La naturaleza del génesis de mi amor por ti implicaba vivirlo en silencio, es por eso que desde aquellos años tuve que hacerme adepta a las palabras, a escribirte.
Ahora, en mis días de emergente adultez retomo la amalgama de letras juntándose para revivir cálidamente como whisky pasando por mi garganta los recuerdos de esa conexión inexplicable entre mi enervante deseo por escribir y la necesidad de amarte apasionadamente con mis escritos.
He de decirte primeramente que cada escrito mío que a tus manos ha llegado ha sido por días pensado. Recuerdo que al principio lo que te entregué fue una carta: la confesión de mis sentimientos por ti, la puse en tus manos un día viernes, al día siguiente era mi cumpleaños (menudo regalo)
-«Por favor, léela pero no le digas nada a nadie»
En la petición anterior se reflejaba la celosía con la que quería mantener mis letras y mantenerte a ti en un recoveco de mi alma, nunca te diste cuenta de que aprensivamente deseaba guardarte presintiendo que te quedarías para siempre.
Sabía que obtendría respuesta el lunes inmediatamente, pero te cuento que de cuando en cuando releo esa primera carta, de cada escrito que te he entregado he hecho copias a puño y letra para que en el mundo exista alguien que te recuerde si olvidases que se te ama; así, podría evocar línea por línea la prosa cadente de mi deseo, de la profunda fe que le guardo a tu ser. Aunque es inevitable que con el paso de los años cual humano evolucionando, mis letras antiguas más allá de enorgullecerme proyecten cierto pudor y vergüenza en mí, porque tal vez no usé el estilo o las referencias adecuadas aunque la intención esté de cierto modo «intacta».
Yo en momentos perdidos de mi vida agradezco a Dios ser tan obstinada, gracias a ello no decaí en mi ánimo al saber ese lunes tus evasivas réplicas, trivialmente la esperada mención de una familia, una esposa, una vida experimentada que nada esperaba más…
Será posible ahora después de resignificar mi existencia pasada, justificarme por aquél día; y es que el amor en su constitución más compleja despliega diversas transformaciones del deseo y de la forma de vivir la existencia misma ¿es posible pues, compartir el amor que social y políticamente se te ha obligado a designar sólo a uno? Más allá de la lealtad y la fidelidad mi visión es clara: si mi amor es incondicional y me pareces un ser único, aunque quisiera guardarte, tendría que compartirte, pues un «yo» tan excepcional como el tuyo indudablemente se entrega a otros sin darse cuenta y yo he aceptado permanentemente el tiro que me ha tocado dentro de la ruleta rusa.
Y la verdad, me siento importante al recordar aquellos días, no desfallecí y me propuse mostrarte otros elementos del amor, pues yo tampoco estaba en circunstancias físicas ni mentales para entregarme tradicionalmente a un amor romántico que es sabido por todos que implica una carnalidad manchada de una sexualidad comercializada y arquetípica.
Años más tarde supe poner en contexto lo que hicimos mutuamente entre los dos una vez que entraste en esta bilateral entrega: obtuvimos la mirada del otro; y es que convencionalmente en la vida cotidiana somos simplemente vistos en ciertos escenarios con etiquetas reglamentarias que nos obligan a abordarnos de específicas maneras. Así que me siento ingeniosa de la propia manera de amar que yo te brindé porque mis ojos estaban puestos en ti en una forma exhaustiva e inconmensurable pero sobre todo no condicionada a las circunstancias del vivir. Traté de mostrarte que en un roce de manos hay implícito un mensaje, en la entonación de una canción el arte se volvía moneda de cambio y un momento de apreciación, me formé cuidadosa observadora de los mínimos detalles para obtener una sonrisa o una palabra de aliento.
Con lo anterior también pasa por mi cabeza la idea de estas entregas recíprocas que encabezadas por una cientificidad moderna pretenden medirlo todo, como si la importancia de un abrazo pudiera testearse y colocarse sobre una balanza para poder regresarse en igual magnitud. En el amor uno decide entregarse y vaciarse en otro buscando ese objeto eternamente perdido ¿cómo parar una cosa semejante? Podrá ser criticable entonces que en nuestro caso no existía plena libertad de amar pero alevosamente siempre se halla un camino para entregarse y no cabe tiempo para analizar si uno da o ama más que el otro; cada acto es pues producto de la más primitiva señal de impulsividad haciendo efusiva señalización a la segunda mitad de la composición de esta palabra: pulsión, perteneciente a un campo de acciones que no forzosamente son procesadas racionalmente.
Así que, aunque han pasado los años que han sido varios que me permiten al fin usar la aseveración «han pasado tantos años» sin verte, hay un líbido que recubre tu recuerdo haciéndolo de resplandeciente viveza, que al mismo tiempo puede ser re-consolidado con reminiscencias de amargura pues es más que seguro que al paso de los años mi memoria haga de ti un rompecabezas inacabado porque cual infante desorganizado e impulsivo es probable que pierda poco a poco pequeñas piezas quedando en un futuro solo rastros como huellas en la arena.
Y aunque anhelo con el alma poder recordarte todos los días que eres amado, mis letras no han podido después de la última vez llegar a tus fuertes y maravillosas manos, quedándose, carta tras carta apretadas entre mi puño derecho. Sin embargo, si tu ser no se hubiese hecho carne tal vez nunca me hubiera acercado al universo tan excitante de buscar en la escritura lo que regularmente es enterrado entre el silencio.
Gracias por haber tocado mi hombro y jalar de mi camiseta; más cartas sin entregar serán escritas para ti.
OPINIONES Y COMENTARIOS