La mano del hombre

¿A dónde va la mano del hombre?

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La mano del hombre va hacia el norte

musitando entre sus labios voces,

arrastrando cadenas que no se rompen,

oxidando con veneno todo lo que se llame mar…

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Una sombra deja aquella mano: 

sobre una plaza un “descanso”; 

sobre una casa ¡mil espantos!; 

sobre la montaña un cigarro…

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Aquella mano es de dedos largos 

y pegajosos, con una palma ancha deforme, 

y es de un caminar perdido 

disconforme.

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Aquella mano bendice con ilusiones,

aprieta fuerte y se retira 

dejando fuegos fatuos mientras camina.

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Aquella mano pisa con mentiras. 

Su rabo es tan largo que se lo jala, 

y como un perro energúmeno 

para todos lados se dispone a ladrar.

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Aquella mano pregona sobre la vida 

muchas cosas bonitas, 

dibujando prados, ríos y casas con gran vista,

trayendo entre sus uñas niños, nietos con hambre,

y las sonrisas que sabe robar.

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Aquella mano también baila 

sobre un juego de misiles, 

sobre un río de balas, al compás, 

de unos ojos que se marchan.

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La mano del hombre también come: 

con sus dientes corta el pasto, 

con su lengua bebe el agua 

y aun así famélicas sus costillas.

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La mano del hombre cabalga 

sobre ruidos de metales, 

arrancando de los oídos el silencio 

y con el humo de su imperio 

las estrellas muy cansadas 

han dejado de brillar.

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La mano del hombre juega a la ruleta 

con la rosa de los vientos, 

dejando caer sus toscos dedos 

como rocas en el mar.

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La mano del hombre es científica, 

ensaya con todo lo que tenga vida, 

y cuando ya se ha hecho rica 

sigue ensayando con lo que no puede crear…

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La mano del hombre es artista, 

toma al planeta como una masa de greda, 

y hace figuritas con las que puede jugar…

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La mano del hombre es coleccionista 

de todo lo que le parezca costoso,

todo lo guarda en un gran pozo 

de donde luego nada de ahí puede sacar.

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La mano del hombre es ambidiestra, 

con una mano escribe guerra 

y con la otra escribe paz.