Ella no era perfecta, ni siquiera era lo que yo quería

Ella no era perfecta, ni siquiera era lo que yo quería

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10/11/2022

No trataré de escribir las coincidencias entre mis gustos y sus encantos, porque no tendría sentido. Serían páginas y páginas hablando de la silueta de sus piernas curvas, prolongadas lo suficiente para que la inercia de cada giro me mantuviera acariciándolas, pintado a la perfección su media silueta sobre la sábana, sí, solo medía silueta, porque llegando a la mitad siempre venía una pausa para apreciar una bella sinfonía; paneada con dos chelos en izquierda y derecha, dirigida por Leopold Stokowski y tocada con violines y contrabajos frente a frente. He de admitir que la única vez que he gustado de la sinfónica fue cuando sus piernas eran chelos, mis labios contrabajos, su pubis e ingles violines y sus manos Stokowski. Pero has de saber amigo mío que sus virtudes desbordan más allá de mis y sus deseos y libido, porque jamás dije que me gustara que se burlasen de mis malos chistes o que quisiera una mujer letrada más allá de los únicos dos autores que conozco y por supuesto, alguien que me hiciera salir de casa en lugar de quedarme intentando escribir sobre cómo imaginaba el exterior, no era un requisito, incluso podría ser lo opuesto.

Dicho lo anterior, todos nos hemos preguntado cómo se coló dentro de mis días la antítesis de mi musa, el opuesto de mi anhelo, el doppelganger de mis cantares de una dimensión retorcida en la que un doppelganger no se parece en nada a su original. La verdad es que no lo sé, incluso escuché la carcajada de dios cuando me vio haciendo planes antes de ella ¡Pero sí antes de ella tuve relaciones perfectas! y, aun así, más vacías. Parece que lo único peor que una mujer lejos de tu ideal es una que se acerca mucho. Mi amigo, sé qué estás más que confundido, te preguntarás y me preguntarás ¿La amas? ¿La odias? déjame comentar que siempre le digo que la amo, pero no siempre la amo. Que la he odiado casi tantas veces cómo las que hemos visto el sol caer, que a veces al escribir sus defectos en un intento desesperado de no amarla, termino trazando una obra maestra en su honor y en noches tristes dónde la extraño, no puedo describir ni su silueta, su cintura ¡Ni un dedo, vaya! y es ahí cuando la odio. Si pudiera reducir mi respuesta a un sí o un no, si eso fuera posible, ella ya no estaría conmigo.

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