La tienda de vestidos.

Todos los días ella pasaba por la misma tienda
de vestidos de novia, era el camino obligado en su rutina matutina. En
realidad, no se había percatado de su existencia hasta que lo conoció a
él y con el tiempo empezaron a fantasear con el futuro.

Él – ¿A ti, te gustaría casarte?

Ella – Sí…- Respondió segura, (pero hubo algo que no se atrevió a confesar)

–Sí, aunque sólo lo he imaginado contigo, pensó.

Desde entonces cada mañana pasaba por la misma
tienda, observaba los modelos que cambiaban con regularidad, unos
bastante feos, brillantes y atrevidos. A veces encontraba alguno en el
que se imaginaba, le hacía cambios en su mente, sonreía, algo sencillo
se decía en secreto. Suspiraba.

Imaginaba el futuro con el hombre que amaba,
más allá del vestido, sus vidas, la complicidad, el equipo, una familia;
ellos. El vestido se diluía en sus manos unidas, una vida distinta.Ella
nunca se sintió más emocionada por el futuro, por lo incierto, pero
también por lo que creía posible.

Poco a poco los suspiros se convirtieron en
nudos de dudas, en palabras comprimidas en la garganta. Hasta que el día
llegó, él cómo maestro de artes marciales cortó precisa y delicadamente
el pañuelo de seda en el que ella depositaba la ilusión, no había
marcha atrás; él ya no quería continuar. Ella sólo podía aceptar que era
el final.

Cada mañana ella sigue pasando por la tienda
de vestidos, todos le parecen horribles ahora. Cada que encuentra un
nuevo modelo, resopla, ¿quién se pondría tal cosa?