RELOJ DE ARENA
Vivimos en un contínuo pasado, presente y futuro, y no podemos hacer nada para evitarlo.
No puedo evitar que el tiempo vuelva atrás, que mi reloj deje de llover arena, encontrándome yo arriba y viendo cómo el oro se acumula en el otro nivel.
Ahí me encuentro, nos encontramos, dentro de él, porque formamos parte del mismo, somos un todo con una sola dirección: abajo.
Y dentro de ese inmenso reloj, cada uno tiene el suyo propio, porque compartimos un mismo tiempo a la vez que cada uno tiene el suyo. Unidos por el universo y separados por nuestra propia existencia. A veces ocurre que a algunos el reloj se les rompe; otros los tienen defectuosos y luego otros intentan hacer trampas, intentando, con todas sus fuerzas, ralentizar, aunque sea un poco, su tiempo al pensarse que, en caso de poder poner el reloj en horizontal, podrán ganar aunque sea un poco, al destino final. Demasiados sueños, demasiadas ilusiones y expectativas, demasiadas metas por cumplir. Demasiado todo para tan poco y tan poco para tanto.
La injusticia del tiempo, dónde la arena a veces parece movediza, otras veces se embarra por nuestras lágrimas y otras parece que tiene prisa por bajar. Pero que nunca deja de caer.
Impotencia
Impotencia ante la visión del pasado, de solo tener vagos recuerdos que un día son nítidos y al siguiente los detalles se difuminan. Pánico ante el futuro incierto. Cuento los granos que me quedan y me planteo si me da tiempo de hacerlo todo, me falta arena. ¿Alguien me ha robado? No, soy yo quien me hurto a mi misma.
Intento no mirar los relojes de los demás, algunos están a punto de cubrir toda la capa inferior, pero también hay nuevos, vacíos por abajo y llenos arriba, apenas han empezado a caer los primeros granos; estos últimos siempre son un recordatorio de tu pasado, de lo que tienes debajo, de tus acciones y lo que podrías haber hecho diferente. Pero me prohíbo pensar en eso, las alternativas no son mi presente.
Si hubiera hecho esto…
Si hubiera decidido esto en vez de aquello…
Todas las dudas, arrepentimientos, incógnitas y alternativas quedan supeditadas a un plano superior.
Me tengo que centrar en el futuro, que es tan incierto y tan corto que apenas puedo soportarlo. Veo el éxito y el fracaso en mi día a día, sé lo que no quiero, pero…
¿qué es lo que quiero? ¿Será suficiente lo que hago? ¿Seré yo suficiente para mí misma?
Deslizo la arena entre mis dedos, mi preciada arena, mi preciada y escasa arena de oro. Miro el gran reloj universal, miro a mi familia, a mis seres queridos. Recuerdo a aquellos que me acompañaron y a los que les cerré la puerta, silenciosamente, y me fui de su vida. Los rostros inundan mi memoria, los recuerdo en el olvido, en la nada se me hacen presentes, casi los puedo tocar si no fueran más que fantasmas, entes que forma mi imaginación.
Cierro los ojos, respiro hondo. Oigo como caen algunos granos más, es un susurro que me acompaña cada minuto, cada segundo, ojalá fuera eterno. Mi corazón late con fuerza, sigue teniendo impulso; me miro las manos, siguen siendo firmes, decididas. Puedo seguir trabajando con ellas, ellas pueden hacer realidad lo que mi cerebro fantasea. Podré seguir tocando dulces, tristes, alegres, amorosas melodías que aún no me han llegado. Mis ojos siguen viendo, críticos, mi entorno; podré seguir leyendo, podré seguir intentando descifrar el mundo, este mundo al cual necesito dotarle de sentido o veré que la vida no lo tiene, que no hay un plan supremo, que no hay Dios ni hay una finalidad última. Si me digo que todo ha sido por una serie de cuasalidades que me han llevado hasta aquí, pero que no tienen ningún propósito…
No, no puedo seguir divagando por ese camino, mi cuerpo quiere de una manera salvaje vivir, mi mente ha creado escenarios que quiero cumplir, aunque no cambie nada, quiero vivir, por más que sepa que nada tiene sentido y que lo que me espera en cuanto se caiga el última grano dorado, es la nada, el silencio, la oscuridad; aunque sepa todo esto, mi corazón se niega a rendirse y mi espíritu se llena de ilusiones y esperanzas, buscando cualquier excusa para vivir un día más. Prefiero ver el amanecer, prefiero ver sus ojos que desprenden amor y que me dicen que me quieren, prefiero volver a deslumbrar mi mirada con un cuadro que me deje sin aire. E incluso sin ver y con los ojos cerrados, quiero sentir la música, las caricias, los abrazos, sentir el mundo, escuchar la naturaleza e intentar descifrar los secretos que me trae el viento.
Mis fuerzas son casi ilimitadas, desearía que mi tiempo también lo fuera, pero no lo es y las ansias se apoderan de mí. Necesito vivir, aún me quedan bailes, besos que dar, lágrimas que derramar y amor que compartir.
No puedo irme abajo,
aún no.
Déjame eternamente arriba,
con una suave alfombra de oro a mis pies.
– Nakeba –
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