– ¿Cómo estás? – Me preguntaba como si fuese una pregunta pasajera y sin demasiado sentido.
Como el pájaro encerrado en una jaula,
igual a ese animal en cautiverio,
a ese niño a quien sus padres
no sueltan su mano al caminar
para que pueda pegarse un porrazo y aprender,
O el mismo niño que,
en su afán de ir hacia lo que desea,
– por capricho, auto superación, o instinto –
lo sujetan del brazo para frenar su propósito.
– Muy bien, gracias.
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