“En ocasiones, cuando bailo, siento que algo sagrado se apodera de mí. En esos momentos, mi espíritu es uno con la Creación.” Eso dijo Michael Jackson. No dejo de pensar en esa frase. De verdad me siento sola. No sé dónde estoy. Lo que daría por volver a ver a Lidia o a Roy.

De repente, estaba en el juzgado, ¿de verdad yo estaba allí? nadie parecía verme. Lidia parecía cabreada.

– ¡Eres un idiota! ¡¿Cómo te atreves cabrón?! –

¿De qué estaba hablando Lidia? En ese momento, entró Mike, esposado. Una sensación oscura nubla el ambiente, todos guardan silencio. Mike estaba tan tranquilo, dirigió su mirada a Lidia y sonrió burlón.

El juez dió el motivo del juicio.

– Damas y caballeros, hoy juzgamos a Mikael de la Cruz por el secuestro y el asesinato de Catherin Gomez de 18 años –

¡No me lo creo! ¡¿Estoy muerta?! Con razón no me ven…

Todo se torna negro y aparezco en el cementerio, mi mirada se posa sobre la lapida de marmol blanco, destacaba mi foto entre las flores rosadas de los ramos que con el rocio parecian de cristal. No podía evitar dejar caer una lagrima, toda mi vida a la mierda en un instante. Supongo que solo me queda averiguar porque estoy aquí, se supone que es por algún tipo de asunto pendiente o algo por el estilo, pero, ¿cúal? Nunca entendí el mundo espectral, la supersticiosa siempre fue Lidia. Me gustaría que ella siguiera su vida… ​que no cumpla su sueño ni haga más amigos y amigas por la simple razón de que yo hubiera fallecido sería algo horrible.

Camino fuera del cementerio lista para correr a casa de Lidia pero me detengo al recorrer un par de metros, ¿cómo se supone que va a reaccionar Lidia si me presento así de la nada? o básicamente ¿puede verme? no… no creo que me pueda ver, ya vi como era una simple víctima ausente en el juicio de Mike. Ah sí… él. No puedo olvidar esa fatídica noche en la que deje de existir para siempre. Caminaba de vuelta a casa tras depedirme de Roy, derrepente, se volvio todo negro, no podía ver absolutamente nada. Cuando pude ver de nuevo, estaba colgada de unas vigas del escenario de un teatro al que el tiempo había maltratado, la risita de ese psicópata me perseguirá toda la eternidad, sus palabras, sus caricias y por supuesto… su golpe letal… el dolor de la hoja del cuchillo atravesando mi pecho, él parecía ignorar mis gritos de desesperación ¡zas!… me quitó el corazón. La ira y la impotencia nublan mi juicio e intento borrar ese maldito recuerdo de mi cabeza antes de acabar tan loca como él. Por suerte, lo consigo.

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