CRÓNICAS DE LA MALDAD
(continuación)
CAPÍTULO 2
— Comisario Ágreda ¿han revisado a fondo el lugar que rodea a la caseta?
— Naturalmente, doña Engracia, siempre seguimos el manual -vuelve a mentir.
Todos mentimos continuamente; unas veces a sabiendas y otras por descuido, costumbre o negligencia. Mentiras piadosas y mentiras dolosas; inteligentes y estúpidas; inocentes y malvadas.
— ¿Y no han encontrado el cuerpo del chico por allí cerca?
— Por supuesto que no. Figuraría en las diligencias
— Ya veo. Por cierto señor comisario ¿conoce usted la calle Alcàsser en Valencia?
— ¿La calle Alcàsser?. En la comisaría la llamamos Alcácer que lo de Alcàsser son cosas modernas de ahora. Me suena que está por Mislata que es un municipio pegado a Valencia capital, vamos, que es un barrio de Valencia en realidad. ¿Por qué me lo pregunta, doña Engracia? ¿Ha tenido usted algún soplo de un confidente?
— Inspector Ágreda, no soy persona ni de soplos ni de confidentes; se trata más bien de conjeturas, deducciones y algo de intuición – mentí otra vez.
Desde que he tocado el cuerpo sin vida de la muchacha en el depósito de la morgue, la palabra Alcàsser aparece continuamente en mi mente y más allá de mi mente.
Me basta cerrar los ojos para, que frente a mí, se dibujen las letras de la palabra Alcàsser en un color rojo intenso, rojo sangre y rojo fuego, sobre un fondo negro de maldad.
—- Conocerlo, conocerlo …. pffff. He parado un par de veces, cuando he ido a ver cómo van las obras de la Cárcel de Picassent, pero vamos, que lo conozco de pasada
— Inspector, le pediría que redoblaran la vigilancia por toda esa zona
— A ver lo que puedo hacer que estamos muy mal de personal. Daré parte al cuartel de la Guardia Civil de Picassent, a ver si pueden hacer algo. Pero, ya le digo, que vamos muy mal de gente y mire que no paro de informarlo, pero de Madrid no dicen nada
Tengo pocas ganas de seguir hablando con este funcionario policial porque sé que, a pesar de sus buenas intenciones y de “seguir el manual”, poco va a añadir a lo que yo ya sé. Y no se trata de inoperancia o desidia sino de falta de medios, de apoyo y de instrucción. Las fuerzas de seguridad españolas trabajan en condiciones casi infrahumanas y los medios forenses son del siglo XIX, excepto en algunas grandes ciudades, Lo que ocurre es que la cadena de custodia de las muestras obtenidas y la misma toma de muestras, no suelen seguir ejecutarse con la minuciosidad adecuada, lo que perjudica fatalmente la fiabilidad de los resultados analíticos.
No, no es culpa de los pobres agentes de a pie, sino de las más altas instituciones del Estado.
— ¿Conocen ya la identidad de los tres adolescentes?- pregunto.
— Sí. La fallecida es Rosario Isabel Gayete Muedra de quince años. Los otros dos desaparecidos son Francisco Valeriano Flores Sánchez de catorce años y María Pilar Ruiz Barriga de quince años
— Rosa, Pili y Vale, así se les conocía
— ¿Cómo lo sabe usted doña Engracia?
— Son los diminutivos normales para esos tres nombres tan rimbombantes – mentí nuevamente. Rosa me había dicho que así se llamaban los tres. Y también me había contado lo de los siguientes hallazgos de sus amigos muertos y lo de la calle Alcàsser. Y sí, no me confundo, me lo había dicho Rosa cuando rocé su brazo en el depósito de la morgue. Y más cosas que, perdonen mis lectores, por el momento no puedo desvelar.
— ¿Han hablado ya con los familiares?
— Con el padre de María Pilar, que es de Catadau. Y con un hermano de Francisco Valeriano. Con los familiares de Rosario esperamos comunicárselo en persona lo antes posible, porque además tienen que venir a la identificación. Son chicos muy problemáticos. Francisco Valeriano está internado en el reformatorio de Godella aunque puede salir los fines de semana. Tiene antecedentes por pequeños robos y es asiduo de un grupo de drogadictos de Burjasot que se meten de todo lo que pillan
— ¿Y los análisis toxicológicos de Rosario?
— ¿Toxicológicos? No sé. Parece que Rosario murió de causa natural, de un fallo cardíaco y respiratorio. Según dicen, tosía continuamente de tanto fumar y de la mala vida
— Una chica de quince años no muere de un fallo cardíaco o respiratorio, a no ser que padezca de una enfermedad congénita o se le haya inducido la muerte usando algún tipo de sustancia, como por ejemplo la escopolamina
— Doña Engracia, nunca he oído hablar de esa droga
— Bueno, tal vez haya oído hablar del beleño que crece por todas partes. Seguramente, en la cuneta de la carretera, enfrente de esta comisaría, se pueden encontrar algunas plantas de beleño. El ganado las evita, salvo en ocasiones que la comen de forma comedida para purgarse o autocurarse. El ganado es, a veces, más listo que los seres humanos
— Pues debiéramos de arrancar todas esas plantas tan peligrosas
Estoy a punto de irrumpir en carcajadas, ante tamaña estupidez, pero me contengo por educación y misericordia.
— Mire Inspector, el beleño es una solanácea que ya usaban las brujas en la Edad Media. Pero incluso era utilizada por los médicos y curanderos desde casi el albor de los tiempos. Está esparcido por todo el mundo y es imposible de eliminar, Se puede usar en medicina de forma pautada, siendo muy beneficiosa para tratar un sinnúmero de enfermedades, pero cuando cae en manos inexpertas resulta ser altamente tóxico y provoca pérdida de control muscular, dilatación de pupilas, palpitaciones, alucinaciones y, en altas dosis, convulsiones, coma y parada cardiaca. Además, produce parada cardíaca si se fuma o se ingiere mezclado con alcohol y cannabis, como seguramente ha sido el caso
— No sé, no sé, doña Engracia, estos chicos a lo que le dan es al pegamento industrial, al benzol, que lo esnifan por botes. Si acaso algún porro y cervezas, porque el dinero no les da para más. Eso del beleño me parece muy raro, pero cualquiera sabe
— Pero puede haber personas que se lo hayan suministrado, tanto de forma voluntario como por engaños. En una cerveza, por ejemplo. O mezclado con un porro
Entra un agente policial con un sobre y se lo entrega al Inspector. Abre el sobre con la parsimonia propia de quien está acostumbrado a hacerlo todo “según el manual”.
El rostro del Inspector Ágreda delata – tal vez por primera vez en nuestro encuentro – un visible estupor.
— En, en el análisis de Rosario han encontrado alcohol, cannabis y escopolamina
(continuará)
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