Soy un indigente, por las calles dicen que estoy demente y asusto a mucha gente. Aunque por lo que digan no me resiento porque me siento como un loco hecho todo un alboroto estando despeinado cubierto por las fachas del hijo de un diablo que derrama un hedor causando gran ardor en la nariz sin contar la culebreante cicatriz que atraviesa mi semblante y borró todo rastro de galante.

La higiene de un puerco, un olor a muerto, vestimenta raída, las miradas esquivas y una miseria que perdura toda la vida son las cosas que arrastran a un hombre al infierno de las calles, se lo carcoma el frío de la gente, lo vuelvan a uno demente y que una voz, dentro de la mente, lo llamen un pobre indigente.

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