A mí amada

Mi Amada Noche,

Hoy, me sumerjo en las profundidades de la oscuridad para redactarte estas palabras. Es en la penumbra de mi alma donde encuentro la musa que me inspira a expresar lo que siento, lo que me consume.

Desde el abismo de mis pensamientos enredados, debo confesarte que he descubierto un amor sombrío, un sentimiento que arraiga sus raíces en lo más profundo de mi ser. Es un amor enfermizo, una obsesión malsana que me atormenta sin piedad. Cada pensamiento sobre ti es como una afilada hoja que se clava en mi corazón.

La mentira piadosa hubiera sido preferible a esta verdad que me sofoca. Preferiría haber mantenido la ilusión de una sonrisa falsa en lugar de confrontar la cruda realidad que has desvelado ante mí. Mi corazón, que alguna vez brilló con luz, ahora se encuentra inmerso en las sombras de tu presencia.

La culpa, mi querida Noche, se ha convertido en mi constante compañera. Me atormenta día y noche, susurra palabras de condena en mi mente. ¿Quién es el culpable de esta tragedia? ¿Tú, yo, o tal vez ambos somos cómplices en este siniestro juego?

Mis emociones son un torbellino de odio y amor, entrelazados en una danza macabra. Un odio que arde como las llamas del infierno y un amor que devora como un veneno mortal. No puedo discernir dónde termina uno y comienza el otro. Son como dos caras de una misma moneda, inseparables en su negrura.

En esta lúgubre misiva, confieso que he deseado odiarte, incluso he anhelado tu desaparición. Pero, en el abismo de mi alma, también siento un amor incontrolable hacia ti. Un amor que me arrastra hacia la perdición, que me hace cuestionar mi propia cordura.

En resumen, mi Amada Noche, esta carta es un testimonio de mi perdición. Estoy atrapado en un ciclo interminable de emociones oscuras, un abismo del que no sé si algún día podré escapar. Mi única certeza en medio de esta negrura es que tú y yo estamos condenados a permanecer juntos en este eterno tormento.

Con sombrías emociones,

Tu eterno adorador