Mis ojos abren a las 8 de la mañana, pero parece que el día empezó hace ya varias horas, entre mis sueños marchan apresurados mis pendientes, escabulléndose entre mis anhelos y travesuras, todavía no me he lavado los dientes y ya voy atrasado en este lunes caótico, enfermo por comenzar, por producir y destacar entre un banco infinito de sardinas idénticas que navegan en un océano de incertidumbres.
La ansiedad se apodera de mi con un hechizo que ningún sacerdote moderno podría exorcizar, y aunque pudieran ¿Por qué perderían el tiempo en mí? Ellos atienden sólo cosas importantes, como la misa de las 8 o la de las 10, y pasa del medio día, parece que cada segundo corre más rápido que el anterior, cada vez más lenta mi vida y cada vez más terco mi esfuerzo.
Son las 7 y fin se duerme la estrella que nos tocó, la luna sale triunfante y obstinada para recordarte que lo lograste una vez más, y si no lo lograste, igual no le importa, ella no brilla ti, simplemente brilla por que puede, porque sabe cómo hacerlo y lo hace bien, y ya si tú quieres brillar, mañana podrás volver a intentarlo, pero hoy es mejor que te relajes, prende la punta de aquel cigarro de risas, aspira el alma de esa dulce flor que dio su vida para que conservar la cordura de la tuya y cierra los ojos, porque son las 12 y ya vas tarde de nuevo.
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