Sobre los orígenes de Diógenes

Escena:

Atenas es testigo de un suceso mágico, en el que la realidad y la ficción se entremezclan. De una tinaja surge el conflicto. El PERRO CÍNICO (Diógenes) despierta confuso debajo de un olivo.

Un joven con torso esculpido, semidesnudo y de aspecto pétreo lo mira con gran curiosidad.

—¡Ay! ¡Ya vuelvo a delirar! ¡No sucumbiré a los bienes mundanos!

—¿Así es cómo nos veneras, viejo perro?

—¿Cómo? Creo que el calor ha derretido mi psique ¡Ya estoy hablando con estatuas!

—¡Abre los ojos! Te he traído aquí para concederte una oportunidad única. Soy Dionisio, dios del Olimpo e hijo de Zeus ¡Levántate y acompáñame!

—¡No doy crédito! Si esta es mi recompensa por alcanzar la virtud, puedes decirle al mismo Hades, que me acoja en su inframundo.

—¡Estás trastornado! Bebe de esta copa. Un cínico nunca rechaza vino que pertenece a otros

—¡Es lo único cierto!

Agarró la cerámica tallada y sorbió hasta la última gota de vid. Deambularon hasta llegar al final del boscoso paisaje. Un riachuelo, una montaña y una gran mesa de piedra, mostraba el exceso y el vicio.

—¿Dónde me has traído? Si esto es ser un Dios, prefiero ser un perro ¡La virtud reside en ellos!

—Quiero que pruebes la antítesis ¿Cómo sabes que la felicidad y la virtud está en la autocomplacencia de los mínimos bienes? Un buen filósofo tiene que seleccionar la verdad a través de las vivencias. Si no lo experimentas, solo sería una idea.

—¡Más sabe Ágora entera que nunca caería en la mediocridad y en una vacua existencia! Como muerto me hallo, puedo probar otros caminos erróneos.

— ¡Glorioso! ¡Llenemos nuestra alma de los manjares que han preparado las ninfas!

Degustaron sendos platos hasta quedar completamente llenos. Mientras otras deidades se unían a la fiesta bajo el canto de las musas, una de las ninfas, conocida como Aurífanes se acercó a Diógenes.

—Siempre me ha dado curiosidad vuestra forma de pensar. He conocido a varios en profundidad, pero no a un cínico.

—¡Aléjate, ente del mal! ¡Sé lo que estáis intentando! Conmigo no funcionará. Se satisfacerme solo.

—¡Ay! Todos caéis en el mismo punto—respondió mientras se llevaba la mano a uno de sus voluptuosos senos

—Sé reconocer la belleza carnal, pero no me corromperé

Aurífanes se acercó. Contorneando su silueta desnuda, se sentó encima del Perro.

—¡Vaya! Estoy en lo cierto. Cínico o no, no podéis resistiros al almíbar de mi cuerpo ¡No temas! Dionisio me ha comentado que solo estás conociendo otra realidad al cinismo. Tu virtud es fuerte, pero ¿cómo vas a estar seguro si no pruebas lo opuesto?

—Quizás he vivido una realidad teórica. Quizás debería reafirmar los principios de mi filosofía. No quiero ser platónico ¡Me dejaré caer en el placer mediocre! ¡Todo sea para demostrar que perro soy y feliz estoy de ello!

La ninfa atacó al perro, provocando su éxtasis. Sus jugos fueron testigo del suceso. Diógenes obnubilado, cayó al abismo.

—¡Aquí tienes la prueba Platón! ¡Va de perro, pero es un cínico Epicúreo!¡Es un Sócrates alocado!

—¡Jamás!—dijo revolviéndose extrañado

El perro abrió los ojos y se percató de la tinaja y su báculo. Estaba rodeado de caras conocidas en una de las plazas del Ágora.

«¿Qué me ha pasado?¿Fue fruto de mi estado o es que mi virtud no es tan fuerte?»

—Menos mal que has despertado. Creía que te perdíamos mi perro amigo. Tu cuerpo ardía y hablabas cosas ininteligibles—dijo Platón, dándole la mano.

—¿He estado inconsciente? ¿Pronuncié algo descifrable?

—Lo único que gritabas era Dionisio ¡Parecía que luchabas con un Dios del Olimpo! Vámonos al templo. Deja hoy esa tinaja tuya. Tu salud es muy precaria y me niego a perder a un cínico.

Caminaron hacia el refugio. Diógenes estaba confuso y alarmado ¿Habría sido aquella ensoñación un reflejo de su pensamiento? Ya no sabía si debería llamarse perro y si su filosofía era la verdadera. Guardó el secreto y continuó siendo cínico hasta el final de sus días. Quizás a raíz de sus delirios, se volvió hasta cartesiano.