¿Quien Soy?
De la habitación 303, del hospital psiquiátrico de América, salé con una notoria alegría un joven psicólogo. Se acerca hacia la única enfermera que estaba desocupada: las demás que tenía más de una cosa que hacer debido a la repentina alza de paciente, y le entrega el expediente perteneciente a la personas de ese cuarto.
–Que bueno que no hablo esa niña, ahora podré tomarme libre mis últimas horas de trabajo. –Ese iba a ser el final de la vigencia de su contrato con el hospital.
–Ya eres el cuarto que se va de ahí sin escuchar ninguna palabra, ¿No estará en estado de shock?, o algo parecido. –dice dudosa de que una persona en ese hospital no quiera decir nada a los doctores sobre como esta.
–No sé, ni me interesa. Se lo dejo a alguien más, no es bueno para ella ni para mí que comience un nuevo caso e irme al día siguiente. –camina relajado al ascensor que estaba al final del pasillo.
Mientras tanto, la joven paciente miraba por la ventana el espacioso y verde parque, lleno de personas en batas blancas actuando muy diferente a la demás gente que alguna vez conoció. Nada llamaba su atención así que buscando algo en que concentra su mente, para no escuchar la voz que la castigaba desde adentro de su cabeza.
–¿Por qué el mundo tiene piedad con un monstruo como tú? –La voz le repite en su mente una tras otra vez, torturandome y enloqueciendo más y más.
La joven no encontraba escapatoria de esa palabras en ninguna parte, su pensamiento no podría ser libre, su maldición era parte de ella. Esta sentía que lo merecía, pero no era lo suficientemente “fuerte” para soportarlo. Todo lo que hizo alguna vez, lo volvía a vivir en un bucle que no pararía hasta que pudiera olvidar. “¿Cómo olvido?”, pensaba.
“De mi cabeza sacare este mal” se acercó a la pared y comenzó a golpearse la cabeza con esta. sentía un empujón que la alentaba hacerlo. Sin dudarlo, abalanza su cuerpo contra la pared y golpea una y otra vez su cabeza, con la esperanza de que el mundo se “reiniciará” y sus recuerdos se borraran, para poder vivir en paz. Rápidamente entra una enfermera, que extrañada por el sonido que escuchó en el pasillo, se acercó a la habitación. Al ver a la paciente dañádose, inmediatamente llamó a sus compañeros para que le ayudaran a detenerla.
–¡No saben quién soy¡, déjeme. –dice para que entendieran lo mala que era, pero los enfermeros pensaron que era una persona con dinero que remarcaba su nivel frente a ellos, presumiendo y alegando que no tenía derecho de tocarla. Esto los enojo e inconscientemente y la comenzaron a tratar mal– ¿Quién soy? –grita antes de que le inyectan un calmante para algunos segundos después cerrar sus ojos para dormir hasta la mañana siguiente.
El Hospital Psiquiátrico De América
Fernando Urrutia desde que era un niño, siempre quería ayudar a las personas con sus problemas, no podía dejar que nadie estuviera triste o angustiado por alguna cosa que se pudiera solucionar, aunque no fuera fácil de hacerlo. Era el tipo de persona con la que podrías contar con ella aunque no fueran amigos. Incluso un día, Juan, su compañero de curso, que Fernando odiaba más, perdió a su padre en un accidente automovilístico, y a pesar de que no le agradaba, le ofreció su hombro para llorar.
Después de terminar el colegio, decidió ser un psiquiatra, gracias a un hombre mayor, fuera a hablar a la escuela, donde asistía Fernando, sobre su trabajo en la salud mental.
–En el mundo, las personas que deciden ser psiquiatras son muy pocas debido a la cantidad de años que son, ya la medicina es una carrera larga de estudiar en chile, imaginense a eso agregale mas años de especialización. Aun así vale la pena cada día que se estudia por lo fascinante que es y también la cantidad de gente que ayudas. –hizo énfasis en decir que ayudaba a muchas personas para que los jóvenes se entusiasmaron en estudiar para ejercer esa profesión.
Cuando el anciano terminó de hablar, a más de un alumno de esa clase se le pasó por la cabeza ser psiquiatra, aunque rápidamente se borró esa idea de sus mentes.
Fernando fue estudiante de medicina en la mejor universidad del país y se especializó en las enfermedades mentales. Fueron muchos años de solo estudiar sin cesar, se sobre exigía y no solía descansar mucho tiempo, era sorprendente que su cuerpo pudiera soportar esto sin enfermarse y manteniéndose relativamente sano. Él no lograba resaltar por sus calificaciones, aunque eran mejores que las del promedio, pero para él no era suficiente y debía esforzarse aún más. Esta idea se creó porque sus padres fueron, en sus tiempos, el mejor detective de Chile y la enfermera más solicitada del continente. Él, como hijo único, sentía que tenía el deber de representar bien a sus padres a pesar de que a ellos no les importaba la cantidad de logros de él, solo querían verlo feliz. El sueño de ellos era que su hijo formara una familia, pero nunca se atrevieron a decírselo directamente, ya que lo conocían y sabían que, si lo hacían, él se volvería loco hasta lograrlo y no porque él quería sino para hacerlos felices a ellos. Asique cuando tenían la oportunidad le daban indirectas, de que deseaban ellos, y él no lograba captarlas. lo que de verdad le decían en su cara las demás personas desde que era un niño, que tiene que ser mejor que sus padres, ya que, era su “deber”, pero las personas no notaban cuanto era el daño que le estaban causando. Eso quedó grabado en su mente y nunca se pudo olvidar.
Después de 11 años, Fernando terminó la universidad siendo el décimo mejor de su generación. Un gran logro que igualmente, para él, era una “humillación” no ser el número uno y que hubiera personas que lo superan, no era capaz de ver la enorme cantidad de estudiantes que “ni a los talones” le llegaban.
Años antes
Camila iba caminando por la universidad en su primer día de clase cuando vio desde lejos al joven Fernando, que iba en su séptimo año de medicina.
–Disculpa ¿Dónde queda el baño de mujeres? –le pregunta a pesar de que no estaba perdida, solo quería hablar con el muchacho más lindo que había visto en esa universidad.
–Queda al fondo, mano derecha. –le responde sin ánimo de seguir hablando con esa chica.
No tardó tiempo en que se hicieran amigos y luego una hermosa pareja de enamorados.
Camila se había enamorado del bondadoso “corazón” de Fernando, pero enfurecida de que él no viera lo inteligente que es, decidió dejarlo, ya que, no quería seguir con alguien que fuera tan pesimista y negativo.
–Estoy harta, –dice mientras tomaba su ropa del closet, y la tiraba en una maleta, que compró para viajar junto al amor de su vida, pero que nunca había ocupado– siempre comparándose con todos. Sabes, el pasto siempre será más verde en la casa del vecino. –con maleta en mano esperaba que saliera el lado egoísta de su pareja y la detuviera a pesar de que lo conocía bien y no lo haría, ni siquiera lo pensaría.
Así fue como una relación de casi 4 años terminó. Fernando sufrió, pero a la vez estaba feliz, porque creía que él era muy “poco” para aquella mujer, y que ahora ella podía encontrar alguien mucho mejor que la acompañara en su día a día.
Desde el comienzo de su noviazgo, él sentía que era como un sueño, era lo más maravillo que le había pasado en la vida. Con el tiempo se iba enamorando más de Camila hasta el punto de pensar en ella como una “Diosa” y era debía estar con alguien a su altura, no con un simple mortal como él; pero ella quería estar al lado de Fernando, asique él daba lo mejor de sí para verla feliz. Al final no lo pudo lograr.
En su titulación, desde la otra esquina de la habitación camino Carlos, para poder hablarle sobre la posibilidad de tener trabajo en el Hospital Psiquiátrico De América. Fernando se sorprendió ya que era casi imposible entrar a este por la gran cantidad de currículos que le envían cada año. Rápidamente aceptó sin seguir escuchando lo que le decía. El docente se sentía feliz de que quisiera trabajar en aquel hospital, porque vio la evolución desde el primer año de universidad de Fernando hasta ese día, y él sabía que su estudiante era muy dedicado con lo que hacía, por eso lo eligió. Los demás de su generación no tenían ninguna motivación real como la de Fernando, solamente quería tener su título y conseguir empleo.
“El Hospital Psiquiátrico De América” era conocido como el único de su área en ser totalmente gratuito. Se mantenía gracias a las personas interesada en investigar más sobre la mente de los seres humanos. Cada aspecto del recinto era pensado con mucha cautela para que pudiera ser útil a la mayoría de los pacientes. Todos estos eran derivados de otros establecimientos, por esto tenían casos bastante peculiares y era del interés de muchos especialistas. Algunos de los pacientes le han hechos documentales por sus enfermedades mentales y como lograron regresar a insertarse de nuevo en la sociedad como una persona más. Aquel lugar era perfecto para comenzar una carrera llena de reconocimientos.
el un día comenzó soleado a pesar de que se esperaba una gran lluvia. En los pasillos estaban llenos de rostros desconocidos, debido a que se acababa de contratar a más de 100 nuevos trabajadores. Muchos de los nuevos médicos buscaban entre los expedientes cuál sería su paciente.
–¿Estás seguro de que quieres atender a esa joven? –le pregunta una enfermera, que llevaba años en aquel hospital y ya no le sorprendía ningún caso, al psiquiatra Urrutia.
–Su caso me parece bastante interesante. –le dice tajantemente sin darle la oportunidad de que lo convenciera de lo contrario.
Sus ojos la miraban con algo de aborrecimiento a pesar de que la acaba de conocer. Este iba a ser el primer paciente de toda su carrera y no pensaba cambiarlo por otro.
–¡¿Interesante?!, simplemente es una loca más del monto; además, no parece que quiera cooperar para su recuperación. –exclama la mujer que ya sentía el disgusto que tenía el joven por ella– Si quieres algo interesante de verdad, hay una persona con un síndrome de Capgras, dice que mataron a su familia y la reemplazaron con robot… –le menciona susurrando– No soy adivina, pero sé que volverá en búsqueda de otro paciente, te lo aseguro.
Fernando ignora el comentario de aquella empleada y se dirigió hacia el ascensor, marca el quinto y último piso del establecimiento. Lo ansioso que estaba se notaba con solo ver el movimiento de su pie derecho, y él lo comenzaba a darse cuenta con el dolor de estómago que le daba seguido por su ansiedad, pero ya estaba acostumbrado asi que lo podía ignorar.
Camina lentamente por el pasillo para poder leer el número de cada habitación, hasta que encuentra el cuarto 303 y entra para ver a su paciente. Acababa de llegar al hospital hace unos días, desde entonces ha pasado por más de 8 Médicos que se rindieron en intentar que ella les prestara algo de su atención.
–Hola, yo soy el psiquiatra Fernando Urrutia y te estaré atendiendo mientras estés en este hospital.
ve a una joven de un largo y desarreglado cabello, sentada en el piso con la mirada fija en el techo. Lograban sobresalir notoriamente las cicatrices de sus brazos y una en la frente
– ¿Cómo te llamas? –aunque ya sabía el nombre de su paciente, se lo preguntaba con la esperanza de entablar una conversación con ella.
Al ver que esto no le funcionaba, se acercó a la joven y le preguntó si podía sentarse a su lado, está no respondió y él intuye que su respuesta era un sí. Lo que no sabía Fernando era que ella no había escuchado bien lo que le había dicho por culpa de esa “la voz” que no le dejaba de hablar. La mujer voltea a ver el rostro de su médico, no ve nada especial, su cara era fácil de olvidar. Bajando su mirada y se queda observando la libreta del joven.
–Poema… –menciona en voz baja la joven. haciendo presión en sus labios para no hablar más de lo “permitido”.
Fernando se sorprende de las palabras de su paciente
–Quiero escribir un poema.
Ella extiende la mano para que le pasara la libreta y un bolígrafo que llevaba en un bolsillo de su bata blanca. Él se los entrega sin ningún tipo de objeción, y observa cómo la joven escribe sin parar en cada hoja.
Ella se tira al piso para apoyar la libreta en el suelo y redactar más a gusto. Se dedico a esto mediodía, mientras Fernando solo miraba, en completo silencio las muecas que iba haciendo en su rostro al escribir. Él notó que lo que estaba haciendo ella no era un poema precisamente o no tenía la misma estructura que todos los demás. Cuando la joven terminó su escritura, dejó la libreta y sin decir ninguna otra palabra, se fue a dormir en su cama, a pesar de que no era más de las ocho de la tarde.
El psiquiatra salió con una gran sonrisa de la habitación y se dirigió a su oficina. Antes de iniciar a leer lo que había en su libreta, escucha el sonido de algunas gotas que rápidamente se transformaron en una tormenta.
Al abrir la libreta observa que todas las letras estaban escritas «horriblemente», con suerte se lograba comprender lo que decía en las hojas.
La libreta llena de poemas
“Me llamo Daniela Garrido, en este momento tengo 23 años y hace solo una semana atrás trabajaba en un restaurante como mesera, pero termine llegando a este loquero. No estoy segura de que hago aquí en vez de estar en la cárcel, pero como usted dice ser un psiquiatra, creo que debo pensar que estoy loca, bueno, alguien sana mentalmente no hubiera hecho lo que yo hice.
Perdóname por no hablarle, pero ella no me deja, se va a enojar si me escucha y seguirá gritando mi nombre. Por eso lo escribo para que no se entere de que me comunique con usted.
Creo que tengo que contar como llegué a este hospital, no sé cómo explicar todo lo que paso así que comenzaré con el inicio de todo. Cuando nací, mis padres eran adolescentes todavía y no habían acabado la escuela, por eso la persona que me cuido toda la vida fue mi abuela materna, Elizabeth. Yo siempre le decía mamá, ya que me crio y me dio mucho amor. No me daba todo lo que quería, pero si todo lo que necesitaba. Después de madurar un poco, siempre trataba de agradecerle todo lo que hacía por mí, ya que sentía que no lo merecía. Algo que siempre se me viene a la cabeza cuando pienso en ella es que tenía un jardín de rosas en el patio frontal de nuestra casa. Mamá las cuidaba con mucha dedicación, más de la que tenía para las demás plantas. Generalmente se le olvidaba regar el resto del jardín así que terminaba haciéndolo yo, porque si no el jardín se hubiera visto muy feo.
A mi madre biológica, la veía solo para su cumpleaños ya que junto con mi abuela íbamos a visitarla a su hogar, donde vivía con su esposo y mis hermanos menores, Pedro y Eduardo. Creo que ellos dos deben tener ahora como 18 o 17 años. Ella se había casado con mi padrastro cuando yo solo tenía 2 años. Mi abuela decía que, en mis primeros años, mi mamá pasaba mucho tiempo conmigo y que se notaba que me amaba, probablemente me decía eso para que yo no sintiera mal. En ese momento le sirvió, pero ahora no creo nada de eso.
Por su parte, mi padre era más preocupado de mí. Él me visitaba todos los fines de semanas, salíamos al cine, a patinar en hielo, al parque de diversiones, entre muchas cosas más; pero cuando tenía 11, mi padre se casó con la que fue su novia por más de 7 años, Cristina Pinet. Uno de mis peores recuerdos fue en la boda de ellos porque no fui muy bien recibida. Todos eran tan elegantes y educados o al menos así actuaban. Me hacían ver como si yo no hubiera estado a su altura, bueno, nunca creo estarlo.
Ese día, yo iba ser la que llevará los anillo al altar, pero a último momento eligieron a un perro, a UN PERRO, para que me reemplazar. Lo peor fue cuando fue cuando escuché en el baño: “Que feo es el vestido de esa niña, parece hecho con una cortina”. Ese vestido lo había hecho mi mamá con mucho esfuerzo y con unas telas que yo elegí, por eso para mí era lo más hermosos del mundo, pero parece que era la única que lo pensaba.
Mi madrastra no era un monstruo, o al menos eso aparentaba. Ella me veía con eso ojos que hacía sentir como basura y su voz de disgusto o enojo era la que siempre escuchaba cuando ella habla conmigo, no digo que no mereciera, al final mi nacimiento fue un error, aun así, igual me dolía que los demás me trataran tan mal y sin un poco de respeto porque igual tengo sentimientos.
Al tiempo después, nacieron mis hermanas Rocío y Pilar. Mi padre al día siguiente me llevó a conocerlas, esa fue la única vez que las vi. Cristina se enojó conmigo porque no agarre a una de ellas de la forma correcta, tenía mucha razón en enfadarse conmigo, por mi descuido pude haberlas matado, me hubiera convertido en una asesina muy joven. Nunca más salí a divertirme con mi padre, sin embargo, él venía a visitarme todos los fines de mes y entregaba la pensión alimenticia a mi abuela y a mí me daba una mesada. Me decía “Gástalo con tus amigos”, lo que él no sabía era que yo no tenía muchos amigos, solo una. Ella era Estefany Falcón, mi mejor amiga.
Mi papá me envió a un colegio privado, era muy conocido por ser de los mejores en el país y no daba becas de ningún tipo asique él me pago todos mis años de estudio. Tal vez se pregunte “¿Cómo un joven de no más 25 años, pagaba aquel colegio?”, bueno, mi madrastra era mayor que él por unos 10 años y ella pertenecía a una familia que es dueña de una gran cadena de restaurantes en todo américa, tal vez la conozca, se llama “Bon appétit”, la famosa cadena de restaurantes más prestigiosa del continente; pero no vaya a creer que mi padre era un mantenido, él estudió en la universidad y trabaja como gerente general de la cadena, se esforzó para ganar su dinero, por eso yo lo admiraba.
Mi mamá Elisabeth se preocupaba mucho porque yo no tenía amigos. Nunca pude encajar con los demás niños, prefería jugar sola con mis peluches. Cuando entre a primero básico no me juntaba con nadie de mi curso, pero mi abuela se había hecho amiga de la madre de Estefany, asique al comienzo esta estaba algo obligada a estar conmigo. Al paso del tiempo nos hicimos como familia.
Yo con Estefany éramos muy diferentes: ella era la amiga de todos, la que siempre levantaba la mano cuando el profesor hacia una pregunta y la que iba con un peinado diferente cada día; mientras que yo era la niña rara del colegio. Nunca fui buena para estudiar y solía reprobar las pruebas. Muchas veces estuve a punto de repetir el año, si no hubiera sido por Estefany que me dejaba copiarle en las pruebas, hubiera tenido rojos en todas las materias. Aún recuerdo cuando inventamos una forma de darnos las alternativas, era así: el número de la pregunta la decía en voz baja y ella hacía una señal según cuál era la respuesta. La A era rascarse la cabeza, la B era suspira, la C era golpear la mesa con el lápiz, la D era tocarse la oreja izquierda y la E era estornudar.
Ella era mi única amiga y yo era la única que la conocía como era realmente. Parecía la persona más interesante del planeta tierra, pero en realidad era como todo los demás, simplemente era mentirosa compulsiva, pero eran solo mentiras blancas y no le hacían daños a nadie. Generalmente decía que había viajado a diferentes partes del mundo, que hablaba 3 idiomas, que tenía sangre de la realeza, entre muchas cosas más. Yo sabía la verdad porque mi abuela solía conversar mucho con la mamá de Estefany y nunca mención ninguna de estas cosas que son importante o al menos era algo que se dice con orgullo y no se oculta. A mí me daba risa ver como todos los demás se lo creían sin dudar en ninguna vez lo que Estefany decía. En una oportunidad, yo también fui parte de esa mentira, ya que fuimos con su familia a un museo de historia italiana y tuvimos la suerte que el guía sabía italiano, así que le preguntamos cómo se decía algunas frases. Fue así como le dijimos a todos que habíamos viajado a Europa por el fin de semana, y obviamente nos creyeron. Esa fue la primera y única vez que hablé con más de una persona de mi curso.
Recuerdo con mucho cariño cuando iba a su casa a jugar con ella, jugábamos con sus muñecas, mi favorita era una Sirena que hablaba y cantaba, tenía una cola rosada y su pelo era de los colores del arcoíris. Ese era el primer juguete que siempre buscaba en su caja de muñecas. Estefany me regaló una muy igual a esa para mi cumpleaños, la tengo guardada con su caja original junto una foto que nos sacaron a las dos el día que entramos a 7º básico. Por alguna razón era muy importante exactamente ese día para los padres de ella así que no podía no sacarnos una foto junta. En el patio de su casa había una “Mini casa” con dos pisos hecha de madera. El papá de Estefany la había mandado hacer para ella. Era hermosa, cualquiera podría vivir en ella. En el segundo piso de esta tenía un telescopio, y cuando me quedaba a dormir en su casa, veíamos las estrellas y les inventábamos nombre. También a veces jugábamos con los zapatos y ropa de la mamá de Estefany, ella por suerte no se enojaba ya que solo ocupaba una o dos veces la misma ropa y después se deshacía; pero a veces se la regalaba a mi abuela que la vendía en la feria y así tenía dinero para nuestros gastos.
Yo envidiaba la vida que tenía mi amiga. Sus padres la querían muchos y siempre estaban para ella; aunque me solía decir que realmente solo la veían fines de semanas y eran muy estrictos con sus calificaciones. Yo con tener una familia como la suya me hubiera conformado con solo verlos dos días a la semana, no me importaría que me exigiera buenas notas, yo habría estudiado todas las semanas si hubiera sido necesario. No quiero decir que no era feliz con mi abuela, pero siempre imaginaba como sería tener a mis padres juntos, como una clásica familia de las películas.
Yo tenía unas muñecas y una pequeña casa para ellas. Jugaba a que esa era mi familia formada por mis papas, mis hermanos y mi abuela. Me hubiera gustado una familia numerosa. Yo sería la hermana mayor con la que pudiera contar mis hermanitos y los ayudará en todos. Mis padres se volverían a enamorar y se casaría. Todo sería color de rosa como decía mi abuela. Nunca le dije a ella mis sueños, lo guardé para mí.
Siempre estaba en los recreos con Estefany, íbamos a todos lados juntas; no necesitábamos a nadie más, nosotras dos éramos suficientes para ser felices. A pesar de que ella tenía más amigos, siempre prefería jugar conmigo. Eso me hacía realmente feliz. Caminábamos tomadas de la mano por el patio del colegio, nunca nos soltamos hasta llegar al salón. De verdad con eso yo era feliz, sé que lo digo mucho pero no hay otra palabra para describir lo que sentía en esos momentos, todo era felicidad…….
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