Mauro era un escritor de cuentos al que sus musas habían abandonado, desde hacía un largo tiempo. Trato de buscar algo que lo ayudara a inspirarse nuevamente, pero no lo logró. Fue entonces cuando leyendo un viejo diario descubrió que existía el fameliar, una especie de duende que trabajaba o comía, lo primero que se le ocurrió fue «conseguiré un fameliar y lo pondré a escribir cuentos, luego los publicaré bajo mi nombre».

Convencido de su buena idea viajo a Ibiza el 23 de junio, dado que solo en la noche de San Juan se puede realizar el ritual para conseguir uno de estos duendes, y armado con una botella negra se dirigió al viejo puente de Santa Eularia. Una vez en el lugar, apenas apareció la flor indicada, la puso dentro de la botella y la tapó.

Feliz, volvió a su casa y abrió la botella, al principio solo pudo ver humo negro salir de ella, pero seguidamente apareció una especie de duende feo, que repetía “feina o manjar”, vaya cosa, pensó, no habla castellano, deberé traducir todos los cuentos. Seguidamente le mostro su vieja máquina de escribir y papel, y le dijo que debía escribir 50 cuentos. El fameliar inmediatamente se puso manos a la obra y de la vieja maquina salía humo por la velocidad a la que tecleaba.

Relajado, Mauro se dispuso a disfrutar del día imaginando todo lo que obtendría con su nuevo amigo.

Al día siguiente el fameliar se acercó repitiendo “feina o manjar”, ¿acaso había terminado su tarea? Presto a comprobarlo fue a verificar y grande fue su sorpresa cuando vio unas 200 hojas escritas.

Ya saboreaba su éxito cuando agarro las primeras hojas y en el papel lleno de escritura solo se distinguían dos palabras: feina y manjar. Decepcionado cayo en la cuenta que el vocabulario del duende se limitaba a esas dos palabras, pero por si fuera poco, cuando volvió de sus pensamientos descubrió que todo lo comestible en su casa había desaparecido.

Etiquetas: cuento duende fantasía

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