Últimamente me gusta contar que yo fui el primer zancudo de Ibiza. Como una batallita de esas que cuentan los abuelos… Será que ya me toca. El caso es que de eso hace mucho tiempo, sucedió en el verano del 82, ¡hace ya 40 años!, así que puedo empezar con el divertido Érase una vez… Seguramente me gusta contarlo porque me siento orgulloso, la verdad es que me creía importante y, además, la experiencia provocó una de las primeras decisiones importantes de mi vida profesional. ¿El primer zancudo de Ibiza? ¿Y eso, de verdad lo quieres poner en el curriculum? 

Bueno, al tema –por cierto, de The Clash, del mismo año y viene como anillo al dedo–. Al tema.

Mi hermana Nuria se acababa de mudar a Ibiza para buscarse la vida. Yo acababa de aprender a montar en zancos#bocadillo porque la compañía de títeres en la que trabajaba, Cristóforo Colombo, había decidido montar un pasacalles, ya que empezaban a ponerse de moda. Ese verano mi jefe se fue a Argentina, así que lo teníamos libre y yo decidí visitar a mi hermana para conocer la isla de la que se hablaba tanto. Por si las moscas me llevé los zancos, nunca se sabe. 

La primera o la segunda noche un amigo de mi hermana, entusiasmado al saber que sabía montar en zancos, me convenció para que fuésemos a la discoteca Ku a buscar trabajo. Ku era la mejor discoteca de todo el Mediterráneo, qué digo, ¡del mundo!, en los años 80#bocadillo. La llevaban tres donostiarras: Iturrioz, Gorri y Santamaría, exjugador de la Real Sociedad al que, once años más tarde, asesinó ETA de un tiro en la nuca#bocadillo . Con toda la naturalidad del mundo llegamos hasta la mesa de Santamaría, ¡que estaba de charla con Polanski!#bocadillo—y le hablamos de nuestra propuesta. Se mostró interesado pero nos mandó a Brasilio#bocadillo.  El brasileño Brasilio, redundancia toponímica, gestionaba la barra del Coco Loco, de ambiente gay, la más loca y multitudinaria del lugar. Brasilio propuso hacerme una prueba. «¿Cuándo? Si quieres, ahora mismo», le contesté. Dicho y hecho. Allí me planté subido a los zancos bailando alrededor de la barra Coco Loco #bocadilloy cruzando la pasarela que atravesaba una piscina maravillosa. ¡Contratado! Habla con Salus. Todo este diálogo hay que imaginárselo con mucha pluma. La voz tiene que tener mucha pluma.

El trabajo era bastante duro. Una hora paseando por el Puerto de Ibiza, otra por San Antonio y un par de horas más en la discoteca bailando, todos los días de la semana. Cuatro horas de zancos al día, que se dice pronto. El equipo de animación era mínimo y lo coordinaba el tal Salus, un cocainómano empedernido, #bocadillo, con amplio bigote y hechura albaceteña, que nos llevaba en su R5 amarillo de aquí para allá. El equipo, los KU Boys, lo formábamos Ramón, un genial transformista vestido de cupletista que cantaba coplas con voz de mujer y que de repente se ponía a cantar blues imitando a Louis Amstrong, Richard, creo recordar, un afroamericano vestido de jugador de baloncesto que hacía malabarismos con una pelota de basket, y yo mismo#bocadillo. Vamos, un equipo de animación como los de ahora, que no bajan de la docena. A veces, trabajábamos con Vinzee, un rastafari que sabía montar en monociclo y Bárbara, que en ocasiones era una Marilyn anoréxica y otras, un tímido Charlot.

«El gay y el discotequero, el patizanco y la Manola, el torero y las relaciones públicas que te sonríen con pegatinas e invitaciones… conforman el espectáculo, luminarias de un verano que quedará en breve para el recuerdo, para volver otro año y llenar de curiosidad y ambiente la vida ibicenca»

Gané mucho dinero. Bueno, tampoco hay que exagerar, nunca es suficiente. Me compré un coche y una moto de segunda mano y ayudaba a mi hermana, que se ganaba la vida con un bar y haciendo artesanía. También me contrataron los estrafalarios dueños de una de las boutiques más míticas de Ibiza, Paula´s, para hacer un pase de modelos #bocadillo con un par de vestuarios de seda alucinantes que me confeccionaron para la ocasión (toda la frase léase como una loca histérica). En fin, todo parecía un sueño, pero…

No, no me pasó nada, pequeñas caídas, gajes del oficio, simplemente pasó que yo no estaba preparado. Era demasiado joven e inexperto en el mundo de las discotecas, en el mundo en general, podríamos decir. La noche me confundió, las chicas…, el sexo, me confundió, el coordinador…, la cocaína me confundió, Brasilio y su trup de chicos me confundieron… Ramón, Ramón también me confundió… 

Así que al acabar la temporada decidí que ese mundo no era lo mío a pesar de la gente guapa, la belleza de la isla, la pasta que ganaba y la que podría haber ganado si hubiese decidido seguir en la isla. Una decisión que, en la distancia, veo más que afortunada porque me llevó a tener una carrera artística mucho más interesante, variada y rica que la que hubiera tenido como zancudo estrella en las noches de Ibiza o como coordinador y diseñador de animación de alguna discoteca multitudinaria. Mi inexperiencia me guió acertadamente. O no, ¿quién sabe? 

Pero mirad, ahora, a mis 62 años, puedo contar a los jóvenes mi primera batallita: que fui el primer zancudo de Ibiza en la discoteca Ku y que una futura víctima de ETA me presentó a Polanski. Los detalles más truculentos nunca los voy a contar, eso queda entre Polanski y yo. Y además, mi subconsciente se ha encargado de enterrarlos y no pienso ir a un psicoanalista para hacer arqueología a estas alturas.

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Es Vedrá es el mundo

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