El ermitaño más visitado

El ermitaño más visitado

Saeki

11/04/2023

Alguien golpeaba la puerta. Otra vez. El viejo Donato suspiró profundamente, cansado. Era el tercero de la mañana. Sus pasos hastiados lo llevaron a la puerta de la cabaña que habitaba en medio del bosque, no tenia prisa, ya no. Con una sonrisa socarrona recordó los motivos por los que se había mudado esa parte del indómito bosque, los silencios que ansiaba entre tanto ruido sin sentido, la ausencia de otros seres que se regodean en la dependencia y la cercanía con otros; razones que parecía burlarse de el con la cadencia de un puño golpeado contra su puerta.

Eventualmente, Donato llegó hasta la única puerta de la cabaña, la madera vieja y agujereada lo esperaba como señal de su ultima barrera de protección, más allá estaba la gente con su bullicio, con sus dramas y temores, más allá estaba todo lo que detestaba.

Donato abrió la puerta lentamente, lo suficiente para para que solo medio rostro se asomara al exterior. La aprensión reptó por su piel como una alimaña perseguida por un depredador. Del otro lado, un niño lo miraba con ojos enormes llenos de algo que el viejo no pudo identificar.

“¿Que quieres?” preguntó, su voz cascada por el desuso le sonó áspera a sus propios oídos.

El niño no dijo nada, siguió mirándolo como si la respuesta fuera obvia. Donato abrió un poco más la puerta, pero su visitante no se movió de su lugar, no pronunció palabra. Después de unos minutos en lo que se miraron atentamente y Donato no encontró el coraje para cerrarle la puerta en la cara, el niño se movió. Con cierta inseguridad extendió su puño cerrado en dirección al viejo, un papel arrugado sobresalía entre sus dedos.

El ermitaño tomó el papel sin poder reprimir la mueca que se había formado en sus labios y lo leyó. La letra era distinta las otras que había visto pero el pedido era similar. El viejo refunfuñó por lo bajo, maldiciendo el día en que había decidido expandir su colección de hierbas medicinales. ¿Acaso no podía tener un pasatiempo sin que el resto del mundo decidiera que era un buen motivo para entrometerse en su vida?

Donato se dirigió al pequeño cobertizo que tenia a solo unos pasos de su cabaña, por sobre su hombro observó que el niño lo observaba desde su lugar frente a la puerta pero no lo había seguido. Bien.

Mientras recorría las filas de hierbas que se secaban a la sombra del cobertizo, el viejo ermitaño recordó los días en que su tan ansiada soledad no era perturbada por los pedidos de los habitantes de pueblos aledaños, sus silencios eran suyo y de nadie más, los días pasaban en una continuidad amorfa que no le molestaba, incluso le traía una tranquilidad que antes nunca había podido alcanzar.

Pero eso había durado poco, o mucho, no tenia forma de saber. Solo sabia que ya no lo tenía. La humanidad había avanzado y los asentamientos se habían acercado a su preciado bosque. De repente su soledad había sido contaminada, corrompida. Los espacios vacíos que tanto valoraba habían sido ocupados, habitados y desperdiciados. Los silencios fueron reemplazados por ruidos estridentes y palabras afiladas. Ya no estaba solo y la falta de soledad se gravaba en si piel como cicatrices de una piel que se rompe cuando se extiende más allá de sus límites.

Encontró las hierbas que buscaba con relativa facilidad y las envolvió en un ramo sin adornos. En tan solo unos minutos había regresado junto al niño y entregado el ramo de hierbas sin mucha ceremonia.

El niño lo miró con sus enormes ojos oscuros, apretando las hierbas contra su pecho escuálido.

“¡Ahora vete!” le dijo el viejo, exasperado por la mera presencia de alguien en su puerta, desconcertado por la figura del niño que había acudido a él en busca de ayuda.

El pequeño salió corriendo, dejando a Donato parado en la puerta con una confusión que rápidamente se transformó en ira. El viejo azotó la puerta con fuerza cuando fue a cerrarla. Las bisagras temblaron contra el marco, marcando el retorno del silencio, como una bienvenida violenta que había empezado a marcar las horas del ermitaño mas visitado.

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