Nacimiento en la cámara de Atchel

Nacimiento en la cámara de Atchel

net_kiroshi

08/03/2024


«Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia.» 

– Arthur C. Clarke.


Nacimiento en la cámara de Atchel

Primera parte

     —Primer ministro —Comenzó la conversación telefónica Noga Avar, con una voz forzosamente estable—, ¿Cómo se encuentra el verdadero gobernante de mi amada nación? Espero que a estas alturas reconozca mi voz.

     —Si es el longevo Sir Avar, un autentico burgués tardío. ¿Cómo esta mi querido compatriota? —Respondió Felipe Choms con un tono calmado y ameno.

     —Bueno… a estas alturas uno debe adaptarse a las condiciones de su cuerpo —Dijo mientras se sentaba con ayuda de su exoesqueleto morfo-adaptable—. Supongo que luego de dos siglos de vida uno debe conciliarse con una realidad que siempre es sabia.

     —Sí… la vejez tardía es el efecto necesario de un alma comprometida con su patria; de lo contrario nos hubiésemos ido mucho antes, durmiendo solo unos centímetros por encima de grandes conquistadores —Complementó Felipe, uno de los representantes más influyentes de la nación, con su emblemático pelo negro, totalmente corrido hacia atrás.

Noga Avar, de una tez clara y facciones arrugadas, se rió con falsedad mientras tamborileaba tres dedos blancos y manchados sobre uno de los apoya brazos.

     —Entonces, hombre bicentenario. Dígame, ¿Qué es aquello que no le deja dormir? Porque solo en una asunto de considerable importancia uno llama a esta línea, que en principio no sé como es que lo consiguió, porque está únicamente asociado a líneas que nosotros mismos filtramos.

     —Si… bien, sabe que para gente como yo es de relativa facilidad acceder a estos números. Contarle la razón por la cual hago esta llamada me parece algo más importante ahora mismo —Respondió desde la espaciosa y rustica sala de estar de su caserón.

     —Me parece lo apropiado. Lo escucho con oídos omniscientes, señor Avar.

     —Felipe, usted mas que nadie debe saber de las familias Darnton, Gibson, Kloop y Lula, conoce del vinculo que presento con ellas en varias cadenas de producción.

     —Lo sé perfectamente.

     —Pero hay algo que usted no sabe, ministro. Usted no tiene conocimiento de un proyecto del que formamos parte. Las cinco familias somos responsables de una investigación anónima de la que, hasta el momento, nadie más que nosotros teníamos conocimiento. Ahora usted lo tiene —Choms, quien escuchaba con atención y con un semblante intrigado, mantenía su postura inmóvil mientras iba anotando en un cuaderno de papel de arroz.

Luego de un breve dialogo acerca de las palabras emitidas por el viejo, el ministro respondió:

     —Una investigación anónima, llevada a cabo por los cinco mayores filántropos del globo —Se dijo para si mismo en voz alta—. No lo entiendo… hombre, ¿por qué me contaría esto a mi?

     —Comprendo su incertidumbre, ministro. Puedo asegurarle que al final esta llamada rendirá un beneficio en gran número mayor que el tiempo que le vaya a consumir. Solo le pido que siga en línea y escuche con atención. Confíe en mi cuando le digo que habrá un beneficio para ambos, y sabe que a usted le encantan los beneficios —Dijo con un tono un poco más provocativo del que frecuentaba en sus comunicaciones con Felipe—. Siquiera puedo estar seguro de un beneficio para mi, pero lo que si puedo asegurarle, Felipe, es que la nación se volverá obscenamente rica si escucha mis palabras con atención y toma decisiones prudentes.

     —Señor Noga… —Reprochaba el ministro con incredulidad, pero exaltadamente intrigado.

     —Usted solo escuche. Es lo único que le pido.

     —Bien… adelante.

Segunda parte

     Oscuridad. Como la de una noche nublada en un campo vacío. El negro azulado ahogaba desde todo vértice a esa región hostil e inhumana, en donde un submarino se hallaba buscando el único destino posible, siguiendo la única ruta propicia.

     Alcanzado este destino, cadenas de luces lineales se comenzaron a hacer visibles en la profundidad del océano como los puntos de aterrizaje de un aeropuerto cosmopolita, bordeando robustas paredes que parecían dar forma a la superficie de una instalación y ofreciendo cierta idea de su estructura y dimensión. Esas luces eran la única certeza de que existía actividad humana, de que en esa cárcel de agua infinita había un punto en el que se rechazaba el orden natural del océano. El submarino siguió las indicaciones de las luces, llevándolo hasta el centro de la instalación, desde cuya superficie se encontraba una compuerta que parecía la boca de un dios de metal. Esta se comenzó a abrir, dando paso a una gran luz incandescente; la profunda presión del agua circundante se dirigió violentamente al vacío que yacía en el interior, empujando a su paso al vehículo de titanio. Una vez este yacía del otro lado de la compuerta y esta última cerrada, un sistema de vacío purgó gran cantidad del agua que había entrado en esa cámara de arribo.

     Anclado el submarino a los brazos mecánicos del puerto, se bajaron en fila veinticuatro personas. Quien llevaba la delantera era el líder de esa numerosa tripulación: el comandante Philip Meyer. Tan fácilmente reconocible era ese hombre, incluso desde la lejanía. Siempre caminaba con una postura erguida, casi militar, con pasos limpios y sin el más mínimo arrastre. Junto a su tripulación se dirigió hacia el sobrepiso que servía de muelle, el cual llevaba a las inmediaciones de la entrada a la instalación, donde el Ideador Atchel los esperaba, monótono y taciturno, como en casi cualquier momento que uno se haya encontrado ante su presencia.

     —Gran Ideador Atchel. Como siempre, tan buen anfitrión usted.

     —Comandante Meyer —Asintió con calma—, me esfuerzo en ello. La soledad oceánica debe ser de alguna forma apaciguada, convertirla en cálido orden.

     —Como Ideador debo decir que es un gran poeta… aunque ser un ideador conlleva también el más alto rango de un artista —Y meditó un rato en esas palabras mientras Atchel abría la última compuerta, la cual los llevaría al interior de la instalación—. Sobre eso, muchacho, sabes que necesitas sorprender a los de arriba, ganarte su admiración y en consecuencia su confianza.

     —Eso no será problema, señor Philip, ya estoy a punto de materializar mi sagrada creación. De hecho, había calculado minuciosamente el momento en el que efectuaría el nacimiento de este artificio, pues ahora mismo el Señor Noga se está comunicando con el primer ministro, lo cual hará que mi gran arte esté fresco para el momento en el que llegue el nuevo personal.

     Toda la tripulación seguía a los dos protagonistas, caminando en fila dentro de un interminable corredor, cuya identidad se definía por paredes de la coloración de un libro viejo. Los pasajeros percibían absortos los minuciosos detalles que iban siendo revelados, siendo los más evidentes unos ventanales blindados y oscuros que se aparecían en una distribución uniforme, o el suave aroma a pino que inundaba la comprimida atmósfera, complementando con inconformismo a la estética cuya consideración por la calidez era primordial; las coordenadas de la instalación lo justificaban.

     —Por mi parte, Atchel, si los años no perjudicaron mi capacidad de cálculo, esta es la última incursión. La instalación ya está casi vacía, a excepción del equipo imprescindible para que el gobierno haga su trabajo aquí. Eso sí, estaremos todo el día, hay carga pesada —Dijo a la par que llegaban casi al final del corredor, en las inmediaciones de una sala cuya puerta tenía una coloración distinta a las demás, bañada en un ocre reflectante.

     —Entonces no hay más que decir, comandante. Mi casa es su casa, al menos por este día.

     —Un día especial —Replicó Meyer con una sonrisa maquiavélica—, hoy la historia se escribe en el tiempo, mi amigo.

     Ambos se tendieron las manos y después la tripulación tomó su propio rumbo.

     Atchel entró a la sala cuyas paredes eran de un mármol dorado, sentándose en un sillón reclinable que yacía en el centro de la sala. Comenzaba a sumirse, potenciado por los altavoces que emanaban sonidos boscosos, en un estado mental que rozaba el trance, a tal introspección cuya comprensión desbordaba la mera vigilia.

     Ya adaptado a ese nuevo estado de percepción, Atchel miró hacia el frente, revelándose una amplia cámara de aislamiento, la cual estaba separada de su compartimento por un vidrio ultra-reforzado.

     —S.I.R.4. —Dijo Atchel, invocando al sistema artificial que le ayudaba en su labor— La idea está completa. Quiero que la analices.

     —Si es así, establezca el vínculo neuronal así puedo leer su idea —Respondió una voz omnipresente.

     Atchel anexó su mente al sistema ideador.

     —Siete trillones tres mil trescientos cincuenta y un caminos inviables, señor Atchel. Sin en cambio, se logran apreciar más de doce estructuras ideales que parecen potenciales a emerger en la materia.

     De repente, una secuencia holográfica invadió cada rincón yacente entre las impenetrables paredes doradas, formando una cadena concéntrica que giraba sobre Atchel. En ella se apreciaban las estructuras que S.I.R.4 había juzgado propicias a existir, con una configuración eficiente y desprovista de errores.

     Atchel se irguió rápidamente —Mi artificio —Dijo con una tono misericordioso—, ya casi existes.

     Y luego de un estudio minucioso de estas potenciales ideas, eligió aquella la cual intuía más perfecta.

     —S.I.R.4, la estructura G7, esa será. Materialízala —Sentenció mientras su semblante se volvía inexpresivo como una montaña desierta—. Establece el vinculo con la central nuclear y configura el nuevo campo electroinfomagnético en la cámara.

     Posterior a esta indicación, Atchel prestó minuciosa atención a regiones precisas de la cámara; sus pupilas se dilataron como las de un puma hambriento al ver a una presa indefensa. Detrás del cristal blindado se comenzaron a vislumbrar difusas corrientes de gases multicromáticos emergiendo desde diversos tubos anclados a la pared. Esas fantasmales y sinuosas líneas se dirigían hacia el centro de la cámara, modelando con lentitud pero con efectiva realización a una simple y aparentemente trivial semilla.

     Ya acabado el proceso se acercó a la cámara, elevó los cristales desplegables que separaban ambos compartimentos y tomó a su reciente creación. A esto le siguió una casi instantánea lágrima la cual costeó la fina nariz de Atchel, mientras la idea que había emergido en su mente ahora se encontraba presente en trillones de átomos organizados en una desbordante y sagrada secuencia.

Tercera parte

     —La esencia de la investigación tuvo su origen en una simple y genuina cuestión filosófica —Dijo Noga Avar— ¿Qué pasaría si el ser humano fuese capaz de hacer realidad cada una de sus fantasías? ¿Sería posible tales ideas no existir solamente dentro de nuestras mentes, sino además dar posibilidad a extenderlas al mundo en el que existimos? Esa es la base de, por decirlo de algún modo, un grupo de personas con bastante tiempo libre. Pero es el tiempo libre lo que los humanos buscamos, ¿no es así? O mejor dicho encontrarlo para sacarle el mayor provecho posible. Y aunque no lo crea, aunque parezca nada más que charlatanería tecnocrática, creamos una tecnología que puede hacerlo, la cual crea una infinitud de entidades con la mera construcción mental.

     Desconcertado, Felipe trataba de articular la frase más propicia para algo que a primera escucha parecía un disparate.

     —S-señor Noga… —Decía mientras tictoqueaba su lapicera contra el escritorio — de sus inclinaciones por los proyectos tecnológicos divergentes y vanguardistas es algo de lo que tengo conocimiento. Se de su, por así decirlo, excéntrica filantropía. No podría decir que en todo momento haya comprendido sus intenciones, a pesar de considerarle un hombre virtuoso. Pero es que, no se como responder a esto que me está contando. ¿Cómo es que esta idea que me cuenta es reflejada en su proyecto? ¿Cómo es que funciona concretamente? —Preguntó con el afán de volver a lo increíble creíble—.

     —La tecnología se divide en varias etapas —Respondió mientras se levantaba de su silla, ayudado por un exoesqueleto articulado que seguía las divisiones óseas de su cuerpo, el cual le permitía moverse como un muchacho joven—. Todo comienza con la labor de una persona que recibe el nombre de Ideador, la cual está exhaustivamente entrenada en diversas habilidades mentales relacionadas a la focalización y a la capacidad de relacionar conceptos adheridos a áreas muy diversas y aparentemente sin relación. En general, este ser utiliza todos sus recursos psíquicos para imaginar un objeto asociado a un determinado campo de estudio. Si por ejemplo, se quiere materializar un ser vivo, se precisa de amplios conocimientos en Biología y ciencias relacionadas. Si se trata, por poner otra situación, de un autómata, los conocimientos tiene que estar relacionados a la robótica, a la informática, a la electrónica, a la física. En la mente del ideador, debe ser una idea clara, lógica y de una complejidad que se asemeje a la que se aspira en su realización. Posterior a esto, es captada por un sistema interactivo que la interpreta, y crea mediante un complejo proceso diversas variaciones de ella, descartando las que sean mas susceptibles a errores. Al final de todo esto, quedan aquellos resultados que sobrevivieron a este análisis, eligiendo el Ideador el que juzgue apropiado para emerger a la existencia.

     Felipe, nuevamente atónito por las palabras difícilmente procesables, cedió a responder luego de haberse detenido a reflexionar con cierto vértigo en su pecho.

     —Una tecnología que hace emerger cual fuese la idea imaginada —Respondía para sintetizar en pocas palabras toda la información revelada por el hombre bicentenario; lo hacía para intentar convencerse de que lo que el viejo decía no era producto de una perdida de cordura, del umbral de un hombre sobrepasado por sus propios proyectos, de una cabeza grande que cae por su propio peso. Lo hacía por eso, más que para darle una respuesta inmediata. Su cuerpo estaba quieto; su mente, corriendo en una comunicación neuronal fugaz e insaluble.

     —Si tal cosa existe, de lo cual no negaré una extraña y desconocida emoción en cuanto efectivamente exista, encuentro criterios legales bastante serios —Decía como lo que la profesión de un hombre lo obligaría a decir independientemente de las circunstancias—, sobre todo por el desconocimiento de los lugares en donde se esté llevando a cabo, de posibles daños al ecosistema y otras variables que únicamente dios y usted sabrán… —Dijo dando un profundo suspiro—. Señor Avar… necesito información respecto a ello, y lo sabe.

     —Ahí es cuando usted espera previsiblemente el pero —Respondió con una infrecuente risita nerviosa o ambiguamente perversa—, eso si que lo sabe. Recuerda que mi vejez fue de las primeras cosas que mencioné al inicio de la llamada. En cierto punto esta revelación lleva hacía ese lugar, y lo que yo deseo imponer es un trato, ministro Choms… creo que ya está logrando conectar las variables —Dijo tratando de provocar en él mismo un temperamento frio y autoprotector.

     —Ya veo —Dijo con una sonrisa amarga— El programa Matusalén. Es eso… realmente lo es, ¿no es así, señor Noga Avar?

     Y el hombre asintió.

     Choms no emitió palabra por varios segundos.

     —Veo que usted lo que quiere, lo que puedo intuir, es una vacante en el voluntariado. Esto a cambio de cedernos alguna parte del proyecto, ya que lo mencionado sobre enriquecer a la nación da crédito de eso. Aunque sabe, señor Noga, eso no será posible, sabe que el control no puede ser parcial tras el anonimato que rompe con la constitución. Deberemos, sin tela a negociaciones, tomar un control total.

     —De hecho, relacionado a eso usted puede darse por satisfecho, porque entiendo que dadas las circunstancias no puedo pedir porcentaje alguno en la participación de la investigación u otros movimientos asociados a ella.

     —Todo por el perdón y la llave a la vida eterna… —Dijo emitiendo un suspiro largo—. Dios crea sus reglas, y aún así el humano desea romperlas. Sir, ¿qué le hace pensar que no descubriremos las localizaciones que envuelven al proyecto, o información relacionada a él sin precisar de dicho acuerdo?

     —Le resultará imposible, señor Choms, imposible… encontrarla es como intentar ganar la lotería cada día de su existencia. Su ubicación es tan enigmática como lo que dentro de ella habita. Inténtelo. Se lo aseguro, volverá a mi. Es mediante este trato la única forma de abrir las llaves a su dominio.

     —Siento en sus palabras una especie de imponencia, jugando en un tablero de barro.

     —¿No se trata la política de eso, gran ministro?

     —Hablemos de beneficios, señor Avar —Articuló el ministro denotando cierta incomodidad en su tono—. De esto dependerá la positividad de este posible convenio.

     —Beneficios… beneficios… puedo decirle como una verdad universal que en toda la historia de la humanidad existió jamás cosa alguna cuyos beneficios sean tan abundantes. En el momento en que usted coloque un pie en la instalación, convertirá a nuestra nación en la potencial patria mas rica que haya existido en la historia del mundo. Sabe ministro que nuestra civilización sufre una hambruna nunca antes registrada. Si el pueblo tiene hambre, aceptará a cualquier precio la solución que se les de, y si usted acepta este trato, dicha solución será una realidad en cuanto usted tome el dominio del proyecto. Todos, una vez que precisen de nuestras creaciones, se volverán dependientes a ellas, serán nuestras colonias, tendremos el dominio total de la tierra, y desde allí podremos extendernos a los cielos. Lo cierto, ministro, es que quiero ver a esa realidad cumplirse, y es por ello que le ofrezco este genuino convenio que nada tiene de perverso, más que un ansia de mis entrañas por ver a esa obra materializarse.

     El Ministro se encontraba meditabundo y realizando anotaciones que clarificaban toda variable posible en cuanto a la posibilidad de un acuerdo —Bien… entonces la condición que impone es la de ofrecernos la titularidad del proyecto en suma de entregar gran parte de su patrimonio, todo esto a cambio de asegurarle una vacante en el programa Matusalén, —Decía escondiendo una genuina ilusión infantil que trataba de controlar.

     —Así es. Esa es la condición que impongo.

     —No le voy a mentir, gran hombre bicentenario, usted debería ser condenado por evadir toda constitucionalidad, toda regla que cualquier ciudadano debe cumplir para considerarse ciudadano; usted, junto a las demás familias. Sabe que… ellas no tendrán la misma suerte. El contrato no puedo exigir ninguna otra condición. Por usted estamos haciendo una excepción que en otro caso sería rotundamente rechazada, porque impuso una condición y porque amenaza con la integridad de nuestra nación, pero sabe como es esto, el progreso por encima de todo, y de algo tengo cierta certeza Sir Noga Avar, veo en este proyecto una luz sin precedentes.

Parte última

     Atchel caminaba en el infinito corredor aireando su fino tapado de seda permeable, dando paso tras paso sobre una alfombra definida por formas que representaban una secuencia matemática periódica.

     —…Entiende que ellos están encantados con mi labor, señor —Dijo Atchel consciente de que sus palabras debían evitar ser escuchadas por cualquier empleado de la instalación, emitiendo sus palabras únicamente en la lejanía de ese nuevo personal.

     —Estoy al tanto de eso —Respondió con gozo Sir Noga Avar, recorriendo con rigidez la terraza de su hogar, prescindiendo del exoesqueleto que ahora era parte de un recuerdo profano—.

    Al obtener esa respuesta, Atchel había llegado a un área constituida por un hormigueo humano sin receso, victima de un impostor amigo. Se limitaba únicamente a prestar con atención los murmullos varios que captaban sus oídos. Uno de ellos se comenzó a escuchar cuando estaba a punto de alcanzar otro pasillo que lo sacaría de esa especie de lobby industrial… eran dos hombres flacos y altos. Se podía escuchar como uno de ellos hablaba de la asociación que anteriormente regía la investigación: <<Lula y Darnton están en un proceso judicial. Kloop y el otro que no recuerdo el nombre al parecer negociaron su libertad. El renombre y el dinero hacen lo suyo. Ese estúpido Noga Avar, compró la estúpida inmortalidad por esta maravilla incalculable>>.

     —Parece que muy bien de mi no se habla —Comentó Noga con monotonía.

Atchel espero a que se alejasen para contestar.

     —Por lo que le conozco no creo que sea algo que le importe, pero creo que hay ciertas opiniones que si le interesaran conocer… las respectivas al consejo que le otorgo al gobierno, y por ende mi influencia en ellos. Le alegrará saber que es considerable, de hecho es más que considerable: es fundamental. Las ventas y exportaciones son una asíntota invariable. Sus predicciones eran certeras, señor Noga: no habrá nación que nos compita, sobre todo por la indescifrable localización de esta sede, porque la única forma de amenazarnos es la conquista, pero no hay conquista si no hay certeza de que tierra conquistar.

     —Todo según lo planeado —Respondía Noga mientras encendía una shisha árabe del color de la culebra, sentado en su terraza decorada por densa vegetación—

     El ideador siguió recorriendo los suelos insonoros, adentrándose en salas espaciosas y complejas para continuar nuevamente sobre nuevas pero idénticas alfombras, pasando con frecuencia entre otros tantos trabajadores que se dedicaban a acelerar el proceso de creaciones mentales. En definitiva, debían hacerlo ahora que el mercado estaba abierto, ahora que habían decenas de naciones que precisaban de las sagradas obras.

     Finalmente, Atchel se detuvo ante una gran entrada, una robusta y rectangular compuerta que daba paso al almacén, el salón en donde todas las creaciones reposaban silenciosas, esperando a ser llamadas por el propósito a partir del cual emergieron. Altas columnas se apreciaban, sirviendo como núcleos de organización logística para las creaciones mentales ya materializadas. Alrededor de varias de estas extendidas estructuras también se vislumbraban densos conglomerados de espaciosos cofres metálicos con avanzados sistemas de refrigeración, desde cuyas superficies se podían apreciar los rótulos que revelaban su contenido. “semilla universal” se imprimía en los contenedores; la última creación de Atchel había sido multiplicada en número, y la hambruna podía comenzar a mitigarse.

     —Todo concluye aquí —Dijo Atchel observando sus creaciones con exaltada soberbia; artificios que iban más allá que ese amontonamiento de cofres refrigerados, pues la tecnología que convertía a la fantasía en realidad era capaz de crear otra infinidad de obras.

     —Te equivocas —Corrigió Noga—. Aquí todo comienza.

     —El final no es más que un nuevo comienzo —Replicó Atchel—. Lo que intento decir es que ese afán que tanto perseguiste fue realizado con una sutileza tan perfecta que el asombro es natural. Ya lo tienes todo. Las otras familias fueron despojadas de toda posibilidad de interferir; conseguiste la llave a la vida eterna y ahora gozas del control del programa desde las sombras, conmigo como puente y como pieza determinante. ¿Qué te deparará la vida a partir de ahora, hombre bicentenario? —Atchel se dio cuenta de su error y se redimió rápidamente de esas palabras calumniosas—. Corrijo, hombre inmortal —Sentenció con una firme y gustosa sonrisa—.

     —Supongo que observar el paisaje —Dijo devolviéndosela—. Es lo que uno hace cuando alcanza la cima de la montaña, con un verde integro y vivaz. Ah… —Suspiró gozosamente— puedo finalmente descansar, puedo dar por hecho mi exhaustivo plan. Estas en lo correcto al decir que fuiste y eres la pieza determinante —Expresó observando el campo de hierba infinita que se perdía en el horizonte—. Sin duda lo eres… y aunque me canse de repetirlo, tus creaciones son irreplicables. Aunque cualquier ser humano sea incapaz de siquiera acercarse a elaborar el más simple de tus artificios, hay una sola de mis creaciones que sobrepasa a todas las que tu has imaginado. Esa creación, Atchel, fuiste tú.

Alex F. Bossi

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