Tu propuesta era tan ridícula como tú animada sonrisa, pero quizás eran los gritos de expectativas de los maestros, o las suaves guillotinas que salían de la boca de mis padres, que cuando me ofreciste desaparecer junto a los demás no pude evitar responder:
«Si, si quiero»
El mundo se pintó con los tonos de nuestras ropas negras y blancas, llenas de violentos mensajes de inconformismo, y aun así, fueron los días más coloridos de mi vida. Quien imaginaria que junto a ustedes, diez idiotas sin rumbo, peligros como el hambre, el sueño y el cansancio solo serían inconvenientes de la innegable juventud, la libertad de las calles nocturnas nos bañaba en destellos como las chispas de nuestros encendedores. Fuimos la banda de los sin futuro, los sabios de la ignorancia, y en esta dichosa vida, con la vista cegada por la felicidad, no advertí el lento expirar de nuestro tiempo compartido.
Éramos moscas ignorantes de la peste que sobrevolábamos, los años no fueron piadosos con insectos como nosotros, de diez volaron lejos tres, de siete cayeron muertas cuatro, y tú junto a ella sellaron mi ida cuando de su vientre un bebe comenzó a crecer. ¿Cómo no creerlo así? ¿Cómo no esperar cada mañana que de tus labios se formara una despedida?
Mis manos atadas a impulsos me hicieron creerle a la paranoia, mi poco dinero se lo tragó la ira, mis ganas de huir la angustia, y los excesos se acabaron por completo cualquier afecto que tuvieran por mí.
No tengo recuerdos de ello, pero tampoco dudas de lo que ella dijo, que la drogue para que me acompañara en mi adicción y sufriera tanto como yo, en ese día difuso, el bebe que tanto esperaban cayó de su cuerpo en un tumor de sangre amorfo. No le di excusas, tampoco negué lo olvidado, sé quien soy y lo que merezco. Pero no logro entender entonces ¿Por qué me pidió que huya?
«No es de mí o de tu mente que debes temer, sino de esa persona que amaba a su hijo más que a su vida, más que a mí que lo cargaba en mi vientre, que no le importa la justicia, ni el frenesí de la amarga venganza color carmesí»
Hui como dijo, pero ella olvidó el más importante de los detalles, hay alguien que me odia más que tú o ella, me sigue con cantos suicidas de medianoche a mediodía, esa misma persona te llamó, te pidió venir donde ningún alma llorara de empatía por la paz cercenada. La luz blanca de la luna marca tu llegada, veo en tus manos el brillo de una pistola, por favor, no seas tan eficiente, aquí te esperaba con esta vara metálica, no necesitamos palabras para entender que la prefieres, pareces entregarme escalofríos en deuda del metal.
El viento susurra silencio, pero en el suelo de rodillas la cabeza me grita el estruendo del acero contra los huesos, golpes llenos de anhelos ahora imposibles, convertidos en carne abierta y un repetido deseo de mutilar mi vida, la enajenación por la piel salpicada. No te enfoques tanto en la cabeza, anda, déjame sufrir un poco más, tritúrame con gusto, que mis alaridos piden tormento. No te preocupes, no me enoja que me asesines, de hecho, solo me irrita que te detienes.
Me arreglo la dentadura y las esquirlas de mi brazo, desespero porque te vas. Todavía estoy aquí aunque la muerte exclamé mi nombre, esta detestable vida me escurre las piernas sin éxito, me estás negando su llamada ¿Acaso no te das cuenta?, tú perdiste a tu hijo, pero yo los perdí a los dos, al igual que a todos, la familia es un canvas sin reclamar y los amigos recuerdos de mi ya esfumada existencia.
Ten en cuenta eso, ya que ahora que te grito que “tu novia era una puta”, “Me alegro de su aborto” y “Pégate un tiro si quieres tanto verlo”; no lo digo en serio, son solo idioteces para que camines hacia mí tal como lo haces, así tal vez las lágrimas que recorren tus mejillas no te detengan nuevamente.
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