Imaginación realista

Imaginación realista

Nina Haus

06/09/2023

Empecé a imaginarme gente con un cuchillo clavado en mitad de la frente. 

Me daba cierta paz interior verlos con expresión angustiada, medio compungidos y con unos hilillos de sangre chorreándoles cara abajo. No parecía afectarles a su vitalidad, estaban bien vivos; pero también parecían bien fastidiados, así que para mí era su estado ideal.

Evidentemente, era gente a la que odiaba o me había hecho alguna mala jugada. Un día mi mente dijo basta, se reveló y me dio esta hermosa y vívida solución, las «visiones interiores». 

Me quedaba mirándolos y al principio los veía tal y como eran visibles para cualquier ojo humano. Entonces, tocaba un botón interno en mi cabeza y, ¡zas!, maravilla. Podía verlos con un cuchillo bien clavado en toda la frente. Hasta el mango. La hoja no era muy larga, porque nunca me la imaginaba saliendo por la parte posterior de la cabeza.Ya no se les veía tan cabrones entonces. Me rebajaba la mala leche. Era el remedio perfecto. Me hablaban y yo pensaba “Lo que les debe doler… o, al menos, es incómodo seguro.”

Al principio pensé que me estaban emergiendo actitudes psicópatas. Incluso me asusté un poco por si acaso me asaltaban ansias asesinas reales. Pero no. Luego ya me quedé bien tranquila. En realidad no me pasaba nada, solo estaba canalizando mi rabia interior de forma creativa. Imaginar no es actuar. Así que, una vez me aclaré con mis intenciones, me dejé llevar por la grata experiencia de la imaginación realista. 

La semana pasada fue una semana especialmente dura, así que tuve que imaginar mucho. El viernes mi jefe me empezó a echar una buena bronca delante de dos clientas. Trabajo de cajera en el súper y ese hombre es un cretino integral.

En plena bronca visualicé en mi mano un cuchillo que parecía de caza. No sé, yo no entiendo mucho de cuchillos. Pero me gustó la empuñadura de este. Mi jefe hablaba y hablaba. Le salían gotitas de saliva disparadas y sus ojos me miraban con desprecio. Una de las clientas parecía incómoda con la situación, la otra como si nada.

En mi imaginación, levanté la mano agarrando bien fuerte el cuchillo y, ¡crash!, se lo clavé en toda la frente. Clavar cuchillos con la imaginación, además de ser una gozada, es superfácil, no cuesta ni el más mínimo esfuerzo. Supongo que en la realidad, si tuviera que clavarle a alguien un cuchillo en la cabeza, me costaría un montón. No sé, ya solo por atravesar el hueso. Creo que en la vida real sería incapaz, no tendría la fuerza suficiente. Bueno, y aparte estaría mal y, claro, no lo haría.

Vale, pues siguiendo con mi jefe, se lo clavé. Hubo un momento de parón y luego siguió hablando, pegándome la bronca. Creo que otra diferencia con la realidad es el sangrado. No me imagino nunca un baño de sangre. Supongo que porque entonces me colapsaría y mi mente tampoco quiere eso. Quiero fastidiar, ¡no hacer una masacre! Así que siempre me imagino unos pequeños hilillos rojos que le caen por la cara. Eso le da cierto dramatismo, pero no me provoca arcadas. Esa sangre ya es suficiente. 

Luego está el hematoma, el moratón. Quizás sea por influencia de las películas, pero siempre me imagino la herida como inflada y lila. No sé si en realidad sería así, pero ese toque también me gusta. Les queda bastante mala cara y eso me reconforta. Algo de dolor tienen que sentir, que se aguanten.

A lo que iba, mi jefe continuaba hablándome, pero ya con mi cuchillo bien incrustado. La saliva, en vez de salpicarme en la cara como antes, le caía por la comisura de los labios. Estaba empezando a dar pena y eso me hacía feliz. Un baboso lobotomizado, eso parecía. Un cretino integral con cara de muerto. Y así se quedaría cuando lo mirara durante los próximos días.

Entonces me di cuenta de que la clienta incómoda se alejaba un poco. La otra, en cambio, parecía que ponía cara de disfrute. Por un momento me asusté y todo. A ver si esa estaba viendo también lo que yo veía, pensé. Pero en seguida lo entendí. No era que viera al imbécil con el cuchillo clavado, era que ella también estaba empezando a disfrutar de la bronca que él me estaba echando, la muy asquerosa.

Y de la nada salió otro cuchillo, ¡zas!, fue directo a la clienta cabrona. Para mi sorpresa, esta vez se lo clavé en toda la garganta. Y también, sorprendentemente, empezó a brotarle la sangre a borbotones. Claro, el cuello es un sitio delicado, ahí mi imaginación pegó un desliz. La sangre lo manchaba todo. Teñía de rojo pasión a la mujer y a su vestido de verano, a mi jefe con su estúpida cara de lobotomizado, a la caja registradora, a la compra en la cinta… y no paraba de salir disparada.Aquí creo que la imaginación se me desbordó y empecé a pensar en lo que me costaría limpiar todo aquello. Me adentré tanto en ese arrebato de imaginación realista que hasta pude oír gritos y carreras. Todo era muy real. Un coche de policía y una ambulancia. No podía parar de imaginar. Por un momento pensé que en ese instante, en el mundo real, mi jefe debía estar echándome todavía la bronca y yo ahí, atrapada en mi imaginación, no sabía qué me estaría diciendo. ¿Se me notaría que no lo estaba escuchando? Pero por más que lo intentaba, no podía volver a la realidad. Todo era confusión y caos.

Bueno, creo que al final me quedé dormida, no me acuerdo muy bien. La verdad es que estoy un poco preocupada porque creo que todo esto de mi imaginación se me ha ido de las manos y hasta he acabado enferma. Hace unos días que estoy en el hospital. No sé qué tengo, quizás algún virus. A lo mejor el cabrón de mi jefe, con sus escupitajos, me pegó algo. Mi familia ha venido a verme. Quizás no sea una simple gripe. Nadie me habla claro. Me paso el día durmiendo y encerrada en una habitación. Debe ser contagioso, seguro. A veces me duele la cabeza y me paso la mano por la frente, a ver si tengo un cuchillo clavado.

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