10:43, súbitos espasmos del colchón avisan que aquella persona, a mis espaldas, comienza a mostrar signos vitales activos, con una respiración prolongada y agitaciones de un cuerpo saliendo de aquel capullo reconfortante del letargo, de la mano de actos sin ética ni moral, que solo son narradas por una flamante pasión de dos espíritus que se reencuentran con ese calor que hubo alguna vez.
Sudor helado invisible recorría mi ascensor de nervios, expresión de juez dictando sentencia capital de un crimen no cometido, extremidades de hilo confeccionadas de arañas melancólicas y mi corazón hecho un crisol de mármol, ennegrecido y ardiente por estos movimientos repentinos, que arriman mi quietud y palpaban mi temple de algodón por medio de mis hombros.
Sentí que el cosmos de mi mente vivía una dualidad, de captar que todo en mi entorno estaba detenido, las partículas de luces, los sonidos se ensordecieron, los colores se almacenaban en los objetos, creando un espacio matizado en un tono umbrío, pero que a su vez todo se movía a la velocidad de la luz, que escuchaba el palpitar del ave que colgaba del cableado eléctrico, que estaba en una cámara pálida, inmaculada, de un color blanquecino como la que se presencia en el túnel del fin de la vida… Quizás se deba al mismo motivo.
Buenos días, una frase de diez letras que me daba la advertencia de ese peligro, peligro creado por mis decisiones, el cual ella exclamó con una escala vocal estirada, combinado con un suspiro intenso de despertar, retumbó en la habitación de mi cerebro. Sentía cómo ponía su mano en su cara, masajeando su cara, quitando algún tipo de basurilla de sus ojos, baba de su boca mientras respiraba profundamente mientras estiraba los músculos frontales, elevando sus cejas.
Yo, aunque ya procesado el mensaje, no podía responder nada de vuelta, mi garganta estaba obstruida de todo lo que mi adentro quería soltar, entre gritos, lamentos, deseos, palabras vacías… Era tanto dentro de mí que provocaba un efecto embudo en el cual me sentía ahogado de todo el silencio que estaba saliendo. De un movimiento, empujé mi cabeza hacia abajo, retirando mis manos y dejándolas caer por inercia, y de aquel momento, con mi pelo alborotado decayendo con mi rostro, exhalé… Buenos días, le dije devuelta.
Me preguntó que cómo había dormido, que ella durmió muy cómoda, que no recordaba lo a gusto que descansaba conmigo y que la cama era tan suave como la recordaba… Que había olvidado lo que era dormir con alguien que la quería y despertar tan plácidamente, después de… ya saben… eso.
Recuerdo que había dejado el tabaco y la bebida cuando se fue, como una medida de poder sobrellevar la situación sin algún tipo de escapismo barato que me haría tomar peores decisiones con el tiempo, pero ahora me embriaga el aroma que emanan de sus movimientos, tanto que mi pensar y mi hablar seguía mermado incluso después de haberla saludado, o tal vez era eso lo que creía pensar… El panorama no era evidente para nadie, ya que sus intenciones no declaradas y su mente hermética me impedían saber cuáles eran sus deseos… O lo que su corazón clamaba en esta hora temprana.
Me preguntaba cómo había dormido, finalizando su frase con una caricia en la espalda… No puedo apreciar mis propias muecas, pero algo tuvo que tener de extrañeza e intimidación, ya que su pregunta cambió de algo con serenidad a una duda existencial de varios años… Me preguntó si estaba todo bien, si me pasaba algo… Le dije que no sabía, me sentía mal por esta extraña situación, que esto no tendría que haber pasado, pero que algo me inclinó a hacerlo.
Ella conocía ese deseo incansable de ella, de que era fuente de agua de manantial frente a mi desértica sed de su cariño, que a pesar de todo, ella seguía siendo alguien para mí, y se aprovechó de aquello… Le consulté qué pasaba por ella, qué sentía, por qué vino donde mí, consultándole las cosas que por un juicio sin culpables, no dije ayer.
Me dijo que quería sentir esa sensación agradable de estar conmigo, que sentía que todo volvía a ser un camino de esperanza y que ese amor le daba regocijo y alegría por volver a vivir… Que volvía a creer en el amor… Me brindó una grata sonrisa y una última caricia en la espalda, para comenzar a desplazarse.
A la par que ella comenzaba a salirse de la cama, estirar su cuerpo y tomar la ropa que le había llevado el día de ayer para vestirse, miraba aquel magnífico templo de Venus ladeándose; mis expresiones comenzaron a tomar una postura diferente, entre calma y dulzura, algo de eso se repartió en mis labios, los cuales distendidos se alargaron por mis mejillas, volví a la misma posición en la que me encontraba antes que todo ocurriera… Solo tomó diez segundos para sumirme en un mundo de esperanzas, buenos recuerdos, el ayer prolongado en un posible hoy y un mañana que no tiene fin… Cuarenta y siete segundos después, ella se sentó a mi lado.
La tranquilidad del momento, su bella sonrisa y que esté a mi lado, tal vez era lo que necesitaba sin que mi cerebro lo procesara sin más… Era lo que mi corazón quería.
Por aquel contexto, esa felicidad y esta renovada confianza, tomé con mi brazo derecho su cintura, mi mano izquierda entre su rodilla y muslo, casi en el centro de sus piernas y mi cabeza en su hombro… Volviendo a esos momentos memorables… Me acomodé en su cuerpo, como aquel tímido niño que siempre fui y me volví a enamorar de ese instante… Ese segundo pereció en un qué estás haciendo…
Pregunté sin palabras… Ella persistió con un qué haces, por qué me agarras así… Mi cabeza un remolino, una danza frenética de compases arrítmicos y bailarines de pies torcidos, un castillo de marfil y diamantes cedió ante el terrero arenoso de una pregunta que no me esperaba en ningún momento, no después de lo que hicimos, no después de lo que me dijo.
Mi cabeza se despega de ella para mirarla, tratando de que con solo una mirada se resuelva esta extraña duda; ella miraba despistada, pero concentrada en alejarse, no me quería a su lado, no de esa forma al menos.
Pregunté a qué se refería… Que por qué esa actitud tan reacia, si hasta hace solo unos momentos estaba tan bien, tan cariñosa… No entendía ese cambio de actitud tan de repente ni por qué me dijo eso.
Ella se levantó de la cama y me explicó que era para probar un punto, de ver si sentía algo por mí… Que la situación que estaba viviendo era algo que podría remediar, pero primero necesitaba retomar esa confianza, ver si su valía de mujer seguía detrás de una coraza de indiferencia y malos tratos que su círculo le había puesto, en contra de su voluntad.
Le pregunté que eso no tenía nada que ver una cosa con la otra… Que si me quería devuelta en su vida, no era esa lo forma en la que tenía que probarlo, ni que ese problema podía solucionarlo utilizando a alguien para sentirse como antes, sin cambiar su situación actual. Me levanté de la cama para seguir escuchando lo que tenía que responder.
Ella dijo que, en realidad, sí tenía que ver, que eran temas asociados. Quería ver si sintiendo algo por mí, podría retornar a lo que era antes… Y resultó ser que ella, después de refugiarse, de expresarse, de intimar y de dormir conmigo, dejó de sentir cosas por mí… Ella solo me usó para ver si quería seguir con la vida que llevaba, esa vida caótica, de bullicios… Decía que lo podía cambiar a ese sujeto, pero que ya no siente nada por mí… Su cara de indiferencia únicamente recalcaba que su discurso era cierto.
Con algo de electricidad, le exclamé que por qué lo hizo, que no se dio cuenta de que yo estaba teniendo una relación con alguien también, que cómo le voy a explicar todo esto… Con ese mismo semblante respondió que ese no era asunto suyo, que no era su culpa que yo decidiera serle infiel a mi pareja y que si tanto la quería por qué terminó haciendo lo que hizo… Que eso era muy feo.
Le pregunté que si veía lo mal que estaba razonando, que ella hizo lo mismo con su novio… Simplemente, no le importó… Dijo que se encargaría de ese tema, y que tampoco era la primera vez que hacía algo parecido… Y que no solamente lo hizo con él… Dándome a entender que también me lo hizo a mí.
Quizás la impotencia, sentir la explosión de esa burbuja de recuerdos, esa que cuando se rompe, caen piezas que forman un rompecabezas perfectamente armado, dándote a entender todas aquellas cosas que antes no acoplaban; y también la rabia de sentirme usado, y ser tan imbécil para caer en sus juegos egoístas, desataron esa parte oscura que cada ser humano, hecho animal porta.
Mi rostro se tornó endemoniado, sin pena ni angustia tomé sus brazos pintados de hematomas y los apreté fuerte, para que sintiera mi lástima en forma de dolor, y la lancé fuera de cuarto. Ella sorprendida de ver al hombre que alguna vez amó convertirse en una bestia barbárica, extendió sus brazos para generar una pequeña distancia mientras que de sus ojos comenzaba a brotar arrepentimiento en forma de lluvia.
En el mismo cuarto, visualicé la poca ropa sucia que dejó del día anterior, y se la arrojé en la cara, a lo cual flectando sus brazos, protegió su cara del impacto de sus prendas. Ella comenzó a gritar un poco, para que detenga la situación.
Tomé su brazo derecho, y sin miramientos, la arrastré conmigo hasta la puerta de entrada, ella resistiéndose, con los pies haciendo resistencia, pidiéndome perdón, que se arrepiente de lo que dijo, que se arrepiente de lo que hizo, que podríamos a volver a estar juntos, que esto podría mejorar, que va a cambiar.
Algo en mí, una sinapsis curiosa, despertó el qué la llevó a esto, esas palabras hablan de una persona dañada, de una situación de confort en el conflicto, que ella no podría cambiar… Que esa persona que tanto amé, no es la que es ahora… Pero eso no me hizo retroceder.
Con un efecto práctico deportivo, abrí puerta y, en tanto, la solté con fuerzas a ella, para desplazarla detrás del umbral… Ella al darse cuenta del paisaje soleado desde el exterior, roto 180 grados, bajó los brazos que agarraban su vestimenta usada, y se molestó a mirarme con ojos llorosos, con los mismo que llegó ayer… Me dijo en una voz sutil que lo sentía, que no sabía dónde más ir… Que aún me amaba y que de verdad lo sentía, mientras sorbeteaba su respirar.
Le dije que ya no, que ya no volvería a ser el mismo estúpido de antes, que no vuelva a tocar esta puerta, que no ponga un pie más en esta casa, que es el karma quién la pondrá en su camino… Que no me busque, que no me llame… Que yo ya tengo suficientes problemas con lo que pasó ayer, y que para una puta, no habrá redención.
De un portazo, sellé al vació la conversación y corté los lazos de amor que alguna vez sentí por ella, convirtiéndolos en rencor, enojo y odio… al menos por el momento.
Di media vuelta, me dirigí al sillón… Quizás la adrenalina, mis impulsos desatados y el asco a mí mismo por fallarle a alguien que quería, me agotaron lo suficiente para que no pudiera levantar una vez recostado allí.
Olvidándome que mi celular estaba orillado en los cojines del sofá, lo tomé para percatarme que había 7 llamadas perdidas y un par de mensajes de preocupación de parte de esa chica… Con un suspiro de lamentos y con el poco honor que me restaba, le escribí a la chica con la que estaba formando algo bonito, que me disculpase por no haber respondido a ninguna llamada, y que en ese momento, no podría hablar porque sabía que estaba ocupada, y que cuando salga del trabajo, si la podía llamar porque ocurrió una situación, que fue también el porqué ayer no la llamé… Que al menos, de salud y cosas graves no ocurrieron, pero pasaron cosas…
Al segundo recibí un mensaje de recibido y en pocos segundos después, recibí una respuesta, que se alegraba que estaba bien y que después hablabamos, despidiéndose con un mensaje de «te amo» y corazón.
Me siento terrible, por esta situación… quizás qué tenga que hacer para equilibrar la balanza del karma, qué lección deba aprender hasta no equivocarme… Solo cerré mis ojos después de eso y sentí el suave sonido de una flauta que me llevó al plano onírico.
19:55, despierto, ya es de noche, llueve muy fuerte y al ver la hora en mi teléfono, veo que son las 19:56 y el día es sábado… Quizás deba llamar a mi novia que está preocupada por mí, aunque quizás revise algo de las configuraciones de mi teléfono para poder optimizarlo.
Cesé inmediatamente, cuando de la puerta sentí un incómodo toque en mi puerta, resonaba arrtimico… Padre… ¿Me puedes decir quién es?… Mi alma me dice que no lo haga, pero perdón Padre… Pienso pecar.
OPINIONES Y COMENTARIOS