Capítulo 1: Un Cambio en el Amanecer
El sol comenzaba a teñir el cielo de tonos cálidos mientras Steve se despertaba entre las sábanas suaves de su cama. La luz del día revelaba su rostro tranquilo y sus ojos azules que reflejaban la paz de una noche bien pasada. A su lado, Ely yacía con gracia, sus delicadas facciones iluminadas por la suave luz matutina.
Steve, un hombre blanco de estatura imponente, con cabello castaño y ojos azules que parecían perderse en la profundidad del momento, disfrutaba de la compañía de Ely. Ella, una mujer delgada con cabello ondulado castaño y ojos cafés, emanaba una elegancia natural que complementaba la calidez de la escena.
Hacía ocho meses, Steve le había dejado claro a Ely que no estaba buscando nada serio. Sin embargo, mientras observaba el suave vaivén de la respiración de Ely mientras dormía, algo en su interior se agitaba, y la idea de un compromiso se deslizó en sus pensamientos como un rayo de sol matutino.
Decidieron comenzar el día juntos yendo a desayunar. Steve se movía con confianza, pero su mente estaba en un torbellino de pensamientos. ¿Debería expresar lo que sentía? ¿Sería capaz de dar el siguiente paso en su relación con Ely? La incertidumbre flotaba en el aire mientras compartían el desayuno, sus risas resonando en el acogedor café.
Después del desayuno, Steve condujo a Ely de regreso a su casa. El trayecto transcurrió en silencio, con la radio de fondo suavizando el ambiente cargado de expectativas. Al llegar, Steve se detuvo frente a la puerta, y el momento pareció detenerse con ellos.
Miró a Ely, buscando en sus ojos cafés alguna señal de lo que debería hacer. Ely, ajena a la tormenta de pensamientos de Steve, sonrió con gratitud y se despidió con un beso en la mejilla. Mientras veía a Ely entrar a su casa, Steve sintió que una oportunidad se escurría entre sus dedos.
El día continuó, pero la idea de compromiso seguía persiguiendo a Steve. ¿Había llegado el momento de cambiar su perspectiva sobre el amor y la relación con Ely? El destino había tejido sus hilos esa mañana, y Steve se encontraba en la encrucijada de tomar una decisión que podría alterar el curso de su vida.
Y así, con la duda flotando en el aire, Steve se adentró en el día, sabiendo que las decisiones que tomara a partir de ese momento darían forma a su futuro junto a Ely.
Capítulo 2: Oscuridad
El reloj marcaba las siete de la noche cuando Steve estacionó su auto frente a su casa. La calle estaba tranquila y la luz de la farola creaba sombras alargadas que danzaban en el pavimento. Steve se estiró, sintiendo el cansancio acumulado después de un día agotador. Giró la llave en la cerradura, abrió la puerta y se dispuso a ingresar a su hogar.
Sin embargo, antes de cruzar el umbral, una sombra se abalanzó sobre él desde la oscuridad. Un instante de confusión y la sensación de un peso sobre su espalda lo llevaron al suelo. La sorpresa se dibujó en el rostro de Steve al ver a su atacante: un hombre blanco, alto, rubio, con ojos cafés casi rojos que destilaban una extraña intensidad. El desconcierto se mezcló con el miedo cuando Steve notó que el individuo buscaba morderle el cuello.
Rápido como un destello, Steve recordó sus conocimientos básicos de defensa personal. Con un giro ágil de su cuerpo, logró desestabilizar al atacante y ambos cayeron al suelo con un estruendoso golpe. Steve aprovechó la oportunidad para contraatacar, lanzando un puñetazo que conectó con la mandíbula del intruso. Un gemido de dolor escapó de los labios del agresor, quien retrocedió, permitiendo a Steve poner distancia entre ellos.
Steve se incorpora rápidamente, desconcertado por el repentino ataque. Mira a su alrededor, pero el misterioso atacante ha desaparecido sin dejar rastro. La única evidencia de la extraña confrontación es el pequeño rasguño en su cuello. La calle volvía a sumirse en el silencio, solo interrumpido por la respiración agitada de Steve.
Con la adrenalina aún corriendo por sus venas, Steve entra apresuradamente a su casa y cierra la puerta tras de sí. Su mente está llena de preguntas y especulaciones sobre lo que acaba de suceder. ¿Quién era ese hombre rubio de ojos casi rojos? ¿Y por qué lo atacó de esa manera?
Decidido a encontrar respuestas, Steve revisa su cuello en el espejo del pasillo. El rasguño parece superficial, pero algo en su interior le dice que este encuentro no fue simplemente un acto aleatorio de violencia. Reflexiona sobre su conocimiento en defensa personal y se da cuenta de que el ataque del extraño no fue normal. No era un simple asaltante; había algo más oscuro y siniestro detrás de esa agresión.
Capítulo 3: Despertar en la Oscuridad
Steve se encontraba agotado después del ataque que sufrió. La oscuridad de la noche lo envolvía mientras yacía en su cama, intentando recuperarse. Cerró los ojos con la esperanza de encontrar alivio en el sueño, pero algo inusual comenzó a suceder. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, extendiéndose por todo su cuerpo como una ola de frío intenso. Sus extremidades se volvieron pesadas, y la sensación de parálisis se apoderó de él.
Aunque intentó gritar pidiendo ayuda, su voz quedó atrapada en su garganta. La habitación se tornó en un vórtice de sombras, y Steve sintió como si estuviera flotando en un espacio sin gravedad. El dolor se intensificó, como agujas punzantes atravesando su piel.
De repente, Steve abrió los ojos, pero no reconocía el entorno. La habitación era diferente, más oscura y lúgubre. Se incorporó de la cama con dificultad y buscó su celular en la mesita de noche. Al encender la pantalla, se dio cuenta de que habían pasado tres días desde el ataque. La realidad se estrelló contra él como una ola repentina.
Las notificaciones inundaron la pantalla de su teléfono. Más de setenta llamadas perdidas y cerca de doscientos mensajes sin leer. La mayoría provenían del trabajo y de su hermano. Steve era el gerente financiero de un banco, su ausencia debía haber causado un gran revuelo.
Se levantó de la cama con torpeza y se dirigió al baño, necesitaba ver su reflejo para asegurarse de que todo estaba bien. Pero lo que vio en el espejo lo dejó sin aliento.
Sus ojos, una vez azules, ahora brillaban con un tono dorado, como si fueran de un extraño. La sorpresa se reflejaba en su rostro mientras observaba su nueva mirada. ¿Qué demonios había pasado mientras estuvo inconsciente?
Intrigado y asustado por lo que estaba descubriendo, Steve se acercó al espejo para examinarse más de cerca. Fue entonces cuando notó la marca en su cuello. Una cicatriz, recién curada, que parecía haber sanado a una velocidad sobrenatural.
El misterio se espesaba a su alrededor, envolviéndolo en una sensación de desconcierto y temor. ¿Qué había ocurrido durante esos tres días de oscuridad? Steve sabía que necesitaba respuestas.
Intrigado y preocupado, Steve comienza a investigar. Se sumerge en la oscura red de internet en busca de pistas sobre individuos con características similares a su atacante. Mientras navega por foros y leyendas urbanas, descubre referencias a seres que parecen provenir de mitos antiguos, criaturas que solo existían en historias de terror.
Una pista lo lleva a un antiguo manuscrito que habla de seres que buscan la sangre humana para alimentarse y ganar fuerza. Steve no puede evitar conectar los puntos y empieza a considerar la posibilidad de que su atacante pueda ser algo más que un simple humano. Aunque escéptico, decide profundizar en este misterio, sintiendo una responsabilidad inexplicable de enfrentar las sombras que lo rodean.
Mientras la noche avanza, Steve se sumerge más en la investigación, sin darse cuenta de que ha desencadenado una cadena de eventos que cambiarán su vida para siempre está decidido a descubrir la verdad, incluso si eso significa enfrentarse a fuerzas que van más allá de la comprensión humana.
Capítulo 4: Despertando en la realidad
La noche caía cuando Steve finalmente encontró un momento de tranquilidad en su apartamento. El estrés y la ansiedad que lo habían consumido empezaba a ceder, permitiéndole respirar profundamente y reflexionar sobre su experiencia.
Se dejó caer en su sillón, sintiendo el suave susurro de la tela contra su piel. Tomó su celular con manos temblorosas y buscó el contacto de su hermano John. Marcó el número y esperó, con el corazón latiendo fuerte en su pecho.
— ¿Steve? —la voz de John sonaba preocupada al otro lado de la línea.
— Hola, John. Soy yo, Steve. Quería llamarte y decirte que estoy bien. Lamento no haberme comunicado antes, pero sufrí un ataque y estuve unos días en cama.
Hubo un momento de silencio antes de que John respondiera, evidenciando la preocupación en su tono.
— ¿Un ataque? ¿Estás bien ahora?
— Sí, estoy bien. Fue algo repentino, pero me estoy recuperando. Necesitaba descansar. Gracias por preocuparte.
John suspiró aliviado al otro lado de la línea.
— No vuelvas a asustarme así, Steve. Deberías haberme llamado antes. Estaba a punto de ir a buscarte.
— Lo siento, John. En serio. Pero estoy bien ahora. De hecho, planeo incorporarme mañana. Tengo que ir al banco, hay algunas cosas que debo resolver.
— No deberías preocuparte por eso ahora. Deberías descansar y cuidarte.
— Lo sé, pero es importante. Además, necesito ocupar mi mente en algo productivo. Estaré bien, de verdad.
Después de asegurarle a John que estaba bien, Steve cortó la llamada y dejó caer el teléfono sobre la mesa. Miró a su alrededor, observando las sombras que se formaban en su apartamento. La noche era oscura, pero una extraña determinación brillaba en sus ojos.
Se levantó y regresó a la investigación que había estado llevando a cabo antes de la llamada. Desplazó su atención hacia la pantalla de su computadora, donde había recopilado información. El misterio detrás de esos ataques seguía sin resolverse, y una inquietante sensación de intriga y peligro envolvía la habitación.
Steve sabía que debía descubrir la verdad detrás de este incidente antes de que fueran demasiado tarde. La noche se extendía ante él, llena de sombras y misterios que lo llamaban. Con una mirada fija en la pantalla, continuó su investigación, decidido a enfrentarse a lo desconocido que acechaba en la oscuridad.
La oscura habitación estaba llena de murmullos y susurros, iluminada solo por la tenue luz de la pantalla de la computadora. Steve se encontraba inmerso en su investigación, buscando información. Los archivos se acumulaban, pero la conexión entre ellos aún permanecía en las sombras.
De repente, mientras revisaba una base de datos, un recuerdo cruzó su mente como un destello. Ely, apareció en sus pensamientos. Recordó cómo compartieron risas y secretos, hace tres días.
Steve agitó la cabeza para alejar los pensamientos y regresó a su tarea. Sin embargo, su celular vibró, interrumpiendo su concentración. Al revisar la pantalla, notó varias llamadas perdidas, y entre ellas, una de Ely. Un escalofrío recorrió su espalda al ver que también tenía un mensaje de ella.
«Hola Steve, ¿cómo estuvo tu día? ¿Ya llegaste a tu casa?»
La pregunta de Ely resonó en su mente, y la preocupación se apoderó de él. Decidió devolverle la llamada, incluso si eran las tres de la mañana. Marcar el número de Ely hizo que su corazón latiera con ansias, pero no hubo respuesta del otro lado de la línea.
La falta de respuesta de Ely lo desconcertó. Aunque eran horas inusuales, decidió intentarlo de nuevo. Marcó su número con determinación, pero el resultado fue el mismo: ningún sonido, solo el silencio de la noche.
Después de un momento de reflexión, Steve decidió no insistir más. Optó por dejarla descansar y hablar con ella en la mañana. Cerró su computadora y se quedó mirando al techo, preguntándose qué podría haber sucedido.
Con la mente llena de incertidumbre, Steve apagó la luz y se sumió en la oscuridad de la noche, donde los misterios parecían multiplicarse. La sombra de Ely y la investigación sobre criaturas sedientas de sangre se entrelazaron en su mente, creando un enigma que solo el amanecer podría empezar a desvelar.
Capítulo Cuatro: En el pasado
Ely estaba sentada en la biblioteca de la universidad, sumergida en sus apuntes de historia del arte, cuando escuchó una voz familiar llamándola desde la mesa de al lado.
«¿Ely, verdad?» dijo una voz masculina.
Ely levantó la vista y vio a Steve, un compañero de clase con el que había compartido algunas asignaturas en los últimos semestres. Le sonrió, asintiendo con la cabeza.
«Sí, soy yo. ¿Cómo estás, Steve?»
«¡Bien! ¿Sabes? Siempre me ha gustado tu nombre. Me recuerda a una actriz que admiro mucho», confesó Steve con una sonrisa.
Ely rio ligeramente, agradeciendo el cumplido. Aunque no habían sido muy cercanos en la universidad, recordaba a Steve como un chico amable y simpático.
Después de graduarse, cada uno tomó su camino y pasaron dos años sin contacto alguno. Sin embargo, un día, Ely recibió una solicitud de amistad en redes sociales de Steve, y pronto comenzaron a intercambiar mensajes.
Las conversaciones se convirtieron en una rutina agradable para ambos. Descubrieron que tenían intereses en común y compartían algunos pasatiempos. Steve admiraba la pasión de Ely por el arte, mientras que ella encontraba fascinante la determinación de Steve por alcanzar el éxito en su carrera.
Un día, después de meses de intercambio de mensajes, Steve decidió dar el siguiente paso y le propuso a Ely salir juntos. Sin embargo, en ese momento, Steve no estaba buscando una relación seria. Acababa de salir de una relación de dos años que había terminado de manera dolorosa.
La ruptura había dejado a Steve reflexionando sobre sus prioridades. Se dio cuenta de que había descuidado su carrera y sus propios intereses mientras estaba con su exnovia. Decidió enfocarse en su éxito profesional y personal antes de embarcarse en otra relación.
Sin embargo, la compañía de Ely le resultaba reconfortante. Disfrutaba de su conversación y de la conexión que tenían. Aunque no estaba buscando amor, estaba abierto a la posibilidad de una amistad cercana.
Ely, por su parte, entendió la situación de Steve y aceptó su invitación con gusto. No estaba buscando una relación seria en ese momento tampoco. Simplemente disfrutaba de la compañía de Steve y estaba ansiosa por conocerlo mejor.
La noche estaba impregnada de un aire fresco de primavera cuando Ely y Steve se encontraron en el bar local para su tan esperada primera cita. Después de unas cuantas copas de vino y risas compartidas sobre sus años universitarios, Ely sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo cuando su tacones rozaron la bota de Steve debajo de la mesa. Era un gesto sutil pero cargado de significado, un indicio del deseo mutuo que palpaba en el aire.
Al final de la velada, Steve se ofreció a acompañar a Ely a casa. A pesar de la conexión palpable entre ellos, decidieron no precipitarse en nada esa noche. Sin embargo, para Ely, cada momento compartido con Steve parecía abrir nuevas puertas hacia un mundo de emociones que nunca antes había experimentado.
En las semanas siguientes, los mensajes de texto entre ellos fluían constantemente. La invitación de Steve para ver una película hizo que el corazón de Ely latiera con anticipación. Cuando se encontraron frente a frente, una explosión de adrenalina los envolvió, y antes de que pudieran darse cuenta, se encontraban enredados en un apasionado beso.
La química entre ellos era palpable, y pronto se entregaron al deseo mutuo con una intensidad avasalladora. En medio del éxtasis del momento, se olvidaron por completo de la película que supuestamente estaban viendo, entregándose completamente el uno al otro.
Sin embargo, fue después de que la pasión se desvaneció y se encontraron desnudos y exhaustos en la cama cuando Steve decidió compartir sus verdaderos sentimientos. Con una sinceridad dolorosa, le confesó a Ely que, aunque le gustaba mucho, no estaba buscando nada serio en ese momento.
La revelación golpeó a Ely como un balde de agua fría. Después de días de comunicación constante y la intensidad de su encuentro, había asumido que estaban en la misma página emocional. Pero la realidad era diferente.
Steve no ofreció explicaciones sobre sus motivos, dejando a Ely sintiéndose confundida y herida. En un silencio incómodo, comprendió que era hora de irse. Mientras se vestía en la penumbra de la habitación, se preguntaba qué significaba realmente aquel encuentro para ambos y si había alguna posibilidad de que Steve cambiara de opinión en el futuro.
Pasaron dos meses desde aquel día en que Ely y Steve no se habían escrito ni comunicado. La distancia se había instalado entre ellos, alimentada por sus propias suposiciones y temores. Ely pensaba en el poco interés que parecía tener Steve al no haberle escrito, mientras que Steve interpretaba que ella estaba molesta desde aquel día.
Durante esos dos meses Steve, se concentró en su trabajo y fue ascendido a gerente. Por otro lado, Ely había estado ocupada con su negocio de moda, que finalmente había despegado, consumiendo su mente con el objetivo de alcanzar el éxito.
El sábado llegó y Steve se sentía solo, en medio de la soledad, recordó a Ely. La llamó y descubrió que también estaba sola en casa. Sin dudarlo, la invitó a la suya, y ella aceptó. Cuando abrió la puerta y la vio bajar del taxi, su cuerpo se estremeció de emoción. La había extrañado más de lo que pensaba.
Conversaron sobre lo ocurrido en el tiempo en el que estuvieron separados. Las palabras fluían entre ellos, hasta que Steve decidió robarle un beso. Ely correspondió y luego hicieron el amor. Entre sus brazos, Ely se preguntaba si Steve realmente quería algo serio, mientras que él, sintiendo la calidez de su cuerpo, anhelaba estar más tiempo con ella.
Al finalizar el encuentro, ninguno de los dos dijo nada sobre el futuro de su relación. Sin embargo, Steve admitió que deseaba volver a verla. Así, una vez por semana, Steve llamaba a Ely para salir, y en ocasiones, también hacían el amor. Era una relación sin compromisos, en la que ambos estaban enfocados en sus respectivos trabajos y proyectos personales.
Así transcurrieron seis meses más. La conexión entre ellos seguía presente, aunque sin definir el rumbo de su relación. A pesar de eso, ambos estaban satisfechos con la situación actual, disfrutando de la compañía del otro mientras continuaban avanzando en sus vidas individuales.
Capítulo Cinco: Despertar de lo desconocido
Era una mañana ordinaria, o eso parecía para Ely. Mientras revisaba distraídamente su celular, notó dos llamadas perdidas de Steve. Frunció el ceño, preguntándose qué podría querer él después de tres días de silencio. Supuso que tal vez estaba ebrio, y el disgusto la llevó a ignorar las llamadas y continuar con su día como si nada hubiera pasado.
Por otro lado, Steve se preparaba para ir a su trabajo. Después de una rápida ducha y cambio de ropa, se detuvo frente al espejo. La imagen que le devolvía no era la que esperaba ver. Se veía diferente, como si algo hubiera cambiado en él durante la noche. Sus ojos, en particular, parecían haber adquirido una intensidad desconocida. Desconcertado, se colocó unas gafas y salió a la calle, tratando de sacudirse la extraña sensación que lo invadía.
Al pisar la acera, todo parecía diferente. Sus sentidos estaban agudizados, especialmente su olfato, que detectaba aromas tentadores a su alrededor. Subió a su auto y se alejó en busca de una solución a sus problemas laborales.
Al llegar a la recepción de su trabajo, fue atendido por una recepcionista. Su olfato detectó un aroma irresistible que despertó un deseo primitivo dentro de él. Confundido y luchando contra sus instintos, apenas logró articular que necesitaba hablar con su jefe. Antes de que la recepcionista pudiera responder, Steve salió corriendo, temeroso de lo que podría hacer si se quedaba un segundo más en su presencia.
Se refugió en su auto, cerrando la puerta con fuerza y tratando de entender lo que estaba pasando. Sin comprender del todo sus impulsos, decidió alejarse de la ciudad, buscando respuestas en algún lugar apartado donde pudiera enfrentarse a lo desconocido que estaba despertando dentro de él.
Steve conducía por la autopista, su estómago retumbaba de hambre. A lo lejos divisó un restaurante, así que sin dudarlo se estacionó cerca. Pero cuando abrió la puerta del coche, fue como si un aroma delicioso lo embriagara de inmediato. Conteniendo la respiración, intentó no dejarse seducir por el tentador olor que se filtraba desde el interior del restaurante.
Sin embargo, una vez dentro, la fragancia de la comida lo envolvió por completo. Era demasiado tentador. Intentó mantenerse firme al hacer su pedido a la mesera, pero un instinto primitivo lo invadió de repente. Quería morderla, devorarla. Con un esfuerzo sobrehumano, Steve se retiró del restaurante y volvió a su auto, acelerando por la carretera. Steve descubrió que el aroma que lo tentaba era de personas.
La velocidad no lograba calmar su ansiedad voraz. Finalmente, se detuvo en un punto aleatorio y respiró profundamente. Fue entonces cuando divisó una granja cercana. Un olor diferente se filtraba por el aire: el aroma de una gallina en el campo.
La sensación de hambre que lo consumía no podía ser contenida. Steve se abalanzó sobre la gallina, retorciéndole el cuello con violencia. La sangre brotaba y, sin pensarlo dos veces, la bebió ansiosamente. Pero el sabor no satisfizo su apetito. Era poco placentero, insuficiente.
Necesitaba más. El hambre lo impulsaba a buscar algo que lo saciara por completo, sin importar los medios. Con un rastro de desesperación en sus ojos, Steve se alejó de la granja, en busca de algo que finalmente pudiera calmar su insaciable deseo de saciedad.
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