Al Ema lo conocí hace muchísimo tiempo, me acuerdo bien, una vez estábamos por terminar de revisar el tema de “El multiculturalismo” como nueva solución para la humanidad, y ya de paso el maestro había empezado a meter el neoliberalismo como quien no quiere la cosa, cuando una voz que venía de atrás de las butacas resonó penetrando el monologo en el que la clase se había convertido, con un sardónico—¿Multiculturalismo?, ya mejor diga exotización de pueblos originarios y cultura extractivista —
—¿Y qué propone usted? —Respondió el profe, ofuscado, creo que, porque no estaba acostumbrado a que le dieran la contra, menos con términos académicos imposibles de desechar tan injusta y rápidamente. Yo busqué al aludido con la vista, pero no fue hasta la segunda vez que oí su voz cuando logré localizarlo.
—Interculturalismo crítico— dijo, era un muchacho de rostro angular, pelo negro y ensortijado, el cual, como tendría la oportunidad de averiguar más tarde, nunca estaba en orden, su aspecto no tenía mucho de especial, pero sus ojos estaban increíblemente despiertos, te hacían mirarlo, oírlo… Habló de saqueo de tierras, por sagradas que fueran, de la manera en que comercializaban las culturas de las comunidades y de la forma en que disfrazaban el genocidio de progreso. Al principio nadie en la clase supo cómo tomárselo, la mayoría veíamos que al maestro poco a poco se le iba saltando una vena en la frente, en contraste con la calma del compañero, quien luego de un rato comenzó a animarse a acompañar sus explicaciones con ademanes, allí fue cuando noté que sus manos estaban completamente pintadas, en sus dedos había diminutas figuritas, una guanteleta de tinta y palabras recubría su piel, y dicho sea de paso, eran manos hermosas, largas y fuertes, manos de artista, puede ser que fueran esas las que realmente me convencieran de buscarlo al acabar la clase.
Estaba segura de que no había estado entre nosotros antes, yo quería hablarle de cualquier cosa con tal de seguirlo escuchando pensar en voz alta, no me acuerdo de qué platicamos la primera vez, todo lo que puedo decir con franqueza es que no fue para nada de algo intelectual. Me enteré de que, en efecto, había entrado de oyente a la sección de humanidades, pues estaba en el departamento de artes de la universidad, en donde no le iba muy bien, tenía un promedio que reptaba por los suelos, a mí aquello me pareció absurdo, era una de las únicas personas a las que se le notaba el disfrute de aprender, fue imposible, al menos para mí, no encariñarme de su sonrisa fácil y su ironía, era de los únicos que se animaban a pensar, a lo mejor por eso le iba mal en la escuela ….
Total, me le hice amiga y le conocí los hábitos, leía muchísimo y no dormía, la carencia de sueño le pintaba medias lunas negras bajo los ojos, pero ya eran tan parte suya que a nadie le importaba, parecía que hiciera un descubrimiento distinto cada día de la semana, me acuerdo de que una vez arrancó sádicamente de mi libro de texto unas páginas que hablaban de economía, convirtiéndolas en barquitos de papel —Para que sirvan de algo, vamos a soñar con ellas—me invitó, nos colamos a la única fuente que había en las áreas verdes y los echamos a navegar —Imagínate que van a un mundo bonito, diferente— dijo.
Entonces nos pusimos a hablar de un lugar sin ricos ni pobres, de una escuela en la que decir “Maestro enseña y alumno aprende”, era solo la mitad de la historia, y la oración se podía voltear sin condenar a nadie, un lugar en donde los desaparecidos se habían ido de vacaciones y habían regresado con un montón de fotos y recuerditos para sus familias…
Un día, mi amigo, el Ema, el de manos rayadas, al que los maestros se la Vivian señalando de “Carcelero” no volvió a la escuela, lo habían expulsado porque “Sus notas no eran de alguien prometedor” dijeron, Así fue como privaron de estudiar al primero que me había presentado un mundo diferente, un mundo posible, por desgracia la escuela estaba más interesada en forjar hombres de negocios que en reconocer seres humanos.
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