Tapar el sol con un dedo

Tapar el sol con un dedo

decimesoro

29/05/2022

Me sonreís de reojo y se me pasa.

Me volves a hablar, vos sabés cómo. Primero de a poquito, después con la viveza que te caracteriza y finalmente me largas el chiste como un estornudo. Fuerte e inesperado, de sorpresa y por detrás.

Todo vuelve a la normalidad.

A nuestra normalidad.

Ignoramos la manada de elefantes que hay en la habitación, con alguna cortina verde de esas que nos cosió tu mamá. Nos hacemos los boludos cuando escuchamos el chirrido de la pava hirviendo señalando la tensión que hay en el aire, nos ponemos los auriculares y nos sentamos a mirar nuestras pantallas como si no pasara nada más alrededor.

Cada tanto me besas de sopetón, cada tanto te acaricio la mano. Hacemos de cuenta que las palabras filosas que nos dijimos la noche anterior se esfumaron, se evaporaron de repente como ese chaparrón de verano que más que refrescar, deja el ambiente listo para que la temperatura suba mucho más. Nos ahogamos dentro de esa sensación de humedad pesada que te aprieta el pecho, pero nos sonreímos como idiotas porque justo el gato se tiró de la mesa y cayó mal, haciéndonos cómplices de una mentira que ya se siente verdad.

El clima se ignora, los ruidos se tapan, se pueden cerrar los ojos de noche y pretender que todo es un simple mal sueño. Hasta incluso imaginamos cosas que no son para evitar esta cruda realidad que nos envuelve, no desde que nos mudamos, sino desde que las cosas comenzaron a ir mal.

¿Cuándo comenzaron a salir mal las cosas, amor? ¿Vos te acordás?

Ja! Que te vas a acordar, si apenas te acordas de nuestro aniversario.

Aunque tengo que confesarte, que a veces yo también me olvido. Y vos tenes que darme la razón que decirme “Ya sos mi novia, ¿qué esperabas? ¿Una petición con globos, bombos y platillos?” no es una grata propuesta de noviazgo que una tenga ganas de tatuarse para toda la vida. Irónicamente, esas palabras nunca las pude olvidar. El día si, pero las palabras no,

¿Cuándo? ¿O tendría que preguntar “Cómo”? ¿Dónde? ¿Por qué?

No sé mi amor, no sé. Ni idea, no quiero saber.

Sólo sé que más irónico es que te debo haber repetido más de mil veces que teníamos que hablar mucho más para solucionar nuestras diferencias. Y vos me contestaste mil y una veces que no, que no hacía falta hablar.

Resultado, acá estamos. Tapando el sol con un dedo, haciéndonos sombra para sobrevivir al calor sin que nos afecte demasiado. Pero si me preguntan, yo creo que se te notan los arañazos. Y si te preguntan, sé que vas a decir que no se me borran las ojeras. Porque yo tenía una piel bonita y vos tenías una espalda impoluta.

Y acá estamos ¡me haces reír! Odio que me hagas reír. Lo odio, en serio.

Porque en tu sonrisa infantil, en esa primera broma que elegís para romper el frío hielo que nos envuelve, veo todo lo que quisiera que seamos siempre. Veo tu complicidad, tu entusiasmo, tu apoyo incondicional, tus ganas de crecer conmigo, tus ganas de construir, de elevar este departamento de planta baja a una casa que yo digo no querer tener pero en el fondo ansiaba construir con vos. En tus ojos brillantes veo a una persona que creo conocer pero que nunca fuiste en realidad. Veo todo lo que sé que te esforzas para ser mejor constantemente. Y veo el sacrificio que haces para estar conmigo, una persona totalmente diferente a vos que siempre tira para el otro lado, siempre se opone a vos y a todo lo que crees, lo que aprendiste, lo que te enseñaron.

Entonces la luz fuerte del sol comienza a parecerme nada porque pienso que si aguanté hasta ahora, si aguantamos hasta ahora ¿por qué habría de bajar los brazos?

Bue, sabemos que son puras patrañas. Pero me las quiero creer.

Me quiero creer que podemos más. Que mañana vamos a salir, que va a llegar esa conversación real que nos merecemos, que vamos a poder comunicarnos de verdad y que por fin vos y yo, yo y vos, vamos a poder ser infinitamente felices.

Y la pienso, y la vuelvo a pensar. Y volvemos a la misma conclusión.

Dale amor, vamos a tapar el sol con nuestras manos un ratito más. Que ya sabemos que así, quizás, sigamos estirando aquel triste y anunciado final.

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