Solo veo huesos,

puñados y puñados de lustrosos huesos

siendo acarreados a sus tumbas diarias

por el transporte público.

No hay epitafios singulares

para cada uno de esos huesos.

Unas someras N.N.

talladas en un pedazo de cemento,

incrustado en la tierra fría,

alcanza para todos.

Puedo enumerar los huesos de las costillas.

Puedo ver a la columna vertebral sintiéndose estúpida

por la falta de carne.

Puedo ver el pudor de los huesos

ante la ausencia de piel.

Ni riñones ni pulmones tienen.

Donde antes había vello,

ahora silba el viento

por entre los estrechos huesos.

No estoy enfermo,

pero solo veo huesos.

Huesos que forman

esqueletos:

esqueletos que fuman,

esqueletos que comen,

esqueletos que hablan,

esqueletos que traicionan,

esqueletos que lloran,

esqueletos que gritan,

esqueletos que triunfan,

esqueletos que pierden.

No veo piel ni sangre,

el puro reflejo del sol en los huesos.

Me pregunto: ¿Dónde está el corazón?

Escucho el zumbido, lejano,

débil, pero no lo veo.

Me enloquece ese zumbido

sordo

en mis oídos,

como un dios que aplasta contra mí

una acusación perfecta.

¿Por qué veo huesos

y qué ven ellos

cuando están frente al espejo?

Ellos que son la muerte,

ellos que suben a las micros,

ellos que comen carne, que duermen en camas,

ellos que van al centro de la ciudad a cancelar sus

/cuentas,

ellos que besan a sus hijos

cada mañana

al igual que yo.

¿Cómo me ven ellos

los huesos?

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