Lautaro Miranda habitaba un lugar en algún tiempo pasado.
Él, como la mayoría de los habitantes del planeta, coincidían en que el tiempo nunca se detenía y que las vidas de una persona se sucedían, una tras otra, en un eterno devenir. Lautaro estaba allí porque había existido antes y estaría en el futuro porque existía en ese momento. Lautaro nunca era el mismo, pero siempre estaba.
Esta situación no debería sorprender a nadie. Es un escenario que, incluso desde nuestra perspectiva, hemos evaluado como una posibilidad real dentro de un universo cuya complejidad supera nuestra capacidad de entendimiento.
Pero Lautaro dejaba a su paso, en su día a día, migas de pan marcando su camino. Sí, como Hansel pero con una gran diferencia de objetivo y concepción. Lautaro afirmaba que él había comprobado este comportamiento de la realidad, ya que, descartando que el tiempo se sucedía constantemente, él no recordaba haber encontrado jamás migas de pan de vidas pasadas. No haber encontrado nunca una miga de pan, era la confirmación de que debía seguir dejándolas para asegurar que su vida no se repitiera. Su temor era que en una próxima vida todo se pudiera repetir y para eso entendía que eran las migas, como una marca eterna del camino que no ha de volver a transitarse. Señal que las vidas sucesivas respetan a rajatabla.
Le aterraba la idea de que, si dejaba de trazar su propio rumbo, quedaría atrapado en una eterna repetición, nada le parecía más eterno y desesperante que una misma vida vivida infinitas veces.
Analizando esta situación vemos que cuesta llamar a este planteamiento un tiempo cíclico dado que la persona que vive vidas diferentes nunca será la misma, por lo tanto el concepto de cíclico no se puede identificar en esta sucesión. Hay un cierto ciclo de vidas pero son resididas por personas que nunca serán las mismas por el mismo hecho de que no viven lo mismo, ni el mismo camino ni el mismo caminante. “Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar…”. Para Lautaro, éstas palabras de Machado, sólo se cumplirían si aquel camino era debidamente marcado.
En algunas ocasiones Lautaro, como en una especie de confusión mental, comenzaba a ver algunas migas de pan en su andar, pero para su tranquilidad estos episodios solo duraban unos segundos y terminaban siendo un delicado engaño de su intelecto.
Confirmada la metodología en la que el tiempo se sucedía, la más profunda pregunta existencial era ¿qué pasará el día que se agoten las alternativas de posibles vidas? ¿Qué pasará el día que se llenen los caminos con las migas de pan que hemos dejado? Para Lautaro eso claramente nunca había sucedido y probablemente nunca sucedería, algo trascendental en la naturaleza aseguraba aquello. Pero este cuestionamiento, esta duda, siempre persiguió a Lautaro en aquella vida y, probablemente, en todas las que ha vivido.
Lautaro, y otros que pensaban como él, llegaban a preguntarse a menudo si existiría una vida después de aquel agotamiento de las alternativas. ¿Habrá vida más allá del término de los ciclos de vidas diferentes?
“El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego. El mundo, desgraciadamente, es real; yo, desgraciadamente, soy Borges.”
Jorge Luis Borges
OPINIONES Y COMENTARIOS