CRÓNICAS DE LA MALDAD 5

CRÓNICAS DE LA MALDAD 5

Josesan

21/02/2023

CRÓNICAS DE LA MALDAD

(continuación)

CAPÍTULO 5

Me paro delante de la entrada. La construcción es baja y con un aspecto un tanto rústico que se ha querido disimular con un pequeño tejadillo encima de la puerta de entrada, a modo de marquesina, y un color amarillo chillón en las paredes, que le aporta un tono entre inocente y cutre.

Un cartel luminoso -que ahora está, obviamente, apagado- anuncia el nombre del edificio.

— “Coolor, discoteca Coolor”

¿Por qué le he pedido á Ágreda que pare delante de esta discoteca? No lo sé. Es uno de mis resplandores, de mis “shining”, que diría Stanley Kubrick, el director de la película de 1980 basada en la novela de Stephen King.

Cuando vi este film, entendí perfectamente al pequeño Danny, así como al jefe de cocina, Dick Hallorann, ambos poseedores de este don que la Madre Naturaleza otorga a sus elegidos. Y, aunque suene como una locura, mientras veía la película en el cine Torre de Madrid (el único que la proyectaba en versión original subtitulada en la ciudad) fui la única persona en la sala que oyó algunas conversaciones telepáticas entre Danny y Dick.

Me explicaré:

En ciertos pasajes de la cinta, el niño y el jefe de cocina dialogaban telepáticamente. Algunas frases las podían oír todos los espectadores que asistían a la proyección por medio de las voces “en off”.

Pero había ciertas frases que jamás se hicieron audibles, excepto para algunas contadas personas con poderes especiales, como es mi caso.

Sí, ya sé, es un largometraje y todo estaba ya filmado, “allea jacta est”, “les jeux sont faits, rien ne va plus!”. Yo misma no daba crédito a lo que escuchaba ¿cómo era posible que una película me trasmitiera algo que ni el propio director había filmado? ¿o sí? ¿o tal vez el propio Kubrick fuera poseedor de ese resplandor sobre el que giraba una de sus obras maestras?

Algún día hablaré de Stanley Kubrick y del monolito de “2001: una odisea en el espacio”.

Y puede ser que también hable de otra de sus obras -también mágica y hermética- “Eyes wide shut”, y de su inesperada muerte. Bueno, no tan inesperada, a tenor de la conversación telefónica mantenida un día antes de su fallecimiento con la actriz Nicole Kidman, protagonista de su última creación, “Eyes wide shut”.

A propósito de este título, en España se tradujo como “Con los ojos bien cerrados”, traducción completamente absurda y equivocada. Los juegos de palabras nunca pueden traducirse literalmente porque pierden su significado. Los dentistas estadounidenses suelen decir a sus paciente “Mouth wide open”: “Abra bien la boca”.

“Eyes wide open” -frase común en Estados Unidos- quiere decir que algo se está viendo -entendiendo- con claridad diáfana. Pero en el título del filme se juega con que se está viendo algo con los ojos ampliamente cerrados, es decir, que se está mirando pero no se está viendo nada. Esto es lo que sucede con el matrimonio protagonista: ni se ven ni se conocen ni se conocerán, por mucho que aparenten ser la pareja ideal.

«Nos van a envenenar a todos» : Nicole Kidman confesó que Stanley Kubrick la llamó para decirle que no fuera a su domicilio de Hertfordshire porque les iban a envenenar.

Se ha hablado de la supuesta farsa montada sobre la llegada del hombre a la Luna en plena guerra fría. También se ha comentado que la supuesta puesta en escena del alunizaje fue dirigida en un plató cinematográfico por Stanley Kubrick ¿estaba Kubrick arrepentido e iba a hacer pública su participación en esa confabulación?¿estaba Marilyn Monroe arrepentida de haber abortado un hijo del presidente Kennedy e iba a hacer pública su relación?¿tuvo algo que ver la CIA en ambos casos?.

No es éste el momento de descifrar esos enigmas históricos, pero debo de adelantar que los sistemas de protección de algunos organismos internacionales de inteligencia están diseñados para, incluso a mí, resultar impenetrables. Y hay una razón para ello: algunas personas dotadas con poderes trabajan para esas entidades, ora voluntariamente, ora con coacciones y amenazas. Nosotras -las brujas- tenemos seres queridos con los que nos pueden chantajear y doblegar nuestra voluntad. Después de todo, algo tenemos de humanas

Me animo cuando empiezo a hablar de cine en general y de Kubrick en particular.

En otra realización de Kubrick, “Barry Lindon”, aparecen veladas conexiones masónicas y referencias muy sutiles al embrión de clanes como “Skull and Bones” de Estados Unidos (también conocida como La Orden, Orden 322 o La Hermandad de la Muerte), al que pertenecen las élites norteamericanas que detentan y manejan todos los hilos del poder.

Yo soy masónica, pero jamás sería de “Skull and Bones” (Calavera y huesos) puesto que me parece la misma deriva genética de la masonería que el Opus Dei del catolicismo: intereses espurios, amparados en una organización hiperestructurada, para controlar los poderes fácticos de una sociedad. Y ambos clanes gozan de perfecta salud y les auguro un brillante futuro, para desgracia de la Humanidad.

“Coolor, discoteca Coolor”

Recorro el perímetro y me asomo a una ventana de la parte trasera, enrejada pero abierta, para ventilar el local.

El interior de la discoteca es más grande de lo que parece a simple vista. Incluso tiene una galería elevada en un primer piso que rodea la mitad de la pista de baile inferior. A lo largo de la galería superior observo una pequeñas balconadas semicirculares que intentar emular al Studio 54 de Nueva York con dudoso resultado; entre otras razones porque el encalado que las recubre se está empezando a desconchar debido a su mala calidad y a la falta de un mantenimiento adecuado. Las barras donde se sirven las bebidas son simples y con encimeras de formica amaderada. También alcanzo a ver algún banco corrido de skay burdeos, bastante desgastado y con algún agujero de cigarrillo.

Cierro los ojos, pero no recibo ninguna señal especial. Ha sido una parada en vano pero algo tendrá este lugar que me ha hecho pedirle a Ágreda que se detenga. Tal vez, algún día, lo llegue a saber.

— Perdone el retraso inspector, cuando quiera ya podemos continuar.

— ¿Qué le ha hecho parar aquí? – me pregunta Ágreda.

— Bueno, inspector, ya sabe que la ruta del bakalao atrae a jóvenes de toda España y también a un sinnúmero de delincuentes de todo tipo.

— Ya, pero el Coolor es una discoteca de chicos de los pueblos de por aquí, que no tiene líos con el bakalao, como las discotecas Barraca y Chocolate en Sueca o el Spook en Pinedo, que esas sí que son para mear y no echar gota. Cañeras, cañeras -ríe de forma estrepitosa y sin venir a cuento.

— No se fíe de las apariencias, inspector, que en todas partes cuecen habas y en cualquier sitio se trapichea. Si yo le contara lo que sucede en Madrid en la Calle Marqués de Riscal -calle elegante donde las haya- pero por donde circula gente no tan elegante y mucho más cañera que la que habrá por aquí. Por supuesto mezclada con toda la flor y nata de la capital.

Llegamos a Picassent y en un cruce pasamos junto a una gasolinera. Tentada estoy de decirle a Ágreda que vuelva a parar pero yo creo que ya le he molestado lo suficiente y no quiero que me tome por una mujer caprichosa que obra sin ton ni son. Ya volveré a la gasolinera en otro momento. Porque tengo que volver a “esa” gasolinera. Lo sé.

Atravesamos un paso a nivel del ferrocarril que lleva a Torrent y Valencia.

Picassent es una villa que crece a marchas forzadas, sin orden ni concierto, fruto de la improvisación y de la falta de planificación tan propia del Levante español; bueno, de España en general.

Están trabajando los operarios de la red de carreteras y tenemos alguna parada que otra. Parece que van a construir una circunvalación en el pueblo. Observo a unos chiquillos que juegan al fútbol en una explanada cercana. Los observo con pena y temor.

— “¡Niños, niños, escondeos!” -gritan mis hermanas de Zugarramurdi

— “¡Niños, niños, que del demonio está suelto!”

Pasado un pequeño descampado leo el rótulo indicador, al borde de la carretera, que me hiela la sangre en las venas: Alcàsser.

Alcàsser Alcàsser Alcàsser

(Continuará)

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