¿Cuál es la mejor forma de comerse una tostada?

¿Cuál es la mejor forma de comerse una tostada?

Mike Pisa

17/04/2024

La mejor forma de comerse una tostada es con manteca y azúcar, eso es lo que pensaba mientras apuraba mis últimos sorbos de café y observaba como una radiante mujer, elegantemente vestida, batallaba para abrir esos pequeños potecitos de mantequilla, que servían junto a las tostadas en la cafetería Bariloche de Oviedo, cerca de la estación de tren.

Mi viaje llegaba a su fin y había cumplido con todos los objetivos previstos, conocí un poco más de la ciudad que tanto me había gustado en mi primer viaje, me reencontré con Antía, la mujer que me había quitado el sueño años atrás y visité la tumba de mi abuelo en Sobrado. Seguía sorprendiéndome que un pueblo tan pequeño, no más de tres o cuatro casas, siguiera manteniendo su calidez con el paso del tiempo.

En los últimos cuatro días, había comprobado que al igual que la siempre previsible lluvia asturiana, las vueltas de la vida me volvían a llevar a lugares conocidos y familiares, aunque fuese la primera vez que estuviera en ellos.

Uno puede domar el cause de un rio, cambiar su recorrido, agregar o quitar curvas, pozos y correderas, pero no se puede domar al rio. En una increíble demostración de vida propia, el correr de las aguas siempre encuentra la forma de cumplir con su caprichoso destino, poniendo a prueba nuestra determinación para domar lo indomable, aun sabiendo que es una batalla perdida.

Así entiendo que es mi vida, como un ovillo de lana que al irse desenrollando va mostrando diferentes diámetros, entrelazamientos en sus fibras, texturas y colores, por mas que siga siendo un ovillo de lana.

Me empeño en intentar que la lana de mi ovillo sea siempre igual, mismo color, textura y diámetro, a sabiendas de que es lana cruda recién esquilada de la oveja del mañana, hilada por las expertas manos del porvenir y que llega a mi en el inmutable telar del presente.

Parafraseando a Diego Torres en su famosa canción, me empeño en teñirla con el color esperanza. Me gusta ser optimista y me esfuerzo por ver el lado positivo de todo lo que me rodea, aunque muchas veces suene a un chiste desafortunado en la más oscura de las situaciones, y quizás solo sirva para aliviar un poco la tensión del momento, pero sin duda no suma ningún tipo de alivio o solución a la situación.

Quizás eso tenga algo que ver con mi desbordante imaginación que sumada a este invariable optimismo me lleva, por ejemplo, a idealizar a las personas que me interesan, completando esos espacios que desconozco sobre ellas con fragmentos de mi imaginación, que no hacen mas que adaptarlas a lo que a mí me gustaría que fueran y no a lo que realmente son.

Es así como el fantasma de la decepción siempre está a mi asecho, y no puedo negar que ya me he acostumbrado a vivir con su presencia. Lo cual no creo que sea bueno o sano, pero también soy consciente de que yo mismo soy el que genera el problema al idealizar, y genera la decepción al ver que mi imaginación o esperanza sobre esa persona generalmente se alejan años luz de la realidad o, por lo menos, a lo que esa persona me deja ver.

El entrelazamiento de las fibras de mi ovillo de lana quizás sea la cualidad que menos me esfuerzo en controlar.

Al ser lana cruda de la oveja del mañana, viene mezclada con pequeñas o largas fibras de otros ovillos que me han llevado a conocer personas maravillosas. Tanto en el aspecto laboral como personal. Quizás sea lo que más me gusta de mi ovillo, la variedad de fibras que contiene.

Es realmente sorprendente como el largo de las fibras que se mezclan suele ser el justo, claro que esto es algo que puedo afirmar después de haber dejado correr bastante lana. Como en el caso de Antía, esa atracción mutua que se generó tanto tiempo atrás y que nunca llego a ser nada.

Nos buscábamos como los polos opuestos de un imán, disfrutábamos de ese juego casi adolescente de hablar sobre trivialidades, mientras nuestras miradas fijas mantenían otra conversación, mucho mas profunda, íntima y apasionada. Quizás ambos supimos desde el primer momento que sería un amor prohibido para dos almas solitarias y heridas, que necesitarían mucho mas tiempo para sanar.

Ayer mientras compartíamos un café, en un lugar neutro, como era la costumbre en nuestros encuentros del pasado, nuestras miradas fijas en los ojos del otro volvieron a comunicarse con la misma profundidad de siempre, la misma complicidad íntima de lo que solo los ojos pueden decir y la pasión anhelada de otras épocas, pero con un tinte de certeza de que nuestro tiempo había pasado. Su línea de lana y mi línea de lana hoy están en puntos muy distantes en el telar del presente, aunque invariablemente dos veces al año vuelven a acercarse por unos breves momentos, eso es algo que ambos ansiamos, esperamos y le exigimos al presente que pase en nuestros cumpleaños, no importa dónde o como, pero nuestros mensajes tienen que llegar, es nuestro pacto no escrito que nos demuestra que aun vivimos el uno en el otro a pesar del tiempo y la distancia.

El diámetro o calibre de mi lana varía bastante, he descubierto que está directamente relacionado a mi estado de ánimo. En los momentos que es mas delgada o flaca intento compensarla con mi optimismo y, es cuando empiezo a imaginar situaciones futuras en donde cosas completamente imaginarias serán reales, y suelo cargarlas de detalles e imágenes mentales tan reales que terminan modificando mi estado de ánimo y, como consecuencia, incrementando el calibre de mi lana, logrando que el tejido del pasado sea más sólido y firme, que en definitiva se traduce en algo que me gustaría revivir.

Después de ya unos cuantos kilómetros tejidos, observo la manta de mi pasado y no puedo dejar de sorprenderme de cuantas cosas, pequeñas y grandes, que en su momento solo fueron un producto de algún sueño despierto en esos momentos de lana fina, y al poco tiempo, se transformaron en una realidad que fue tejida por el presente. No siempre es tal cual la supe soñar, puede haber cambios de donde y como, pero la estructura central de las fibras de lana se presenta tal y como supe imaginarlas, lo cual me lleva a pensar, ¿qué tanto realmente podemos controlar a la oveja del mañana?

Ya puestos a filosofar un poco, porque no podríamos decir que nuestros sueños del futuro son el alimento de la oveja del mañana, y ya sea por la intensidad del deseo o el ímpetu por lograrlo, esos sueños se terminan imprimiendo en su lana.

Termino mi café, me levanto y camino hacia la puerta buscando un cigarrillo. Paso junto a la mujer que a salido victoriosa en su batalla contra el potecito de mantequilla, y para mi sorpresa espolvorea la tostada enmantecada con un poco de Nesquik. Quizás la manteca y el azúcar no sean el mejor maridaje para una tostada, tendré que probarla con nesquik.

Cruzo la puerta, enciendo el cigarrillo y voy hacia la estación, para buscar mi andén y en él al tren que me devolverá a casa.

Etiquetas: cuento corto

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