que hubieran seguido una linea recta desde el lugar del accidente hasta la cueva que usarían de refugio.
Se dirigieron de vuelta al rover, compartieron la información extraída de la Benfold con Ralph y se prepararon para enfrentar las adversidades de las montañas heladas en su búsqueda por la tripulación perdida.
Emprendieron el camino hacia las inhóspitas montañas, con la promesa de un refugio en la mente y la posibilidad de salvar a aquellos que buscaron resguardo en la gélida realidad del planeta.
Bajo el cielo deslumbrante del planeta helado, la Teniente Brenda Ivanova lideraba la expedición de rescate junto al astronauta Haines y la científica Petrova. No resultó difícil encontrar la imponente cadena de montañas conocida como «Cristal Mounts», una vasta extensión de picos gélidos que se asemejaban a rascacielos cubiertos de hielo.
Guiándose por los mapas cartográficos, la rover atravesó el paisaje blanco y estéril que recordaba a la vastedad de la Antártida terrestre. A medida que se acercaban a las Cristal Mounts, los rescatistas quedaron maravillados por la majestuosidad de esas colosales formaciones de hielo que se alzaban en el horizonte como guardianes impenetrables.
-«Espero que la cueva que estamos buscando esté cerca. El lugar es desolado y terrible para atravesar a pie»- Comentó Olga, observando el paisaje desde la ventanilla del rover. El termómetro exterior indicaba -25ºC.
Los separaban siete kilómetros de la cueva. Con cada kilómetro recorrido, la cadena de montañas parecía crecer en altura y magnificencia. Sus picos se perdían en las nubes, y había una bruma que les rodeaba, creando una atmósfera etérea. Brenda, revisando los datos de la expedición, señaló hacia un punto específico en el horizonte.
-«Allí es donde deberíamos encontrar la entrada de la cueva. Mantengan los ojos bien abiertos»- indicó la teniente.
El rover avanzó sorteando algunas grietas heladas y esquivando montículos de nieve acumulada. Debido a la tormenta viajaban a una velocidad de diez kilómetros por hora. Finalmente, después algo así como unos cuarenta y cinco minutos de búsqueda, avistaron una oscura abertura en la base de las montañas. Era la entrada de la ansiada cueva.
Ingresaron con el rover y la tormenta pareció bajar de intensidad. A medida que se adentraron, la oscuridad devoró la luz del exterior y el espacio comenzó a reducirse notoriamente. Finalmente decidieron apagar el vehículo, lo aparcaron y aseguraron, y finalmente descendieron.
Los rescatistas encendieron las linternas de sus trajes y avanzaron cautelosamente por el túnel natural. La caverna se abría ante ellos como un vasto y gélido santuario subterráneo.
-«Sigamos adelante. Puede que estén más adentro»-Sugirió Roger. Brenda confió en la experiencia en supervivencia espacial del astronauta. No se apreciaba ningún peligro visible. Ordenó seguir adelante.
El eco de sus pasos resonaba en las paredes de la caverna, y la humedad se apoderaba del aire. Se podían ver gotas de agua que se condensaba en las paredes rocosas. A medida que avanzaban, descubrieron huellas frescas en el suelo que empezaba a verse descongelado. Eran indicios de la presencia de la tripulación buscada.
-«Estamos en el camino correcto. Sigamos las huellas»-Afirmó Brenda.
Después de varios metros estrechándose, la caverna finalmente se ensanchaba, revelando una vastedad que desafiaba la imaginación. Estalactitas y estalagmitas de hielo colgaban del techo y emergían del suelo, creando un paisaje surrealista. Llegaron a una gran cámara subterránea donde la tenue luz de unas linternas reveló la presencia de la tripulación refugiada.
-«¡Aquí están!»- Exclamó Olga, señalando hacia un grupo de personas que yacían acurrucadas en el suelo.
El alivio llenó el corazón de los rescatistas, que se apresuraron a ofrecer ayuda y confort a la tripulación de la Benfold. Entre abrazos y algunas lágrimas, la teniente Brenda Ivanova sonrió, sabiendo que habían cumplido la misión de rescate en medio del gélido abrazo de las Cristal Mounts.
Capítulo 3: La caverna
Los tripulantes de la Benfold habían armado un pequeño campamento alrededor del cual estaban descansando. La luz de las linternas parpadeaba en la oscuridad de la cueva cuando el grupo de astronautas en apuro, que estaba liderado por el teniente Mark Bolzmann, recibió a los rescatistas.
Tanto Bolzmann como su equipo, se veían desorientados y agotados pero definitivamente contentos con la presencia de los rescatistas. Unos metros más allá, adentrándose más profundamente en la cueva, había una pendiente que descendía algunos metros hacia las profundidades inexploradas de la caverna. Al fondo de esa pendiente, se veía un resplandor amarillento que llamaba poderosamente la atención.
Brenda Ivanova, que conocía a toda la tripulación de la Calypso, les saludó enfáticamente: -“¡Mark! Nos alegra haberlos encontrado. ¿Están todos bien?”-
-“Ivanova, gracias a las estrellas que aparecieron. Estábamos un poco perdidos y casi sin comunicación. Gracias por venir por nosotros.”- Respondió Bolzmann.
Brenda asintió: -“No hay problema. Forma parte de nuestra misión ayudarnos mutuamente. Ahora, les llevaremos de vuelta a la lanzadera Eagle para que estén a salvo.”
-“Te lo agradecemos mucho, Ivanova. No sabíamos qué íbamos a hacer sin ustedes.”
Brenda Ivanova preguntó: -“¿Cómo terminaron aquí dentro de la cueva?”-
-“Fueron una serie de eventos desafortunados. Nos sorprendió esta interminable tormenta y perdimos el control de la nave. Ya habrás visto el casco partido. “-Brenda asintió ante la frase de su compañero -“Los sistemas de soporte vital fallaron y nos vimos forzados a refugiarnos aquí. Intentamos comunicarnos, pero la transmisión fue imposible” – Mark Bolzmann gesticulaba al hacer la descripción de todas las aventuras.
-“Lo entiendo. Las condiciones en este planeta son impredecibles. Afortunadamente, estamos todos juntos ahora.”- Brenda tomó una pausa mientras apuntaba a la amarillenta luz que se veía en las profundidades de la cueva-“Por cierto, imagino que también ustedes notaron esas luces amarillas al final de la pendiente. ¿Saben algo al respecto?”-
Mark Bolzmann frunció el ceño mientras respondía: -“Esas luces… cuando llegamos, estábamos tan agotados que apenas pudimos establecer nuestro campamento. No tuvimos la oportunidad de explorar más allá de este punto.”-El astronauta hizo un gesto de resignación con sus hombros.
Ivanova sonrió divertida porque intuía que a Mark le hubiera gustado llegar hasta allí: -“Bueno, supongo que eso será una tarea para otra ocasión. Ahora, concentrémonos en sacar a tu grupo de aquí para regresar a la seguridad de la lanzadera. Después, podremos intercambiar historias y continuar con la planificación de la misión.”
Bolzmann respondió asintiendo: -“Estoy de acuerdo, Ivanova. Gracias de nuevo por rescatarnos. Estaremos eternamente agradecidos.”-
La teniente Ivanova, Roger Haines y Olga Petrova se separaron del grupo rescatado.
Brenda quería discutir sobre una posible exploración hasta las luces del fondo de la caverna. Resultó que su grupo estaba intacto. Tenían suficiente reserva de oxígeno, armas y sobre todo, su estado físico estaba intacto.
Acordaron que irían a una breve expedición hasta las luces, que parecían estar a un par de cientos de metros. Dejarían el control del rover en manos del teniente Mark Bolzmann para que los seis tripulantes de la lanzadera Benfold se refugiaran en la Eagle. La idea era que la Eagle se acercara a la cueva, por lo que Ivanova envió órdenes específicas a su piloto Ralph Brown.
Una vez recibidos los refugiados, la Eagle emprendería vuelo y aterrizaría cerca de la entrada de la cueva. Para entonces Ivanova pensaba que habrían resuelto el misterio de las luces.
El grupo de Bolzmann se encaminó hacia la entrada de la cueva para usar el rover y llegar a la lanzadera Eagle. Se alejaron con fuerzas renovadas mientras compartían anécdotas y experiencias.
En la distancia, las luces amarillas permanecían como un enigma, esperando ser exploradas por Ivanova y sus astronautas.
El pasillo en que se había convertido la caverna se abría ante ellos como una boca oscura en la luna. Las estalactitas colgaban como cortinas de cristal, mientras había una luz brumosa, como un tipo de resplandor pálido proveniente de los cristales incrustados en las paredes.
A medida que los astronautas se adentraban en las profundidades de la cueva, la gravedad parecía darles una sensación de ligereza, como si estuvieran danzando en la penumbra. El suelo de la cueva estaba salpicado de minerales fosforescentes que iluminaban el camino con destellos de colores brillantes, creando un espectáculo deslumbrante a cada paso.
De repente, la cueva se estrechó aún más y se inclinó hacia abajo en una pendiente pronunciada. Los astronautas descendieron con cautela. A medida que avanzaban, la luz aumentaba, revelando un resplandor celestial que se filtraba desde más abajo.
La pendiente finalmente los llevó a una cámara subterránea impresionante. En el centro, podía verse una serie de pilares de cristal que irradiaban una luz cegadora que iluminaba la estancia como si fuera un corazón de magma incandescente. Pero lo más sorprendente estaba al final de la cámara: una entrada majestuosa sellada por una puerta de metal, en cuyo centro resplandecía un teclado iluminado.
La curiosidad y la emoción llenaron los ojos de los astronautas mientras se acercaban a la puerta. Según los registros de la Federación, la expedición de la Calypso constituía la primera expedición humana que habían estado en el planeta. Sólo las lanzaderas Eagle y Benfold habían traído tripulantes.
Olga Petrova, con sus habilidades científicas, examinó el teclado con fascinación. Cifras y símbolos desconocidos parpadeaban en la pantalla, desafiando a los intrépidos exploradores a descifrar el enigma de la entrada sellada.
Brenda Ivanova, decidió enfrentar el desafío. Según los registros de la Federación, el único reporte de hallazgo de una bóveda no humana en la historia se había producido hacía un par de años en el lejano sistema doble de Adhara, en la galaxia del Can Mayor, en un planeta nombrado como Faroud-C2044.
Brenda había leído las bitácoras de la expedición. Y habían logrado abrir un teclado digital muy similar al que ahora observaba con sus propios ojos. A juzgar por las fotografías que había visto, coincidían en aspecto y cantidad de teclas. Se preguntó si había sido fabricado por los mismos seres que habían explorado las tres lunas de Adhara.
En esa expedición arqueológica liderada por Roberts y Sbovoda, un robot que formaba parte del grupo de exploración, llamado MQ, había calculado que un teclado de 24 teclas tardaría un estimado de 6.027.524 años terrestres en ser hackeado.
Por ese motivo habían empleado una técnica avanzada de análisis propuesta por el organismo cibernético Lorna Davies (o R.Lorna), que consistía en perforar el encapsulado, introducir un boroscopio o un endoscopio y localizar el microcontrolador del circuito.
Después había que ubicar la zona en donde se alojaba la memoria de trabajo con la sonda de calor y proceder a tocar una a una las teclas hasta que se elevara la temperatura de la memoria, indicando que el programa “reaccionaba” a una tecla que formaba parte de la clave.
Una vez detectadas todas las teclas que hacían reaccionar a la placa, se procedía a hackear por fuerza bruta la clave.
El problema era que Ivanova no tenía endoscopio o boroscopio en las lanzaderas. Buscarlo en la Calypso era posible, pero llevaría tiempo y recursos. Cada entrada y salida del planeta era un riesgo calculado que podía derivar en daños a las lanzaderas. Ahora se había perdido la Benfold y sólo la Eagle era operativa. Si algo salía mal, Brenda y sus compañeros estarían varados en el planeta hasta que se enviara una nave de rescate.
La Calypso, debido a su tremendo volúmen no estaba adaptada para descender en ningún planeta. Otra nave espacial de rescate tardaría algo así como cinco o siete años en llegar. No podía arriesgar a la Eagle.
Optó por pedirle a la CIO-2 la clave que abrió la puerta maestra en Faroud-C2044 y un estudio de 200 posibles claves que permitieran abrir el teclado de la bóveda. La clave maestra fue desechada rápidamente.
CIO-2 tardó un par de horas en enviar un listado de posibles combinaciones para abrir la puerta.
Brenda, Roger y Olga se turnaban para ir ingresando las combinaciones posibles en el teclado, mientras los otros observaban con expectación. Después del intento ciento veinticinco, sintieron un susurro mecánico mientras la puerta se abría lentamente, revelando un interior que se fue iluminando gradualmente por una luz suave y constelada de puntos brillantes distribuidos geométricamente en las paredes.
Ante ellos se extendía una sala que representaba conocimientos y maravillas que nunca antes habían imaginado. La expedición estaba a punto de embarcarse en una nueva fase de descubrimientos que cambiarían para siempre la comprensión de la humanidad sobre el cosmos. Mientras atravesaban la puerta, los astronautas se sintieron atraídos por la promesa de descubrimientos que aguardaban en la inexplorada bóveda.
La primer sala a la que ingresaron tenía un aspecto monumental. Tallada en la superficie de sus paredes, misteriosos jeroglíficos y símbolos intrincados contaban historias olvidadas que ninguno de los exploradores podía descifrar. La sala irradiaba un aura de antigüedad y enigma, como si estuviera custodiando los secretos de un pasado distante.
Después del portal, habían unas enormes escaleras que les llevaron a un piso superior en donde los exploradores quedaron atónitos por lo que se desplegó ante ellos. Un vasto edificio antiguo se extendía en todas direcciones, iluminado por spots de luz incrustados en las paredes. Una inmensa escalera en espiral ascendía hacia lo desconocido, desafiando la perspectiva y desapareciendo en las alturas. La estructura parecía ser un refugio monumental, con miles de habitaciones a lo largo de la escalera de caracol.
Ascendieron y pudieron ver que las habitaciones en cada piso estaban equipadas con muebles polvorientos y dependencias que recordaban a un refugio nuclear avanzado. A pesar del paso del tiempo, la iluminación blanca y difusa proporcionada por los spots de luz permitía a los expedicionarios ver cada detalle sin necesidad de encender sus propias luces.
-«¿Qué es este lugar? ¿Cuánto tiempo ha estado aquí?»- Se preguntó Roger Haines en voz alta, mientras exploraban los pasillos desiertos y las salas vacías.
Olga, fascinada, escudriñó las inscripciones en las paredes, tratando de descifrar los mensajes grabados en la piedra. -«Es un idioma antiguo, algo que no he visto antes. Estas inscripciones parecen contar una historia, pero necesitaríamos más tiempo para entenderlas»-
A medida que ascendían por la imponente escalera, la magnitud del edificio se volvía aún más sorprendente. Miles de años de abandono no habían logrado borrar la grandeza de lo que alguna vez fue un refugio monumental. Los expedicionarios, envueltos en el silencio ancestral de ese lugar olvidado, continuaron su exploración, con la certeza que las respuestas a sus preguntas yacían ocultas en cada hueco de ese edificio antiguo que, durante tanto tiempo, había permanecido oculto bajo las montañas de hielo.
La teniente Brenda Ivanova, el astronauta Roger Haines y la científica Olga Petrova continuaron su exploración con una mezcla de curiosidad e incertidumbre. Mientras avanzaban por los pasillos oscuros y las habitaciones abandonadas, una inquietud creciente pesaba en el aire.
De repente, un sonido sibilante resonó en el silencio, seguido de un susurro distante que hizo estremecer a los expedicionarios. Prepararon sus armas con precaución. A medida que avanzaban, las sombras en las paredes parecían cobrar vida, y la temperatura del aire descendía a un frío insoportable.
Ivanova no quería separar el grupo. Guio a su equipo por un amplio pasillo del tercer piso en donde algunas luces titilantes daban un aspecto lúgubre a la construcción. A medida que se adentraban, podían ver otros pasillos misteriosos y salas que se les antojaban cargadas de secretos. Cada paso que daban era un paso más profundo en la desconocida estructura. Finalmente, llegaron a una puerta que se deslizó silenciosamente al abrirse, revelando una sala amplia e iluminada por una tenue luz azul.
La sala estaba llena de equipos con numerosos teclados. La sorpresa iluminó los rostros de los expedicionarios cuando se dieron cuenta que estaban en una sala de control general. Una enorme pantalla suspendida en el aire mostraba diagramas de energía y constelaciones desconocidas.
Brenda preguntó a sus compañeros asombrada: -“¿Qué es este lugar? Parece una sala de control pero no es humana. Nunca he visto tecnología como esta.”-
Olga, la científica del grupo, examinó los paneles de control y equipos con ojos brillantes de emoción mientras decía: -“Esto va más allá de cualquier tecnología que conozcamos. ¡Es increíble! Parece ser un centro de comando para la generación de energía. Quizá un control planetario.”-
Roger señaló hacia el centro de la sala, donde había una consola con un símbolo resplandeciente. –“Miren eso. Debe estar señalando algo importante para los sistemas.”-
Mientras se acercaban, la pantalla principal cobró vida, revelando un mapa estelar de la galaxia, que los tres reconocieron como un mapa local. Parecía mostrar rutas interconectadas que iban de planeta en planeta o de estrella a estrella. En un rincón de la pantalla, destellaba una señal parpadeante hacia un lugar distante.
-“¿En qué sector está esa señal? ¿Qué representa?”-
Preguntó Olga Petrova.
-“No conozco ese sector. Podría ser el planeta de origen. O es una señal de algún tipo”- Brenda respondió con un aspecto de estar bajo mucha presión.
El equipo decidió seguir investigando. Mientras exploraban la sala, descubrieron mobiliario ergonómico y dispositivos que parecían necesitar energía. A medida que avanzaban, una sensación de asombro y respeto crecía en sus corazones ante la magnitud de lo que iban descubriendo.
Roger Haines dijo asombrado: -“Este lugar es como un puente de mando. De alguna manera, esta tecnología parece conectar al edificio con algún sistema de la galaxia.”-
Brenda pareció despertar de un letargo: -“Vamos a enviarle todas las grabaciones de nuestros cascos a CIO-2. Tal vez ella pueda encontrar alguna pista que se nos escapa y determinar algo sobre los que construyeron este lugar. Y cuando fue eso.”-
Mientras el grupo seguía explorando, la sala de control quedó en silencio, esperando que alguien desentrañara los misterios que guardaban los silenciosos equipos.
Capítulo 4: La Torre de los Elementos
La misión en el planeta TOI-733b había mutado dramáticamente. En la Tierra, el Gobierno Federal Unificado que controlaba los destinos políticos de las 8 Galaxias Conocidas, había ordenado la inmediata investigación del inmenso edificio alienígena. Y los antiguos objetivos de la misión emprendida por la astronave Calypso y sus tripulantes habían sido descartados por completo.
El intento por descubrir los secretos de la descubierta instalación, era de alta prioridad. Sobre todo teniendo en cuenta que la expedición arqueológica Roberts-Sbovoda al sistema de Adhara, en la galaxia del Can Mayor, había dejado evidencia arqueológica respecto a una civilización alienígena que había colonizado parte de la Vía Láctea en épocas inmemoriales.
Y lo más inquietante, que la raza humana habría nacido de un experimento genético extraterrestre que había consistido en sembrar seres humanos en el Medio Oriente terrestre, dando origen a la civilización ugarítica.
El equipo de la teniente Brenda Ivanova llevaba trabajando en los secretos de la edificación por alrededor de dos semanas. Los intrépidos astronautas habían tenido que estudiar detalladamente la extensa documentación de la expedición Roberts-Sbovoda, que les había permitido abrir las puertas del conocimiento para encender los equipos de computadoras y poner a funcionar el sistema de atmósfera interna de la construcción, lo que les permitía trabajar sin trajes y respirar una atmósfera muy parecida a la terrestre. Variaba solamente en la concentración de nitrógeno.
Brenda conocía los detalles más importantes de la histórica expedición Roberts-Sbovoda a Faroud-C2044. Y eso le permitía anticipar que tanto el edificio como la tecnología que estaban investigando provenían de la aún desconocida raza de los Dzighan, cuyo origen parecía estar en la Osa Mayor. O por lo menos hasta ese momento la evidencia apuntaba a eso, tal cual decían los hallazgos encontrados en el sistema de Adhara.
Los astronautas, comunicados con la nave nodriza Calypso a través de la potente computadora CIO-2, habían logrado poner en funcionamiento la sala de control en alrededor de un setenta por ciento.
Al igual que en Faroud-C2044, las computadoras del edificio estaban formadas por un teclado semicircular con veinticuatro teclas hexagonales. Cada tecla controlaba una forma silábica que variaba según la palabra que se formara. Ninguno de los astronautas era arqueólogo. Y mucho menos conocían el alfabeto ugarítico. El trabajo era lento y afortunadamente contaban con la asistencia permanente de la CIO-2, que facilitaba la traducción y permitía que los astronautas teclearan órdenes al sistema.
Aún no habían podido encontrar ninguna interface de entrada que permitiera a los astronautas conectar algún dispositivo humano con el que trabajar más fácilmente. Las computadoras extraterrestres carecían de pantallas. En su lugar, tenían montado un sistema holográfico que formaba escenas y mostraba elementos tridimensionales que podían manipularse directamente con las manos. Las imágenes en tres dimensiones eran creadas a través de cinco láseres que se distribuían equidistantes alrededor de la zona que servía para la proyección tridimensional.
La única pantalla parecida a las humanas, era la enorme pantalla suspendida en el aire que mostraba alternativamente diagramas de energía, algunas constelaciones y un mapa galáctico. Por ahora, habían encontrado una combinación de teclas que permitía cambiar la visualización a alguna de esas tres alternativas mencionadas. Pero el equipo sospechaba que aún había mucho por descubrir.
Localmente, las computadoras extraterrestres permitían activar un plano tridimensional del edificio, que resultó ser enorme. Tenía un total de cien niveles y miles de habitaciones. Por lo que habían visto, podía ser reconfigurado en su distribución a través de una serie de órdenes específicas.
Por lo que la computadora de la Calypso había podido determinar, el edificio recibía un nombre semejante a “Torre de los Elementos”. Era difícil extrapolar la idea del sistema idiográfico a un lenguaje humano en particular, pero esa denominación parecía ajustar bastante bien.
Teniendo en cuenta que el equipo humano tenía muy pocos miembros disponibles, había podido concentrar su atención principal en la sala de control y habían explorado de a pares y muy superficialmente los primero veinticinco niveles. Según habían visto, las habitaciones parecían agruparse en sectores. Algunos sectores aparentaban ser laboratorios en donde parecían fusionarse elementos orgánicos con piezas tecnológicas.
Las salas eran amplias y algunas de ellas circulares, con paredes adornadas de relieves cuneiformes ugaríticos que parecían narrar la historia de la raza alienígena y sus logros en la exploración del cosmos. En el centro de algunas salas, habían conjuntos de computadoras semejantes a la sala de control, que en estado de reposo emitían imágenes holográficas abstractas con un suave resplandor azul. Todo el mobiliario y las máquinas tenían un destacado aspecto antiguo, pero parecían haber resistido el paso del tiempo.
Ya el grupo se había familiarizado con el teclado silábico de veinticuatro teclas. Y entre los expedicionarios la que mejor dominaba estos nuevos conocimientos lingüísticos fue Olga Petrova. Las teclas emitían una luz tenue a medida que eran presionadas, mientras las holografías mostraban imágenes que podían ser de planetas, constelaciones y fenómenos cósmicos. Los libros de la biblioteca electrónica del sistema consistían en colecciones de cubos tridimensionales que estaban escritos con el alfabeto cuneiforme en sus seis caras.
Según habían llegado a descifrar en esa biblioteca, había un documento de muchísima importancia que intrigaba a los expedicionarios y se identificaba como el «Mapa de Ommh», del que no quedaba claro si estaba en el último nivel de la torre, o el último nivel permitía acceder a su información. Por lo que habían descubierto, el impresionante mapa representaba conceptos fundamentales del universo y elementos valiosos que permitían encontrar un sistema de comunicación.
No quedaba claro si el sistema de comunicación era del propio universo o si había sido construido por alguna raza o civilización. Lo cierto es que al parecer el «Mapa de Ommh» indicaba todos los agujeros negros cuya masa afectaba tan tremendamente al espacio-tiempo que lo curvaba creando agujeros de gusano que intercomunicaban todas las galaxias.
Por otra parte, los esfuerzos de Olga Petrova, secundados por la CIO-2, habían logrado desentrañar la función específica de algunas terminales. Descubrió que la «Torre de los Elementos» había sido construida como una base y un faro intergaláctico, destinado a guiar a los Dzighan hacia el centro de la Vía Láctea durante sus viajes de exploración interestelar.
El equipo estaba en la sala principal manipulando consolas mientras charlaban animadamente:
-“ Estamos ante algo increíble, algo que podría cambiar nuestro entendimiento del universo. El «Mapa de Ommh» puede tener el potencial de abrir portales a través de todo el cosmos. ¿Pueden imaginar las posibilidades?”- Brenda estaba mirando holografías de sistemas planetarios que parecían ser locales
-“Viajar más allá de las estrellas, explorar lo desconocido… Es algo que la humanidad solo ha soñado. Pero, ¿por qué los alienígenas construyeron este edificio? ¿Por qué lo abandonaron?”- Roger respondió asintiendo a las palabras de la teniente.
-“Según lo que descifrado hasta ahora, esta raza alcanzó un nivel de conocimiento que va más allá de nuestra comprensión. Creo que querían compartir sus conocimientos con aquellos que fueran lo suficientemente avanzados para descifrarla.”-
Nidia Lagerfeld, científico jefe intervino en la conversación mientras analizaba una holografía.
-“Pero, ¿por qué abandonarlo? ¿Por qué no quedarse y enseñarnos directamente?”- Stefano hizo esta pregunta mientras analizaba un dispositivo que se parecía en algo a un microscopio.
-“Tal vez llegaron a la conclusión de que era nuestro deber descubrir y aprender por nosotros mismos. Tal vez este lugar es un regalo y una prueba.”- Olga respondió mientras señalaba los relieves cuneiformes.
-“Independientemente de sus razones, la ‘Torre de los Elementos’ y el ‘Mapa de Ommh’ podrían cambiar el rumbo de la historia humana. Eso está claro. Pero también sabemos poco de los agujeros de gusano. La humanidad debe actuar con responsabilidad. No se trata simplemente de mandar una nave. Y menos tripulada.”- Ralph, como piloto se negaba a ser un conejillo de indias
-“Tienes toda la razón, Ralph. Aún con la información, no podemos ser imprudentes. Este conocimiento podría ser un arma o una bendición, dependiendo de cómo lo manejemos.”-Brenda coincidió con Ralph Brown.
A la mañana siguiente Brenda y Ralph avanzaban con cautela por uno de los pasillos polvorientos que salía de la sala de control y parecía llevarlos a lo más profundo del edificio. Desde ese pasillo de unos cinco metros de ancho, se abrían diferentes vías secundarias como un vasto laberinto de misterios.
La luz tenue de los spots parpadeaba, revelando parte de la decadencia que había consumido cada rincón del lugar abandonado tiempo atrás. A medida que se aventuraban más allá, el pasillo comenzó a temblar. El suelo y el techo se reconfiguraron ante sus ojos, desplazándose con un zumbido mecánico. La sorpresa se reflejó en sus rostros, pero la curiosidad superó el miedo, y decidieron seguir adelante.
De repente, una escalera emergió de la estructura móvil, apuntando hacia arriba en un ángulo pronunciado. Sin pensarlo demasiado, Brenda y Ralph desenfundaron sus pistolas de plasma por pura precaución y entrenamiento, y ascendieron peldaño por peldaño hasta llegar a una habitación oculta, iluminada por una luz tenue que emanaba de una pantalla holográfica.
De repente, justo cuando tocaron el piso de la habitación, pareció activarse algún tipo de sensor. La sorpresa de la pareja se convirtió en asombro cuando una serie de organismos cibernéticos semejantes a mosquitos, pero de un tamaño diez veces superior, inundaron la habitación.
Las criaturas robóticas zumbaban en el aire, mientras sus cuerpos brillaban con una luz azulada. La configuración de los engendros pareció advertirle a Brenda que se preparaban para el ataque.
Ivanova jaló fuertemente del brazo del piloto indicando que retrocedieran buscando una pared para proteger sus espaldas. Prepararon sus pistolas ante el inminente ataque. Después de algunas centésimas de segundo los disparos de energía iluminaban la habitación mientras los astronautas luchaban contra los cibermosquitos.
Las esquivas criaturas mecánicas se movían con rapidez, desafiando cada intento de los exploradores por neutralizarlas. A través de un rápido vistazo, Brenda calculó que serían alrededor de veinte dispositivos.
-“Ralph. ¡Activa el modo burbuja de energía!”- Ordenó Ivanova en una orden desesperada.
El piloto Ralph Brown actuó automáticamente. Apuntó a la nube de dispositivos. Y disparó un pulso de energía apenas una fracción de segundo después de la teniente Ivanova. El destello del rayo salió precipitadamente, se produjo una bola de plasma luminosa y potente que explotó en una pulso de energía destruyendo a casi todos los organismos cibernéticos, excepto a dos de ellos.
Un mosquito quedo fuera de la bola de plasma, pero la onda expansiva del impacto lo impulsó con tal fuerza que terminó estrellándose contra una pared. Se precipitó al piso y quedó aleteando frenéticamente. El otro se abalanzó rápidamente hacia Ralph, apuntando directamente hacia su cuello.
En un instante de pura adrenalina, Brenda giró rápidamente mientras desactivaba la burbuja para configurar el disparo de precisión y jaló del gatillo con precisión milimétrica. El mosquito mecánico estalló en una llamarada de chispas. Brenda había salvado la vida de Ralph por un pelo.
El suspenso se apoderó de los protagonistas. Mientras los exploradores recuperaban el aliento se reagruparon pegando sus cuerpos entre sí y protegidas sus espaldas por la pared lateral de la habitación. Escucharon atentamente pero la habitación quedó en silencio, salvo por el zumbido continuo del mosquito que había quedado en el piso. Con una mueca de odio, Ralph pisoteó al dispositivo.
Brenda y Ralph intercambiaron miradas agradecidas, conscientes que acababan de enfrentarse a algo mucho más allá de su imaginación.
Aunque la amenaza de los mosquitos había sido neutralizada, la habitación oculta todavía guardaba secretos por descubrir. Con las pistolas de plasma en mano, Brenda y Ralph optaron por mantenerse alerta. Brenda se sentó sobre el teclado de la computadora, que se encendió rápidamente y empezó a buscar en el directorio del dispositivo de almacenamiento.
Todavía no sabían en dónde se almacenaba la información. Los equipos no parecían tener ningún elemento como discos rígidos o memorias. Brenda digitó un comando que en la sala de control los equipos habían tomado como una traducción de la orden humana “abrir archivos”.
Inmediatamente digitado el comando, un zumbido mecánico los alertó. Al fondo de la habitación, lo que parecía ser una especie de biblioteca, comenzó a correrse dejando ver por detrás un espacio amplio que tenía el aspecto de laboratorio. La estancia parecía tener un gran número de dispositivos de control. Y en el centro de la habitación, una pequeña torre con un pedestal gris soportaba a lo que parecía ser una heladera pero con paredes de vidrio.
El espacio de la heladera sería como el de un cubo de cuatro metros por lado. Tenía una cubierta por arriba que se asemejaba a un techo a cuatro aguas cubierto de tejas. En la cima entraban varios tubos de colores que provenían de los aparatos de control que le rodeaban. En el gran espacio interior, rodeado por los cristales transparentes, se podía ver una intensa bruma o nube que se movía rítmicamente girando y latiendo.
Se contraía y expandía lenta y arrítmicamente. En el centro de la nube, por decirle de algún modo, una intensa luz amarilla parecía palpitar mientras aumentaba y disminuía su tonalidad de color. Por fuera de esa nube, siempre dentro de los cristales, se veían pequeñas pelotillas de vapor con múltiples colores que giraban lentamente en trayectorias erráticas, pero siguiendo un ritmo extrañamente ordenado.
Tanto Ralph como Brenda observaban el espectáculo de manera hipnótica, preguntándose qué demonios sería lo que estaban viendo. De pronto Brenda giró la cabeza y vio colgada de la pared una lámina que le estremeció. Tocando el hombro de Ralph, porque no podía pronunciar palabras, le mostró la lámina de la pared.
Por un largo minuto, se quedaron mirando la representación de una cadena de ADN humano. Ambos astronautas se miraron mutuamente con expresiones interrogativas y lentamente se prepararon para continuar la exploración del misterioso edificio, sabiendo que cada paso podría revelar nuevas maravillas o peligros inimaginables.
Capítulo 5: El ciclo de la vida
Olga Petrova investigó profundamente la computadora del laboratorio que Brenda y Ralph habían encontrado y que en algún momento fuera operada por los científicos de la enigmática raza de los Dzighan. Según todas las evidencias, esta civilización había logrado enviar una avanzada al centro de la Vía Láctea y después de miles de años de trabajo, habían desaparecido hacía ya miles de años. Mientras el equipo revisaba polvorientos pasillos y oscuros corredores, Petrova había logrado dar con información crucial que revelaba el intrigante propósito del laboratorio y de la llamada heladera.
En la intrigante sala que al centro tenía lo que llamaban “heladera” a falta de una mejor denominación, se montaba una estructura de cristal sobre elevada que albergaba luces parpadeantes. Las luces giraban lenta y rítmicamente en su interior. Al analizar los archivos de la computadora que parecía controlarla, Olga descubrió que la heladera no era simplemente un depósito, sino un sistema de preservación de energía única.
Durante una conversación con Brenda Ivanova y Stefano Grubert, Olga comparte el avance de sus descubrimientos mientras miraban la pantalla tridimensional de la computadora que dejaba ver los registros descifrados del laboratorio Dzighan. Olga, con una expresión de asombro en su rostro, les decía:
-“¡Esto es increíble! Estoy segura de que hemos terminado de encontrar el eslabón perdido en la creación de los seres humanos. La heladera no es solo un contenedeor energético, ¡es una especie de incubadora bioeléctrica!”- El rostro de Petrova mostraba sorpresa total ante sus propios hallazgos.
-“¿Una incubadora bioeléctrica? ¿Qué intenta decirnos, Olga?”- Stefano fruncía el ceño confundido.
-“Según estos registros, la heladera utiliza un proceso bioeléctrico para transformar los globos de energía que giran en el interior, en células primigenias de una especie de ser vivo. Y aquí viene lo más intrigante: estas células pueden ser implantadas en el útero de cualquier ser vivo o almacenadas en algún tipo de dispositivo que todavía no encontramos, pero que está en este edificio.”- Olga estaba muy excitada con sus descubrimientos.
-“¿Un dispositivo oculto? ¿Cómo puede ser que no hayamos encontrado nada similar hasta ahora?”- Brenda trataba de girar el cubo tridimensional que formaba parte del libro de instrucciones que Olga había descifrado.
-“Exacto, Brenda. Parece que el misterioso dispositivo que almacena estas células aún no ha sido localizado por nosotros. Ten en cuenta que el edificio es inmenso y tiene muchas cámaras ocultas. Pero ahí no acaba todo. Lo más sorprendente es la implicación final: los Dzighan podrían haber sembrado a los seres humanos usando este método innovador.”- Petrova hizo un gesto parecido al de aplaudir por la excitación.
-“Espera un momento, ¿quieres decir que los Dzighan nos crearon como si fuéramos una especie de experimento? ¿Estás completamente segura?”- Stefano tosió confundido y totalmente estupefacto.
-“Eso parece según lo que he encontrado hasta ahora. La heladera actúa como una suerte de fábrica de vida, transformando la energía en células fecundadas del tipo cigoto, esenciales para la creación de vida. Pero la gran pregunta es dónde está ese dispositivo adicional que almacena las células generadas y permite la evolución del embrión.”- Olga Petrova hizo esa pregunta el voz alta más bien para sí misma.
-“Entonces, ¿nuestra existencia podría ser el resultado de un experimento cósmico de los Dzighan?”- Brenda mantenía una tensa calma asimilando la noticia mientras calculaba mentalmente los pasos a seguir.
-“Es una teoría descabellada, pero encajaría con la tecnología avanzada que hemos encontrado aquí. Además ¿Qué haremos con esta información?”- Stefano miraba a su alrededor, absorbido por la idea.
-“Es algo que debo comunicar urgente.”- Pasada la intensa conmoción inicial, Brenda había retomado el control de sus emociones–“Antes deberemos hacer una investigación interna para corroborar tus descubrimientos, Olga. No te ofendas, pero lo que tengo que comunicar no es otra cosa que el descubrimiento del origen no natural de los humano. ¿Comprendes? No quiera comunicar nada de lo que no estemos ciento por ciento seguros.”- La teniente Ivanova tenía toda la razón.
-“Lo entiendo, Brenda, Claro que sí. Es un descubrimiento de equipo y no quiero tener ese peso exclusivamente sobre mis hombros.”- Petrova sabía que sería la noticia más importante de la civilización moderna.
-“A ver si lo he entendido: con esta tecnología, y si logramos dominarla, podemos producir humanos ¿verdad? Mi pregunta entonces es ¿Podemos producir los globos de energía también? ¿Podemos generar un humano “de la nada”? Está esa tecnología aquí en este edificio?”- Stefano parecía ensimismado en la idea.
Olga trató de manifestarlo lentamente, como si tratara de desentrañar la información desde el interior de su mismo cerebro. Hacía un extraordinario esfuerzo por traducir las ideas visualizadas en los libros tridimensionales escritos en el cuneiforme silábico al lenguaje humano moderno. La explicación fue más bien larga:
Según lo que Olga había investigado, la heladera que contenía el recipiente de cristal tenía en su interior los huevos o núcleos de energía que podían ser transformados en cigotos. Y los cigotos podían implantarse en seres vivos o podrían ser incubados en recipientes especiales que permitían el desarrollo hasta llegar a la etapa de fetos, embriones y niños maduros para el nacimiento.
Pero los “huevos” o “núcleos” de energía eran algo completamente diferente a las formas de energía que los Dzighan podían comprender. No estaban formados por energía electromagnética ni tenían una frecuencia vibratoria conocida. Tampoco eran de energía oscura.
Según Petrova, para la raza extraterrestre de los Dzighan la realidad existía bajo un modo dual: la realidad de este universo y sus múltiples modos de existencia, y la no-realidad, que no era otra cosa que una realidad en espejo a la nuestra, que transcurría en una dimensionalidad diferente. En pocas palabras: para los alienígenas la muerte no era más que una barrera que permitía a un ser de esta realidad salir de la misma para ir a la no-realidad y continuar allí su existencia.
Del mismo modo, un nacimiento natural no era otra cosa que la transferencia de un ser desde la no-realidad a este universo. Para los Dzighan la existencia era eterna y podía transcurrir en cualquiera de los dos planos según el ser vivo naciera o muriera. Sólo había transferencia de energía, cambio de plano dimensional. Pero ningún tipo de energía conocida y manipulada podía vivir en los dos planos: sólo la energía que ellos denominaban el “Kah”.
El Kha era la energía que formaba parte de los “huevos” o “núcleos” y no podía ser creada en ninguno de los dos planos de vida conocidos. El Kha sólo podía ser capturado o enviado de un plano al otro. Pero el Kha no podía ser destruido ni creado.
Esto, para los científicos alienígenas era un misterio: aún su ciencia no podía saber en dónde era producido o quién producía la energía del Kha.
Según lo que Olga había descubierto hasta ahora, la “heladera” que contenía los Kha que podían generar humanos, podía ser llenada usando un “recolector” que permitía capturar los Kha de un plano u otro que deambulaban por las realidades sin estar asignados a cuerpos. Según parecía, un “Recolector de Kha” estaba escondido en algún lugar aún no descubierto de la Torre los Elementos.
-“Para ser breve: tenemos que descubrir en dónde está oculta la incubadora de cigotos. Y tenemos que averiguar en dónde está el Recolector de Kha. Este último es importantísimo para la humanidad.”- Petrova pareció ser atravesada por un temblor profundo.
-“¿Más importante que la incubadora que permite crear humanos? No lo creo.”- Stefano aún parecía confundido al punto de no conectar con las enormes implicancias de lo que Olga había explicado.
-“Déjame ponerlo de este modo, Stefano.”-Brenda hizo un gesto que indicaba las enormes implicancias de este descubrimiento.-“Piénsalo, amigo: si la existencia es un ciclo de vida continua que transcurre en dos planos separados. Y nacer es entrar a este plano. Y morir es ir al otro plano. Tener el “Recolector de Kha”… ¿Qué implica para una civilización de nuestro plano de realidad?”- Brenda frunció el ceño como si estuviera haciendo un esfuerzo mental al mismo tiempo que Stefano.
Stefano abrió los ojos en un gesto de asombro. La realidad le golpeó con toda su fuerza –“¡Puedes revivir a los muertos a tu voluntad!”- El científico pareció enloquecer mientras se aferraba con fuerza a las prendas de los brazos de Olga y Brenda, que tomaron sus manos para tranquilizarlo.
El hombre pareció descomponerse mientras hiperventilaba y quebraba su cuerpo como si hubiera recibido un puñetazo en el estómago. Brenda trataba de darle palmaditas en la espalda. Olga le acercó un vaso de agua cuando el primer impacto pasó de largo.
La sala quedó sumida en un silencio pensativo mientras los tres científicos procesaban la magnitud de sus descubrimientos y se preparaban para enfrentar las incógnitas que aún les esperaban en las profundidades del antiguo laboratorio Dzighan.
Según la teoría de los aliens, el nacimiento sería el momento en que el individuo entra en un plano de existencia, y la muerte sería la transición hacia otro plano. Esta idea plantea implicancias filosóficas y morales fascinantes.
Si el equipo comprobaba esta teoría, los humanos cuestionarían la naturaleza misma de la vida y la muerte. ¿La vida terrenal es una especie de prueba o experiencia que prepara a los individuos para algo más allá de nuestra comprensión actual?
Una realidad de ese tipo sugeriría que toda vida tiene un propósito más allá de lo que los seres pueden conocer. Con todo su avance, los alienígenas no podían ni imaginar el origen del Kha. La búsqueda del propósito de la vida se convertiría entonces en una reflexión central en la filosofía y la espiritualidad de la civilización.
Si la vida terrenal era solo una parte de la existencia, ¿cómo afectaría eso a la percepción de la moralidad y la responsabilidad hacia los demás? ¿Se modificarían las acciones si los seres sintientes supieran que la existencia trasciende más allá de esta vida?
La ética personal y las decisiones cruciales podrían cambiar. Las personas podrían tomar decisiones basadas en la consideración de cómo esas elecciones afectarán su existencia en ambos planos de la realidad. Esto podría alterar las prioridades y valores fundamentales. Muchas religiones y filosofías abordarían de manera diferente el concepto de la vida después de la muerte. ¿Cómo reinterpretarían las religiones establecidas esta dualidad de planos de realidad? ¿Se formarían nuevas creencias espirituales en respuesta a esta revelación?
Y pensando lo peor: ¿Que sucedería si un gobierno o facción política quisiera controlar la tecnología que permitía controlar el Kha y retornar de la muerte a cualquier ser humano?
La búsqueda del conocimiento y la trascendencia podría volverse más prominente. La humanidad se embarcaría en la exploración de las fronteras entre estos dos planos, intentando comprender la dinámica de la existencia más allá de lo observable y cuantificable. Pero también las implicancias podían llegar a ser terribles. ¿Estaba la raza humana lista para este conocimiento?
Si la muerte es simplemente una transición a otro plano de realidad, ¿cómo afectaría esto nuestra percepción de la muerte? Podría generar una mayor aceptación y comprensión de la muerte como parte integral de un ciclo más amplio. Podría aumentarse o se disminuiría la belicosidad humana. Los soldados ¿perderían el miedo a morir?
En última instancia, el descubrimiento de una realidad donde la existencia humana se divide en dos planos separados plantearía desafíos profundos y transformadores para la filosofía, la ética y la espiritualidad, llevando a la humanidad a explorar nuevas dimensiones de su propia existencia y propósito.
Capítulo 6: El umbral de los muertos
El viento aullaba atravesando las escaleras de la Torre de los Elementos, tal cual habían llamado al edificio alienígena dentro de la montaña. La amplitud de los espacios recordaba a un hospital de alta complejidad, con techos elevados más allá de los tres metros.
Tenía una gran escalera central de cinco metros que giraba en un caracol gigantesco trepando hacia las alturas. El equipo llevaba alrededor de dos meses terrestres investigando las instalaciones. Desde la escalera central se desprendían pasillos larguísimos con innumerables salas repletas de muebles, artefactos e instrumentos. Por algún motivo inexplicable, muchas de las salas permanecían vacías, como si nunca se hubieran usado.
Algunos miembros de la expedición especulaban que quizá eran dormitorios para el personal. Otros opinaban que eran mazmorras para alojar sujetos de pruebas. De lo único que estaban seguros era del hecho evidente que la Torre había sido un gran laboratorio. A pesar de haber estado investigando por sesenta días, los tripulantes de la Calypso y de la Benfold trabajaban intensamente para encontrar los secretos de los alienígenas que habían construido la inmensa instalación.
El edificio daba toda la impresión de ser una inmensa torre desmoronada como un viejo castillo medieval. Los volúmenes de las escaleras, habitaciones y estancias internas de la otrora edificio alienígena, eran tan grandes que en las escaleras podía sentirse el susurro incesante de una constante masa de aire que circulaba desde la base hasta al último piso.
No se trataba de un sistema de aire acondicionado, sino de una estructura que por diferencia térmica, generaba una incesante brisa que llevaba al aire caliente de los pisos inferiores a la cúpula final de los superiores, en donde habían un conjunto de computadoras en lo que parecía un centro de control principal.
Después de un cuidadoso control, los expedicionarios habían contabilizado un total de cincuenta y siete pisos. El castillo, tal como le llamaban cotidianamente, a través de los milenios transcurridos en soledad, susurraba historias de un pasado glorioso y de un presente olvidado, en el que los investigadores trataban de encontrar la mayor cantidad de secretos posibles.
Era imposible no sentirse atraído por la curiosidad natural y por un toque de morbosa fascinación. Todos los días las tareas se repartían. Algunos grupos abrían y catalogaban la información de las computadoras extraterrestres, otros se dedicaban a investigar los pisos, el extenso sistema de pasillos y las incontables habitaciones.
Estaba prohibido investigar en soledad. Después del incidente de los mosquitos que sufrieron Ivanova y Ralph, nadie podía adentrase por el edificio en solitario. La investigación, aunque fascinante, no dejaba otra sensación que la de estar adentrándose en el corazón de una fortaleza, siguiendo laberintos de pasillos oscuros, húmedos y en cierto modo, aterradores.
En el último piso, al final de un estrecho corredor, una puerta de madera maciza, cubierta de símbolos extraños, invitaba a pasar. Con un crujido espeluznante, la puerta se abría, revelando una habitación iluminada por una tenue luz azul que parecía emanar las paredes. Era el último aposento del complejo. Le llamaban «Sala de Control».
Detrás de la intrigante puerta, un inmenso laboratorio se extendía en la semipenumbra. Era un espacio extraño y acogedor. Sus muebles, de madera oscura y tallados con intrincados diseños no humanos, mostraban el paso de los siglos. Sin embargo, los instrumentos que llenaban las mesas y estantes eran de una tecnología avanzada que jamás había visto el ojo humano.
Tubos de metal retorcidos, esferas brillantes y paneles con botones multicolores componían un paisaje extraterrestre. A pesar de su naturaleza desconocida, el laboratorio tenía un aire familiar. Los recipientes de vidrio, los microscopios y las pipetas eran similares a los que se usaban en los laboratorios terrestres.
En un rincón, lo que parecía una mesa de disección hacía estremecer. Casi podía imaginarse sobre ella un cuerpo inerte. La forma de la mesa era humanoide, con detalles que la diferenciaban de nuestra especie. Durante las investigaciones, los científicos habían encontrado imágenes de unos seres de piel grisácea, ojos grandes y negros, y una estructura ósea más delgada y delicada que la humana. Pero aún no había certeza sobre si ese era el aspecto de los Dzighan o de alguna otra raza.
El pensar solamente en extraterrestres recorriendo las escaleras, los pasillos y las habitaciones, daba un escalofrío que recorría el cuerpo. En este laboratorio, los humanos podían comprender que toda la torre y lo que contenía era el trabajo de seres inteligentes, tan diferentes a los humanos pero que, de algún modo, compartían la fascinación por la ciencia y el descubrimiento.
Al entender el trabajo de los Dzighan en el planeta TIO-733b, y en la búsqueda que les había llevado a entender el proceso de creación de vida inteligente, un sentimiento de asombro y temor se apoderó de los expedicionarios. Estaban en un lugar que no pertenecía a la realidad humana, un lugar donde se habían realizado experimentos y descubrimientos que desafiaban toda comprensión de la realidad. ¿Quiénes eran en realidad estos seres que habían habitado el castillo? ¿Qué secretos guardaban estas paredes? ¿Qué experimentos habían realizado en este laboratorio?
Una parte de la historia Dzighan había sido descubierta por la expedición Roberts-Sbovoda en una de las lunas del planeta Faroud-C2044, en la galaxia del Can Mayor. Ahora en TIO-733b, cerca del centro de la Galaxia, otros pedazos del inmenso rompecabezas estaban descubriéndose.
Ivanova había gestionado la creación de un canal de comunicación directa con los arqueólogos que apenas un año antes habían encontrado evidencia de la existencia de la civilización Dzighan.
Las preguntas se apilaban en la mente de todos los científicos involucrados en la investigación. Ivanova bullía en preguntas sin respuestas, mientras se adentraba en el laboratorio acompañada de Ralph. Brenda observaba con una mezcla de fascinación, miedo y respeto las luces de los instrumentos y la compleja maraña de dispositivos que regaban la estancia. Era un lugar que despertaba curiosidad científica, pero también recordaba la inmensidad del universo, la existencia de otros mundos y sobre todo, de otras formas de vida.
Nadie que hubiera pasado por la Torre saldría sin la sensación de haber vivido una experiencia única e irrepetible. El laboratorio extraterrestre dejaría en todos una huella imborrable en la memoria, un recordatorio de que el universo estaba lleno de misterios. Y que la humanidad tenía aún mucho por descubrir.
Olga Petrova estaba trabajando sola en el improvisado laboratorio. Brenda Ivanova llegó cerca de ella y pensó detenidamente si debía reprenderla por no tener un compañero que le brindara seguridad. El episodio de los mosquitos, que casi le había costado la vida a Ralph, había tocado profundamente el instinto de supervivencia de la teniente rusa. Decidió que lo dejaría pasar, pero al mismo tiempo dio instrucciones a su compañero para que alguien viniera de inmediato y acompañara a la científica.
Un aroma acogedor a café rodeaba a Petrova. Los saludos se cruzaron mientras un pequeño y suave eco reproducía las palabras que pronunciaban. Olga les recibió con una sonrisa y, mientras Brenda y Ralph se acomodaban sentándose cerca de la especialista en geología, les sirvió un par de tazas del humeante líquido.
-«¿Qué pasará si algún día aprendemos el procedimiento Dzighan para traer de vuelta a los muertos?»- Brenda traía a la conversación un tema que estaba en los pensamientos de todos los miembros de la expedición.
Olga respondió sonriendo. -«La ciencia ha avanzado mucho en los últimos años, Brenda. Pero no tenemos idea a ciencia cierta si esa información está en esta… estación de estudio, si eso es lo que es esta construcción alien. Tampoco sabemos si podremos entenderla en caso de que esté aquí efectivamente.»- Petrova hizo un gesto de desconcierto con los hombros.
-«Pero no solo se trata de tecnología. ¿Imaginas las implicaciones éticas y sociales que tendría un evento así?»- Ivanova se veía preocupada. Generó la pregunta sin buscar una respuesta ni de Olga ni de Ralph, que le acompañaba.
Por su parte, Ralph opinó. -«Sería un cambio radical en la forma en que vivimos nuestras vidas. Imaginen poder despedirnos de nuestros seres queridos con la esperanza de volver a verlos algún día.»-
-«Pero también podría generar un desequilibrio enorme, Ralph. ¿Qué pasaría con la superpoblación? ¿Cómo se reintegrarían estas personas a la sociedad?»- Olga estaba igual de conmovida por los acontecimientos que sus compañeros.
-«Son desafíos válidos, Olga. Sin duda, habría que establecer normas y protocolos claros para evitar el caos.»- El espíritu militar de Ivanova le guiaba por el modo adecuado de mantener el orden.
-«Y no olvidemos el impacto psicológico. ¿Cómo reaccionaría la gente ante la posibilidad de volver a la vida después de la muerte? ¿Podrían adaptarse a una nueva realidad?»- Petrova movió la cabeza en un gesto de duda.
-«Son interrogantes que solo podemos imaginar por ahora. Pero la ciencia no se detiene, y si bien solo soy un piloto, creo que si los Dzighan llegaron a encontrar la respuesta, los humanos llegaremos también en algún momento. El avance de la ciencia es inevitable.»- Ralph, al igual que Brenda Ivanova había tenido una formación militar.
-«Tienes razón, Ralph.»- Olga respondió con una sonrisa triste. -«La resurrección puede ser una utopía o una distopía, dependiendo de cómo la manejemos.»-
-«Lo importante es mantener un diálogo abierto y honesto sobre estos temas, tanto entre científicos como con la sociedad en general. Pero me asusta pensar que quizá la humanidad no esté preparada para esto.»- Ralph trataba de explicar sus miedos más internos. -«No es lo mismo llegar a un conocimiento por uno mismo, mediante la evolución natural de la especie humana, que encontrar un atajo. Porque esto es un atajo ¿no lo creen?»-
En definitiva era una cuestión de nivel ético. Lo que Ralph expresaba y, de alguna manera todos sentían, era que si la humanidad llegaba al dominio de la muerte por sus propios medios, previamente habría existido un camino de preparación ética o moral. Y que dominar el umbral de la muerte sería la consecuencia de esa evolución humana.
El problema era que los Dzighan habían llegado con un enorme poder disruptivo, alterando esa posible evolución y quizás entregándole a la humanidad una ciencia para la cual aún no estaban preparados. El control de la muerte era un enorme poder para cualquier miembro de la humanidad actual.
Por un par de minutos, los tres miembros se quedaron en silencio, disfrutando de sus cafés y observando las luces de los instrumentos del laboratorio. Reflexionaban sobre la dualidad de la existencia que los alienígenas habían documentado en sus computadoras.
Ralph preguntó. -«Olga, como científica has pensado alguna vez en la posibilidad que la muerte en nuestra realidad, sea el nacimiento en otra realidad alternativa? ¿Y que nuestro nacimiento aquí sea la muerte en otro plano existencial?»-
-«Es una idea intrigante, Ralph.»- Olga se tomó un momento antes de continuar. -«La física cuántica nos ha mostrado que la realidad no es tan simple como parece. Existen mundos paralelos, dimensiones extra… ¿Quién sabe si la muerte no es simplemente un portal a otra vida?»-
Brenda intervino. -«Sería como un ciclo infinito, una danza entre dos realidades. Morimos aquí para nacer allá, y viceversa.»-
-«Y cada vida sería una nueva oportunidad para aprender, crecer y evolucionar. Una especie de reencarnación cósmica.»- Olga pareció despertar con una oleada de optimismo.
Brenda reflexionó para sí misma. -«Pero también significa que el dolor y el sufrimiento no tendrían un final. La muerte seguiría siendo parte de la experiencia, aunque en una realidad diferente.»-
-«Es cierto. Pero también significa que el amor y la alegría seguirían existiendo. Y que el recuerdo de nuestras experiencias en ambas realidades nos acompañaría para siempre.»- Ralph intentaba ver el lado positivo.
-«Es una idea hermosa, Ralph»- Brenda parecía preocupada. -«Pero me pregunto. Si lo que dicen los Dzighan es cierto. ¿Por qué no podemos recordar esa otra existencia actualmente? ¿Qué nos hace pensar que pueda ser maravilloso?»-
Olga les explicó a sus compañeros. -«En realidad lo que nos indican los archivos de las computadoras Dzighan, es algo que ya fue estudiado en el pasado humano.»-
Petrova, que era una aficionada a la historia humana, les explicó a sus compañeros que en el pasado remoto, la humanidad había especulado con la existencia de dos planos existenciales. Los científicos y entusiastas partidarios de una realidad dual habían creado una rama de la ciencia llamada Transcomunicación Instrumental o TCI.
Esta ciencia se había conocido en el pasado también con el nombre de psicofonía, y consistía en establecer contacto mediante instrumentos con espíritus. La idea central de esta disciplina fue la de establecer comunicación con entidades del más allá utilizando medios electrónicos.
Los practicantes de la TCI creían que era posible establecer contacto con seres fallecidos a través de dispositivos como grabadoras, radios, televisores, computadoras e incluso instrumentos musicales. Las técnicas de estos primitivos investigadores variaban, pero generalmente implicaba grabar audio o video mientras trataban de establecer contacto espiritual.
Realizaban diferentes acciones, como preguntar en voz alta a los espíritus presentes, tocar música y observar si había alguna interacción o respuesta. A veces reproducían ruido blanco y esperaban que surgieran voces o sonidos.
Los mensajes que estos incipientes investigadores recibían a través de la TCI podían ser verbales o no verbales. Los mensajes verbales eran palabras sueltas, frases completas o incluso conversaciones completas. Los mensajes no verbales solían incluir sonidos, luces, movimientos de objetos o incluso sensaciones físicas.
En sus controversiales inicios la TCI no era considerada una ciencia por la comunidad científica tradicional. La falta de evidencia empírica sólida y la posibilidad de errores de interpretación o autoengaño hacían de la TCI una práctica que era mirada con escepticismo por muchos científicos.
Los defensores de la TCI presentaban como evidencia grabaciones y videos que decían haber capturado mediante mensajes de espíritus. Sin embargo, esas grabaciones y videos a menudo eran de mala calidad y podían ser interpretados de diversas maneras. Al no existir método científico riguroso establecido para verificar la autenticidad de estas comunicaciones, no eran vistos como evidencia objetiva.
Pero ahora la situación había cambiado. A través de los descubrimientos del laboratorio alien, la humanidad ya estaba en condiciones de generar vida. Pero aún quedaba la gran incógnita de saber si efectivamente podrían revivir a los muertos.
Capítulo 7: La Diosa-Reina Anat
La constante brisa proveniente de las escaleras en caracol de la Torre silbaba atravesando los pasillos del antiguo edificio. Brenda y Ralph exploraban uno de los pasillos que se dirigían al noroeste. Oscuro, de aspecto envejecido y lúgubre, no habían podido habilitar la luz auxiliar, por lo que la atmósfera parecía susurrar historias de un pasado glorioso y de un presente decadente. Los exploradores se adentraban guiados por la tenue luz de sus linternas.
El otrora edificio alien, ahora era un laberinto de sombras y ecos, sus paredes descascarilladas y sus muebles polvorientos contaban historias mudas de tiempos mejores. Brenda llevaba su libreta de notas en mano, registrando cada detalle, mientras el piloto Ralph Brown, con un hacha afilada, abría el camino forzando algunas puertas cerradas y enmohecidas por el transcurso de las centenas de años que el edificio había permanecido sin mantenimiento alguno.
En el recoveco olvidado de alguna de las decenas de habitaciones del pasillo, tras un armario, encontraron una puerta estrecha que daba a una extraña habitación. En el centro de una estancia circular, sobre un pedestal, reposaba un extraño estuche de metal que a primera vista tenía un aspecto envejecido y oxidado. Su superficie estaba cubierta de símbolos arcanos.
Operando con cuidado, Brenda intentó abrir con cuidado el estuche mientras Ralph documentaba el procedimiento grabando la escena. Al hacerlo, la teniente rusa encontró lo que parecía ser un casco de color negro, con viseras opacas y algunos cables que tenían un aspecto desgastado y terminaban en dos conectores metálicos octogonales. La curiosidad de Ivanova se encendió como una llama. Ralph, por su parte, sacudió la cabeza con asombro e inquietud.
-«¿Qué crees que es esto?»- Preguntó Brenda, con la voz llena de fascinación.
-«No lo sé»- Respondió el piloto, con cautela. -«No paro de asombrarme con todos los descubrimientos.»-
-«Así es. Es una sensación extraña y de fascinación.»- Opinó Ivanova concentrada en la inspección del casco.
Con manos temblorosas, la teniente descubrió debajo de la platea principal del pedestal, una compuerta que contenía otro estuche parecido, conteniendo otro casco de color blanco y que mostraba los mismos cables e interfaces de conexión.
-«¿Qué hacemos?»- Susurró Brenda, mirando alrededor con incertidumbre.
Ralph, a pesar de sus dudas, no podía resistir el misterio.
-«Hay que probarlo»- Dijo decidido el piloto.
La pareja de exploradores trataba de encontrar algún dispositivo o conector que permitiera ajustar las interfaces, pero no pudieron ver nada parecido dentro de la estancia en la que se encontraban. Al mismo tiempo, con un gesto firme, Ralph se colocó el casco de color blanco mientras Brenda le seguía los pasos. Ambos comprobaron que les quedaban bien con algunas pequeñas imperfecciones.
Inspeccionaron detalladamente la habitación y rápidamente descartaron la existencia de más cascos u otros gadgets electrónicos que estuvieran en ese laboratorio o lo que fuera. Decidieron retornar a la base para compartir su descubrimiento con el resto de los compañeros.
Mientras descendían, Ralph y Brenda estaban examinando los cascos y sus conectores octogonales.
Ralph señaló uno de los cascos, mientras decía:
-«Vaya, Brenda, estos conectores octogonales me recuerdan a los contactos en la heladera del laboratorio, la de las luces parpadeantes»-
-«¿En serio? No los recuerdo ¿Qué tienen de especial?»- Respondió Brenda intrigada.
-«No recuerdo exactamente, pero me dan la sensación extraña que pueden conectarse a la heladera.»- Ralph se encogió de hombros.
-«¡Ralph, siempre tan científico! Jaja. Seguro que solo son conectores comunes y corrientes.»- Brenda rio de buena gana ante el gesto de su novio.
-«No lo creo. Mira, tienen una forma muy peculiar, como si estuvieran diseñados para algo más que solo conectar cables.»-
Ralph insistió. -«Dos polos para energía está bien, pero ocho cables separados indican que al menos seis cables llevan datos. Es una interfaz compleja.»-
Brenda respondió cediendo -«Bueno, tal vez tengas razón. ¿Qué te parece si bajamos al laboratorio y los examinamos más de cerca?»-
Ralph respondió emocionado. -«¡Excelente idea, jefa! Quiero saber qué demonios hacen estos conectores.»-
Parecía un chico.
Cuando llegaron al laboratorio con la estructura de vidrio que identificaban como «la heladera«, la observaron detenidamente.
Ralph, señalando los conectores dijo -«Mira, Brenda, aquí están los conectores. Son exactamente como los de los cascos.»-
-«Sí, tienes razón cariño. ¿Qué crees que hacen? Parecen de realidad virtual…«- Dijo Brenda asintiendo
Ralph respondió -«No estoy seguro, pero quiero averiguarlo. ¿Qué tal si conectamos los cascos a los conectores y vemos qué pasa?»-
Brenda dudó -«No sé, Ralph. Me da un poco de miedo. ¿Y si pasa algo malo? Quizá deberíamos estudiarlo detenidamente»-
Ralph dijo -«Conectemos las interfaces, sin calzarnos los cascos y vemos que sucede. Eso no debería hacernos daño, ¿verdad?»-
Brenda respondió suspirando -«Está bien, supongo que no debería pasar nada»-
La pareja unió los cascos a los conectores octogonales de «la heladera«.
Los cascos se iluminaron y emitieron un sonido extraño, parecido a un beep. Ralph y Brenda se miraron con sorpresa. Las luces dentro de la vitrina de vidrio se alborotaron levemente ante la reacción del caso. Por un instante interrumpieron el movimiento circular, pero continuaron normalmente su periplo dentro de la cabina de cristal.
Ralph impresionado dijo -«¡Wow! ¿Qué pasó?»-
Brenda respondió pensativa -«Parece que establecieron contacto»- Tomó delicadamente el casco negro y lentamente se lo fue acercando a la cabeza -«Espera un momento. Quiero ver qué pasa.»-
Al terminar de calzarlo, Brenda se sintió transportada a otro lugar. Sin perder la conciencia ni alterarse su visión, sintió que era llevada en sus pensamientos a un mundo extraño y desconocido, lleno de luces y colores.
Brenda exclamó -«No lo sé, pero creo que estoy visualizando otro mundo.»- Emocionada, continuó -«¡Esto es increíble! ¡Nunca pensé que algo así fuera posible!»-
Después de unos minutos Brenda comprobó que podía quitarse el casco sin ningún problema evidente. Se sintió lo suficientemente confiada como para decirle a Ralph que se calzara el casco blanco. Al hacerlo, en un instante, una luz cegadora los envolvió. Sus mentes se llenaron de imágenes caóticas, con símbolos y códigos que no podían comprender. El mundo a su alrededor se desvaneció, y se encontraron flotando en un vacío infinito.
De pronto, una idea resonó en sus mentes, de manera profunda y poderosa.
–«Hemos encontrado un portal. Y parece unir dos mundos.»- Brenda estaba conmovida.
Era difícil de explicar. No había una voz, tampoco comunicación. Solamente una idea que les llegaba tanto a Ivanova como a Ralph ¿De qué se trataba esto? La idea de un portal de comunicación les había invadido los pensamientos ¿Qué clase de portal? ¿Qué significaba unir dos mundos?
En ese momento, las luces que les rodeaban se intensificaron aún más y una sensación de vértigo los invadió.
Cuando la luz se disipó regularmente, se encontraron de nuevo en el laboratorio, pero algo había cambiado. El aire vibraba con una energía desconocida y la atención de sus cerebros se estaba concentrando en ideas y pensamientos, quitando el foco de la realidad que veían sus ojos, que seguían percibiendo imágenes. Definitivamente no estaban ciegos, porque seguían viendo el laboratorio, pero el centro de su atención estaba en una bruma luminosa que les rodeaba y las luces de colores que giraban alrededor de ellos.
Era las mismas luces de colores que estaban dentro de la vitrina de «la heladera«, pero de algún modo se proyectaban alrededor de la pareja, girando y envolviéndoles mientras se comunicaban a través de ideas y pensamientos, sin palabras.
Les llegaron imágenes de un templo antiguo, lleno de símbolos de guerra y violencia. Parecía ser un templo en la vieja Tierra. Ralph y Brenda estaban de pie, pero las imágenes que sus cerebros recibían correspondían a una salón real dentro del templo. Frente a ellos, apareció una mujer imponente y poderosa, de una belleza que inspiraba admiración, respeto y temor.
De largos y exquisitos cabellos negros, tenía un cuerpo fuerte y fibroso. Ralph y Brenda presintieron que era una guerrera. Que su fortaleza había sido forjada en agotadoras batallas y largos entrenamientos. Su piel estaba bronceada por el sol y curtida por los elementos.
Los ojos de la mujer-diosa brillaban con intensidad feroz. Su cabello estaba adornado con trenzas y joyas. Todo ese aspecto era percibido por la pareja de astronautas pero en realidad provenía de una esfera de luz dorada con rayos blanquecinos que se había detenido ante ellos. La corona de luz latía contrayéndose y expandiéndose alternativamente, en un ritmo magnético de pulsaciones suaves. La esfera estaba viva. Al igual que las otras.
De alguna manera que no podían determinar, la presencia de la pareja humana había sido percibida por la esfera de luz y las imágenes de una voz profunda y resonante, proveniente de la mujer que veían como un cuerpo de luz, les transmitía algunos mensajes que podían interpretarse como una bienvenida.
La reina – diosa se presentó a sí misma como Anat, hermana y amante de Baal. Brenda no sabía cómo debía comunicarse con la esfera de luz. Intentó pensar en la idea de preguntar. Dubitativamente, Brenda pensó en la idea:
-«¿Qué quieres de nosotros, Anat?»-
La pulsación de la esfera se hizo más evidente. Pareció incrementar su tamaño al responder al contacto de la humana. Una idea de inocente burla o ironía apareció en las mentes de Ralph y Brenda, preguntando:
-«¿Qué quiero yo? Yo no quiero nada. ¿Qué buscan en este lugar, mortales? Este no es un espacio previsto para seres vivos…»-
La idea proveniente de la mente de Anat inundó sus pensamientos por unos instantes. El resto de las cientos de luces que les rodeaban parecieron detenerse por unos momentos cuando se percataron de la presencia humana.
De algún modo extraño, les hicieron entender que los estaban percibiendo y que de alguna manera, su presencia era perturbadora. Algún tipo de armonía ancestral reinaba entre todas las luces que les recibían y ellos la estaban perturbando. No necesariamente de un modo dañino, pero definitivamente su naturaleza diferente, rompía la quietud y el flujo de energía que se podía percibir en esa realidad.
-«Estamos explorando. No fue nuestra intención perturbarlos. Dices ser Anat ¿Eres Anat la diosa, la hermana de Baal?»- Peguntó un Ralph ligeramente avergonzado por quebrar la armonía del plano que habían invadido inadvertidamente.
Un torrente de ideas, pensamientos y sentimientos llegó a la pareja a través de los cascos. Los pensamientos de la diosa parecieron llegar en oleadas que invadían sus neuronas mientras recibían sentimientos, emociones y una ligera nostalgia por añoranzas.
Imágenes de Baal y su hermana, juntos en un vínculo inseparable les llegó para mostrarles unión desde la niñez. Como una película vieron el crecimiento de los hermanos que jugaron y lucharon inseparablemente juntos. La idea de un Baal protector, confidente, y amigo envolvía a Anat, que se arrebujaba en sus brazos con amor infinito, puro y auténtico.
La relación entre Baal y Anat creció en amistad, complicidad, respeto y amor. Con el transcurrir del tiempo, el amor se transformó en algo prohibido. Un deseo que devoraba las entrañas y que desafiaba las leyes de los dioses. Anat mostró como la reacción de los dioses ante su amor por Baal fue recibida con ira y rechazo. Los dioses les prohibieron estar juntos mientras les amenazaban con terribles castigos.
Pero el amor que hermano y hermana sentían fue más fuerte que la ira de los dioses. Quisieron castigarlos y destruir esa unión, pero Anat y Baal desataron una guerra mientras consumaban sus sentimientos.
Lucharon con valentía mientras defendían su amor contra todo y contra todos, pero fueron derrotados. Anat mostró la muerte de Baal, llena de dolor y sufrimiento. Su estadía en el mundo se volvió dolorosa. Vagó sola y desconsolada, llevando el peso del dolor y su pérdida.
La última imagen que recibieron era de una Anat que yacía en la eternidad junto a su amado Baal.
Según pudieron entender, la realidad que estaban viendo a través de los dispositivos – cascos, era un plano intermedio y eterno entre dos realidades finitas y mortales de la existencia corpórea.
Ese era el gran misterio que habían descubierto los Dzighan.
Anat, Baal y las luces que les rodeaban eran parte de la realidad interdimensional y eterna de la existencia, poblada por el Kah de los seres vivos. La tecnología de los extraterrestres había permitido crear un sistema de comunicación con ese plano.
Los circunstanciales e imprevistos viajeros sintieron alejarse los pensamientos de la hermosa Anat. La diosa les dejaba para vagar en la interdimensionalidad entrelazándose con Baal en una danza de gozo, plenitud y amor infinitos.
Al quitarse los casos, Brenda y Ralph sintieron sus cuerpos agotados, como si el encuentro con las entidades les hubiera consumido las últimas fuerzas.
Capítulo 8: Transdimensionalidad
Brenda caminaba lentamente junto a Nidia Lagerfield, la científico jefe, muy temprano de mañana.
Diferentes miembros del equipo, después de experimentar con los cascos de comunicación transdimensional, tal como habían acordado llamarles, habían quedado profunda e inexorablemente abrumados.
Encontrar entidades vivas que recordaban sus ciclos de vida en la realidad que habitaban, no sólo generaba expectativas respecto a la eternidad del alma humana. Eso era el menor de sus problemas. Entender que la existencia de los seres vivos era una existencia dual, que el nacimiento y la muerte sólo eran puntos de contacto para cambiar de un plano existencial al otro, definitivamente reescribiría muchos conceptos filosóficos, religiosos y políticos.
Entre esos dos planos de existencia, que el equipo llamaba realidad y no-realidad a falta de una mejor denominación, existía una realidad interdimensional, con la que podían comunicarse a través de los cascos transdimensionales. La mal llamada «heladera», no era otra cosa que un sofisticadísimo sistema de comunicación que permitía, a quien lo usara adecuadamente, comunicarse con los entes o almas que habitaban el espacio entre las dos dimensiones de la existencia.
¿Los Dzighan cómo habían descubierto los circuitos adecuados para permitir esa comunicación increíble? Era un misterio que nadie había descubierto ciencia cierta. Y quizá nunca podrían resolverlo. El pueblo extraterrestre, así como sus enemigos los Sarkos se habían extinguido cientos de miles de años atrás. Habían dejado rastros de su existencia en Faroud 2044 y, tal como habían podido comprobar, también en TOI-733B.
Sólidas evidencias indicaban que la civilización Dzighan había creado a la raza humana tras varios intentos de experimentación genética. Y que la última «siembra» de prototipos humanos terrestres se había producido en la Tierra, precisamente en Medio Oriente. Y esos humanos habían producido el surgimiento de la ciudad-estado de Ugarit en la costa mediterránea de Siria, en la región oriental de Levante, cerca de Latakia.
Brenda y Nidia caminaban juntas intercambiando opiniones sobre estos descubrimientos, que el Gobierno Federal Unificado mantenía en estricto secreto. Era necesario meditar cuidadosamente la forma en la que se revelaría el origen de los humanos pero, sobre todo, las implicancias de entender la realidad del universo y la existencia como una faceta de vida basada en carbono, pero una existencia que creían eterna basada en una nueva forma de energía desconocida por los seres humanos.
Nidia le preguntó a Brenda -«¿Has tenido tiempo de leer los últimos informes de resultados? Son… increíbles.»-
Brenda respondió mientras caminaban por un pasillo -«Sí, los he estado revisando. Son realmente fascinantes. La evidencia es irrefutable. La civilización Dzighan creó a los humanos a través de experimentos genéticos.»-
-«Y lo que es más importante, la última «siembra» de prototipos humanos se produjo en Ugarit, en la Tierra. Esto significa que nuestra civilización tiene raíces mucho más antiguas de lo que se pensaba.»- Nidia gesticulaba emocionada.
-«Sí, y las implicancias para la humanidad serán enormes. Si somos una creación artificial, ¿qué significa eso para nuestra identidad, nuestro propósito en el universo?»- La teniente Brenda Ivanova se notaba algo preocupada al respecto.
Nidia opinó -«Es una pregunta que nos atormentará durante mucho tiempo. Pero también hay que tener en cuenta los aspectos positivos. Este descubrimiento podría abrir nuevas puertas a la comprensión de la vida, la conciencia y el universo.»-
-«Exacto. Podría generar avances científicos y filosóficos sin precedentes. Pero ¿Quién está a la altura para decidir cómo y cuándo revelar esta información a la humanidad? Esta es una expedición militar, no científica. El Gobierno seguramente tomará el control.»-
Nidia reflexionó -«Es una decisión delicada. Nadie puede simplemente lanzar esta bomba al público sin estar preparados por las repercusiones.»-
Brenda asintió -«Eso me temo. Necesitamos un plan, una forma de comunicar este descubrimiento de una manera que sea responsable y sensata.»-
-«Tal vez podríamos comenzar por informar a un pequeño grupo de expertos, personas que puedan ayudarnos a comprender mejor las implicaciones de este hallazgo.»- Nidia tenía la esperanza que los políticos no especularan con estos conocimientos.
Brenda opinó -«Es una buena idea. Crear un grupo de trabajo multidisciplinario para desarrollar una estrategia de comunicación pública.»-
-«Las autoridades deberían ser honestas y transparentes con el público. No se debe ocultar la verdad, por difícil que sea de aceptar.»- Nidia parecía convencida acera de la opinión científica para revelar estas investigaciones.
Algunos miembros del equipo, habían podido usar los cascos para «conectar» en la transdimensionalidad con seres queridos o personas en particular. Investigaban acerca de la vida, la muerte y el plano interdimensional.
Todas las revelaciones que recibían, encontraban similitudes con las conclusiones de un ignoto investigador que había vivido en el siglo XX, antes de la expansión humana a las estrellas.
El nombre del Dr. Michael Newton, un psiquiatra e hipnoterapeuta estadounidense que exploró las experiencias de regresión a vidas pasadas, emergió a través de varias conversaciones que los miembros de la expedición mantuvieron con las entidades del laboratorio, que llamaban cariñosamente «heladera».
En sus libros, Newton describió cómo, a través de la hipnosis, cientos de personas pudieron acceder a un estado de conciencia profunda donde recordaron sus vidas pasadas y, más importante aún, el período entre esas vidas, lo que él llamó el «mundo de los espíritus».
Según Newton, el mundo de los espíritus era un lugar de paz y luz donde las almas residían después de la muerte física. Allí, las almas no tenían cuerpos físicos y existían en una forma de energía pura. Durante este tiempo, las almas revisaban sus vidas pasadas, aprendían de sus experiencias y planificaban sus próximas reencarnaciones.
Las teorías de Michael Newton encajaban muy bien con las comprobaciones que los científicos de la expedición habían podido constatar.
Al parecer, lo que los hombres identificaban como “alma” era eterna e individual. Y no moría con el cuerpo físico, sino que continuaba existiendo en la realidad interdimensional, a la espera de su reencarnación en alguna de las dos realidades disponibles: nuestro universo y lo que los científicos comenzaron a llamar como la no-realidad.
La forma de energía que los hombres identificaban como alma, después de un período variable, reencarnaban en un nuevo cuerpo físico en alguna de las dos realidades disponibles para continuar su aprendizaje y evolución.
La doctrina de la vida entre vidas de Newton no llegó a ser una creencia religiosa, sino que fue una teoría basada en las experiencias del psiquiatra con la hipnosis. Nunca hubo evidencia científica que respaldara sus afirmaciones, pero sus ideas fueron resonando a lo largo de los siglos con muchas personas que buscaban comprender la naturaleza de la muerte, la conciencia y la existencia.
Cuando alguno de los científicos iniciaba una comunicación con los seres de la transdimensionalidad, algunas entidades acudían a ellos de forma voluntaria para iniciar el contacto e intercambiar ideas. Pero ocasionalmente, se producían contactos afines cuando, por motivos desconocidos, el visitante se llevaba muy bien con algún ser del espacio «entre vidas».
Brenda solía contactar con una entidad que ella interpretaba como un anciano, algo así como un profesor o bibliotecario de mediana edad que en su última existencia había quedado ciego desde muy temprano. En una de sus conversaciones o contactos Brenda le comentó inquieta:
-«Vi a una niña»-
El anciano respondió -«Es común que veas personas con diferentes edades. Han quedado «impregnadas» de su última existencia. Las verás en la forma asumida en la última realidad que vivieron.»
Brenda siguió indagando -«Y en la playa hace dos días. Vi una mascota.»-
-«Oh»- Dijo el anciano. -«Pensé que sabías que en este plano habitamos todos los seres capaces de experimentar sentimientos. Hay formas de vida que ni siquiera puedes imaginar.»-
-«¿Hay otros seres en mi universo?»- Preguntó Brenda, bastante conmovida.
-«No imaginaste que ustedes serían los únicos, ¿verdad? Los universos son infinitamente grandes. La distancia y millones de años separan a las civilizaciones.»-
Brenda siempre había creído que en algún momento la humanidad contactaría con alguna civilización extraterrestre. Preguntó:
-«¿Realmente nunca contactaremos con otros seres?» – Dijo mientras hacía una mueca de frustración.
El anciano se limitó a sonreír, o transmitió la idea de sonreír una leve y amarga mueca en los labios. -«Tu gente ha vivido algo en extremo inusual. Encontrar los restos de una civilización antigua no es nada común para los exploradores.»- Hizo una pausa mientras meditaba -«Pero también ustedes son algo especial. Soles enteros tragan millones de civilizaciones que no pudieron expandirse a las estrellas. Ustedes ya son independientes del destino del Sol»-
-«Sí»- Pensó Brenda -«Lo tenemos tan naturalizado, que no somos conscientes de eso«-
Ella pensó en preguntar con una rápida iluminación: -«¿Quién hizo todo esto? Me refiero a este orden. ¿Hay un dios?»-
El anciano pareció desoír la pregunta, pero al cabo de unos instantes, respondió:
-«Nadie lo sabe.»- Pareció dudar si era o no conveniente hablar del tema -«Si alguien busca ese tipo de respuestas… no parece haber llegado a ellas. La realidad y el universo…»- El anciano hizo un gesto como abarcando la realidad total -«parecen haber estado allí desde siempre. He llegado tantas veces a este plano…. he vivido miles de existencias en las dos realidades que ya he perdido la noción de cuántas vidas he vivido. Y nunca encontré nadie que tuviera esas respuestas.»- El viejo profesor envió pensamientos que a Brenda le dejaban un sentimiento de nostalgia. Continuó:
-«La realidad es diferente desde lo que tú llamas transdimensionalidad»-
Y luego, con enérgica convicción, le confesó -«Es por eso que perdemos la memoria en cada encarnación. Para no perder la cabeza.»-
Brenda no sabía si seguir indagando. El anciano parecía cooperar. Preguntó tímidamente -«¿Hay un límite en las encarnaciones?»-
-«No, no lo hay. Simplemente en algún momento eliges no volver a los planos existenciales»- Una oleada de bienestar llegó al cerebro de Ivanova. -«En algún momento existir materialmente no te aportará nada más.»-
Las enciclopedias y los libros Dzighan que la expedición había encontrado se contaban por miles.
Nadie sabía a ciencia cierta cuánto tiempo le llevaría a la humanidad interpretar todo lo escrito por los extraterrestres. Seguramente mucho de lo que ya habían visto les estaría prohibido revelar y, en cualquier caso, ella no sabía de qué forma debería ser revelado al resto de los humanos.
No sabía qué tipo de personas habían sido los Dzighan. ¿Cómo sonaba el idioma que habían hablado? Miles de preguntas se agolpaban en su mente. Como había dicho el anciano, algunas civilizaciones terminaban en fuego y muerte. Otras, se expandían sin cesar y languidecían de estrella en estrella hasta desaparecer. Parecía que ese había sido el destino de los vencedores de los Sarkos: los Dzighan.
Brenda, ante la realidad que estaba viviendo la expedición bajo su mando, no podía dejar de sentirse como una frágil niña. Sin embargo, la niña que a veces se refugiaba en los brazos de un gentil Ralph, era un mujer hábil, intrépida y mucho más ágil de lo que nadie podía esperar.
Mientras la teniente Ivanova caminaba lentamente junto a Nidia Lagerfield, encontró un pequeño guijarro que recogió del piso. Dijo pensativamente:
-«¿Cómo cambiarán nuestros mundos cuando revelemos esto a la humanidad?»-
Nidia dudó en responder -“Mucho más vasto de lo que recuerdo que fue antes de saberlo»-
-«¿Crees que revelarlo marcará alguna diferencia?»- Brenda miraba detenidamente el guijarro.
-«Aprendemos. No todos al mismo tiempo. Algunos aprendemos a través del dolor»-
Brenda, sintiéndose una niña nuevamente, arrojó la pequeña piedra por el largo pasillo que recorrían.
Se perdió lentamente en la oscuridad.
FIN
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