Esta es la corta historia de una vida no tan corta, pero que hubiéramos querido que fuera eterna. Molly se llamaba, una pizpireta amiga que daba todo su cariño a quien la conocía, con sus ojitos llenos de amor y pequeñas travesuras propias de ella, brindaba compañía incondicional, atención y ternura a quien un minuto de su existencia le cedía.
Estuvo con quien considero casi como mi hermano en esta vida, en sus tiempos más duros, cuando su pareja le dejó, estuvo a su lado proporcionándole lo que ella podía que era simplemente compañía.
Molly deja a una casi hermana que era inseparable a ella, la deja como perdida en esta existencia, después de ser por años dos, hoy queda solo una sin la otra, es triste ver que la vida acaba y rompe tan bellas amistades que no solo se complementan, también se convierten en mejores seres sobre esta tierra.
Se acurrucaba pacientemente al lado de mi amigo, cuando él tocaba la guitarra, escuchaba con atención lo que muchos humanos ignoraban.
“Murió por tener un gran corazón” dijo el médico, lo que nos pone a pensar en tantas cosas, aunque ella efectivamente tenía un corazón de tamaño incalculable, lleno de amor para dar, su afección fue precisamente que su corazón era demasiado grande para una perrita tan bella y ya de más de 10 años como era ella.
Quizá te has quedado perplejo, sí, Molly era una Beagle de más de 10 años, como buena señorita no supe su edad exacta nunca, pero si la confusión bien de porque escribo estas líneas por un perro, es porque lamentablemente tú a lo mejor solo eres un humano.
Molly, cuanto hubiera querido compartir mucho más contigo, pero la vida es así y no terminamos de aprender a andar en ella, no terminamos de entender que no debemos dejar nada para después, porque puede ser que ese después nunca llegue. Amigo querido, te entiendo en tu duelo y lo comparto contigo, espero que en realidad exista una eternidad para ver corriendo a la rechoncha Molly saltar ya sin limitaciones en los verdes prados que prometen las escrituras.
En ocasiones parece que Dios este distraído y, que no se fija a quien se lleva, a veces parece que no es justa esta existencia. Pero debemos confiar que nada es antes de lo debido y pocas veces se atrasa el destino.
Hasta siempre Molly, espero que el día de mi propia partida, el médico pueda decir lo mismo de mí, que tenía un “Gran Corazón” …
FIN
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