Árbol, te miro hacia el cielo
y tú, estirando tus años
rellenas de verdes dedos
a aquel sol que está quemando.
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Árbol, mirándote de nuevo
cuando todo está en descanso,
agarras mil luceros
con los huesos de tus manos.
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Árbol, oteando yo tu pelo
me quedo impresionado
cuando un fuerte viento
sacude tus frágiles aros.
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Árbol, escuchándote en silencio
percibo tu suave canto:
orquesta de los grillos
presentándome el ocaso.
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