Entorno los ojos

y queda oculta la hiriente luz del sol,

pero su calidez me hace imaginarla.

Baño purificador que empapa mi cuerpo

que atempera mi alma

que transluce mis parpados

otorgándoles la transparencia y fragilidad de la escarcha.

Apoyo la frente en el cristal.

Mi cuerpo laxo acompasa el bolero de los railes

y la sombra ondulante e infinita de la catenaria

me inocula una placentera duermevela,

mística, tántrica, espiritual.

Deseo tanto alargar este momento…

por favor, que no haya destino,

que no haya estación,

ni revisor,

ni interrupción.

Por favor… que no haya nuevo pasajero,

ni frenada, ni avisos, ni alarma,

ni hurto, ni extorsión…

solo la luz, nada más que luz

y tu recuerdo.

Que nada ni nadie quebrante esta paz,

Que nada ni nadie profane su pureza,

ni rompa esta armonía con una nota disonante…

Solo la luz, nada más que luz.

Si acaso… la oscuridad, solo oscuridad

la oscura lobreguez de las nubes grises y densas como el arrabio,

manto que enfría mi rostro,

que venda mis ojos

con la rapidez que el herrero extingue el candor del metal en el balde, junto a la fragua.

Nubes que pasan veloces como la juventud,

que se apagan rápidamente como una vida arrebatada de forma prematura.

Nubes que se van y vuelven… y vuelven a irse,

mientras tu… permaneces

serena, luminosa, inalterable…

Y yo…

Mientras dure mi periplo en este tren con destino incierto,

mientras exista la luz y la euforia de su color y calor,

y el aplastante peso de la oscuridad…

Yo… te seguiré imaginando

te seguiré soñando,

viviendo…

te seguiré respirando.

Porque el deseo de respirarte

transforma mi realidad en algo bello,

pero tu ausencia nubla mi juicio,

altera mi percepción

y me convierte en el Bretón, en el Magritte que te sueña de mil maneras…

todas irreales

todas hermosas

ninguna pasajera.

Tu onírico recuerdo todo lo atempera y dulcifica…

y convierte mis temores del gris más plomizo en luminosas esperanzas,

mi irracional desaliento en desbocada ilusión,

los imponentes gigantes en molinos para grano,

mis monstruos bajo la cama en peluches dentro de ella,

mis insufribles defectos en envidiables cualidades,

mi burda torpeza en gracia espontanea…

y yo…

te siguiré imaginando,

te siguiré soñando

te seguiré respirando.

Y lo haré, porque la abstinencia de ti se convierte en mi delirio

y tu ausencia prolongada acorta mis días,

me convierte en el Argos que con 100 ojos te busca

y en el Edipo que se los arranca cuando no te encuentra.

Puedes llamarme egoista

Quizás lo sea.

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