Monólogo
de la Perfección

Escenario:
Dos
sillas comunes en la cual hay en cada una de estas una lata o bolsa
llena de papeles cafés y huesos, sobre estas unas máscaras
simbólicas de la perfección de Venus y Adonis.

Y:
(subiendo la voz) ¡mírenme! Miren lo que está frente a sus ojos,
yo soy la libertad de estas llamadas “personas”

Y:
Si me permiten comenzare desde el principio:

Él
y ella eran dos seres humanos que vivían separados uno del otro por
una pequeña grieta en la tierra, estos estaban hechos completamente
de greda, estaban moldeados de formas extrañas eran casi
imperceptibles, parecían un montón de barro seco y desarmado

Un
día se conocieron y en ese mismo instante en que sus miradas tiesas
se tocaron no pudieron separarse, con mucho esfuerzo lograron tejer
una cuerda de cuero y lana roja, uno de ellos arrojó uno de los
extremos al otro lado, él la ató a su cuerpo malformado y ella al
suyo.

Los
dos pasaban días y días mirándose, sintiendo que sus cuerpos se
tocaban aunque solo fuera por una cuerda.

Una
noche, mientras ellos se miraban como todos los días, un pequeño
haz de luz de poso sobre la cuerda, moviendo sus alas
desesperadamente por la falta de equilibrio azotó el momento de amor
sin palabras, el ser llevaba un collar de oro reluciente que decía
su nombre: Perfecto, este animalejo tan perverso apunto sus garras al
cielo y agujereo la cuerda hasta lograr que se cortara en dos, en ese
momento el hilo se tornó oscuro al igual que el corazón de los
enamorados, la grieta se volvió un abismo de selvas tenebrosas.

Al
pasar los días él y ella ya no se miraban, estaban ocupados cada
minuto del día moldeándose a sí mismos, creando nuevas partes,
quitándose pedazos bestiales de barro arrojándolos al suelo como si
fueran trapos viejos.

Nuevas
manos el primer día, luego un par de ojos perfectamente simétricos
un cuello fino y después un par de piernas para sostener sus
cuerpos. Pasando los años, crearon cada parte del cuerpo con una
perfección inaudita, pero a pesar de todo olvidaron crear un espacio
para mí en sus moldes no había lugar para algo como yo

Un
día, algo se escucho dentro de ellos, un crujido, un sonido
silencioso y vacío, al tocar con sus puños recién limados sus
cuerpos se dieron cuenta de que estaban huecos, cayó la tarde, él y
ella crearon un barro artificial, llenaron su vacío de manera
esquizofrénica, pues no les gustaba sentirse así, pero la noche
llego tras ellos, ya no se oían grillos, ni hojas, ni ardillas, ni
piedras, ni agua , ni siquiera la brisa de la noche se oía, solo un
silencio profundo, para dar paso a un sonido cortante de que algo se
rompía, cuando miraron a su alrededor solo estaban ellos y su
perfección, bajaron sus miradas y vieron como se caían pedazos de
greda seca, brazos y piernas hasta que quedaron reducidos a esto,
solo piedras y polvo.

Y:
he aquí mi estado, de espíritu vago entre los cadáveres de los que
algún día me usaron.

El
que a sí mismo se impone el deber de ser perfecto, vivirá
permanentemente en el temor de equivocarse. Crear será entonces
motivo constante de pánico. El miedo le inmovilizará… La
perfección es una celda cuyos barrotes construimos, cuyo portón
cerramos con cerrojo y de la que nos constituimos en nuestro propio
carcelero.

Si
nos rendimos ante la luz manipuladora de la perfección nunca
podremos ser libres.

Gracias.

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