Imagine a time, no fears, no crime
A better tomorrow
No tears, no sorrow
Imagine a place beyond time, beyond space
Imagine you’ll find a new state of mind
A guiding light through your darkest night
Imagine it’s true, the future is you
The future is beautiful
Welcome to the future
Nova – Welcome to the future
Acto I:
Noches endémicas
Capítulo I
Todas las noches emiten una luz particular más aquella parecía hacerlo aún más.
El nerviosismo y la emoción corrían por los interiores de Julián Les mientras esperaba que le den la señal para dar inicio a su set. Su novel carrera lo había depositado allí, en ese club de música nocturna, favorecido por los contactos y la viveza de su productor, que no se encontraba esa noche con él. Julián se permitió por un breve instante mal decirlo, deseando un mínimo de compañía de un rostro familiar, aunque aquella persona no estuviera emparentado con él en lo absoluto. El pasillo de espera no colaboraba para menguar la ansiedad en su persona. Atino a acomodarse la chaqueta y a peinar su cabello hacia atrás con sus dedos en un intento de calmarse pero lo que más deseaba era salir y consumir el tabaco que había olvidado en su apartamento. Las voces y la murmuración incrementaron. Una muchacha le hizo señas que él casi no percibió. Caminó por el pasillo con los pálpitos aumentados pero para su sorpresa su primera vista de aquel público fue una que le transmitía indiferencia. Cuando estuvo frente al mezclador, inspiró y conectó con el artefacto; pudo relajarse y ponerse a tono con el ritmo que exigía la ocasión.
La música ascendió en la noche junto al ritmo y la armonía del set. Los tonos eléctricos elaboraban una atmósfera industrial y sintética atravesada por una base de pulsos que hacían de marca tonal.
-¡Sash! -una voz artificial se acopló a la creciente melodía. Desde su estación de mezcla Julián podía notar que algunos comenzaban a simpatizar con su música, otros en cambio continuaban en su impavidez. La canción entró en ritmo con mucha cadencia, al igual que Julian, que más relajado comenzó a hacer ademanes mientras corroboraba que la musicalización estuviera en orden con los auriculares. Satisfecho con su inicio procedió a incorporar su segunda canción, la cual se añadió a la base sonora que ya se había instalado en el club.
Esta introdujo más elementos sintéticos pero también unas melodías similares a las que emiten unas luces láser, verdaderos tonos artificiales que teñían al club y a sus asistentes de un clima vanguardista. Una mujer tomó una copa de vino y, después de lanzar un grito eufórico, comenzó a bailar a los pies de la cabina del deejay. Unos jóvenes se sumaron y las luces del club los colorearon con tonos verde y rosa fluor parpadeantes.
Julian, completamente animado, tomó el micrófono:
-¡Bienvenidos a Paradigm Haze! -dijo, y la gente aplaudió al oír el nombre del club. Julian, incapaz de ocultar su emoción mostraba una sonrisa de aprecio a lo que hacía: crear, producir y compartir las canciones con el público. De eso buscaba vivir y hacer vivir a las personas, de conectarlas a ese estado de fascinación y energía solo perceptible a través del lenguaje de la música.
Imbuido en el ritmo del techno agitaba los controles de la consola cada vez que fuera necesario para corregir los tonos del set. Se dispuso a unir una tercera canción. Pretendía que fuera distinta a los demás. Para eso debió atenuar el volumen del tema presente. Al hacerlo, notó que las luces se habían sincronizado con su set. Esta tercera canción iba precedida por una voz lírica femenina que alzaba la voz en un idioma que no terminaba de entenderse pero aun así no dejaba de ser angelical. Luego de hacer su entrada dejo un breve instante de silencio, que no se sintió como tal por haber generado la necesidad de querer seguir oyendo mas provocada en los oyentes.
Julian captó aquella necesidad y quiso insertar el tema, que debía crecer melódicamente hasta alcanzar un ritmo eufórico. Pero al hacerlo, las luces y el funcionamiento de la consola cedieron. El público creyó que aquello respondía a la ambientación pero no fue así. Julian, disgustado, se quitó los auriculares y lanzó un reclamo:
-¡Vamos! ¿¡Qué es lo que sucede!? -pero nadie tras bambalinas respondió a su exigencia. La consola carente de energía estaba inservible y la gente lo notó. Todos comenzaron a impacientarse. El momento de euforia se disipó y la indignación se encarnó en el club. El público, entre gritos y silbidos, se volvió contra Julian. Comenzaron a arrojarle trozos de plásticos y hasta botellas que él apenas alcanzó a esquivar en medio de la oscuridad. Cuando la luz regresó, solo alcanzó a iluminar a su persona, lo que incrementó los agravios de la multitud. Sin saber que hacer, Julian notó que un personal de seguridad vino a por él pero su decepción fue grande cuando, en vez de escoltarlo de manera segura lo tomó de su chaqueta y con mucha violencia lo quitó de la cabina. Entre agarrones y una marcha presurosa, lo sacó por la puerta de atrás evitando a toda la turba. La muchacha, que anteriormente le había dado las indicaciones para comenzar el show, subió a la cabina:
-Y este fué Synth Cellar mis queridos amigos, no se preocupen, tenemos más show para ustedes, solo… no toquen nada -dijo con visible disimulo y una sonrisa con la que quiso poner todo en orden. Luego, bajó de la cabina escabulléndose por el pasillo.
El seguridad, de un fuerte empujón, dejó a Julián en el callejón. El trastabilló y cayó de rodillas en el suelo. Aún podía escuchar el abucheo y el rechazo del público. Ni siquiera pudo incorporarse cuando unos sujetos lo tomaron de nuevo de su chaqueta, y lo pusieron de pie.
-Vamos, que sea rápido -dijo él más que parecía ser el líder del grupo, o al menos eso hacía suponer su voz demandante y su aspecto fornido. Seguidamente, sus dos acompañantes le impusieron una llave que inmovilizó los brazos de Julián. El primer golpe que le dió fue directo a su rostro, suficiente para dejar conmocionado al deejay, más no para dejar satisfecho al matón, que le propinó un segundo golpe que fue a parar en su estómago. Julián se dobló del dolor pero no lo dejaron ni moverse. Los golpes continuaron, ahora en una sucesión de puños y rodillazos que lo dejaron postrado en el suelo.
-Ya no más -dijeron los acompañantes. El golpeador, agitado, escupió al suelo. Tomó de sus bolsillos unas credenciales y las arrojó sobre él.
-Licencia falsificada, siga en ese rumbo y verá lo que pasa -.
La amenaza resonó en la mente de Julián y terminó por quedar inconsciente. En sus intentos por volver en sí, recordaba como la aprobación de la gente pasó a un rechazo generalizado; y, también, su música que para él no dejaba ser aceptable. A esos pensamientos se sumó el momento en el que decidió acudir a la alteración de su licencia artística para poder tocar en Paradigm Haze, club que prometía ser el brillo de los deejay pero fue para él solo una noche infausta. Aquellos golpes querían dejarlo en un inminente estado de inconsciencia eterna a la que él se oponía desde el frío del pavimento.
Luchando por volver en sí, se tomaba la frente queriendo en vano aliviar el dolor de sus heridas. Todo le pareció nublarse, la vista, la audición y la interpretación de las cosas. No sabía si transcurrían minutos u horas desde que estaba allí en el suelo. Bajo el dominio de esa confusión comenzó a sentir un tacto especial que le devolvía la vitalidad y le acompañaba una sensación de calidez. Por un instante, pudo visualizar de qué se trataba, una sombra piadosa que le devolvía a la realidad y a la luz particular con la que inició esa noche. Pero el instante culminó y cayó rendido a sus heridas.
Al despertar, lo asaltó una sensación extraña. Se sentía revitalizado, más de lo que podía esperarse por las circunstancias acontecidas. Se incorporó y pudo notar como la madrugada combinó su azul natural con el concreto gris y el neón de la ciudad.
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