¿De qué te quejas?

¿De qué te quejas?

Tienes tiempo libre
para crear lo que quieras, sin embargo, aquí estás, mirando el
cielo, refunfuñando en contra de la lluvia, pateando las rocas que
dan al despeñadero, saltando entre los montes y blasfemando una
sarta de quejas que no tienen ni pies ni cabeza. Cabeza para domar al
cuerpo, pies para obedecer lo que diga la cabeza. Tú tienes pies y
cabeza para andar, descubrir, experimentar y amar lo que quieras,
pero aquí estás, aquí en este lugar que es mío, por mí escogido
para el descanso de la mente, del veneno que implica relacionarse con
gente como tú. Aquí estás y no tengo manera de librarme de ti. En
ocasiones pienso que sería bueno lanzarte por el precipicio y si
preguntan les diría que jamás te vi, nunca te conocí.

¿Conocer? ¿Te
conozco de verdad?

No. No te conozco,
eres un extraño que en el pasado me convidó flashes de luz,
tratabas de mostrar lo que eras y yo me identifiqué con lo poco que
vi, por eso me convertí en ti. Fui la imagen que vestiste ante los
ojos de la sociedad. Fui las palabras que elocuente usabas para
hacerte amar. Fui las sonrisas que pintaste en tu rostro amagando
felicidad. Fui la pasión con la que a otros quisiste dominar. Fui tú
por esos flashes de luz, pero me desgasté y con tiempo me retiré,
comprenderás porque no quiero verte aquí cerca de mí.

¡Vete! ¡Largo de
aquí, vivo mejor lejos de ti!

…

El día de hoy el
paciente catorce tiene problemas con el espejo. Ayer imploró que por
sus diez meses de buen comportamiento se merecía un premio, así que
le dejamos tener ese pequeño espejo, pero al parecer el obsequio es
contraproducente, su propio reflejo le causa paranoia.

Después de todo
durante la terapia preguntaré otra vez quién de los dos está
viviendo afuera, él o su reflejo.