He caminado por este abrumador lienzo en blanco durante días, el frío atraviesa mi piel, recorre cada tejido, penetra en cada hueso. Tan intenso, que lo puedo sentir fluyendo a través de mi sangre. Quema, duele, pero a su vez, me genera una calidez indescriptible. Los fuertes vientos producen un ambiente insonoro y cada paso requiere un trabajo riguroso. La delgada superficie colapsa tras cualquier avance en mi camino. Mis pies se vuelven prisioneros del irregular terreno y mis manos, casi insensibles, mantienen con firmeza mi cargamento. Debo continuar, tengo que llegar al baile; así es, ese es el objetivo de todo este tortuoso recorrido. 
Nunca había asistido a una fiesta elegante, después de todo soy muy joven y no tengo riquezas, sin embargo, mi familia recibió esta honrada invitación. Tras atravesar una estremecedora ventisca logré divisar el lugar. Inmediatamente ingresé, cambié mi atuendo y me dispuse a recorrer el sitio, era tal como lo había imaginado; candelabros grandes colgaban de las alturas y las resplandecientes luces iluminaban cada rincón, dejando entrever los pequeños detalles de las murallas, escaleras, el suelo, las flores y los refinados  trajes de aquellos que se disponían en el centro de la habitación para comenzar a danzar. Claramente me uní a este espectáculo. Mi pareja de baile fue mi padre. Él acostumbraba a danzar con mi madre, hace un tiempo, pero ella ya no puede bailar. 
Así, comenzó a sonar la dulce melodía del Waltz; 
Y 1, 2, 3…
En cada giro, al posicionar mi mano extendida con la de mi padre, puedo sentir la delgadez de sus dedos, no era una persona tan robusta de todas formas. 
Y 1, 2, 3… 
Además de tener sus dedos delgados, sus manos están frías. El recorrido estuvo demasiado frígido, probablemente se mantengan heladas un tiempo. 
Y 1, 2, 3… 
Terminó el baile. 
Después de un gran baile hay un gran banquete, estas actividades generan apetencia, más aún tras llevar varios días caminando, o semanas, o meses… 
Comienzo a ingerir; 
engullir, 
devorar, 
Y tragar cada bocadillo. 
El hambre insaciable se apodera de mí, después de todo llevo caminando días… O semanas, o meses. Así que continúo ingiriendo; 
Engullendo, 
Devorando, 
Y tragando cada pedazo de carne, deshilachando con cada mordida los músculos que envuelven aquellos huesos fríos. Saboreando cada órgano que dejó algún vestigio de vitalidad. La sangre mancha mi rostro, mis manos, mi ropa y la blanca, fría, estremecedora tonalidad que me rodea. El lienzo se pinta de rojo mientras la saciedad me cosquillea en la garganta. 
He sobrevivido un día más en este delirio. 
Tengo que seguir caminando unos días más; 
O unas semanas más, 
O unos meses más. 
Y así bailar nuevamente un Waltz con la muerte.

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