La historia de Lucía se asemeja a la de muchos: Un deseo pospuesto por decisiones más inmediatas, una familia que impone sus patrones de época sin pensar en que ya no tiene injerencia en otra vida conyugal que no es la suya, más deseos truncos sin posibilidades de ser replanteados, una pareja que repele cualquier tipo de proyecto en común futuro y una protagonista que sufre mientras vivencia todo lo anterior y busca darle presencia a todo eso que no era lo que esperaba y que invisibilizó durante muchos años.

¿Qué pasó con Lucía?

Continuaba en búsqueda laboral como azafata, mientras esperaba la beca sin tanto entusiasmo pero al fin y al cabo debía estar pendiente al mail. Pasaron algunos meses, y entre espera y currículums enviados, un día Lucía recibió un mail en referencia a la beca. Tenía miedo de abrirlo, no sabía con qué se iba a encontrar y el título del correo no era claro. Suspenso. Si la respuesta resultaba ser negativa recibiría un puñal en su autoestima, la que había costado tiempo construir con la psicóloga; y si resultaba positivo debía replantearse más concretamente su futuro con Lautaro, no había excusas.

Lucía abrió el mail y empezó a leer, pensó en qué largos eran los españoles para dar el resultado y finalmente llegó a la parte tan esperada, ¿Habría quedado? Lucía scrolleaba despacio aunque su cabeza le pedía que fuera directamente al resultado, al fin y al cabo de esa respuesta dependía un poco su futuro. «¡Enhorabuena por haber sido seleccionado/a en nuestra beca en Barcelona!». Lucía no lo podía creer y mientras asimilaba la respuesta, pensaba en cómo iba a contarle la noticia a Lautaro pero decidió que lo mejor era dejar pasar unos pocos días para estudiar la situación y definir mejor el discurso.


Luego de algunos días, Lucía mandó al grupo de WhatsApp una foto vestida tal cual su egreso como azafata, pero ninguna entendía de qué se trataba.

– ¿No nos mandaste una foto del egreso ya?- Preguntó Belén un tanto confundida.

– Sí, pero tengo una entrevista laboral de España y aproveché que Lautaro no está y me vino bárbaro.- Dijo determinante.

En pocas palabras, se había dado cuenta que su novio era un estorbo para su proyecto y que lo que quisiera conseguir para su progreso personal lo debería hacer a solas o, como en ese caso, compartirlo con la gente que sí la apoyaba y la quería ver feliz, aunque nadie supiera exactamente cómo le iría, incluso la misma Lucía.

Pasaron algunas horas y terminaba la entrevista laboral. Lucía contaba que había quedado seleccionada pero que en una semana debía viajar a España para comenzar a trabajar, realmente era algo imposible por lo que desistió y muy apenada rechazó la oferta. Ya con la beca confirmada, le resultaba más fácil organizar sus próximos meses en Argentina y la oportunidad cerraba por todos lados. Ese día Lautaro llegó un poco más temprano a su casa porque le habían suspendido la clase de crossfit, entonces Lucía aprovechó el momento para hablarle sobre lo que estaba ocurriendo mientras él trabajaba. La cara de Lautaro iba transformándose pasando de un estado de sorpresa, molestia, confusión pero nunca de felicidad, al fin y al cabo con treinta y largos años, y ya viendo cómo su proyecto de familia se acortaba con el paso del tiempo, sentía que su relación con Lucía había sido una pérdida de tiempo, así fue como él le respondió al finalizar la charla. Sin embargo, aún dolida, Lucía insistía con que la acompañara y pudieran hacer ese viaje juntos y conocer diferentes lugares teniendo una estabilidad económica mucho mejor a la que tenían en Argentina, pero Lautaro seguía insistiendo con que ese era su deseo individual y por su parte quería seguir apostando a un proyecto personal en su país en el que, al día de hoy, nadie sabe si pudo concretarse o no.

Pasaron los meses, Lucía se mudó a la casa de sus padres junto con sus cosas y emprendió el hermoso camino de proyectar y disfrutar el proceso de mudanza hasta por fin viajar a España e instalarse. Lucía era bastante desapegada de sus afectos, es por eso que no le costó acostumbrarse a su nueva vida. De vez en cuando enviaba fotos de los lugares y gente que iba conociendo, algunos argentinos y otros de diferentes países ya que Lucía sabía hablar muy bien inglés. 

Es al día de hoy que sigo su nueva vida por Instagram y me asombra como mucha gente, inclusive ella que en su vida en Buenos Aires era muy estructurada e inexperta por momentos, cambia cuando se traslada a un nuevo lugar donde probablemente nadie los conozca, algo así como si fuera literalmente una nueva vida, comenzar de cero, y en ese comenzar nuevamente, pueden lucir la personalidad que por alguna razón acá les era juzgada. No hay nada más lindo y liberador que ser uno mismo, algo que implica un trabajo interno y constante para no permitir que nadie, ni siquiera nosotros mismos, nos juzgue por ello. 

¿Se imaginan un nuevo comienzo donde poder ser feliz siendo como uno es verdaderamente? ¿Con sus verdaderos gustos sin tener que esconderse ni fingir ser alguien que realmente uno no somos? Yo sí, lo anhelo cada día de mi vida desde que pospuse un proyecto de vida. Nadie nos obliga, son decisiones que tomamos mientras pensamos, no solo que eso es lo mejor, sino que es un objetivo a corto plazo que se pone entre el hoy y el proyecto futuro a largo plazo, ¡y está bien! Lo que no está bien es que nos arrepintamos de las decisiones tomadas y sean un malestar constante que no permita disfrutar del día a día. A diferencia de Lautaro, nada debería ser una pérdida de tiempo porque de todo se puede aprender.

El tiempo es hoy, como dijo Nero, no vinimos a pasar el tiempo para ser infelices, por eso intentemos todos los días estar un poco mejor con nuestras elecciones y darle visibilidad a esos llamados de atención que se nos encienden de la nada indicando que le demos entidad a nuestros deseos personales. Todos necesitamos de ellos, todos deberíamos tener un propósito (corto, largo, pequeño, grande o mediano) y esa pequeña cuota de «egoísmo» que nos permita no alejarnos de nosotros mismos, incluso, estando acompañados.

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