EL HOMENAJEADO

EL HOMENAJEADO

DeSoto

03/02/2024

El Bocha, no. Me harté de sus desprecios. ¡Es un miserable! Cinco veces lo convidamos. ¡Cinco veces! ¡Nunca pudo venir! Sabe que los doscientos pesos son para alquilar el local y comprar leña. La carne la pone siempre el Gordo Eusebio. ¡Doscientos mangos! ¡Si doscientos pesos eran mucho, hoy que no venga, que se joda!

Eusebio no puede faltar. ¡Gordo bueno! Siempre dispuesto a dar una mano. Me acuerdo en las sierras con Gerardo y Clara. Nos quedamos sin nafta en Villa Serrana. ¡Primero de mayo! ¡Todo cerrado! No teníamos como salir. Lo llamamos. El Gordo fue. Hizo los 200 kilómetros y nos salvó. No falló. Nunca falló.

Gerardo prefiero que no aparezca. Pero si no aparece… ¿vendrá Clara? Si ya sé, me vas a salir con que las mujeres de los amigos tienen bigotes. ¡Las pelotas! Se desean, se envidian y se ambicionan. Si ellas lo permiten, hasta se aman. Igual para que te quedes tranquilo, te aclaro que Gerardo era mi amigo. Era. ¿Entendés? Después de lo que pasó, nada volvió a ser lo mismo. Pero debo reconocer, me quedé con la espina con Clara. La conocimos juntos, en la despedida de Martín, cuando se embarcó a Estados Unidos. ¿Te acordás? ¡Teníamos veinte años! Fue verla y quedamos estúpidamente enamorados. Bueno, yo me enamoré y, como en esa época Gerardo me imitaba, se le ocurrió que a él también le gustaba. Lo dejé hacer. Hasta cierto punto, me reconfortaba ser su espejo. ¿Vanidad? Es probable. Amor propio prefiero llamarlo. Entre nosotros, te confieso, estaba seguro que ella me iba a elegir a mí. Bueno, te la resumo. Dilaté tanto el momento, esperando que me diera entrada, que la perdí. ¡Clara tiene que estar! Y que pase lo que tenga que pasar…

¡Me gustaría que esté Carolina! Pero, no se. ¿Qué raro, no? Siempre me pasó lo mismo con ella. Quiero, pero no me animo. Como aquella vez en la rambla. Estábamos con Marina, creo recordar que en una de nuestras habituales rupturas, cuando de la nada…apareció: ¡Flotaba! No tocaba la vereda cuando caminaba. Quedé hipnotizado. Volví al mismo lugar, al otro día. Y al siguiente. Mientras me decidía cambié cientos de veces mi discurso. Hasta que un día la enfrenté y le dije: “A partir de hoy va a cambiar tu suerte y yo voy a ser tu amuleto”. Todavía me duele recordar su desdén. Pero, más me humilla, la frase pedorra con que la afronté. ¿En qué mierda estaba pensando?

Con Marina me pasó algo extraño. Siento que la usé. Ojo, yo nunca le insinué que dejara a Orlando. Ella no quiso jugar a dos puntas. Era una mujer íntegra. Cuando me di cuenta que el tenor del deseo, manejaba su razón, empecé aprovecharme de la situación. Era milagrosa. Su invocación, aún hoy la acompaño con una indefectible erección. Me quedé con ganas de ser parte de sus fantasías. Al final, dejamos de vernos porque las discusiones, asumo que en su mayoría por mí promovidas, moderaron la pasión. Y no era un plato que se deje comer tibio.

De los que fueron mis amigos y dejaron de serlo, mantengo una deuda con Orlando. Del resto, con razón o equivocado, siempre defendí lo que en su momento creí procedente. Ese exacerbado sentido de justicia me acompañó toda la vida. No es momento de abandonarlo. Simplemente, no me parece… justo. Ni siquiera los revolcones que llegaron más tarde me hacen cambiar de parecer. Y eso que el ardor no se extinguió hasta que acepté que tras la traición, sólo debe quedar el vacío.

De los que nunca fueron mis amigos, me gustaría invitar a los que no me hice tiempo para conocer. En su mayoría por ser mal vistos en los círculos que formé parte. ¡Me siento miserable solo de rememorarlo! A mi favor debo decir que en algún momento intenté resistirme. Me negué a aceptarlo. Me rebelé. Hasta que al fin me di por vencido.

A los que me dejaron mal parado, no los quiero ni ver y a los que les hice cualquier cagada tampoco. Unos pagan por otros y estamos a mano.

Los que piensan que soy un arrogante, no tienen cabida. No estoy dispuesto a aceptar verdades de ese porte.

Los que me dieron su confianza, será el momento ideal para que sepan cuanto valoré su ofrenda.

¡Puta, casi me olvido de la familia! Los viejos rencores no me van a dominar. Tuvimos malos momentos, es cierto. Pero siempre supe que no podía contar con ellos. ¡Fuera!

Mis sueños, que no vengan. No reniego de su compañía. Me avergüenza reconocer que fueron simples ilusiones. Mis fantasmas y mis miedos, no me pueden abandonar. Imposible desprenderse de tan enraizados compañeros. El coraje y el valor, como a Gauna, alguna vez me serán concedidos.

En cualquier momento llegan. Soy el centro de la reunión. Una posición tan ajena como recomendable. Seré destino de miradas y conversaciones. No desesperen, ya les va a tocar. Más tarde o más temprano, ocuparán este que hoy es mi lugar. Justo aquí, en el centro del salón. Justo aquí, dentro del cajón.

“Vivimos en un mundo donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido.”

Eduardo Hughes

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