𓈈𓈈𓈈𓈈𓈈𓈈𓈈𖣦
—¿En qué momento empezaron a sospechar que su casa estaba siendo invadida por seres del más allá?
Mallory Winchester dirigió la pregunta a los Miller luego de encender su grabadora de cassette; con un semblante adusto cruzó las manos por encima de la mesa, atenta a lo que iban a decir.
—A los primeros días de llegar a la casa noté pequeños detalles —la esposa, Paula Miller, comenzó a enunciar. Llevaba ojeras profundas bajo los ojos exhaustos y su rostro era presa de un aspecto mortecino—. El control de la televisión cambiaba de lugar, objetos que caían de repente, por las noches se escuchaban pisadas en la planta de arriba. Al principio no le tomamos importancia, pero después…
—La situación empeoró —continuó el esposo, Steven Miller. Tenía la barba a medio rasurar y fruncía el ceño constantemente—. La noche anterior, alguien…o algo entró a la habitación de mi hija y la atacó. No supimos bien qué sucedió, pero nos levantamos escuchando sus gritos, y cuando corrimos a socorrerla, la puerta estaba cerrada —Mallory podía advertir que los ojos del señor se consumían en una angustia terrible—. Era como si alguien no nos dejara entrar.
El relato de Steven se vio interrumpido por los sollozos de su esposa, quien se limpiaba las lágrimas que resbalaban por sus mejillas.
—Cuando logramos abrir la puerta, nuestra hija estaba tirada sobre el suelo y —el señor hizo una breve pausa—, sus piernas estaban llenas de rasguños.
En ese momento, Mallory detuvo la grabadora. Muchos podrían decir que sus oficios eran aburridos, pero ella no tenía esa posibilidad, no desde que empezó a dedicarse a la investigación de fenómenos paranormales; y gracias a su vasta experiencia, logró ser una demonólogo reconocida ante la iglesia católica. Aunque no estaba sola, siempre iba acompañada de su hermano, Oliver Winchester. Él era un médium y clarividente profesional que también se dedicaba a investigar lo paranormal. Ambos culpaban a su padre por haberlos metido en eso. Aunque el verdadero culpable era Lucifer, el ángel caído había matado a su madre cuando aún eran pequeños.
—¿Han notado algo más? ¿Olores, cosas que dejaron de funcionar? —preguntó Oliver, quién estaba parado junto a la ventana.
—Los relojes —asintió Paula—, se detienen a las 3 de la mañana. Y también he percibido un olor a quemado.
Oliver arrugó el entrecejo, acercándose a la mesa.
—El olor a quemado indica la presencia de un demonio al igual que los relojes, son una ofensa a la Santísima Trinidad.
—¿Nos podrán ayudar, hermanos Winchester? —cuestionó en un hilo de voz.
—Haremos lo mejor que podamos.
OPINIONES Y COMENTARIOS