Olvidar, un acto que parece cotidiano, común y corriente. Yo, lo considero un acto mágico y surreal, pues, cuando realmente lo logras, no recuerdas lo que alguna vez supiste… lo que hoy has abandonado en el olvido.

Olvidar es un arte difícil para el corazón, y mucho más cuando el sentimiento que alguna vez hubo fue real.

Mientras que para el corazón olvidar es un reto, el cerebro lo práctica como si fuese un deporte, se miente a si mismo hasta lograr crear una realidad alternativa, una realidad que nunca fue y que desde ahora siempre será.

Los sentimientos pueden enterrarse, muy profundo en el olvido, pero así como el plástico, tardan años en descomponerse y peor aún, si su mirada radiante les hace salir de su entierro como si de zombies se tratase.

Olvidar no pasa, olvidar no solo sucede, olvidar es una desición consiente, consiente así como el amor. Olvidar no es un accidente, olvidar es un diseño, un plan tal cual como la mentira, es premeditado y debe ser orquestado a la perfección y con lujo de detalles si no, nunca dejara de ser lo que alguna vez fue y jamás será nunca lo que ahora si es.

Olvidar es un arte, olvidar es vivir cuando eres quien olvida, pero también es muerte, cuando eres tú el olvidado…

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