Y, aquí estoy otra vez.
Otra vez en el mismo punto de partida.
Tendré que admitirlo, y ya.


Si hay algo que he aprendido en todo este tiempo es que me gusta saborear catástrofes
y desangrarme en vida cuando las cosas no sucedan como creo que tienen que ocurrir.

Algunos me llaman caprichosa, otros superviviente. Pero es más simple que todo eso.
Es tan sencillo como que no sé vivir mi vida sin someterme entera al mar profundo de los deseos y sentimientos. Y tan idiota que no quiero vivir de otra manera.

Y, sí… aquí estoy otra vez.
Pero el problema no es ese, el caso es que siempre llego tarde y me toca ser el divino secreto disimulado, eso que no se puede exhibir. Un objeto de usar y guardar… incluso esconder y ocultar.
Me toca querer a una identidad oculta y ser la otra cara encubierta.


Cualquiera que haya reposado su tiempo sobre mí, lo sabe bien. Soy intensa… y eso atrae al principio, confunde a la mitad y cansa al final. 
Y yo solo me pregunto cuántas veces más tendré que vivir esto para aprender.
O mejor dicho, me pregunto qué es lo que realmente tengo que aprender para no tener que volver a vivir todo esto de nuevo.

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