: – Yo Alicia.

: – ¿Cómo estás?

: – Yo, Alicia.

: – Sí ya me dijiste eso. ¿estás bien?

: – Yo. Alicia.

: – ¿Alicia?

: – Sí.

: – ¿Alicia cómo estás?

: – Perdida. O encontrada. No sé. ¿te podes perder cuando te encontras, o te encontras cuando te perdes?

: – No sé Alicia, el bosque es demasiado grande.

: – Y con muchas zanahorias.

: – ¿En dónde estás Alicia?

: – Acá, ¿no me ves?

: – A veces Alicia. A veces.

: – ¿Por qué no siempre?

: – Porque eso no existe Alicia. Ya lo sabes. Los agujeros Alicia… ¿te acordas?

: – Estoy endeudada.

: – ¿Con quién Alicia?

: – Con la culpa.

: – ¿Cuánto le debes Alicia?

: – La vida.

: – ¿Y se lo vas a dar Alicia?

: – No sé. A veces le doy poco, y otras, le doy demasiado.

: – Ay Alicia… ¡otra vez!

: – Me tiene pendiendo de un hilo.

: – Alicia, ese hilo lo tiras vos. ¿Qué estás haciendo?

: – Buscando agujeros… y dejando otros también.

: – Alicia, te estoy hablando en serio. ¿Qué estás haciendo con tu vida?

: – Lo que puedo. A veces vivo y otras dejo que los demás la vivan.

: – ¿Qué vivan tu vida? ¿de qué estás hablando Alicia? ¿estás loca?

: – Del parasito de la culpa. Que te pudre, te amarga, te deja sin vida. Vivís, pero para el Otro

: – ¿Y quién es ese Otro?

: – No sé. Cambia todo el tiempo. A veces son frases, otras son escenas, y otras, personas.

: – ¿Y les vas a dar todas las zanahorias de tu bosque Alicia?

: – No quiero. Prefiero darle de comer a mis conejos.

: – ¿Cómo están tus conejos Alicia?

: – Revoloteados. ¿se puede poseer un conejo?

: – Alicia eso no hace falta que te lo responda, lo sabes muy bien. Solo quien va detrás, persiguiendo un conejo, es quien podrá tener la fortuna de la vida: no tenerlo nunca. Sin embargo, quien cace a sus propios conejos, solo le perseguirá la amargura del alma y la desazón.

: – El bosque está lleno de zanahorias.

: – Exacto Alicia, la vida esta llena de deseos.

En una tarde en la playa, dentro de un gran desorden interno y una enorme frustración por estar dentro de un idioma que no domino y que no es mío, decidí contemplar el atardecer. Y en esos azares de la vida, mire hacia arriba y ahí estaba ella, la luna. Su forma era recién nacida, finita, pero, sin embargo, tenia forma de una sonrisa. Me acorde automáticamente de aquella sonrisa repentina del gato de Alicia en el país de las maravillas, y de ahí, se me ocurrió una idea disparatada: ¿y si Alicia somos todos?, ¿si todos estamos en nuestro país de maravillas, fantasías, y por supuesto, pesadillas? Todos tenemos a un sombrerero loco, una reina de culpa, un mundo desconocido y algo por descubrir (y por donde caer). La oruga como el paso del tiempo, de la impregnación de las experiencias. Las situaciones que nos hacen crecer de repente, o que, nos hacen sentir totalmente vulnerables y pequeños. Las sombras de los mandatos que nos persiguen sin descanso, en forma de tic- toc. La hora del té, de encuentros y desencuentros. De sorbos profundos y cortos. Calientes o fríos. Las cosas que se quieren ocultar cambiándolas de color, los soldados que protegen su verdadero olor. Todos somos cada uno de los personajes de Alicia. Pero entonces, ¿Quién es la verdadera Alicia? Solo quien va detrás, una y otra vez, de ese conejo blanco: de ese deseo, de ese descubrir sin garantía, sin saber lo que va a pasar. O, mejor dicho, sabiendo que la única garantía es que siempre habrá otro conejo blanco al cual perseguir y no dominar.

Este escrito es tan revolucionario para mí, como lo que estoy tratando de hacer con mi país de las maravillas: saber que no le debo nada a nadie, que los lugares a los que llego y conozco es por todo un trabajo de descubrimiento, de perderme en el bosque y de volverme a encontrar. El Otro no me regala nada. Así como yo le doy tanto poder, fuerza y severidad en lo que me imagino que podría llegar a ser, pensar, decir, también tengo esa fuerza para hacerlo chiquito y decirle ándate de acá. Que miedo me da ser fuerte, que raro es ir hacia otros lados. No, no siempre me sale. A veces con un suspiro puedo y otras, me quita el sueño. Yo, Alicia no es más que, mi yo vació que insiste en esas escenas, lugares, frases, mandatos, conocidos muuuy conocidos. Y Alicia es como el conejo, revoltoso. El ello, el deseo. La incomodidad, la molestia, el fastidio. ¿o acaso creían que desear era fácil? Pero Alicia, siempre va tras el conejo. Yo, también.

Este, fue un texto raro para mí. Un poco jugué con la despersonalización, la psicología, y yo obvio. Porque ningún escrito va a estar excepto de pasión, alma y sentimiento.

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