Ella no fue muy apegada a la vida, nunca se sujetó a nada, ni las creencias, ni los bienes materiales, ni los sentimientos y mucho menos la familia. Decía que todo es pasajero, que la vida es un camino de los tantos que el espíritu debe recorrer, así que no vale aferrarse demasiado a las tentaciones que ofrece. Yo creía que eran exageraciones suyas por haber crecido en un ambiente familiar no muy sano y digo que era un ambiente no muy sano por lo que ella misma en ocasiones me contaba.

En una ocasión en la que habíamos terminado de hacer el amor, la abracé y le dije que siempre estaría con ella, ella no me respondió, parecía estar pensativa, callada, seria. Así que le pregunté, en qué estaba pensando, como ya era su costumbre dijo que no pensaba en nada. Para ser más profundo con el tema, le dije que, si mi padre la hubiera conocido se hubiera llevado muy bien con ella y seguramente nos daría su bendición. Ella permaneció callada y replicó: «si mi abuelo te hubiera conocido, tengo la certeza de que te hubiera rechazado, después me hubiera molido a golpes por mis pésimas elecciones. No lo digo porque seas mala persona, todo lo contrario, pero el abuelo tenía sus requerimientos especiales, deseaba para mí un hombre fuerte de carácter y que estuviera dispuesto a trabajar y defender su hogar por sobre todas las cosas, lo cual no está mal, sin embargo hoy en día, los hombres no quieren un hogar y trabajar el campo no se les da bien, no saben como hacerlo».

Después de escuchar aquello no me sentí mal, más bien me sentí afortunado. Su abuelo había muerto hace unos diez años y estaba seguro que esté donde esté no sería capaz de venir a dañar mi relación, no sería capaz de hacerle daño a ella con su violencia. Pero esa confesión llegó a mi corazón, no es que yo no quisiera conformar un hogar con ella, simplemente no me sentía preparado, tenía metas por cumplir, establecerme, pero siempre me veía en el futuro con ella. Ella era mi mujer ideal, era inteligente, trabajadora, consciente, pacífica, apasionada, cariñosa, tierna, divertida cuando quería y totalmente tranquila. Ella era mi paz, pero nunca supe si yo fui su paz.

No sé si tuvo paz en esta vida, siempre habló de sus familiares hostigando su tranquilidad, exigiendo dinero que no tenía, exigiendo más de lo que ella podía dar. A veces, creo que me necesitaba, pero no estaba, no podía estar porque estaba ocupado con mis metas, ella no se quejó, permanecía callada, permanecía tranquila, pero de vez en cuando podía observar en su mirada el anhelo que solo presentan aquellos que ya están desahuciados por la vida y ella lo demostraba con su total desinterés por el futuro. Decía amarme, decía verse conmigo, pero en el fondo ella quería estar en la otra vida más que conmigo.

No me arrepiento del amor que le tuve, a veces la extraño un poco, hice lo que pude por ella.

….

Mi querido Daniel, parece que lo estás superado, la muerte de Aurora no ha perjudicado tu vida, sigues adelante y te enorgullece el cariño que le diste. Me alegro mucho que así sea.
Antes de irse Aurora te dejó una carta, te la entregaré.

Cuando abrió la carta lloró terriblemente, cayó al pisó sosteniendo la carta apegada a su pecho, dijo que no lo sabía y después se fue. No mentiré, antes de entregarle la carta yo ya la había leído y también lloré, lloré sin conocer a Aurora y lloré sin escuchar lo que Daniel me contó ese día. Creo con firmeza que ella merecía ser feliz, pero siempre pensó en los demás por encima de ella misma. Ella amó a Daniel con todo su corazón, pero él nunca supo entender su amor, nunca. Él creía que la amaba, creía que hacía lo mejor por ella, pero nunca intentó conocerla, conocer su corazón, sus anhelos, sus gustos, sus deseos. Aurora esperó y murió esperando a que Daniel comprendiera su amor.

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