Capítulo 1.1 Desencuentros

La vida es un complejo caos, a cada instante cambia, pero esos
cambios se diluyen en el tiempo, pasando desapercibidos, solo para hacerse
presentes cuando menos lo esperamos, llenando nuestra existencia de sorpresas y
emociones desbordantes que nos llevan a descubrir nuestra verdadera esencia. Si
nacemos con un propósito, o si podemos construirlo, es un misterio, nadie puede
asegurar cuál es nuestro destino, solo podemos alentar cada paso que damos,
hasta culminar el camino.


Podía sentir el frío de una noche de invierno, tenía los ojos vendados, y no tenía idea de donde se encontraba.

Cada tarde realizaba el camino de regreso a casa, después de la escuela, en compañía de su primo, pero ese día fue la excepción, porque había enfermado, así que iba caminando sola por la calle, hasta que una sombra apareció frente a ella, un hombre la miraba con detenimiento, y el miedo recorrió su cuerpo. Dio la vuelta para cambiar de dirección, pero no pudo avanzar mucho, lo último que recordaba era haber sentido un golpe en la cabeza; lo siguiente que supo fue que despertó, y alguien la llevaba cargando. Después de un rato, pudo sentir como entraron a un lugar, pero no alcanzaba a distinguir alguna particularidad del lugar, o si había más personas.

Su nombre era Ushio Furukawa, tenía nueve años, era miembro de la familia más poderosa de Ritorufurawa, la capital del país Taiyama, y era la hija menor del próximo jefe de familia. Un solo hombre bastó para llevar a cabo el trabajo, había pasado las últimas semanas observándola, no fue difícil identificarla, era una niña con rasgos de oriente, herencia de su madre, de grandes ojos color café, cabello castaño oscuro y ondulado, y piel morena, era un tono claro, pero en un país donde la mayoría tenía una piel muy blanca, la niña resaltaba con facilidad.

Al principio el hombre creyó que sería una tarea imposible, nunca estaba sola fuera de casa, y debía proceder con mucha discreción, había recibido órdenes de no causar conmoción a la hora de capturarla, entrar en su casa sería algo imposible al estar vigilada, por lo que debía proceder cuando caminaba a la escuela, o a su regreso por la tarde, pero no podía realizar la tarea cuando estaba con el otro niño. Pero ese día corrió con suerte, y actuó antes de perder una oportunidad única.

Habían llegado a una cabaña, situada en medio del bosque, no tan alejada de la ciudad, pero sí difícil de encontrar. Dentro se encontraba otra persona, esperando impacientemente.

– ¿Por lo menos te aseguraste de traerla con vida? ¿Qué le pasó en el rostro? No creo que un cadáver tenga mucho valor – era un hombre con voz áspera y agresiva.

– Respira, no tienes por qué preocuparte, sé lo que hago – respondió despreocupado el hombre recién llegado.

    Después entraron a otra habitación, el hombre tiro al suelo a la niña sin la más mínima delicadeza, ella solo emitió un pequeño quejido, y finalmente sintió como se agachó frente a ella.

    – No te preocupes, mientras no des problemas te trataremos bien – le dijo al sostener su rostro con una mano grande y fuerte -, no es nada personal niñita.

      Se escucharon pasos y después el sonido de la puerta al cerrarse. Tenía ganas de llorar o de gritar, pero por alguna extraña razón no salían lágrimas de sus ojos, era como si no pudiera reaccionar del todo, a lo que estaba pasando, por lo que solo esperó a que llegaran por ella.

      Los dos hombres se quedaron en la primera habitación, donde se encontraba una mesa con una jarra de agua y algo de pan, algunas sillas alrededor, y regadas por todo el lugar, un montón de cajas y botellas, basura en un rincón, y por último, en la habitación había un niño, de unos once años de edad, de cabello negro, delgado y un poco bajo para su edad, su mirada estaba perdida, estaba sentado en un rincón, tratando de no hacer mucho ruido, parecía estar viendo más allá de los hombres que estaban en el lugar.

      – ¿Estás seguro de que esto es una buena idea? – el hombre de voz áspera no dejaba de cuestionar a su compañero recién llegado, lo miraba con el ceño fruncido, y con gran duda y enojo en los ojos.

      – Tranquilo Hayate, cuando todo esto termine, tendremos mucha plata, no tendremos más preocupaciones – su nombre era Suzaku, era mucho más joven que su acompañante Hayate, y a diferencia de éste, la expresión de su cara era tranquila y despreocupada.

      – Eso espero, es un plan demasiado arriesgado, pero la plata vale cualquier cosa – volteó hacia el niño – ¡Oye! ¡Kai, despierta hombre!, a partir de ahora tu trabajo será cuidar a esa chiquilla, ve, no te separes de ella, asegúrate de que no haga nada raro o sospechoso. Y llévale un poco de agua y comida, no quiero un maldito cadáver aquí adentro.

        El niño reaccionó con miedo ante los gritos y las demandas de su padre, se levantó rápidamente para llegar a la mesa, tomó un vaso, lo llenó con agua y por último agarró un pedazo de pan. Comenzaba su camino para llegar a la otra habitación, pero su padre lo llamó una vez más.

        – Espera, toma en caso de que se quiera pasar de lista – le extendió una pequeña, desgastada y vieja navaja, dentro de su funda -, pero no le causes mucho daño, solo un pequeño susto. Y contesta hombre, o que ¿acaso eres un maldito mudo?

        – No padre – respondió de golpe.

          Kai tomó la navaja y la metió en el bolsillo de su pantalón, después continuo su camino hasta atravesar la puerta, y vio a la niña, estaba sentada, muy quieta, con los ojos vendados y las muñecas atacas enfrente, pero podría sostener el vaso y el pan, por lo que no tendría que darle de comer él mismo. Se acercó con cuidado, la habitación estaba completamente vacía, ni siquiera tenía ventanas, sólo había una vela sobre una repisa, pero la poca luz que emanaba lo ayudo a verla mejor una vez que estuvo cerca. Todo parecía bien a excepción de la herida en su frente, de la cual salía un hilo de sangre que recorría su rostro, hasta llegar a su ropa, que estaba limpia, a excepción del manchón de sangre, su cabello castaño caía hasta los hombros, y pudo ver su rostro inocente, con los rasgos que evidenciaban que no pertenecía del todo a ese continente.

          Al verla a ella, veía una vida sin preocupaciones, de comodidades, y también, de cariño. No sabía cómo sentirse con respecto a ella, la envidiaba por la vida que tenía y que a él le gustaría tener, pero también sentía pena por lo que su padre y su compañero le estaban haciendo.

          – ¿Hay… hay alguien? – la voz de Ushio era casi inaudible.

          – Toma – Kai se agacho y puso el vaso en sus manos –. No está envenenada, te necesitamos con vida, así que tómatela – le ordenó al ver que dudaba, pero después pensó que había sido demasiado agresivo.

            Tomó un par de tragos del vaso, y después él lo tomo de regreso para ponerlo a un lado de ella sobre el piso. Después Kai puso en sus manos el pan, y ella lo comió, muy despacio, no sabía cuántas horas había pasado inconsciente, pero no tenía hambre, no quería comer, solo lo hizo para que el niño no le volviera a gritar. Kai sacó un pañuelo viejo de su pantalón, y con cuidado lo puso alrededor de su frente, para cubrir su herida, quiso limpiar la sangre, pero ya se había secado y nada podía hacer; después se sentó frente a ella del otro lado de la habitación, observo cómo se comía el pan, y después se quedó quieta, no podía estar seguro de si dormía o no, y al poco tiempo él comenzó a sentir sueño, así que luchó lo más que pudo para no dormir, lo que menos quería era hacer enojar a su padre.


            La mujer daba vueltas por la habitación, estaba desesperada, no habían tenido noticias de su hija en horas, sabían que había salido de la escuela a la hora de siempre, y había tomado la misma ruta de cada día, pero por alguna razón no llegó a su casa a la hora acostumbrada. Al ver que tardaba en llegar, habían mandado a buscarla, preguntaron a todas las personas que encontraron, fueron a casa de sus amigos, pero simplemente no aparecía, solo encontraron el listón color rosa que tenía en su cabeza por la mañana, en una calle solitaria.

            – Nadeshiko, ya hay personas buscándola, nuestra hija va a aparecer, te lo prometo – un hombre adulto de cabello negro y mirada amable la tomo de los brazos y la miro a los ojos.

            – No puedo simplemente quedarme aquí sentada y esperar, ya anocheció – respondió mientras señalaba la ventana, era una mujer de cabello castaño oscuro y rasgos orientales –. Iré yo misma a buscarla.

            – De acuerdo, iremos los dos – volteo hacia la mujer que estaba sentaba en la mesa que estaba en la habitación, que se levantó y se acercó a ellos –. Mamá, nosotros tendremos que salir.

            – Por supuesto hijo, ustedes vallan – su nombre era Aoi Furukawa, la mirada de la mujer estaba llena de preocupación, era su nieta más pequeña.

              Nadeshiko y su esposo Yamato, salieron rápidamente de su casa, para buscar cualquier pista que los llevara a encontrar a su hija.

              – No entiendo cuál es el alboroto – un hombre de la misma edad que ella entro en la habitación, con el ceño fruncido, y sin la menor preocupación –. Seguramente se entretuvo jugando en algún lugar, no entiendo por qué debemos gastar tiempo en buscar a esa niña – el desdén y hartazgo eran evidentes en su voz y su actitud.

              – También es tu nieta Shisui, es que no puedes preocuparte por lo menos un poco – le reprochó su esposa, indignada.

              – No tengo por qué hacerlo, ni tengo interés.

                Shisui Furukawa, entonces jefe de la familia, salió de la habitación, era conocido por ser un hombre severo y estricto, con un pésimo carácter, pero parecía tener especial desprecio por su nieta más pequeña, nacida dentro del segundo matrimonio de su primogénito, con una mujer de ascendencia oriental, aunque nacida en su continente, Umide, en un país del sur

                Al contrario de él, su esposa, Aoi, quien había sido considerada como la mejor médico de la ciudad, hasta el día en que se retiró, pocos años antes, sentía un profundo cariño por la pequeña Ushio.

                – Abuela ¿Han tenido noticias? – preguntó un joven mientras entraba a la habitación, era el primogénito de Yamato Furukawa, y algún día, jefe de la familia.

                – No, pero tu padre y Nadeshiko han salido a buscarla – le respondió su abuela.

                – Debería ir con ellos.

                – Espera, tú debes quedarte aquí, deja que ellos arreglen esto.

                  A pesar de su corta edad, 16 años, su nieto Taichi ya presentaba grandes aptitudes como líder, era un joven correcto y muy maduro. Aoi pensaba que tanto él como su hijo Yamato serían mejores jefes de familia, y líderes del negocio, de lo que su esposo jamás llegaría a ser, era una pena que este se negara a retirarse, sabía que solo su muerte lograría un cambio, y no se sentía culpable por desear que ese día llegara pronto.

                  La familia Furukawa, siendo tan respetada, y teniendo una gran tradición familiar, aún conservaba gran parte de la cultura de antaño de su país, incluyendo su vestimenta, si bien el país se había visto enormemente influenciado en casi todos los aspectos por los continentes del este, en las últimas dácadas, algunas familias aun usaban prendas como kimonos para las mujeres, y en cuanto a los hombres, el uso de haori y hakama, era lo apropiado.

                  Entre tanto, Nadeshiko y Yamato avanzaban por la calle, con dirección a la salida de la ciudad, más cercana, gran parte de la ciudad ya contaba con electricidad, por lo menos en las vías públicas, lo que se agradecía, principalmente por las noches.

                  – Nadeshiko espera, ¿Qué tienes planeado hacer?

                  – Buscaré a mi hija por mis propios medios.

                  – No, espera, no puedes hacer eso.

                    Ella no le respondió, solo le dedicó una mirada llena de desaprobación, no iba a impedir que el orgullo de su esposo se interpusiera entre ella y encontrar a su única hija. Sin decirle nada dio medio vuelta, y se dirigió rápidamente hacia la salida de la ciudad.

                    Habían pasado varias horas, la niña frente a él no se movía mucho, había dormido durante un rato, pero se despertó con un sobre salto y no volvió a conciliar el sueño, no lo entendía, debería estar llorando, suplicando por que la dejaran ir, pero no lo hacía, solo estaba sentada, completamente quieta y callada.

                    Kai se preguntó qué estaría pasando como para que secuestraran a una niña de oriente, era obvio que su padre no había cruzado el mar para ir por ella, y por su ropa era evidente que vivía en Ritorufurawa, y se preguntó cuál sería su origen.

                    Aún no le habían explicado cuál sería el siguiente movimiento, solo le dijeron que cumpliría un papel importante, tal vez si realizaba bien su tarea, su padre al fin mostraría algo de cariño hacia él, tal vez la situación podría cambiar.

                    Todo estaba en completo silencio, su padre y Suzaku ya debían estar dormidos después de haber bebido tanto; entonces, le pareció escuchar un aleteo, uno muy rápido, como si fuera un insecto, pero por cómo se escuchaba, debía ser uno enorme, pensó que debía estar alucinando por el cansancio, y agitó la cabeza con brusquedad para obligarse a despertar.

                    El sonido se detuvo, era un sueño, eso es lo que pensó. Kai se levantó al escuchar pasos afuera, no sabía que hacer, después escucho como alguien había entrado a la cabaña, seguido de una confrontación, pero fue muy breve, los hombres no debieron de haber tenido mucho tiempo de reaccionar o defenderse.

                    Entonces la puerta de la habitación se abrió, era una mujer, y corrió hacia la niña

                    – ¡Hija, aquí estas!

                    – ¿Mamá? ¿Mamá, eres tú?

                      Nadeshiko desató a su hija, y la cargó en brazos, mientras Ushio se aferraba con todas sus fuerzas a su madre; entonces miraron a Kai, que había dado unos pasos hacia atrás por el miedo y tropezó. En ese momento Yamato también entró.

                      – Debemos irnos, Ushio, hija ¿Estás bien?

                        Tomo a la niña de los brazos de su madre y beso su cabeza. Kai observaba la escena, se encontraba mudo, sabía que no tenía caso que luchara por que dejaran a la niña, ya todo estaba perdido. 

                        – Espera – Nadeshiko lo detuvo y dirigió su mirada hacia Kai –. Debemos llevarlo con nosotros.

                        – ¿Estás loca? Es un criminal – Yamato mostró su negativa sin reservas.

                        – Es un niño, no creo que sepa que es lo que está haciendo, podemos darle una vida mejor – su mirada estaba llena de compasión y ternura – ¿Cómo te llamas?

                        – Yo… yo… Kai – estaba asustado ¿Ir con ellos? ¿Dejar a su padre atrás?

                        – Si vienes con nosotros, te prometo que te vamos a cuidar.

                          Extendió su mano hacia el niño, él la tomó y al contacto todas sus dudas se disiparon, como si el contacto le hubiera entregado esperanza, así que la siguió sin decir una sola palabra, cuando pasaron a la otra habitación, vio a su padre y a Suzaku en el suelo, inconscientes.

                          – No te preocupes por ellos – le dijo Yamato.

                            Al salir del lugar, Ushio se dio cuenta de que debía ser de madrugada, hacía mucho frío y estaba muy oscuro, pero, aun así, los cuatro emprendieron el camino de regreso a la ciudad. Caminaron por un largo rato, hasta que los primeros rayos del sol aparecieron, y se detuvieron a descansar, Nadeshiko le ofreció un poco de agua a Kai, que dudo por unos segundos, pero si hubieran querido hacerle daño, ya lo hubieran hecho. Ushio seguía en los brazos de su padre, estaba totalmente dormida, había sido una noche muy difícil, con el movimiento despertó, y tardo unos segundos en comprender lo que pasaba, su mamá le quito el pañuelo que cubría torpemente su frente, para poder revisar su herida, pero no parecía grave, por lo que pensó que sería mejor esperar a que la revisara su abuela, y volvió a colocar el pañuelo, pero de mejor manera.

                            Tras unos momentos, reanudaron el regreso.

                            – ¿Te gustaría ir caminando? – le pregunto Nadeshiko a su hija.

                              La niña solo asintió y tomo la mano de su madre. Kai no podía dejar de observarlos, unos padres amorosos, que hicieron lo posible por rescatar a su hija, y no pudo evitar el preguntarse si su padre haría lo mismo por él, aunque ya sabía la respuesta, y no le agradaba.

                              Llegaron a la aldea cuando estaba amaneciendo, Aoi y Taichi se encontraban junto con un grupo de policías, estaban listos para ir a buscarlos. Ushio se alegró al ver la ciudad, y a su familia esperándolos, así que levanto un brazo para poder saludarlos a la distancia; lo que la mantenía intrigada era su cuarto acompañante, que caminaba mientras miraba al suelo.

                              – ¡Ya vienen! – Taichi los vio a la distancia y corrió hacia ellos.

                              – ¡Hermano!

                                Ushio imitó a su hermano y corrió hacia él, aunque avanzó de manera un poco torpe, por suerte Taichi la alcanzo rápidamente.

                                – ¿Cómo estás? ¿Te lastimaron? – Taichi preocupado, tocó la frente vendada de su hermana menor.

                                – Estoy bien, ni siquiera me duele – Ushio le dedicó una cálida sonrisa, pero él no dejó de preocuparse.

                                – Mi niña – su abuela llegó a abrazarla.

                                – Su herida no es grave, deberías esperar a casa para revisarla – le dijo Nadeshiko.

                                  Kai caminaba junto a los padres de Ushio, pero se detuvo antes de llegar al grupo de bienvenida, observó la escena de lejos, sintió el impulso de correr, algo le decía que no pertenecía a ese lugar, pero uno de los policías se interpuso con sus planes.

                                  – ¿Quién es su acompañante? – un hombre adulto se acercó a él lentamente, aunque no parecía querer atacar.

                                  – Su nombre es Kai, estaba en el lugar donde tenían cautiva a Ushio, lo traje con nosotros porque no creí que estar en ese ambiente sea bueno para un niño de su edad. – explicó Nadeshiko.

                                  – Puede que tengas razón – el hombre se acercó un poco más, y se arrodillo frente a él – Dime, ¿Cuántos años tienes? – Su mirada era amable, como la de Nadeshiko. ¿Cuántas veces en su vida le habían dedicado una mirada como aquella, sin odio, regaños o fastidio?

                                  – Once – respondió, mientras evitaba su mirada, y procesaba todo lo que estaba pasando.

                                  – Bueno Kai, mi nombre es Kakashi, mucho gusto.

                                    Para ese momento era Ushio quien observaba a lo lejos, sostenía el brazo de su hermano mayor, pero aquel niño había despertado su curiosidad ¿Quién era? ¿Por qué tenía una expresión en su rostro llena de miedo y rencor al mismo tiempo?

                                    – No creo que sea buena idea que se quede en la ciudad, quién sabe qué malos hábitos tenga – otro policía se acercó al grupo, en actitud muy hostil hacia el niño.

                                    – Yo asumo la responsabilidad por el niño, no tiene por qué haber problemas – Nadeshiko se interpuso entre el policía y Kai.

                                    – ¿Y por qué razón haría algo así? – la hostilidad del policía iba en aumento.

                                    – Tal vez deberíamos calmarnos – antes de que Nadeshiko pudiera responder, Yamato se metió en la conversación -. Lo mantendremos bajo vigilancia, es un niño, no le veo gran problema.

                                    – De acuerdo, pero primero lo interrogaremos, tal vez nos pueda proporcionar información acerca de lo sucedido.

                                      Nadeshiko respiró para calmar su molestia, ante su evidente falta de autoridad, no pudo hacer nada, más que dejar las cosas en manos de su esposo.

                                      – Hermano, ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué le harán a ese niño? – Ushio no entendía porque estaban discutiendo, y recurrió a su hermano mayor.

                                      – No te preocupes por él, ellos lo resolverán, por ahora debes ir a casa para que puedas descansar.

                                      – Tu hermano tiene razón, deja que tus padres resuelvan esto – su abuela, tomó su mano, y la encaminó para alejarse del grupo.

                                        Mientras tanto uno de los policías tomó a Kai del brazo para llevárselo.

                                        – ¡Esperen! ¿A dónde lo llevan? – Ushio soltó a su abuela y corrió hacia ellos.

                                          Kai se sorprendió por las acciones de Ushio, ¿Acaso estaba preocupada por él? De ser así, ¿Por qué lo haría? Si estaba con las personas que la habían secuestrado y lastimado, a cada momento se sentía más confundido.

                                          –  Ushio, pequeña espera – su madre se interpuso en su camino -. Te prometo que no le pasará nada, yo iré con él, tú debes ir a casa con tu hermano y tu abuela.

                                          – Vamos – su hermano la tomó de la mano y se la llevó junto con su abuela.

                                            Ushio le dedicó una última mirada de preocupación a Kai, para finalmente continuar el camino a su hogar. El grupo restante dirigió a Kai al cuartel de la policía, en el lugar comenzaron a interrogarlo, dentro de una habitación pequeña, con solo una mesa y dos sillas, le indicaron que se sentara en una de ellas y un policía se sentó frente a él, le preguntaron una y otra vez, pero la verdad era que él no poseía información relevante.

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