Borrador v.-25

En fase de media luna,
en forma de oruga, en posición decúbito supino,
con un tornillo zafado y un clavo en la frente,
hacía mi mente una referencia de aquel poeta inerte.

Fue la conducción del metal frío,
la punzante idea que no permitía entrar en muerte prematura,
desmarque de racionalidades, así como sus despuntes,
érase en clima de desarme de nubes,
angustiantes imágenes de insensateces y locuras,
acompañadas por un extracto de tinto, que provocaba estragos, líos.

Llámese recuerdos a esa parte
ángeles resueltos saben amarte
sería interesante saber eso antes de que estos aparezcan
un palpo de su tacto, un alumbre haciendo foco,
palidecer ante que su solo quede su rastro de aura,
cura del tonto, frescuras de lo imposible pero pronto,
parece que muertos caen a la tarde.

Extender la mano a un alma caída,
es tender aunado la calma de un ser fatuo,
depender de ese ser, sin embargo, concluye en agravio,
algo vacuo reside en residuos perennes,
de aquello nace ese recuerdo de ese último toque de labios,
esa última instancia compartida.

No viste elegancia la compañía de un anillo viudo
ni el hambre en el alma de un muerto con un cuerpo,
el procedimiento está empírico, el método es poco discreto,
no es de suertudo haber escrito el cuento,
pero, ¿de qué vale saber el final, si el desarrollo es escueto?
¿Es lo mismo conocer lo que va a pasar a vivir ese movimiento?
Tal vez solo toque el creer saber a partir de los resurgimientos espontáneos,
en el cráneo no hay nada más corto que algo eterno.

Ya caerán las cortinas de carne que cubren las luces,
mientras que el cartel que señala lo disponible del local esté dado vuelta,
sé que lo transitivo que resulta será en vano cuando me despierte,
aunque ya perdía la cuenta de cuántos días fueron, del calendarios dibujadas con cruces,
cuando solo aprecie mi sentir como una idea suelta,
o que mi vida se torne a lo contrario de este.

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